Rafael Kries
(Conversaciones en el patio trasero).
Santiago de Chile. Diciembre 2017. Transcripción Nico Castañeda.
Diversas categorías sociales, como reyes, piratas o magos, hoy definidas simplemente en términos ideológicos se han ido diluyendo con el tiempo, mientras otras aparecen. Categorías sociales y conceptos cambian en el tiempo.
Lo mismo pasa con muchas nociones del marxismo, porque en tanto la estructura del sistema sobreviva, el reconocimiento de la existencia de ciertos grupos y las relaciones asociadas a ellos incluso modificadas, ha llegado a ser prácticamente un lugar común o parte de cierto lenguaje cotidiano
Explotación, producción de mercancías, relaciones y fuerzas sociales, fuerzas productivas y otras que, aunque no sean recuperadas a plenitud, pasan a formar parte del lenguaje social o tecnocrático.
Incluso el lenguaje y conceptualización del pensamiento crítico es tomado, por la ideología de la burguesía para asimilar parte de él en una visión desarrollista, idealista, objetivista o naturalista en las ciencias sociales. No así otras que son dejadas en la oscuridad tales como el valor, la forma de valor o la acumulación e incluso la riqueza.
Lo mismo pasa con la epistemología en que a modo de ejemplo, la institución como estructura se desgaja del proceso que la constituye, o la libertad se separa de los seres humanos para atribuírsela a las relaciones jurídicas aisladas de lo político.
La falsedad epistemológica no puede ser eliminada por el sólo uso de la lógica o la precisión conceptual. En nuestra sociedad hay una falsa conciencia necesaria, una episteme cuya falsedad no está en sus pautas de verdad sino de la existencia social que afirma y ratifica.
Los clásicos griegos tienen un enorme peso en mi pensamiento político. Los grandes historiadores de la filosofía dividen a esta última en un antes y después de Sócrates. No lo creo así; coincido en eso con Nietzsche, en que Sócrates representa un punto de inflexión que inicia una decadencia en la que estarán ubicados Platón y Aristóteles con su meta-física.
La cúspide del pensamiento clásico y del período lozano de la historia griega fue Protágoras, casi contemporáneo de Sócrates. Ese pensador fue quien dijo que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Venía de Abdera en torno a la Olimpíada 80 y debió arrancar de Atenas en la dictadura oligárquica de los Cuatrocientos, por uno de sus libros, en que escribió: “Acerca de los Dioses, no sabría decir si existen o no…” y creo que agregó: pues me falta información, anticipándose a Epicuro.
Por cierto, la siguiente dictadura aristocrática de los Treinta en Atenas, condenó a la cicuta a un número de ciudadanos que si los pusiéramos en escala respecto a la población chilena actual representaría casi medio millón de personas. Una masividad como la de Süla en Roma, otro militar y personaje mítico de los conservadores al estilo Pinochet.
No es extrañar que Dilthey distinga dos generaciones entre los denominados sofistas, pues los griegos consideraban a Protágoras, Gorgias y Sócrates como una oleada generada en torno a la Guerra con los persas y víctimas de la posterior guerra civil del Peloponeso.
Así permite distinguir a esos sabios-sofistas por su defensa de la libertad de opinión y una práctica educativa basada en una más estrecha relación maestro-discípulo, de otra ola posterior centrada en la obtención de dinero a través de la enseñanza, desprestigiados por Platón y el conservantismo..
Si se les reprochara a los llamados sofistas, enseñar un pensamiento débil, como el que algunos atribuyeron a los pensadores posteriores al Mayo del 68 en París del s XX, tal vez fuera por no haber claudicado de la idea democrática, y haberle dado permanencia a la palabra escrita a través de los libros de enseñanza y las bibliotecas.
Nietzsche por el contrario los consideraba fuertes, como personajes transgresores del conformismo. Sea como sea, y con seguridad anclados en los equilibrios que impulsan procesos de reordenamiento de las relaciones políticas con los Nomothetas, ellos convirtieron al hombre en “el sujeto de atención”, casi como en reacción al primer despliegue del Logos.
Anaxagoras, discípulo de Tales, es el hombre que descorre la cortina del pensamiento del Logos, aunque otros mencionan a Pitágoras. Anaxágoras sitúa a la vida como un instante de equilibrio, ubicado entre los límites del Apeiron –lo indeterminado o informe–, y concibe al logos en alguna forma inclusiva de lógica y ánima, de cálculo y suertes.
En ese instante histórico del pensamiento, los primeros sabios piden al presente hacer justicia al pasado y al futuro. Yo no veo en eso una conclusión analítica. Veo un punto de síntesis, en su originalidad, en su inocencia, en su audacia de pensar y vivir libremente, de un pueblo que se exige algo que en nosotros debería plantear abrir nuevos espacios de pensamiento y de vida.
Pienso que reconocer la incapacidad de la mente para resolver todo problema sistémico, o del mathema, no es suficiente superación del cierre cognitivo. Los psicólogos evolutivos no logran demostrar que la parte emocional, intuitiva, sentiente, o como se busque conceptualizarla sea sólo una parte pasiva de la constitución de respuestas de la mente, al modo simplemente de un Banco de Datos, sensibles.
La consciencia del hombre, tomada en la forma más abstracta posible, no es simplemente un tema particular-y-del-individuo o del mensaje sino de la interacción de grupo, algo que incluye al grupo, y por último ella es mucho más que un tema de Hardware o una especie de Software de un computador compasivo.
La conciencia del hombre social moderno es un momentum, la extensión de procesos de pensamiento en que ambos planos –el del mathema y el de la emoción– logran una síntesis, una nueva recapitulación creativa, un fenómeno individual y social emergente que al modo de palanca hace al grupo y de éste al individuo ser capaces (capaz) de verse a sí mismo y al verse a sí mismo, crear una Ekopoiesis, vivir un imaginario y un Cosmos.
La especie hombre ha pasado de una larga fase milenaria constituidora de su biología y centrada simplemente en lo reproductivo a una fase más compleja en que lo biológico y lo reproductivo adquieren carácter social; pasan a ser condiciones y elementos de un período creativo del espíritu, al que llamamos Pre-historia e Historia.
Las formas que el hombre venía reconociendo en la naturaleza, las consolidó claramente como fundamento de su espíritu y esa capacidad no lo ha abandonado nunca. A ese largo proceso de cientos de miles de años, que es el fundamento del que surge nuestra consciencia, lo denomino la Nomo-poiesis.
