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Visitando el santuario aviar El Nido, en Ixtapaluca

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por Adán Salgado Andrade, México
Existen algunos sitios que, gracias al esfuerzo de personas interesadas en preservarlos, continúan dedicando su existir a los objetivos que el, la o los fundadores originales, tuvieron como meta.Por ejemplo, la casa del artista escocés Edward James (1907-1984), ubicada en el pueblo mágico Xilitla, en San Luis Potosí, a su muerte, fue declarado Monumento Artístico en 2006, por el gobierno de San Luis Potosí y en el 2012, por el gobierno federal.Es un espacio escultórico sorprendente, en el que, por años, James hizo varias esculturas monumentales, las cuales, combinó con el espacio natural de la huasteca potosina. Su casa y todo lo que él edificó, son ahora ese patrimonio cultural, el cual, recomiendo muchísimo visitar (ver: https://www.laspozasxilitla.org.mx/index.html).

Eso mismo sucedió con el proyecto del Doctor Jesús Estudillo López (1933-2010), médico veterinario zootecnista, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México. Hace algunos años, compró poco más de siete hectáreas de tierras de arado en el poblado de Ixtapaluca, Estado de México, ubicado al oriente de la ciudad de México.

Allí, el doctor Estudillo, apasionado conservacionista de aves, estableció lo que inicialmente se llamó Vida Silvestre Jesús Estudillo López A.C. Allí, dedicó varios años para emprender su más grande proyecto, establecer un santuario en donde aves, principalmente en extinción, pudieran vivir como en sus hábitats originales y, de ser posible, reproducirse.

Edificó también su casa, para vivir cerca de sus aves y de todos los otros animales que fue sumando a ese extraordinario sitio.

A su muerte, todo el lugar, hasta su casa, se sumaron para ser parte del santuario en donde conviven aves, felinos, roedores, primates, víboras, alacranes, arañas y tortugas.Ese sitio está a unos treinta kilómetros del centro de la ciudad de México, en la localidad Ixtapaluca (ver: http://elnido.mx).Es un sitio obligado para todas aquellas personas que deseen entrar en contacto, literalmente directo, con varias de las aves que allí habitan.El Nido vive de lo que se cobra por visitarlo y de las donaciones que se le hagan, sea en especie o en dinero.

Por eso, se le debe visitar, como nosotros lo hicimos.La entrada general es de 150 pesos, pero maestros, estudiantes, vecinos de Ixtapaluca y personas de la tercera edad pagan 120 pesos.Se puede pagar con efectivo o tarjeta, lo cual es cómodo, para no llevar tanto dinero.Una vez que se adquieren los boletos, se asigna, al o a los visitantes, un guía, ya sea un joven o una chica, los que normalmente cubren su servicio social allí (el que nos tocó, recién había concluido su vocacional).

Lo primero que se nos mostró, fue la sala en donde hay víboras, alacranes, arañas y una tortuga de desierto. Como los lugares en donde tienen a esos reptiles son calientes, se procura emular ese medio ambiente mediante focos que están dentro de las cajas de vidrio en donde están las víboras. El chico, Pedro, nos explicó que para distinguir las víboras venenosas de las que no lo son, deben tenerse en cuenta las figuras y trazos de sus pieles. En el caso de las venenosas, además de que su cabeza es más triangular – por las glándulas que contienen el veneno –, sus colores son más vistosos y las figuras son muy regulares, como las coralillo, de vibrantes colores rojos o amarillos, además de que sus, digamos, adornos son, en efecto, muy parejos.

Las no venenosas, tienen su cabeza muy fina, casi es la continuación de su cuerpo cilíndrico, y las figuras de sus pieles, son más irregulares. Hay víboras de cascabel, coralillos, boas, mazacuatas y algunas otras. Pero son jóvenes, justo para que no ocupen mucho espacio. Es imponente ver a uno de esos reptiles tan cerca, separados tan sólo por el vidrio de su jaula. A pregunta de qué es lo que comen, Pedro nos dice que ratones, principalmente, los cuales crían en el Nido.También tienen allí tarántulas, viudas negras y arañas “violinistas”, las que alimentan con moscas y otros insectos. Y los mencionados alacranes, de los que se encuentran en lugares como Durango.

Esa sala, termina exhibiendo una tortuga del desierto. Se ha tratado de acondicionar el lugar lo más cercano posible a su hábitat seco y caluroso y se ve que el quelonio está a gusto, aunque trata constantemente de salirse de su área, empujando las secciones de bambús con que la cerca perimetral se construyó.

