Por Lucía Sepúlveda Ruiz / periodismosanador.blogspot.com
A la violencia sexual que hoy ocupa las primeras planas, hay que incorporar en esta fecha la práctica de agentes del Estado que en dictadura ejercieron violencia sexual política extrema sobre diecinueve compañeras prisioneras políticas, secuestradas en la llamada Operación Colombo. Resistieron hasta su ignoto final estas mujeres de los años 70, libres, solidarias, que vivían el amor y la militancia política a fondo. Colombo (Colón en italiano) era además – lo sabemos ahora – un mensaje colonizador en clave de género, un espejo del terror, dirigido también a las mujeres de esos tiempos. Porque estas mujeres eran autónomas, comprometidas con su tiempo, insurrectas, valerosas, alegres y se sentían dueñas de su destino.
Antes de arrojarlas al mar, a un volcán o a una fosa sin nombre, los agentes represivos ejercieron en todas ellas violencia sexual y tortura en las más atroces formas imaginables, incluyendo el uso de inyecciones de pentotal para quebrantarlas, de animales amaestrados para vejarlas, y violándolas frente a sus parejas y seres queridos.
La más joven de ellas, María Isabel, tenía diecinueve años a la fecha de detención. Las dos mayores del grupo eran Sonia, de treinta y Violeta, de cuarenta. Trece de ellas tenían menos de veinticinco años y el resto, no llegaba a los 30. Había una compañera embarazada, y cuatro eran madres de niños muy pequeños. Sus nombres, junto a los de otros 100 varones detenidos, figuraron en la Lista de los 119 publicadas por etapas en la prensa pinochetista y medios de Brasil y Argentina, afirmando que 119 chilenos y chilenas habían sido exterminados “como ratas” por sus propios compañeros de lucha (titular del vespertino “La Segunda” del 24 de julio de 1975).
La mayoría de las detenidas en este episodio represivo era de Santiago, pero algunas venían de Isla de Maipo, Chillán o Temuco, y eran estudiantes universitarias en Talca, Concepción o Santiago, o bien obreras, y funcionarias públicas. Militaban en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR dieciocho de ellas, y una pertenecía a las Juventudes Comunistas. Desaparecieron entre 1974 y1975, en la Operación Colombo, un montaje mediático con que la DINA buscó paralizar a quienes luchaban contra la dictadura, teniendo como blanco preferente al MIR.
Las sobrevivientes de esos años, sus hermanas, han testimoniado en tribunales en detalle, la violencia sexual que presenciaron y vivieron. Ni a las desaparecidas ni a sus compañeras –organizadas como “Mujeres Sobrevivientes Siempre Resistentes” – lograron someter los criminales. Las prisioneras, privadas de todo contacto con el exterior, se apoyaban, cuidaban sus heridas, lloraban, cantaban, tejían pulseras con astillas, se contaban historias, recetas y poemas; intercambiaban ropas, ideaban códigos secretos para protegerse cuando las separaban, y seguían resistiendo.
La tortura y violencia sexual en varones
Se sabe que la dictadura también ejerció violencia sexual hacia los varones, y es probable que ello también haya ocurrido en la llamada Operación Colombo. Pero hasta ahora en todos los casos de los 100 compañeros detenidos ello no está documentado como tal, sólo hay testimonios de torturas, también gravísimas. En esas querellas, la violencia sexual no ha sido abordada judicialmente, pues en general por el tipo de sociedad en que vivimos, marcada por el machismo, los hombres sobrevivientes tienen aun mayores dificultades para procesar este tipo de traumas. Es indiscutible, sin embargo que la tortura estuvo siempre presente en los centros clandestinos de detención, y también en este episodio represivo, como el método principal usado por los agentes para lograr información y quebrar la fortaleza de los detenidos, que permanecían vendados e incomunicados, sujetos a todo tipo de vejaciones.
En total, respecto del conjunto de estos 119 desaparecidos y desaparecidas, la Corte Suprema ha dictado 56 sentencias a firme, de las cuales 45 fallos (cinco dictados en 2017/2018) corresponden a los varones desaparecidos en la Operación Colombo. Es decir, en menos de la mitad de los varones desaparecidos ha habido justicia. Uno de esos fallos (en 2016), en el proceso por el secuestro de Rodolfo Marchant, absolvió por muerte a Augusto Pinochet –que solo llegó a estar procesado por ese y otros casos- y también al ex mayor Marcelo Moren Brito (jefe de Grimaldi en un período) y a Manuel Contreras, el criminal director de la CNI, los tres únicos reos en la causa.