El aspecto externo y condicional de aquello que encontraba en su decurso y vagabundaje dejaron de serlo, para ser factores activos y conformantes de su experiencia de caza y recolección y con probabilidad de comportamientos.
En el desarrollo de esas articulaciones que observamos y mucho antes del surgir de los primeros reinos e imperios, y en el despliegue de esa creatividad y nueva potencia psíquica, –en un proceso en que pasaron decenas de miles de años–, es posible advertir un momento fundamental de desarrollo cualitativo de la especie y del homo sapiens, la constitución de la consciencia-existencial. La idea, tal vez confusa en su inicio, de existir.
Es sorprendente que de casi los 200 mil años de presencia del Cromañón en la superficie de la Tierra solo en la última mitad éste haya desplegado su potencial de reflejar simbólicamente su pensamiento, lo cual está asociado a la expresión de existir. Los homínidos hemos manejado artilugios técnicos por centenares de miles de años –el más evidente es el fuego– y sin embargo la creación o surgir de la consciencia-existencial o humana, tiene menos de 100 mil años.
Nuestro más apreciado y codiciado tesoro, la consciencia y el habla articulada y simbólica, según nos lo relata Hesíodo en su Prometeo Encadenado, es en los eones del tiempo una creación reciente. Tiene tal vez unos 70 mil años. Muchísimo más reciente aun, desde luego, es el surgir de la cultura y el cultivo, la religión y la guerra, las cuales no tienen mayor antigüedad que unos 10 mil años.
A esos procesos los llamamos de la Revolución Neolítica, cuando se crearon otros dispositivos claramente diferentes a los que estaban en la base de las relaciones humanas en el paleolítico basadas en la caza y recolección, y que correspondieron a nuevas necesidades y exigencias que surgieron del cultivo y de las nuevas formas sedentarias de vida en relación a las anteriores.
Han pasado un centenar de miles de años y el pensamiento del hombre, su espíritu, los productos de su mente y los contenidos de su conciencia siguen construyéndose sobre esa base fundamentalmente mitológica, pero basada en el reconocimiento de la entidad de lo que existe y de su potencia.
Por eso los fundamentos de la consciencia y/o simple conciencia no son aspectos de orden cuantitativo o de manejo de Data. No son en lo fundamental de orden lógico, aunque puedan hoy estudiarse los comportamientos como externalidades numéricas para manipular la parte no racional e inconsciente de un grupo humano. Véase como manejan hoy las elecciones las encuestadoras, medias y constructoras de resultados electorales. Casos de Trump Macri o Piñera.
Con el Cultivo y la Cultura, constituidos en nuevas capas de comportamiento sobre la conciencia y el Mito se genera un proceso extraordinario para la especie que crea inmensas fuerzas productivas y destructivas desconocidas para el grupo Cromañón.
Un proceso que cambió su fisiología, su mentalidad y su hábitat, con una magnitud sólo equivalente a la del descubrimiento o control del fuego, cuando el homo sapiens no existía aun sino, tal vez, como posibilidad.
Nada de esos imaginarios e instituciones había traído el surgir de la conciencia de existir. Ciértamente podem os hablar que un centenar de miles de años antes ya se constata la socialidad del Neanderthal, excepto que no hay huellas que la haya constituido con la creación del discurso de imágenes: el Mito.
Es el Mito, que es expresión de esa conciencia-de-existir, el que abre la cortina de la evolución no-natural sino mágica y expresiva hacia los derroteros de la creación humana. En el Mito y las formas lúdicas que lo acompañan, el éxtasis chamánico encuentra la expresión a-temporal de esa nueva capacidad psíquica.
Un segundo nivel de sociabilidad surge con la Revolución Neolítica y el vivir sedentario. Las estructuras sociales se consolidan no sólo como proveedores de bienes sino como mecanismos de expoliación y control. La actividad social productiva se hace producción, y se trabajan las tierras progresivamente segmentadas según estructuras de propiedad.
Se mantenía a los hombres aglutinados bajo un Estado de Captura y expropiación del Universo, que la nueva socialidad, a través de sus jefes-sacerdotes ordenaba como un Cosmos.
Esto desde luego se vio, a poco andar, en problemas, No sólo por la explosión demográfica que trajo consigo sino por la inevitables resistencia a la expoliación, que los grupos con dominio podían ejercer sobre el conjunto social.
Así la especie nuevamente estuvo en un impasse, que por cierto duró muchos miles de años. Desde luego tampoco podemos estimar la importancia de los procesos sólo por el tiempo que hayan durado. Fíjense en el inmenso impacto que ha tenido el Capitalismo, que ya se ha hecho a sí mismo inviable, cuando apenas tiene unos cinco siglos.
Pienso que hay que ponderar de alguna manera que la consciencia-existencial que está por decirlo así en la base de lo que es “estar siendo Humano” y con ella el lenguaje simbólico, pueden estimarse en unos 70 milenios, respecto de los cuales los procesos que connotamos como producción, familia, religión, cultura apenas deben tener unos 10 o 15 milenios.
Por cierto si establecemos algún tipo de escala, la edad de los metales y con ella los imperios conocidos, empezaron hace un máximo de 6 o 5 mil años atrás,
Pero volvamos a ese gigantesco impasse que generó el surgir de la agricultura y la ganadería, y el prosperar demográfico de las comunidades que asumían esos procesos de cultivo y pastoreo, y de cultura: con procesos y estructuras de dominio, esclavitud, estado, guerra permanente, realezas, y desde luego segmentación y acentuación de roles, apropiación/expropiación de tierras, clanes familiares.
Interesante será el estudio de las relaciones de género en ese maremagnum, tal como lo expresan la visible contradicción entre estatuillas de la Diosa-madre y del Padre o Cielo en las diversas versiones y cultos.
Me parece evidente que el Chamanismo y la magia no fueron mecanismos suficientes para enfrentar la intensidad de esos conflictos, su tensión y violencia cuando se expresaban, la atomización que debe haber producido entre distintas fratrías, la acentuación de sus mutuas aprensiones y recelos.
Era necesario descargar hacia afuera esa tensión en cada grupo, re-ligar en torno a algún nuevo tipo de esperanza, generar una nueva fuerza psíquica aglutinadora. Creo que allí están las bases del emerger de la religión, lo sagrado y una nueva relación con la muerte..
