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¡Reformas de pensiones en Chile: otro maquillaje del capital para perpetuar el saqueo!

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por Franco Machiavelo

Lo que llaman reforma previsional no es más que una operación cosmética para asegurar que el mismo modelo fracasado continúe su curso, con nuevos nombres, nuevos eslóganes y los mismos beneficiarios: los grandes grupos económicos. En lugar de desmantelar el sistema de capitalización individual, que convirtió la vejez en un negocio multimillonario para las AFP y sus fondos especulativos, lo que hace el gobierno es validar su existencia con leves correcciones que no alteran su esencia: seguir lucrando con el trabajo acumulado de millones.
 
Se nos dice que habrá solidaridad, que se aumentará la pensión universal o que se creará un ente público. Pero todo eso queda subordinado a la lógica de mantener la propiedad privada de los fondos, garantizar el derecho a “elegir” entre AFP o “alternativas”, y —lo más escandaloso— blindar la arquitectura neoliberal que convirtió el derecho a una jubilación digna en una inversión de alto rendimiento para la banca y el empresariado.
 
El proyecto del gobierno no rompe con el modelo, lo apuntala. No nacionaliza los fondos, no liquida a las AFP, no restituye la previsión como un derecho social. Al contrario, da señales claras al capital financiero de que no hay riesgos estructurales: seguirán manejando billones, seguirán invirtiendo en empresas que violan derechos laborales, territoriales y ambientales, y seguirán enriqueciendo a unos pocos con el sudor del pueblo.
 
Mientras tanto, las trabajadoras y trabajadores continúan cotizando sin ninguna certeza de vejez digna. Se empobrece al pueblo para enriquecer a los fondos. Se presenta como “avance” lo que en realidad es retroceso disfrazado. Se simula diálogo, pero no se escucha a las organizaciones sociales, a las agrupaciones de pensionados ni a quienes han propuesto un verdadero sistema solidario, de reparto, tripartito y público.
 
Esta reforma no es más que una válvula de escape para descomprimir la presión social sin alterar la estructura de poder que somete. Es otra muestra de esa izquierda funcional, dócil, que administra el modelo en lugar de enfrentarlo, y que prefiere calmar a los mercados antes que responder al clamor de los pueblos. No hay reforma real sin ruptura con el orden que nos oprime. No hay justicia previsional sin lucha contra el capital.
 
 
 
 
 

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