Mujeres y la “in-justicia” chilena
En el caso de Jacqueline Binfa, el fallo a firme exculpó en 2009 a todos los agentes de la DINA, estableciendo la prescripción total del delito de secuestro. Este año 2018, la Corte Suprema sólo dictó dos fallos definitivos en el caso de las compañeras, con lo que se elevó a once la cifra de fallos emitidos por esa corte por las 19 desapariciones ya citadas de la Lista de los 119, ocurridas hace 43 años (ver cuadro 4). Es decir, en las mujeres la justicia ha emitido sentencias en más de la mitad de sus demandas. Pero en algunos casos, como el de María Angélica Andreoli, sólo fue condenada la cúpula de la DINA y todos los agentes ejecutores de las torturas y violaciones resultaron absueltos.
Las tardías penas de los últimos años varían en los casos de las mujeres entre los 6 y los diez años para los perpetradores del secuestro, casi siempre los miembros que quedan vivos de la plana mayor de la DINA encabezada por el ex general Manuel Contreras (muerto), en línea directa con Pinochet, y secundada por la brigada Halcón, cuya presa de caza eran los miembros del MIR. Al mando de Halcón estaba el ex brigadier de Ejército Miguel Krassnoff Marchenko, uno de los que ahora espera cumplir sus múltiples condenas en la comodidad de su hogar. También han sido condenados el ex brigadier Pedro Espinoza (segundo al mando de la DINA y jefe en VillaGrimaldi); el ex general Raúl Iturriaga (subjefe de la DINA y responsable del departamento exterior que armó la Operación Colombo en Argentina, Brasil y otros países), el ex oficial de carabineros Ciro Torré (jefe del recinto Ollagüe de José Domingo Cañas); Francisco Ferrer (Comandante de la Brigada de Inteligencia Metropolitana y miembro de la Brigada Caupolicán); Orlando Manzo, ex oficial de gendarmería (jefe de Cuatro Alamos). También hubo condenas para el ex general de Ejército César Manríquez (jefe de la Brigada de Inteligencia Metropolitana y luego de Villa Grimaldi), para Nelson Paz (suboficial de ejército y agente DINA), Manuel Carevic, ex coronel de Ejército (miembro de la DINA), Risieri del Prado Altez, ex detective, (DINA) y Hugo Hernández, ex detective de la Venda Sexy, entre otros.
Siete de los 19 casos de las mujeres detenidas en la Operación Colombo aun están en la Corte de Apelaciones o son de primera instancia. Y hay un caso, el de Violeta López en que ni siquiera hay procesados. En los once casos que la sentencia ha castigado en distinto grado a los criminales, lo ha hecho por el secuestro, pero la violencia sexual, una forma específica de tortura, es ignorada en los fallos. El Colectivo 119 de Familiares y Compañeros de los desaparecidos y desaparecidas en ese episodio represivo, junto a los abogados y otros colectivos de derechos humanos, ha luchado incesantemente por la justicia y la memoria. Por otra parte, una querella interpuesta en 2014 por mujeres sobrevivientes, se enfoca en el delito específico de violencia sexual política cometida en su contra, así como los efectos en las víctimas.
Ninguno de los condenados ha entregado información que permitiera encontrar los restos de las compañeras. Todos los perpetradores conservan su grado militar, su pensión y granjerías como miembro de las Fuerzas Armadas, muy superior a las ínfimas jubilaciones que perciben los ciudadanos chilenos. El ejército pagó los gastos de su defensa legal, que por décadas logró prolongar los juicios y en varios casos ha significado la impunidad biológica, por muerte de los inculpados.
Para la marea feminista
Aquí presentamos finalmente, en orden alfabético, un breve fragmento de esas 19 vidas de mujeres –una de ellas de origen mapuche, Mónica Llanca- que los torturadores segaron y quisieron borrar. Sus biografías están algo más desarrolladas en “119 de nosotros” (Lucía Sepúlveda, LOM, 2005), sin embargo es relevante traerlas ahora de vuelta al corazón y a la memoria, para entregarlas con amor a las nuevas generaciones de jóvenes luchadoras sociales y feministas. Porque el pasado mayo de 2018, en medio de la irrupción en las calles de la ola y marea feminista, algunas de ellas, liceanas, me interrogaron por qué marchaba. Y respondí que las mujeres que avanzaban por la Alameda, de alguna manera estaban pisando fuerte sobre la huella que dejaron impresa en la arena de la historia estas 19 compañeras. Porque hoy avanzan las nuevas generaciones por el camino abierto por miles de mujeres, muchos años antes, y también después, por luchadoras como ellas, mujeres invisibles que hoy queremos reconocer.
