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In requiem. A Rodrigo Ramos. Hermanito, no hay palabras. Sencillamente te amamos como fuiste.

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Marco González Pizarro

Porla re mier platano… Un héroe. Un héroe de la resistencia humana, de la reflexión, de la lucha. Entrañable, nadie más afectuoso, respetuoso, afable. Que hermosos recuerdos los trabajos voluntarios el 86, las pichangas en A Fernández cuando niños….pena wn, pena.

Cómo era Rodrigo…llegábamos en los ochenta de todas partes, Arica, La Serena, Santiago, Valparaíso, Concepción, a nuestro querido Iquique. Estudiábamos en las ues, y de pronto ya estábamos en Lobito, seis, siete carpas, la parrilla, los choritos con limón del Hugo, el vino tinto, la guitarra, el mar, la mañana. Cantamos hasta la madrugada, soñábamos con un Chile libre de asesinos y cobardes. Dábamos la lucha sin cuartel y descansábamos, alegres, por cierto románticos. Eran las cuatro de la tarde, el sol ardía en pleno verano, ya nos bañábamos en el azul mar desértico, pero Rodrigo seguía ahí, bajo el quitasol, con su buzo completo, cerrado hasta el cuello, mirando.

Con su sonrisa socarrona, inquiriendo, desafiando, hasta que llegaban las tallas, y sus respuestas…las risas, por su porfía. Pues así era Rodrigo, nunca aceptó esa lógica de las formas, siempre desafió el rumbo del proceso. Su leit motiv fue siempre representar que no estaba bien el proceso, que algo había que mirar más allá, que pese a todo, no dejábamos de pecar en ciertas liviandades, mire que bañarse en el mar, como si no estuvieran torturando hermanos en ese mismo momento….Los noventa se construyeron a su alrededor como una entelequia, no paraba de mirar el triste espectáculo de cómo se vendía de a poco todo a la miseria del dinero, cómo no éramos capaces de vulnerar ese todo podrido, de un sablazo inteligente, por el medio, al galope. Tal vez debimos escucharte más.

Nunca asististe al espectáculo de la miseria humana que vendió la sangre de tantos. Y tal vez eso terminó por vencer tu resistencia. Hoy, que no hay solución posible para el mundo, para el feroz que lucha y canta a ciegas, este animal remoto que devora y devora primaveras. Si, Rodrigo, en estos días, no hay absolución posible para el mundo, salvo llevarte en el pecho, para siempre hermano. Gracias por tu calidez, por tus miradas siempre revestidas de ese enorme corazón, de esa fuerza indómita, gracias por haber sido mi amigo.

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