por Jano Ramírez
Sierra Bella
Cuando la salud del pueblo se convierte en botín político
En Chile, enfermarse es un lujo. Lo sabe cualquiera que haya pasado una noche entera en una sala de espera, viendo cómo las horas se arrastran y los pacientes se acumulan.
Hoy, mientras la gente espera 10, 12 o 15 horas por una atención médica, las autoridades municipales se lanzan acusaciones por un edificio, la ex Clínica Sierra Bella.
Un inmueble que pudo haber sido una oportunidad para dotar a Santiago de un nuevo centro de salud, pero terminó convertido en un campo de batalla política.
El actual alcalde, Mario Desbordes, declaró que “no me sirve la clínica, el edificio no me sirve para nada”.
Pero lo que no sirve, lo que hace años dejó de servir, es un modelo que convirtió la salud en negocio, que desmanteló la atención pública, que obliga a miles de personas a esperar 10, 12 o 15 horas en una urgencia, muchas veces sin ser atendidas.
No se trata de si el edificio es o no perfecto, ningún espacio se transforma en CESFAM sin modificaciones, se trata de la voluntad de poner los recursos municipales al servicio del pueblo y no de los cálculos electorales.
Lo que está detrás
La administración anterior, encabezada por Irací Hassler, intentó responder a una necesidad real, ampliar la cobertura de salud comunal.
Esa iniciativa pudo haberse convertido en un paso importante para acercar atención digna a miles de vecinos.
Sin embargo, fue un proceso mal gestionado, con errores administrativos y sin el respaldo técnico necesario.
Nada de eso borra la intención inicial, pero tampoco la vuelve intocable.
La crítica no debe centrarse en el pasado, sino en cómo hoy se abandona esa posibilidad en nombre de la “eficiencia”, mientras la población sigue esperando atención.
Y aquí está la verdadera tragedia. Desbordes prefiere cerrar la puerta, declarar que “no sirve” y convertir el tema en una pelea política, cuando lo urgente sería ver cómo ese edificio, o cualquier otro, puede servir para atender a la gente que sufre.
La rabia del pueblo
Hoy, miles de trabajadores, adultos mayores y familias pobres esperan 10, 12 o 15 horas por una atención de urgencia, o años por una operación que nunca llega.
Algunos mueren esperando.
Esa es la cara más brutal de este sistema, la lista de espera del capitalismo, una fila interminable donde la gente pobre aguarda mientras las clínicas privadas prosperan y los seguros hacen su agosto.
Un modelo que privatizó los derechos, que convirtió hospitales en empresas, que transformó al enfermo en cliente y al dolor en ganancia.
Y ahora, cuando podría levantarse una solución concreta, la respuesta desde arriba es “no me sirve”.
Claro que no les sirve, no sirve a sus intereses, no sirve al negocio, no sirve al cálculo político.
Pero al pueblo sí le serviría, y de sobra.
Si aumentáramos y fortaleciéramos los CESFAM, bien equipados, con más médicos, especialistas, personal estable y salarios dignos, habría menos carga en los servicios de urgencia, donde hoy la gente espera más de 12 horas por una atención.
Un sistema de salud integral, con atención primaria fuerte, resolvería miles de problemas antes de que se vuelvan emergencias.
Eso, una red pública robusta, humana y gratuita, es lo que el pueblo necesita, y lo que el capitalismo nunca va a garantizar.
La salud está enferma
La verdad es que la salud en Chile está enferma, y no por casualidad.
Está enferma porque el modelo capitalista la transformó en mercancía, un derecho convertido en negocio, una necesidad sometida al lucro.
Mientras unos lucran con isapres, bonos y seguros, la mayoría se desangra esperando atención.
La salud está enferma y necesita atención de urgencia, una inyección inmediata de recursos, infraestructura y trabajadores bien remunerados para resolver las penurias de quienes hoy sufren por no tener salud.
No se trata de parches ni de asistencialismo, se trata de romper con el modelo que lucra con la enfermedad y abandona a los pobres a su suerte.
Lo que hace falta
Chile necesita que la salud pública deje de ser el basurero del sistema, el último eslabón de un modelo pensado para el lucro.
Lo que hace falta es decisión política.
Aumento urgente del presupuesto en salud pública, financiado con impuestos reales al gran capital.
Recuperar la infraestructura abandonada y adaptarla para el uso comunal, sin excusas ni demoras.
Contratar más médicos, enfermeras y personal técnico, con condiciones laborales dignas.
Aumentar la cantidad y fortalecer los CESFAM, SAPU y hospitales públicos, para que el pueblo no tenga que mendigar atención.
Poner cada recurso público al servicio de la gente.
Porque la salud no puede seguir siendo un privilegio, ni un campo de disputa entre administraciones.
La salud es una necesidad urgente, una cuestión de vida o muerte para miles.
Por eso hay que decirlo sin miedo, el problema no es la clínica, es el capitalismo.
Mientras la salud dependa del lucro, mientras las decisiones pasen por los que hacen política para los poderosos, seguiremos viendo filas interminables, farmacias inalcanzables y hospitales sin médicos.
Necesitamos otra lógica.
Una salud al servicio de la vida, financiada con los millones que hoy se van a las clínicas privadas, con gestión comunitaria, con trabajadores de la salud bien pagados y con participación popular.
Una salud donde la prioridad no sea ahorrar, sino vivir con dignidad.
Porque si la salud está enferma, el capitalismo es la enfermedad,
y la única cura real es construir un sistema hecho por y para el pueblo.
una salud socialista, humana y solidaria.