Como Uds saben se ha logrado estudiar en cierta profundidad las formas de veneración chamánica y mágica en las regiones central asiática.. Desde luego no hay acá fenómenos puros y perfectamente originarios. Se observa el culto del fuego, los ritos de la caza, de la reproducción y la conciencia de existir y morir.
Incluso se ha observado la distinción de roles entre el auspiciador o Chamán y el sacrificador o sacerdote, el cual probablemente sea un aporte más moderno.
La manera de religar a esos grupos, tal que permitió desplegar ciertas posibilidades sociales que fueron inventando o descubriendo, fue el desarrollo de un mecanismo poderoso que rompe al grupo y a su entorno en dos sectores, uno profano y otro sagrado. La religión surge de esa ruptura del grupo social, que ella religa a través de la administración de aquello que exige lo sagrado: la occisión ritual.
¿Cómo se generó el sentimiento de lo religioso? No lo sabemos en tanto proceso neuro-lógico, aunque actualmente haya estudios respecto qué sectores del cerebro se activan en ese sentimiento.
Pero lo realmente importante, una vez que sabemos que surge, es entender que llenó una necesidad social y generó la administración de una distinción previamente desconocida entre lo profano y lo sagrado, entre el habitat y el misterio, pues uno y otro se excluyen.
La religión es la administración de ese fenómeno, dice Roger Caillois, un dispositivo que establece y fortalece un sentimiento de temor y esperanza de salvación de la muerte. ¿Qué hay de nuevo en esa muerte respecto a la consciencia de dejar de existir que la sociedad ya había logrado?: lo hablaremos un poco más tarde.
Esa administración genera en todo el grupo religioso, un sentimiento de dependencia íntima, individualizando a los miembros del grupo respecto a un nuevo poder psicológico instaurado, que lo aísla psicológicamente del sentimiento de destino grupal excepto en el rito propiciatorio, el holocausto.
El sentimiento de lo sagrado es el desplazamiento de la tensión psíquica hacia afuera del grupo de manera de evitar que este se desplome. Sagrado no es el reducto en el que se vive sino que es la selva, la tundra, la naturaleza incontrolada, aquello que frecuentemente destruye una vida.
Y lo sagrado era entonces la posibilidad de desplegar esa violencia interna, hacia fuera del grupo y de su habitat: canalizarla institucionalmente y tener la ilusión de que uno estaba en el lado y estadio opuesto. La guerra y el chivo expiatorio son solo mecanismos de esa necesidad.
Desde ese momento no ha habido paz en el planeta, ni hay posibilidad aún de superar las tendencias al homicidio masivo del próximo holocausto. Desde ese estadio de relaciones y utilizando todos los medios civilizatorios y culturales, un período en torno a los 9 a 7 mil años atrás, tal como nos dice la paleontología, desplegaron todos los grupos llegados a la agricultura y a la cultura ese mecanismo que conocemos como la guerra y el sacrificio ritual.
Vivimos desde la Revolución Neolítica y el surgir de la agricultura y la ganadería en una situación permanente de guerra y de canalización de tensiones mediantes holocaustos que expresan no la conciencia existencial de morir sino la disposición y voluntad de matar a otro, para mantener lo que consideramos el orden cósmico y social.
Nada es mejor expresión de la cultura, hasta nuestros días, que las masivas y sucesivas matanzas con las que se apacigua a los Dioses, incluídos los lares, al dinero, y a las guerras de todo tipo. Que ellas sean de conquista o el holocausto sea hecho para tomar Troya, castigar a los Persas, avergonzar a Vencigetorix, aplastar a los Armenios o eliminar a los Judíos, su trasfondo –a lo largo de milenios– es liberar una tensión que no encuentra canalización positiva en el interior de los sistema de clases, castas y especialistas.
Por eso tiene razón Heráclito d dice: en el origen de las cosas está la guerra. Yo le atribuyo ese origen a esa segunda sociabilidad, que ya he mencionado, relaciones de las cuales surge la guerra y la necesidad de descargar el sentimiento de la culpa propia en otro.
La guerra al igual que los Holocaustos no surge –en su fundamento– de problemas político/militares, o económicos como lo piensa cierto marxismo ingenuo, No hay guerra de la que no se haya tomado botín, asesinado a grupos humanos, y que no haya sido bendecida por los dioses con sus sacerdotes respectivos.
Pero,¿es posible superar los fundamentos de esa enajenación sin reordenar la reapropiación de nuestra herencia global? El capital es la más perfecta expresión de nuestras actuales contradicciones, su magnitud dineraria, su inestabilidad, su incapacidad para reequilibrar el propio proceso mundial de acumulación nos augura tiempos caóticos a futuro.
Así mismo no es posible imaginar la superación de las religiones, las guerras o del pensamiento unidimensional si al mismo tiempo no somos capaces de superar los elementos que están detrás de su surgimiento y que los hacen posibles, tales como la gigantesca expropiación de su riqueza que sufre la humanidad por un puñados de millonarios, así como el empobrecimiento de la vida psíquica, sexual, estética, ética, lúdica etc. por imaginarios e instituciones hoy fuera de nuestro control.
En ese segundo nivel de la formación social global en la que vivimos en este s XXI estaríamos obligados a pensar como re-absorver el estado, como gestionar de nuevo modo las actuales fuerzas productivas, y ver como reasumir la dicotomía profano/sagrado, sin destruir la psiquis y el planeta.
Lo que nos liga desde el Neolítico, es la idea de que hay algo sagrado, la constatación de que hay algo que no es domesticable, que no es fragmentable, a la cual se debe temer porque se refiere a algo sustancial.
Lo sagrado se expresa no sólo en el Holocausto y la Guerra, como mecanismos para preservar el orden, y en sus administradores, sino en la relación tabú y libertad. Juego psíquico permanente, dado que el tabú se presenta como un imperativo categórico, estableciendo el límite cultural y psicológico entre lo permitido y lo prohibido.
La integridad del cosmos se asocia al tabú. El orden y la estabilidad se transforman en preceptos y éstos se trasladan a la disposición social, amenazada por el caos, la cual se hace intangible y se naturaliza. Si se generan situaciones de confrontación son canalizadas ritual o socialmente integrando al adversario, si el desequilibrio es mayor se desatan ritos y procesos de expiación y holocausto.
