Eugenio Lira Massi, reconocido periodista chileno en la época anterior al golpe de Estado, quien escribió crónica política en el diario El Clarín y luego fue director del diario Puro Chile que apoyaba al gobierno de la Unidad Popular, fue asesinado por la DINA el 9 de junio de 1975 en su exilio en París, probablemente con gas Sarín.
En su libro » La Cueva de Senado y los 45 senadores » (1968) escribió sobre los políticos que componían entonces a Cámara Alta, entre ellos Salvador Allende.
Allende en el Senado, según E. Lira Massi
«Posee una tremenda facilidad de palabra para enfrentarse a las masas. Todo el mundo lo ha visto más de una vez instalado en la tribuna. Siempre atento, siempre serio, siempre solemne. Al ser anunciado tarda un poco en ponerse de pie. Los aplausos lo empujan. Entonces levanta una mano. Se para, se saca la chaqueta, se arremanga la camisa, avanza hasta el micrófono, se lleva una mano a la cadera. la otra la apoya en el atril, baja la cabeza y espera. A su espalda la fila de damas y caballeros instalados en el «presidium de honor» suman sus aplausos a los de la concurrencia. Cuando Allende cree
que ya está bueno, alza la mano que tenía apoyada en el riñon derecho y empieza a hablar. (…) Compañeros todos… (…) —»Vengo a explicar cómo y de qué manera, el Movimiento Popular hará realidad en Chile los cambios estructurales que el país necesita y el pueblo reclama…»
De ahí para adelante ya está lanzado y podrá hablar horas y horas, sin dar muestras de agotamiento físico ni mental.
Cada cierto rato dirá que es «profundamente anti-imperialista, anti – oligarca y anti – feudal» y sacará aplausos. (…)
En suma, sabe cómo manejar a las masas y siempre les da, en sus dicursos, lo que ellas quieren. «Emplazo a mis detractores políticos a que digan quién ha hecho más que yo por la Madre y el Niño en este país». «Yo no busco un millón de votos, busco un millón de conciencias limpias». (Tiene debilidad por la higiene): «Aquí están mis manos limpias de peculado». «Mis treinta años de limpia trayectoria revolucionaria». No hay caso. Se la sabe por libro. » (108-109)
«Dicen que tiene mucha «acción política». Esto en castellano quiere decir que mientras otros piensan y calculan, él se lanza de piquero. Hace cosas. Sus adversarios todavía se están poniendo de acuerdo,
cuando ya Allende ha tomado desayuno con fulano, ha almorzado con Perengano, ha tomado once con el último que le faltaba y a las cuatro de la tarde, cuando se produce la votación, todos están cuadrados. Eso se llama tener «acción política». Y tener aguante. Nadie como Allende se ha recorrido más veces el país de arriba abajo. Nadie tiene más capacidad para dar apretones de mano y escuchar canciones de protesta. Va al extranjero. Dicta conferencias y vuelve justo para desarmar la máquina que le estaba montando Ampuero. Siempre en primera línea, en foros, en entrevistas para la prensa, para la radio, para la televisión. «¿Hay que maquillarse?». «Nos maquillamos». «Póngame más polvos en la frente para que no salga brillante». «¿Me saco los anteojos para que le sea más cómodo?» «Gracias, compañera maquilladora».» (110)
«Digamos que la calidad de «líder» de la izquierda no se la puede quitar nadie. Podrán decir que pronuncia la palabra pueblo como escupiendo la pe, que emplea frases cliché como «con serena firmeza y viril energía», pero nadie podrá decir que ha traicionado a ese «pueblo» que pronuncia de manera tan rara, o a la doctrina de su partido.» (111)