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Síndrome de Estocolmo afecta a buena parte de la población chilena

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<Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego> (proverbio árabe)

Arturo Alejandro Muñoz

Los países, como los antiguos imperios, declinan resbalando por el tobogán del fracaso cuando sus sociedades dejan de asombrarse ante los delitos e inmoralidades cometidas por quienes les gobiernan.

Ocurre en Chile. Hay una verdadera podredumbre en las cofradías políticas y empresariales que ya ni extraña ni alarma. Ese es un grave peligro para una sociedad que siempre se ha jactado de la honestidad de sus legisladores, gobernantes e instituciones, que se vanaglorió de ello frente a sus pares del subcontinente, e imaginó hacer patria a partir de tal virtud.

En menos de dos décadas todo ha cambiado, menos el nivel de asombro de los chilenos, que se perdió durante el período dictatorial a fuerza de bayonetas, desapariciones, prohibiciones, censuras, asesinatos y apropiaciones criminales de empresas del Estado.

El miedo le otorgó franquicia de “patriotismo” al delito. Una vez retornado el país al sistema dizque democrático, la franquicia no fue revocada. De ahí que Chile soporte situaciones vergonzosas que hablan mal de los niveles culturales y políticos del pueblo que lo habita.

Nos acostumbramos a convivir con ladrones, nos habituamos a ser gobernados por corruptos, traidores y mentirosos, por expoliadores de los recursos naturales, por clasistas sin límites, bravucones e ignorantes. No sólo nos acostumbramos a todo ello sino, además, un significativo porcentaje de nuestra sociedad civil decide cada cierto tiempo –elecciones mediante– ser gobernado por delincuentes.

La situación se agrava y Chile corre el riesgo de travestir su condición de nación independiente en centro de acopio de mega empresas transnacionales. En este bello continente se dice que existe un país llamado Chile donde nada es de Chile.

Lo que viene puede ser peor: millones de compatriotas están aquejados severamente por el llamado “síndrome de Estocolmo”. Aman a quien les explota, les exprime y les miente. La prensa canalla, que ha servido obsecuentemente los intereses del pequeño grupo de familias que se apoderó del país, tiene significativa responsabilidad en ello.

Lo concreto es que el país está en serio peligro, aunque el 1% de su población –el grupo dominante, el grupo dueño de todas las cosas– nunca lo esté ni lo haya estado.

Un sabio proverbio árabe dice “Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego”. Hay otro tanto o más sabio: “El hombre es enemigo de lo que ignora”. Si aplicamos ambos proverbios a la realidad chilena, comprendemos lo que experimenta el país en el presente.

Perdida la capacidad de asombro, cercenada la fuerza de la solidaridad mediante el triunfo del individualismo, y asfixiada la capacidad de reacción, los chilenos ni siquiera se inmutan ante tanta maldad, corrupción y mentiras provenientes de las cofradías políticas.

Ya nada inquieta al chileno medio, nada le estremece ni le hace reflexionar. Se ha dejado llevar –cual no tan inocente cordero– por los dictámenes (directos o subliminales) que los dueños del país le envían diariamente a través de la televisión, la publicidad y la prensa en general.

Es por ello que personas como Sebastián Piñera pueden alzarse en los medios de prensa cual epítomes de la inteligencia administrativa y política. En realidad, llegaron a ocupar esas primeras posiciones gracias a acrobacias delictuales que les llevaron –en su caso– a prisión y a condenas sentenciadas por la Justicia. Los chilenos lo saben, pero prefieren creer en cuentos de hadas relatados por ladrones de alta estirpe.

Una trayectoria plagada de mentiras, datos falsos, hechos inventados y tozuda persistencia en la falacia, es lo que individuos como Piñera Echeñique trazan en su actividad política, aprovechándola para incrementar su poder económico. El tipo no trepida ante nada si de conseguir más riqueza personal se trata. Ni siquiera ante la dignidad de su país, como quedó demostrado en el caso Bancard-Exalmar-La Haya.

Un malhechor que camina siempre en la frontera de lo delictual en materias económicas, si llega –una vez más– al más alto cargo de la nación, continuará delinquiendo. Rodeado de malhechores: unos cuantos miembros del gabinete de su presidencia son investigados por la justicia.

