Un tema que ha estado presente en la coyuntura tiene que ver con el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, TPP-11, proceso de acuerdos y tratados económicos que incluye a países como Australia, Canadá, Japón, Nueva Zelanda, México, Perú y Chile. Para hablar del impacto que este acuerdo genera en las mujeres de la clase trabajadora de nuestro país es importante enmarcar el problema a nivel genera.
Catalina Rojas, Presidenta Sindicato de Honorarios SSMC, Tesorera Central Clasista de Trabajadores y Trabajadoras. Miembro de Asociación Intersindical de Trabajadores y Trabajadoras Clasistas, AIT.
En primer lugar, este tratado es una expresión más de las relaciones de producción y distribución imperialistas. Es decir, se traspasa la soberanía nacional al poder de la burguesía transnacional. En segundo lugar, liberará de barreras los impuestos a la exportación, dando paso a una legislación por sobre la del Estado, que permitirá que el capital transnacional gobierne la producción y distribución de los países suscritos, quitando toda posibilidad de protección o promoción de la industria nacional. En tercer lugar, impone la limitación al Estado respecto de la generación de políticas públicas que regulen temas como la legislación del medio ambiente, legislación laboral, de propiedad intelectual y de salud, pasando a afectar directamente la vida de la clase trabajadora chilena, sometiéndola a las decisiones del mercado internacional.
¿En qué medida esto afecta a la mujer trabajadora? Debemos recordar que la mujer de la clase trabajadora se ve sometida a condiciones de vida de doble explotación y de opresión no sólo por parte del patriarcado, sino también y sobre todo por el capital. Por ello la mujer tiene menos posibilidades de desarrollo educativo y cultural, de participación social y política, discriminación absoluta y castigo en protección social (en salud y previsión). Asimismo, en el ámbito del trabajo, existe una importante brecha salarial, además de mayor exposición a la informalidad y precariedad laboral.
Por otra parte, la mujer al estar sometida al trabajo doméstico es la principal ejecutora de la reproducción de fuerza de trabajo, por ende, se preocupa de la alimentación, crianza, cuidado de enfermos, entre otros.
Volviendo a la afectación que sufrirán las mujeres de la clase trabajadora con la aprobación del TPP-11, es importante mencionar dos ámbitos de gran relevancia. En primer lugar, respecto del derecho a la salud, y en segundo en torno a la soberanía alimentaria de la clase trabajadora.
El feminismo clasista apuesta a la socialización del trabajo doméstico en miras de la construcción de una nueva sociedad, lo que implica acabar con la responsabilidad de género en esta actividad reproductiva. Pese a esto, la realidad actual muestra que son las mujeres las que deben asumir los costos de cuidar enfermos en el hogar, así como a la tercera edad en general. También dentro del rol alimentario, históricamente han sido las mujeres quienes han tenido un contacto más directo con el cultivo de la tierra para la producción de alimentos de consumo familiar, son quienes han cultivado costumbres tales como el intercambio de semillas, la conservación de estas manteniéndolas exentas de transgénicos y plaguicidas, permitiendo que algunos de los productos que consumimos sean más saludables y nutritivos.
El TPP-11 trae consigo el aumento de los costos de medicamentos, situación que no sólo viene a golpear una vez más al pueblo refregando en nuestras caras que la salud no es un derecho, sino que también posibilita el aumento de costos instalando la desregulación de los precios y limitando el control del Estado sobre ellos, favoreciendo la regulación independiente del mercado y de quienes lo controlan. Esto no sólo significará que los medicamentos serán más caros en farmacias, sino también que la salud pública se verá completamente afectada, exponiendo a una crisis mayor de la salud producto de la incapacidad que tendrá el Estado para solventar la demanda asistencial por sobre el estrecho presupuesto destinado a salud.
Esto repercutirá en la salud de toda la clase trabajadora y el pueblo, independiente del género, sin embargo, quienes deberán afrontar la situación de estrés asociada a la incapacidad monetaria para comprar fármacos o la escasez de éstos en consultorios y hospitales serán las mujeres, quienes se dedican al cuidado de enfermos en su familia. Las mujeres serán las que se verán expuestas a la lucha cotidiana para poder solventar a la familia en la pobreza, y junto con ello, hacer malabares para poder responder a las necesidades de salud de su familia, por tanto, son quienes deberán afrontar directamente la agudización de la crisis en la salud.
Por otra parte, el TPP-11 pone en riesgo la soberanía alimentaria del pueblo chileno, ya que, en esta misma desregulación del mercado, se impondrá una ley de privatización de semillas. Al igual que con la salud, esta situación afectará al conjunto de la clase trabajadora, sin embargo, impactará directamente en la vida de las mujeres. La privatización expone a la semilla y sus productos derivados por completo a la regulación del mercado separándolas de quién la produce (la clase trabajadora) quitando la posibilidad del autoconsumo y de intercambio local. Asimismo, con esta ley cultivar e intercambiar semillas será una actividad ilegal, por tanto, ya no sólo amenaza la soberanía alimentaria de nuestra clase, sino también permitirá la persecución policial de aquellas mujeres que generación tras generación se han dedicado a esta actividad, rompiendo con tradiciones populares e indígenas, una vez más reprimiendo y criminalizando a nuestro pueblo.
Estas son sólo algunas de las consecuencias del TPP-11 por las cuales la clase trabajadora y el conjunto del pueblo debe oponerse. Las mujeres trabajadoras somos portadoras de un mundo nuevo, la liberación de nuestras cadenas llama al conjunto de la clase a transformar la sociedad desde sus cimientos para acabar no sólo con la explotación de clase, sino también con la opresión de género. Las mujeres estamos llamadas a rebelarnos contra todas las formas en que este sistema oprime y empobrece a la clase, todas las formas de vulneración de derechos. Porque al hablar de las demandas de la mujer trabajadora y luchar contra el trabajo doméstico, luchamos por derechos sociales y populares, por educación gratuita, por sala cuna para hombres y mujeres, por el derecho a locomoción y colación para todos y todas, por vivienda, por salud, por protección a la maternidad, por soberanía alimentaria. En resumen, por una nueva sociedad.