Hace unos 10 mil o 15 mil años la especie humana vivió un salto cualitativo, dado que de poseer elementos civilizatorios y una consciencia de estar y existir, pasó a poseer una nueva fuerza psíquica intangible: lo sagrado.
Ella se expresaba en el Dominio y en la aprehensión de un hecho vinculado a algo definitivo: la muerte y la voluntad de matar. Parafraseando a Elíade podemos decir que lo sagrado no sólo es indisociable de la violencia sino de la voluntad de matar, de llevar a un existente a ser.
La nueva estructuración del enjambre y de su actividad social y psíquica –surgida de un cambio en la actividad y fuerzas disponibles y su aprehensión de lo sagrado– permitió multiplicar la población, crear lo que denominamos producción y cultura, creó la no-propíedad y la estratificación social junto a sus especialistas, creó la gramatología familiar y lingüística, las religiones y los estados de captura y guerra, todos ellos procesos y estructuras que siguen aún fuera de control.
Necesitamos con cada vez mayor urgencia ser capaces de enfrentar el tema del dominio y de la violencia sagrada, no sólo de la guerra o las injusticias, de la violencia de género o contra minorías, o contra esa idealización mentirosa que incluso hoy oculta a nuestros niños el pasado antropófago o carroñero de nuestra especie.
La izquierda no lo hace, porque la izquierda, separada del fenómeno social que estuvo en su surgimiento en la Revolución francesa, es simplemente racionalista, positivista, liberal. Su lectura del marxismo es hegeliana en el mejor de los casos.
La Edad de los metales que ubicamos como surgiendo hace unos 5 mil a 7 mil años atrás profundizó la consciencia de la vida y de lo sagrado, así como las relaciones de dominio y sus técnicas. En Europa restos arqueológicos muestran las primeras masacres de poblados enteros en que, en oportunidades, el grupo atacante se robó las hembras jóvenes.
La Edad de los metales permitió incluso un sincretismo con la situación anterior expresadas en diversas estructuras mágico-religiosas del ser humano, las cuales se generaron a casi todo lo ancho y largo del planeta, mostrándose como un fenómeno y capa casi general de la conciencia.
Esa estructuración paradigmática, es decir que estructuraba patrones de conducta, y las ideas de verdad y certeza que traía consigo, tuvo un momento particular de crisis y desarrollo con la creación y maduración en los griegos del Logos.
El Logos significó muchas cosas entre ellos, pero en especial para sus sabios y filósofos, quería decir “según cuenta y razón”, es decir unificaba en una nueva noción las reflexiones de un pueblo agricultor, pastor y guerrero con la búsqueda de síntesis de su actividad mercantil, tal como parecen revelarlo las dicotomías Orfeo-Zeus o Apolo-Dyonisos
Yo me he preguntado ¿Cuales fueron los elementos y fundamentos que permitieron esa posibilidad? ¿La riqueza y contraste de diversas raíces religiosas y su capacidad de sincretismo? ¿Las amenazas de absorción o destrucción por grandes imperios? ¿Las sucesivas olas de pueblos inmigrantes y la introducción de las técnicas de los metales? Todas esas cosas sucedieron a los Fenicios, a los pueblos del Nilo y a los de la Mesopotamia y produjeron resultados muy diversos.
La aparición del Logos debe fundamentarse en otra cosa. En algo específico de su forma de vida, tal como la ambigüedad Apolo- Dionisos, pero que se constituye en palanca transformadora de su vida social: ella es la relación humana que se expresa como valor.
Creo al igual que Sohn Rethel, que lo que estuvo detrás de esa posibilidad, fue que dentro de su actividad mercantil se expandió el uso de un dispositivo descubierto en Lidia, un reino vecino: la moneda.
La moneda es un mecanismo aparentemente simple pero misterioso, representa algo concreto pero ese algo tiene en sí la ilusión de lo universal, cualidad restringida hasta ese entonces a los Dioses.
No obstante, a diferencia de éstos, toma una forma sensible, la cual adquiere permanencia, permite el juicio y remite en sus interrelaciones a las cosas mismas. Se establece en el espacio del uso cotidiano, de lo profano, de las actividades del intercambio que conforma el mercado pero que transforma a la sociedad.
La moneda es la manera en que se expresa una nueva relación que ha aparecido entre los seres humanos: el intercambio como valor desarrollado a un nivel superior que el simple trueque.
Esa nueva modalidad de intercambio ha traído al escenario social de la sociedad griega clásica una relación y figura social emergente, la forma de valor, la cual sintetiza la duplicidad social de la mercancía: las cosas ya no son intercambiadas sólo según su utilidad sino según su valor.
La moneda es un dispositivo poderoso, expresa una cantidad de valor concentrado en un trozo de metal, el cual es atesorable, divisible proporcionalmente, y su uso como trozos de la mercancía que la expresa favorece la racionalización del mercado.
La moneda es la materialidad en que la modalidad de las nuevas relaciones, cobrara objetividad como forma de comportamiento a los ojos del pueblo griego. Hay una metafísica real en las relaciones humanas, y ella sustenta la reflexión filosófica. Las relaciones de esclavitud patriarcal que ocupaban un lugar central en la producción ceden su espacio –parcialmente– a la esclavitud mercantil de las minas de plata de Laurión que favorecen la expansión imperial de Atenas.
¿Cómo fue que cobró importancia esa forma de relacionarse, en las estructuras del vivir y pensar, cuando ella se daba ya primariamente en el intercambio y en la lucha de esos imperios por cientos de años?
La clave estuvo en que ellos recogieron la forma dineraria del imperio vecino y esas modalidades de relacionamiento (formas sociales) exigen y acostumbran a un tipo de interpretación que segrega, segmenta y opone la cualidad de un objeto vinculada al uso, utilidad y absorción orgánica, al carácter inicialmente extra-social del cambio, generando entonces –al internalizarlo dentro del grupo– una mentalidad esquizofrénica.
Desde luego todo lo que les he expuesto es un resumen muy pobre, respecto a los procesos que construyeron la mentalidad contemporánea. Antes de responder qué es ese núcleo duro de identidad que imaginamos es el ser social contemporáneo, hemos venido respondiendo qué va siendo cada capa de mentalidad asociada, las cuales constituyen el fundamento de nuestras figuras de subjetividad actuales.