El primer gobierno “de excelencia” de Sebastián Piñera (2010-2014) terminó con ocho de sus ministros imputados o investigados judicialmente por casos de corrupción, sin contar los casos de sus amigos, consejeros y/o asesores como Jovino Novoa, Carlos Délano, Carlos Eugenio Lavín, Iván Moreira, Felipe de Mussy, Pedro Sabat y Alberto Cardemil, todos igualmente imputados y procesados por corrupción. Este es el listado:

  • Santiago Valdés: ex administrador de la campaña presidencial de Piñera y ex gerente de Bancard. Formalizado e investigado por facturas falsas en el caso PENTA.

* Pablo Longueira: senador UDI, ministro de Economía en el gobierno de Piñera. Investigado judicialmente por delito de cohecho.

  • Laurence Golborne: fue ministro de Minería. Investigado por boletas falsas, en el caso PENTA.
  • Gabriel Ruiz-Tagle: fue ministro de Deportes. Imputado por delito de colusión de precios , en el caso del cartel del Confort o papel higiénico.
  • Pablo Wagner: fue subsecretario de Minería. Imputado por cohecho, delitos tributarios y lavado de activos en el caso PENTA.
  • Pablo Galilea: subsecretario de Pesca en el gobierno de Piñera. Investigado judicialmente en el caso CORPESCA.
  • Julio Pereira: fue director del Servicio de Impuestos Internos en el gobierno de Piñera. Imputado en el caso Johnson’s.
  • Ena von Baer: fue ministro en gobierno de Piñera. Imputada en el caso PENTA.

Sebastián Piñera logró “hacer escuela” en los partidos que le apoyan y aplauden. Para muestra, un botón. El presidente de la Juventud de la UDI de Concepción escribió en su cuenta de Twitter (luego lo borró, pero algunos tuiteros le habían dado “pantallazo” a lo escrito y este pudo recorrer recorre las redes sociales): “Admiro a quienes luchan por lo suyo eludiendo impuestos”.¿Merece comentario?

Sebastián Piñera lleva años evadiendo impuestos, se acostumbró a mentir y le da igual que lo descubran o no. Seguirá mintiendo, falseando datos e inventando falacias. Es un mercader de todo, incluso de una falsa imagen que cree necesaria para volver a La Moneda.

Una de las falacias de Piñera aseguraba que después de su primer gobierno la delincuencia había aumentado. No se sabe si consideraba también a sus propios ilícitos, pero fue desmentido por las estadísticas del Centro de Estudios y Análisis del Delito.

Sebastián Piñera siempre ha falseado datos y cifras sin siquiera ruborizarse. Nada dice respecto a que su primer gobierno terminó con un 43,5% en el índice de victimización, el más alto desde el año 2000. Y bien sabemos que ahora, en el segundo mandato de don Sebastián, ya en el 2021, la delincuencia está realmente desatada, sobre todo en ciudades como Santiago, Valparaíso, Antofagasta y Concepción.

En todo este grave intríngulis, el asunto de fondo es que existe una sociedad que le garantizó a este inefable mandatario la más completa impunidad y, además, le permitió optar dos veces a la presidencia de la república, aun conociendo (la segunda vez) el curriculum plagado de corruptelas e ilícitos que cometió durante décadas, desde aquello sucedido con el Banco de Talca, con las tarjetas plásticas, con los líos gravísimos en LAN Chile…hasta la retahíla  de mentiras, omisiones y vivarachadas que siempre insertó como ‘letra chica’ en todos sus proyectos de ley.

Si el ‘síndrome de Estocolmo” ha logrado invadir la mente de millones de chilenos,  podría ser ello el prolegómeno del fin de la democracia y de la soberanía popular en nuestra vapuleada sociedad, dejando el terreno libre y sin sanciones de ninguna especie a especuladores financieros,  corruptos y delincuentes de todas las estofas.

Para evitarlo habremos de recuperar nuestra capacidad de asombro, a la vez que  reaccionar oportuna y drásticamente sacando de la política a aquellos que les gusta mucho la plata.

Porque “A los que les gusta mucho la plata hay que correrlos (definitivamente) de la política” (José ‘Pepe’ Mujica, ex presidente de la República Oriental del Uruguay).

 

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