De allí, vamos al área en donde tienen dos jaguares, hembras los dos, y un puma. Pedro dice que algunos de los animales que posee el Nido, han sido donados por (inescrupulosas) personas que los tenían en sus casas, pero que, luego de algún tiempo, ya no pudieron seguirlos conservando. Absurda tendencia, la de hacerse de “mascotas exóticas”, que no están adaptadas para vivir en una casa, por muy “domesticadas” que estén. Claro que muchas son adquiridas ilegalmente, pero cuando salen a luz sus instintos agresivos – por no decir salvajes –, es cuando surgen verdaderas complicaciones. Tener un leopardo o una boa conscripto, por ejemplo, ha llevado a serios ataques a los “dueños”, muchas veces mortales.

Por eso debe de tenerse en mente que sólo algunos animales pueden “domesticarse”, como los tradicionales perros o gatos (aunque soy de la idea, como ya hay muchos activistas a favor de ello, de que es contra natura tener animales en las casas. El problema mayor es el asignarles un sitio en donde orinen y defequen, que en lugares cerrados, como departamentos, no es fácil, a menos que se les entrene muy bien, para que lo hagan en un sitio determinado, sobre todo con los perros, pues con los gatos, basta con tenerles un arenero, el que, claro, debe de estarse aseando constantemente).

De los felinos, comienza el recorrido en donde se tienen a las aves, la mayoría de las cuales son pericos de distintas familias, tucanes, cotorritos australianos (periquitos del amor), ninfas, faisanes, gansos y gallinas de guinea.

Esa es una de las experiencias más interesantes, pues hay jaulas de pericos, en donde los visitantes pueden entrar a alimentarlos, como hicimos. Pedro nos proporcionó alpiste, que colocó en una de nuestras manos. Luego, ya dentro de la jaula, elevamos al aire nuestras manos y… ¡se experimenta una gran emoción cuando tres o más pájaros se posan en nuestro antebrazo y mano para comer el alpiste! Allí, recomienda Pedro, lo importante es mantenerse sereno, no espantarse de que se posen, incluso, hasta en nuestra cabeza, pues esos periquitos son totalmente inofensivos. Cualquier reacción brusca por temor, los espanta, así es que ¡no se asusten si se les paran en la cabeza!

Definitivamente, una manera muy especial de convivir con esas aves. Muy bueno que hayan ideado esa actividad.Luego, Pedro nos muestra una sección de primates, capuchinos y lémures, entre ellos. Cuando uno ve a esa especie de mamíferos, tan semejante a nosotros, no cabe la menor duda de que somos producto de la evolución. Un estudio demostró que, en particular, los chimpancés, pueden superar a los humanos en recordar números, colores y otras cosas (ver: https://www.newscientist.com/article/dn12993-chimps-outperform-humans-at-memory-task/).

Así que nada de subestimarlos. Quizá un día evolucionen tanto que hasta nos dominen, como proponen las cintas “El planeta de los simios” y sus secuelas, las de los 1970’s y las actuales.

De allí, visitamos grandes jaulas en donde hay aves como águilas, cóndores y otras, a punto de extinción, pero que en ese sitio han logrado reproducirse.

Hay que decir que los ambientes en donde están las distintas aves, son adaptados a sus lugares de origen. “Hay cinco ecosistemas”, dice Pedro. En efecto, algunos se sienten más calientes que otros, simulando ambientes tropicales. Unos, replican bosques. Muy bien concebido y convincente todo lo que hemos visto.Nos muestra también el sitio en donde están las incubadoras y en donde se revisa a los animales.

Pedro dice que hay personas que se encargan de alimentar y asear los sitios en donde están aquéllos y que siempre los tienen muy bien alimentados.

Tienen problemas, como gatos, que han llegado de la calle, y que son un problema, por las enfermedades que puedan transmitir. En una jaula de cacatúas, nos sorprende ver a varios ratones dándose un festín, con las sobras de alimentos que dejan las aves. Le decimos a Pedro, en broma, que esos ratones deberían de estar con las águilas o las víboras, para que se los comieran.

Luego, hacemos una pausa, para descansar, refrescarnos y comer algo en la cafetería que hay en el lugar, con buenos precios y comida aceptable.La familia con la que hemos convivido, formada del padre, la madre y una niña de unos seis años, se ha comportado muy bien. Dice Pedro que el mayor problema son las personas que meten las manos por las rejas, las que a veces pueden llevarse picotazos o mordidas de los animales o aves. Y no falta el que los quiera “alimentar”, con comida chatarra, muy dañina para aquéllos.