He mencionado así el profundo abiss que a través del reconocimiento y percepción de formas –no de sombras como imagina Platón– dio sentido simbólico a nuestro pensamiento y con ello un lenguaje discursivo y argumentativo, ubicándonos como especie entre la integración a y la percepción del ritmo y armonía de la naturaleza.
¿Es eso filosofía? : No, en el mal sentido que cobra esa palabra en tanto meta-física e ideología. Sí, si advertimos que allí no hay nada que no sea descripción de lo que sabemos de la existencia y consciencia primaria y su evolución.
Vimos de seguidas, segmentarse al grupo con la Revolución Neolítica y la cultura, y establecerse el conflicto y la necesidad de lo sagrado como plataformas en que la vida social y la consciencia se reconstruyeron, para llegar después con la Grecia Clásica a la comprensión de un nuevo plano superior de articulación de fuerzas sociales y el universo a través del Logos.
Ubicamos al interior de esos procesos los mecanismos que de ellos se generaron como la Magia extática y simpática, la razón general de la actividad de dominio, el Estado de poderes instituidos, y la religión ritualizada como administración de lo sagrado, para llegar al Logos y la Democracia como expresión de una sociedad con moneda y mercado.
Hemos visto el surgir de una mentalidad esquizofrénica que pervive entre nosotros. Ella está compuesta de modo desigual, heterogéneo y combinado por las diversas capas geológicas del pensamiento, que se expresan dentro de un ámbito unitario epistemológico, correspondiente a la conformación social de cada época y lugar. Trayendo consigo, además, la angustia existencial y el sentido mitológico que fundamentan también nuestro pensamiento del presente.
En los procesos que conocemos de la historia mundial observamos a los distintos grupos, surgidos del enjambre del Cromañón, aglutinarse –no solo en el pasado– en grupos etnográficos, lingüísticos y/o raciales sino también en función de ideas de verdad e ideología, de aquello que consideran el sentido de su vida, articuladas en cada episteme temporalmente prevaleciente así como también de intereses económicos, políticos, de estratos, grupos y clases sociales. Comportamiento, episteme, tekhne y ontología no son realmente separables
Por eso creo que cuando surge el pensamiento griego clásico en las Polis y se expanden en forma rizomática las nuevas actividades y mecanismos, interpretaciones y teorías del Cosmos y la Sociedad, las herramientas del pensamiento de la sociedad mercantil capitalista puede allí también reconocer sus propios fundamentos. Tal como lo hicieron los pensadores, intelectuales y padres del Renacimiento de la Academia de Marsilio Ficino en Florencia.
La sociedad capitalista desarrolló la razón haciéndola doblemente racional, al igual que en su análisis numérico, pero no podía buscar como el mundo griego el Arkhé o principio en el origen del ciclo de vida que ella desataba sino en su conclusión, en la ganancia y el progreso.
Incluso las palabras debieron de cambiar su sentido en la transición de sde la sociedad feudal y su pastoreo de almas hacia la nueva forma de vida impregnada de la forma del valor, para describir la nueva dinámica.
Tal es el caso de la idea de progreso, que en la sociedad medioeval significaba avanzar a la senectud y la muerte; incluso a qué es sagrado cualidad que finalmente es asignada a la propiedad y no al alma o al bien común.
Con la maduración del capitalismo el nuevo poder social podía ser ahora representado. El paradigma de análisis dejaba de ser la semejanza, como nos muestra Foucault, para ser ahora la posibilidad de comparar contenidos. El método dejaba de ser de semejanza y reflejo para hacerse dialéctico o analítico deviniendo el concepto en la síntesis, tras una formulación especulativa, y no la síntesis de lo concreto como Marx le reclamó a Hegel.
Para la época de la conquista de América los Estados del centro del nuevo sistema capitalista en desarrollo se hicieron nacionales, soportando la inmensa falsedad cotidiana de su supuesta homogeneidad interna. La Ciencia, en los siglos siguientes, como reducción práctica de Roma del pensamiento griego sobre la Physis, podía ahora clasificar y tomar al mundo como objeto y al sabio como sujeto.
El mundo no sólo se había transformado en un almacén de mercancías sino que nos había transformado en feriantes.
El sentido común y experimental de la burguesía, surgido de su origen artesanal y práctico, así como éste lo era del pensamiento mágico, podía ahora fundar en la inducción su certeza, aspirando a verdad.
Pero el pensamiento de la sociedad capitalista, como reflexión y filosofía era incapaz de sobrepasar a la metafísica clásica,–recuérdese la Tesis XI– excepto en lo que genera la actividad experimental, la cual produce un oscurecimiento de la ilusión de verdad que la construcción contradictoria del valor y el Logos habían traído consigo.
Pocas ideas en la Historia de la Humanidad tienen el poder explicativo de las de esas páginas que empiezan con “en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias, independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales…” y en algún punto agrega en la cadena de argumentos “Por eso la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan, o por lo menos se están gestando, las condiciones materiales para su realización.”
Son, desde luego, ideas de Carlos Marx en su Introducción a la Crítica…, así mismo de quien en el Manifiesto había escrito que “la historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las luchas de clases.” Pocos escritos, fueron tan cuidadosamente analizados por mi generación, para encontrar una síntesis de tan vigorosos argumentos y alumbrar una fase crítica del sistema, su paso del capitalismo industrial al financiero..
Era una formulación que tenía como centro una evidencia: el rol que jugaban en la producción y reproducción del capitalismo, las relaciones económicas, pero que no había abandonado su comprensión de la alienación generalizada, acentuada por el sistema.
Esa concepción recuperaba así el conflicto interno de la realidad, más allá de cualquier pensamiento meramente conceptual, permitiendo comprender como ciertas realidades, objetivándose, someten y alienan a la humanidad y le plantean posibilidades y tareas.
Visión y teoría que al transformarse –en contra del pensamiento de su propio creador, Marx—en un cuerpo doctrinario, configuraba un nuevo sistema de ortodoxia que muchos acólitos pensaban cerrado y hecho para un mundo social sin devenir rizomático ni nuevas formas y procesos emergentes.
Por otra parte en la reflexión sobre el Cosmos, en el s XIX había surgido una evidente paradoja entre los postulados de Clausius y Boltzman que permitían explicar los procesos termodinámicos como irreversibles respecto de la reversibilidad de la física newtoniana.