1.- María Inés Alvarado Borgel tenía 21 años cuando la detuvieron, el 17 de julio de 1974. Era secretaria y había estudiado en el Liceo Manuel de Salas. Militaba en el MIR. Antes del golpe, formaba parte de equipos que trabajaban con las pobladoras de la Nueva La Habana, una toma de terrenos, para tocar temas como violencia familiar, y hacer educación política. En dictadura, cumplió una de las tareas de mayor riesgo, invisibilidad y responsabilidad: ser enlace de su pareja, Martín Elgueta. El era dirigente medio del MIR y se contactaba con Hernán Aguiló, otro alto dirigente. Martín fue detenido 2 días antes. María Inés fue torturada para que revelara el paradero de Aguiló. Los agentes la llevaron a casa de sus padres y montaron allí una ratonera esperando que llegaran otros resistentes. Su madre vio las huellas de la tortura y las marcas de las quemaduras y torturas sexuales en su hija. Sin la fortaleza y coraje de compañeras como María Inés, la resistencia no habría sido posible.
2.- María Angélica Andreoli Bravo fue detenida en su casa de calle Bilbao, el 6 de agosto de 1974. Tenía 27 años y era del MIR. Antes del golpe estudiaba en la Universidad de Talca. Iba a ser nutricionista. Pero tras el golpe militar interrumpió sus estudios y entró a trabajar de secretaria en Sigdo Coppers. Trabajaba en el equipo de apoyo a la Comisión Política del MIR, y a Miguel Enríquez, su secretario general. Fue entregada por una delatora, Marcia Merino. Los agentes la llevaron al centro clandestino de detención ubicado en Londres 38, donde otras prisioneras escucharon su voz por varios días, resistiendo.
3.- Jacqueline Binfa Contreras, militante del MIR fue detenida el 27 de agosto de 1974, cuando tenía 28 años. En la calle la entregó Marcia Merino, la Flaca Alejandra. Había cursado la secundaria en el Colegio San Gabriel, donde era una adolescente rebelde, muy crítica de su medio social. Como era de ideas de avanzada, discutía con su mamá, que era viuda y trabajaba en el Hospital Militar. Estudió Trabajo Social en la Universidad de Chile. Sus compañeros de la U la recuerdan como una estudiante comprometida y totalmente entregada a sus actividades en el frente poblacional, en San Bernardo. Fue torturada en los centros clandestinos de detención de Villa Grimaldi, José Domingo Cañas y Cuatro Alamos. Pero nadie fue condenado por su secuestro, violencia sexual y desaparición. La Corte Suprema determinó en 2009 que todos los delitos estaban prescritos.
4.- Carmen Bueno Cifuentes, actriz de cine, tenía 24 años cuando la detuvieron, el 29 de noviembre de 1974. Había estudiado en el Liceo 1 de Santiago, y vivió en el barrio República. Era la tercera de cinco hermanos. Su hermana la describe como una mujer que fue libre en el amor, y en sus relaciones, sin convencionalismos, tabúes sexuales ni dobleces. Una amiga cuenta que era “cabezona, medio existencialista y leía libros sobre la mujer”. Carmen había actuado en “La Tierra Prometida”, del director Miguel Littin. Ella y su pareja, el camarógrafo Jorge Müller, fueron obligados a subir a una camioneta y llevados a Villa Grimaldi. Ambos militaban en el MIR y participaban del Frente de Trabajadores Revolucionarios de Cine. Se enamoraron locamente mientras se filmaba la película “A la Sombra del Sol”, de Silvio Caiozzi, donde Carmen fue la productora. La pareja fue torturada en Villa Grimaldi y en Cuatro Alamos. Se apoyaban gritándose su amor mientras permanecían detenidos.
5.- María Teresa Bustillos Cereceda, militante del MIR, tenía 24 años cuando la detuvieron el 9 de diciembre de 1974. Faltaban sólo unos días para la fecha en que debía rendir su último examen para recibirse en Trabajo Social en la Universidad de Chile. Durante el gobierno del Presidente Allende, ella participó del Tren de la Salud, organizando la atención de los pacientes de lugares apartados del país que requerían atención médica. Hasta hoy la recuerdan otros participantes de esa experiencia, porque “su cabellera cobriza le confería un aura de luz” y por la impecable organización allí desplegada por ella.
Ella era dirigente pero también enlace de Hernán González, quien detenido previamente, entregó el local donde ella revelaba fotos, copiaba microfilmes y estudiaba mapas de la ciudad para fijar los puntos de contacto que les permitirían comunicarse con miembros de la organización. Fue llevada a Villa Grimaldi, torturada y vejada para luego desaparecer definitivamente.
6.- Sonia Bustos Reyes, militante del MIR y cajera en el Servicio de Investigaciones (la actual PDI) tenía 30 años cuando fue detenida en su casa del barrio Brasil, el 5 de septiembre de 1974. Su padre, que falleció tempranamente, estuvo preso en Pisagua en tiempos de González Videla. Sonia estudió en el Instituto Superior de Comercio. La familia recuerda que en sus trabajos anteriores en un hotel y una inmobiliaria, no aceptaba ningún abuso de los patrones, y siempre luchó por dignificar la vida del pueblo. Su hermana Rosa, detenida junto a ella al igual que su novio Carlos, sobrevivió, y cuenta que Sonia era coqueta desde chica, y le gustaba arreglarse y diseñar su propia ropa. También escribía poemas y pintaba. Por su trabajo, ella recibía información sobre gente que la DINA buscaba, y lo hacía llegar a la Resistencia para que se protegieran. Sonia trabajaba políticamente junto a un detective, Teobaldo Tello y a una funcionaria, Mónica Llanca. Todos están desaparecidos.