Como es tan grande el santuario, hay algunas especies que andan sueltas, como un carpincho, considerado un mamífero roedor, el más grande del planeta, del tamaño de un perro mediano. En un lago artificial, hay unos flamingos. Un emú, una especie de avestruz, pero más pequeño, deambula por todo el lugar, siguiendo, curioso, a los visitantes. Una liebre de la Patagonia (Dolichotis Patagonum), de gran tamaño, también se deja ver. Y otro lago artificial, alberga a varias tortugas de lagunas. Y ardillas silvestres, abundan.En ese intervalo, se ofrece fotografiarse ya sea con dos especies de águilas, y dos de búhos. Todo eso es para que el lugar reciba más fondos y pueda continuar su noble labor de rescatar a especies en peligro de extinción.

Ya comidos, bebidos y descansados, pasamos a la siguiente etapa del recorrido, en el cual visitamos otras grandes jaulas, en donde están águilas reales, que no han logrado reproducir. Hay un águila arpía, único ejemplar en México, procedente de Panamá, en donde es endémica. Pasamos frente a la jaula de un zopilote común, antes tan abundantes en el campo mexicano, cuando algún animal moría, que “revoloteaban” alrededor y por eso se sabía del cadáver. Quizá por la contaminación y depredación ambiental de sus hábitats, se han ido extinguiendo. Desgraciadamente, no pudimos verlo, pues estaba oculto en algún resquicio de su gran jaula (esa jaula tendría unos cinco metros de altura y unos seis metros de frente y de fondo, muy convenientemente espaciosa).

Luego, vimos otros cotorros, entre ellos, uno rosado. Se trata de una cacatúa galah (eolophus roseicapilla), muy abundante en Australia. Cuando estuvimos frente a su jaula, la peculiar, colorida ave, se nos acercó y agachó su cabeza, esperando una caricia de nosotros, lo que hicimos de buen agrado. Cuando nos alejamos, pareció entristecer. Pensamos, entonces, que quizá se trataría de un ave donada, pues ese comportamiento no es de un ave silvestre.  El último sitio del recorrido, es entrar a lo que fuera la casa del doctor Estudillo, así como su biblioteca, las que hoy albergan nada menos que a unos Quetzales, hermosas aves de plumas verdes jaspeado, muy vistosas. Se han logrado procrear en el Nido y ya hay once. Viendo su plumaje, se entiende por qué mexicas o mayas las preciaban tanto y las usaban como ornato en penachos y trajes.

La casa tiene instalado a unos cuatro metros de altura un andador, al que se llega por unas escaleras, que la recorre toda. Pedro dice que debemos entrar en silencio, con tal de que no alteremos el ambiente de los Quetzales. Hay un pájaro parecido (dice Pedro que le llaman “pájaro que llora sangre”, pues al llorar, en efecto, una especie de polvo rojo que secreta la parte inferior de sus ojos, se resbala como gotas de sangre), que, se ve, ha tomado mucha confianza con los visitantes y los sigue de cerca, quizá esperando que alguien lo alimente.No sé si el doctor Estudillo haya imaginado alguna vez que su casa se convertiría en un gran espacio para albergar a tan exóticas aves.

Como sucedió con la casa de Edward James, la casa del doctor Estudillo dejó de servir como su hogar, para convertirse en algo más noble, en un sitio en donde se están alejando de la extinción a esas verdosas aves.

Por último, Pedro nos muestra al avestruz del Nido, un ave corredora que logra vivir hasta 50 años en cautiverio. El que nos muestra tiene quince años. Le queda mucha vida.Y deseamos, de todo corazón, que El Nido siga existiendo por varios años, para que ese avestruz y todas las aves y animales que viven allí, estén seguros, sin temer que sean presa de un furtivo cazador, traficante de especies o de la contaminación y depredación de sus hábitats.

Recientemente, falleció también el hijo del doctor Estudillo. Por lo mismo, El Nido se vio en serios aprietos económicos. Afortunadamente, la campaña que se hizo para recabar fondos, tuvo gran éxito, y se colectó el doble de lo esperado.

Sí, por eso, ayudemos a El Nido, visitándolo o donando alimentos y/o dinero.Desde donde quiera que el doctor Estudillo se halle, debe de estar muy orgulloso de su gran obra.


Contacto: studillac@hotmail.com

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