La evidencia que significaba el aumento de la complejidad en la vida biológica y social y en el Cosmos estudiable en esa época se contraponía a la simplificación que traía consigo la analítica. Ideas de contracción y expansión físicas del Universo, no arrastraban a cuestionar la idea del tiempo y el espacio como principios absolutos en el Cosmos. David Hilbert en Matemáticas había logrado una formalización unificadora que parecía asegurar la completitud Pero la aparente coherencia de la matemática y de la física fueron remecidas por el pensamiento de Einstein con su teoría de la Relatividad y el complejo espacio-tiempo geometrizado.
Poco se menciona que Einstein, una figura externa y combatida en el stablishment, igual que Karl Korsch asistió e incluso dio una Conferencia en la constitución de lo que después se llamaría Escuela de Frankfurt,
Sin embargo las evidentes respuestas contradictorias en las Ciencias Físicas y Matemáticas, progresivamente elaboradas no encontrarían una resolución ni con el desarrollo de la mecánica cuántica ni la axiomática de Bourbaki,
La mecánica cuántica y probabilística de autores modernos del s XX como Schroedinger, Heisenberg, o Bohr, no coinciden con la visión surgida del pensamiento de Demócrito, Einstein, o Newton, discrepancia que aún no está resuelta.
Así como Hilbert se propuso axiomatizar toda la matemática, en el s XXI ha habido esfuerzos para la axiomatización de algoritmos, es decir de los métodos lógicos para resolver problemas computacionales, con similar resultado.
La teoría existente sobre la Physis, el mundo físico, aún no está unificada en sus postulados, aunque ello es disimulado por el lenguaje que se utiliza, el de las matemáticas. Ello se hace evidente en la incapacidad hasta el presente para unificar las cuatro fuerzas fundamentales del Universo físico (a saber: la gravedad, el electromagnetismo, la fuerza débil y la fuerte a nivel nuclear).
El más grande pensador de la física del s XX Einstein dedicó su vida a la resolución de ese problema sin lograrlo. Con el Hadrón hemos visto surgir la partícula de Higgs y hace semanas ver estremecerse la red gravitacional.
Nuestra hipótesis de trabajo sobre esa irresolución es que las herramientas conceptuales que continuamos utilizando para pensar el universo, así como para pensarnos a nosotros mismos, están basadas todavía en la metafísica de la sociedad mercantil griega, enriquecida por el sentido práctico de la burguesía a partir del SXIII, y sus grandes y audaces transformaciones el SXVII-XVIII las cuales deben ser superadas.
Ya a inicios del SXX era evidente que esa caja de herramientas conceptuales, su filosofía incluida, estaba en el suelo y que para pensar el Cosmos y el mundo social, era necesario crearse otra caja de herramientas.
Nadie puede desconocer el desarrollo de la escolástica de la subjetividad capitalista desarrollada desde Descartes, pasando por Liebnitz, Hume, Kant o Hegel, la crítica del argumento contrario está en su esencia. Desde el s XX ese debate ha continuado por la senda ontológica o del empirismo sin que pensadores como Lukacs o Sartre puedan trascenderlo.
Se ha denunciado a la meta-física como el enemigo ya sea por Heidegger, los positivistas o por diversas escuelas del marxismo, en tanto la rama crítica de este último la ataca con una filosofía negativa y con un esfuerzo por pensar a la totalidad en su no-verdad.
La actividad de pensar y la conciencia casi aparecen como un mal necesario, aunque –como denuncia Castoriadis– su rol de crítica a la heteronomía es cada vez más fundamental. La crítica y la valoración de la autonomía y la responsabilidad se debilitaron en el siglo XX incluso en la Crítica-crítica del marxismo.
La tragedia del ascenso de la heteronomía –la determinación externalizada–y la ausencia de ética ha venido haciendo cómplice o indiferente a la voluntad de poder a la figura de subjetividad contemporánea, tal como lo mostró Adolf Eichmann.
Nadie más valiente y execrado que Karl Korsch en el intento de rechazar esa tendencia en el seno de la 3ª Internacional, lo cual me hizo escribir un pequeño libro sobre su pensamiento, casi como un barquito de papel arrojado a la corriente de un río, al salir al exilio por el golpe militar de Pinochet.
La reacción frente a la crisis real de inicios del s XX, no sólo fue de los trabajadores, también hubo una reacción que conocemos en la esfera política como el triunfo y posterior derrota del nazi-fascismo el cual intentó controlar la vida política para cerrar los espacios en que la democracia y la autonomía pudieran permitir un tipo de expresión creativa de las masas.
Desde luego no sólo la sociedad europea y sus élites, sino la humanidad en su conjunto generaron ese tipo de procesos, y los sufrieron incluso con los holocaustos de los campos de exterminio industrial europeo en contra de los judíos y otras minorías, y en Hiroshima y Nagasaki mostrando las nuevas tecnologías de poder.
Sin disminuir la responsabilidad social de la burguesía y de las élites, así como de otras capas resentidas de esas sociedades nacionales, el fenómeno fascista también surge de la incapacidad de la izquierda social y política de esa época y de los trabajadores para articular una respuesta al progresivo agotamiento de la fase industrial del capitalismo, de la psiquis heredada y del derrumbe del liberalismo.
El fascismo no fue una construcción solo política, aunque desde luego la violencia y magnitud en ese plano eclipsó por períodos las contradicciones económico-sociales y los desarrollos positivos de la civilización y la cultura.
En el plano de la argumentación y la construcción ideológica de esa reacción estuvo Heidegger y ello se hace evidente en su recuperación posterior en el debate filosófico, por las élites occidentales, incluso después de la derrota del Eje. ¿Por qué no D´Anunzzio, Pound o Malaparte?
Hay que comprender que él como pensador de un proyecto global para Occidente y de la Civilización aria, se planteó rescatar una versión del ser que pudiera enfrentarse con ese desmoronamiento que consideraba había favorecido al marxismo y al anarquismo en el plano de la metafísica. Por lo cual para hacerlo no sólo estableció la base de sus alianzas políticas en Alemania, sino que construyó una filosofía tan audaz como para robar las versiones idealistas del Taoísmo.
Heidegger estaba plenamente consciente que no era en el plano de la tekhne y/o de la política donde se dirimirían y zanjarían las salidas a la crisis cultural del Capitalismo, que se empezaba a hacer evidente en su época. Tampoco era el eje de su pensamiento una reducción de la profundidad de esa crisis atribuyéndola a la influencia de pensadores judíos, aunque compartiera el rechazo a los mitos de trascendencia terrena que esa cultura porta consigo
Heidegger es el más grande y profundo pensador del sistema capitalista y la cultura occidental en su versión bio-política y de lógica disyuntiva. Por eso ha habido un esfuerzo consciente de gente comprometida con esa visión para separar a Heidegger, su pensamiento y accionar, de su cara política natural.
Para ocultar que toda la evidencia señala que la consecuencia de esa forma de pensar es: que en el derrumbe del sistema solo se encuentra la muerte de la especie y no la posibilidad de su transformación terrena. Ese en particular ha sido el mensaje reiterado por Heidegger a todos los segmentos sociales que intenten estructurar una forma de cambio y creación de autonomía e inmanencia en la presente crisis.
Fue así como me propuse, estando enfermo en el Hospital de Frankfurt aM, seguir una línea de indagación de esos problemas al igual que una buena parte de los intelectuales de esa época. No era seguir la corriente de la socialdemocracia o de la reestructuración stalinista. Era imprescindible reflexionar no sólo sobre la estructura y los visibles nodos de síntesis sino sobre las ilusiones de verdad y condiciones de irrupción de nuevas creencias. Eran los años 80 y por mí ciudad pasaron Foucault, Loewenthal, Weizenbaum y se leía a Dérrida, Vernant y Eliade.
En un sentido fuerte se advertía que desde los años 30 el pensamiento científico estaba agotado en sí mismo, que no generaba nuevas preguntas. Que el leninismo no aportaba al análisis de la voluntad extendida de muerte.
En la posguerra no se habían creado nuevas cosas o problematizado, sino trasladado a la esfera civil algunos artilugios creados por la dinámica militar, al igual que protestado por el empobrecimiento espiritual sufrido.
En los años 70 las nuevas teorías surgidas en las Ciencias eran teorías de Control o de áreas de la computación. Se estaba girando sobre las mismas argumentaciones sin crear nueva interrogantes o lograr resolver los problemas que estaban planteados.
Lo mismo sucedía con la investigación experimental, al menos en algunos campos que investigábamos. En Farmacología, por ejemplo, en el último tercio del s XX, se gastaba de año en año cada vez más recursos humanos y financieros para obtener drogas y resultados bioquímicos cada vez más limitados, aplicando la mayoría de esos recursos para obtener nuevos usos o la reutilización ampliada de viejas fórmulas ya encontradas.
En el plano de la discusión filosófica se visualizaba un trance en que se añoraban las grandes audacias del pensamiento crítico de la preguerra como las de la Escuela de Frankfurt, de Bórdiga o de Korsch, que habían advertido el carácter histórico del marxismo. Se vivía al borde de la guerra nuclear total.
Ese atolladero se proyectaba en los 60 y 70 como ausencia de perspectivas y estrategias, como momentáneo triunfo de metodólogos, que incluso la valentía de un Che o un Rudy Dutschke no lograban reorientar.
Ese malestar lo pagaban los filósofos italianos o franceses como Della Volpe o Althusser muchas veces en forma exagerada e injusta pues ese impasse correspondía procesos más profundos que la influencia de un dictador ya muerto—Stalin. Aún no se lograba visualizar con claridad la financierización de la economía y la tercera globalización del capitalismo que nos traerían a los problemas de hoy.
Tal vez lo más importante para la segunda mitad del s XX hayan sido descubrir y descifrar el código genético, y los aportes de Robertson y otros alertando de la polución y el cambio climático, antes que los debates sobre los Multiversos o la Matemática de Cuerdas. Atrás han quedado los caminos por los que las Bombas Atómicas han tenido la actual difusión y su relación con los intereses de estados, religiones y grupos de poder, aunque su uso y difusión estén entre los mayores peligros actuales para la humanidad.
El análisis de la posguerra y de la crisis de los 70 se había concentrado en temas de política y estrategia en los años anteriores. La sociedad mundial y la guerra fría parecía implosionar sin consecuencias, después de Chile y Vietnam, a pesar de los tambores de guerra. Fidel afirmaba que la deuda externa de los países del 3er Mundo era impagable –la convirtieron en Inversión– y EEUU multiplicaba la impresión de papel verde.
Advertimos que había continentes completos de la conciencia y las luchas sociales y de clases que no traíamos al análisis y debate (la destrucción de la vida natural y la lluvia ácida, el envenenamiento general con plomo, el hoyo de ozono, los problemas de género, la psiquis y el mundo de las drogas sociales etc..)
En los años 80 nos parecía a muchos y me sigue pareciendo, como válida la crítica que hacían Dérrida, Deleuze y Foucault no sólo a la filosofía de Heidgger sino de Sartre, así como al propio marxismo. En Sartre, ciertamente, el rescate de la existencia como basamento de la conciencia sigue pareciendo válido desde luego, pero su relación a-crítica con el stalinismo y su incapacidad para establecer consecuencias de la propia angustia, aparte de la necesidad de compromiso, eran muy duros de aceptar.
La historia no es plana, no está simplemente constituida por una evolución lineal, atea o progresista, ni ella continua racionalmente hacia una especie de cierre y fin que clausura y da un sentido instituidor último. Podemos ser Titanes, pero no Dioses.
Al contrario, en las posturas de muchos pensadores ya mencionados o en Sohn Rethel, Gorz, Guattarí, Girard o Prigogine, la vida social es rizomática; intenta expandir su potencialidad creativa y es posible comprenderla en términos de una serie de procesos que se construyen en cada momento como determinaciones concretas, abriendo la posibilidad de un nuevo surgimiento.
Yo no creo que en el big bang ya estuviera determinado el nacimiento de Beethoven y que algún día escribiría la 5ª Sinfonía. Por cierto eso se lo leí a alguien y lo suscribo. Hay posibilidades emergentes, que cuajan y se hacen posibles en algún intervalo, a contramano de otras fuerzas y proceso, sigo siendo discípulo de la piara de Epicuro y de la Ataraxia.
Las ilusiones del ser o de la verdad –las cuales expresan la lucha de este rizoma que somos como enjambre y como sociedad–, son un desarrollo de este complejo histórico. El cual, a pesar de todo, continúa su lucha por romper la enajenación sufrida y disfrutada respecto a la naturaleza y el grupo, separación que provocó y ha seguido provocando las sucesivas respuestas que hemos articulado, como cultura, en las luchas de clases.
Por cierto los conflictos en la historia no siempre son de clases (sino de estratos, razas, grupos, edades) aunque vengan determinados por ellas así como por ilusiones de distinto nivel en el imaginario social, en el curso de la marcha de esta especie sobre la cual nos ha faltado hablar entre otros temas del inconsciente, en el que la pugna del Eros y Thanatos está permanentemente en tensión.
En este punto en que nos encontramos, el cual en cierto sentido es un privilegio, una responsabilidad y una tarea, se devela el conflicto que esconde la propia cultura y ya no sólo el sistema capitalista– que requieren y exigen solución.
Eso guste o no, involucra la consciencia, no sólo en el sentido ético y político, sino existencial. Por un lado, porque ella ha sido el basamento –en el larguísimo lapso de al menos unos 70 mil años—de nuestras posibilidades de disfrute y libertad , sino también porque ha estado en el despliegue de las luchas de clases. Así como lo estuvo en la creación de la comunicación simbólica y de la cultura.
Interrogante: ¿podrán proporcionar las clases, capas y estratos, hoy subordinados del capitalismo, la resolución de ese conflicto milenario, amenazado a su vez por las exigencias de control de su última y alienada síntesis?
El desarrollo desigual, heterogéneo pero combinado, del capitalismo globalizado ha reemplazado la coherencia relativa de sus intercambios mercantiles por la cohesión de los mercados financieros con una paralela desintegración progresiva de la realidad social.
Esa tendencia, que estimula la abstracción, el fetichismo y el economicismo en las multitudes oscurece la relación metabólica de esta especie con el planeta, empobrece su pensamiento a las formas cuantitativas del logos y releva temas sociales y estructurales urgentes arrebatándoles su dinámica y contradicción.
En el corto plazo, mientras la vieja hegemonía dentro del Capitalismo predomina, los diversos ritmos de acumulación regional y sectorial de grupos y segmentos de clases sociales empuja a sus alianzas a re-articular sus creaciones políticas, a adelantar nuevas posiciones y elementos –en las confrontaciones actuales y potenciales– tratando de asegurar lo que cada uno de esos poderes considera un interés e ideología sostenibles.
Esa visión ingenua de la historia, como una lucha de blanco y negro, de una lucha sólo de estructuras habría que enriquecerla en planos sucesivos más profundos. No sólo para comprender las formas derivadas del actual desarrollo de fuerzas productivas sino también de las modalidades a través de las cuales reestructuramos nuestras creaciones y nuestras confrontaciones.
Procesos y elementos algunos de los cuales hemos mostrado desplegándose a lo largo de un período mayor a lo que llamamos La Historia y período pos-Neolítico, siendo además que estamos nuevamente en una fase de decisión que es clave para la supervivencia de lo que sea la humanidad.
Los seres humanos primero no somos, simplemente, estamos siendo humanos. En ese sentido no somos seres completos ni definitivos. Segundo, nos movemos creando un entorno y llevándolo con nosotros. Somos un enjambre –que es nuestra sociabilidad primaria—y una sociedad –que es nuestra socialidad secundaria– en una esfera de vibración que expresa nuestras praxis: una Ekopoiesis.
Ella es una realidad en un doble sentido, es un ámbito cotidiano de reproducción de la vida social y de la voluntad de dominio, y el otro es el del enjambre según su praxis. Nuestras ilusiones y también nuestras actividades, expresan nuestros sueños, pero también los expresan nuestras bombas atómicas, Auschwitz, los conflictos y balas, nuestras necesidades de comida, al igual que la manera de como golpeamos una piedra o caminamos por la calle.
En su más profundo sentido el universo no tiene sentido, el Tao del que hablas no es el Tao, dijo Lao Tsé. Somos los humanos los que hemos creado un sentido al universo, y con él hemos creado ese sentimiento de angustia existencial, generosidad y necesidad de compromiso del que nos habla Sartre, hemos creado la ilusión del ser y de la eternidad y la permanencia, así como la voluntad de matar y la disposición de desatar nuestra frustración contra el más débil.
Esa es la percepción de nuestra existencia y de su finitud. Una consciencia primaria cargada de deseo y del maravilloso sentimiento de estar vivo, que en algún punto de la historia o pre-historia se encuentra y fusiona con los dispositivos de lo sagrado y la religión, con la cultura y la apropiación e incluso con el ritual de matar, desarrollándolos en dispositivos tales como la guerra, el Homo Sacer, y el Holocausto sucesivo de minorías.
La separación de las necesidades y el control social de ellas creó –en la aurora de la historia y la cultura– el conjunto de normas y formas que se conjugaron en una psiquis e instituciones que, al igual que los contenidos de ese imaginario, establecieron no una síntesis sino una solución de compromiso que Henri Lefebvre llama “lo cotidiano”.
En lo cotidiano el individuo y el grupo están separados de sus deseos, por la organización y el imaginario, los cuales restablecen su equilibrio interno mediante la esquizofrenia social y la occisión ritual, la cual se practica con entusiasmo hasta nuestros días.
Ya Marcuse nos advertía del peligro del ascenso de “El hombre unidimensional”, encerrado en las posibilidades de lo cotidiano. Romper con la vida ficticia, descolonizar lo cotidiano han sido consignas del movimiento juvenil de Mayo del 68 las que deberán ser repensadas y reformuladas en la producción de situaciones, estrategias y programas que alumbren otra visión de lo posible.
El gusto por la felicidad no es reductible a la satisfacción de necesidades o del placer, como Epicuro advirtiera tempranamente, ni el sentido existencial puede encerrarse en la voluntad de dominio. No son un estado ni una actividad sino una síntesis la cual al realizarse las plantea como posibilidades. Ellas están relacionadas con el irreductible deseo, en la conformación de la consciencia.
Hay que recuperar lo apolíneo y lo dyonisíaco, la ironía y el humor, y abandonar la ilusión de “representar” lo social, así como hay que buscar nuevos medios y mecanismos que expresen un nuevo modo de vivir.
Pienso que es en la supervivencia de la consciencia donde se juega el futuro de la libertad…