7.- Cecilia Castro Salvadores, tenía 24 años, una hijita de dos, Valentina, y un marido, Juan Carlos Rodríguez, cuando a ambos los detuvieron en su departamento el 17 de noviembre de1974. Ella estaba en cuarto año de Derecho de la U, había sido seleccionada chilena en voleibol y campeona nacional en el liceo 1, donde estudió. En su familia había un historial de mujeres luchadoras. Su abuela paterna fue una de las primeras sufragistas y la primera mujer que firmó las filas del partido Radical. Cecilia militaba en el MIR donde hizo activismo participando en las tomas de fundo en Linares con el Movimiento Campesino Revolucionario, y haciendo alfabetización a las mujeres campesinas del lugar. Su grupo, tras ser desalojada la toma, fue a parar a la cárcel de Parral y liberado gracias a gestiones del Presidente Allende. Cecilia se casó muy poco después de ese episodio con Juan Carlos, también mirista, en febrero de1972. La pareja fue torturada en José Domingo Cañas y luego Cecilia fue llevada a VillaGrimaldi. Cecilia y Juan Carlos desaparecieron.
8.- Muriel Dockendorff Navarrete tenía 23 años cuando la detuvieron, el 6 de agosto del 74. Era mirista, y al igual que su marido, había sido dirigente estudiantil en la escuela de Economía de la U de Concepción, aunque venía de Temuco. En los años previos había participado en trabajos voluntarios en comunidades mapuche, alfabetizando y conversando sobre el derecho a organizarse y recuperar la tierra usurpada. Sus amigas de la época de universidad la recuerdan como una militante rigurosa, pero también saben de sus poemas y su cercanía al arte. A Muriel le gustaba bordar y daba toques muy personales a la casa en que vivía como estudiante en Laguna Redonda, Concepción. En prisión, cantaba canciones de amor y quería saber de Juan, su marido, preso como ella. La entregó Marcia Merino. Como María Angélica Andreoli, pertenecía al equipo de apoyo a la Comisión Política del MIR y a su secretario general, Miguel Enríquez. Gloria Laso, sobreviviente, cuenta que Muriel soñaba con reencontrarse con Juan cuando la pesadilla acabara, e irse a vivir al sur, donde “viviría en una casita de madera en medio de un bosque de mañíos y araucarias, y le pondría a sus niños nombres de héroes y de quienes habían caído luchando en pos de sus sueños”.
9.- Jacqueline Drouilly Yurich tenía 24 años y un embarazo de 4 meses, cuando fue detenida en Santiago el 30 de octubre de 1974. Pocas horas después, en otro lugar cayó detenido su marido, Marcelo Salinas. Miguel Enríquez ya había caído en combate el 5 de octubre, y ahora la DINA seguía buscando a su sucesor en la dirección del MIR, Andrés Pascal Allende. La pareja de militantes del MIR se había casado en agosto y luego de la fiesta con la familia y amigos, Jacqueline bromeaba mostrando las sábanas color púrpura, “de obispo”, con guardas blancas que había cosido cuando comenzó a vivir con Marcelo.
Ellos formaban parte de los equipos que realizaban tareas al interior de la estructura de Informaciones, directamente ligada a la dirección del MIR. Jacqueline era la mayor de cuatro hermanas y vivió su niñez y adolescencia en Temuco. Estudió Trabajo Social, en la U de Chile. Pero como también tenía inclinaciones artísticas estudió dos años de Teatro en Santiago, cuando se trasladaron allí. Después del golpe, sus padres le ofrecieron apoyarla para irse a Europa. Pero ella y Marcelo rehusaron, argumentando que los pobladores y los trabajadores no podían irse, y “vamos a aguantar” como ellos. Sabían los riesgos, pero también sabían que su partido y el pueblo los necesitaban. En prisión, en Cuatro Alamos, Jacqueline se las arreglaba para comunicarse con Marcelo usando un espejo, y alegraba a sus compañeras contando historias y chistes. Ambos desaparecieron.
10.- María Teresa Eltit Contreras, tenía 22 años y estudiaba secretariado. Militaba en el MIR. Fue detenida el 12de diciembre de 1974, pocos días después de la detención y muerte en tortura de José Bordaz, jefe militar del MIR, con quien trabajaba como su enlace. Su militancia venía desde los tiempos en que era estudiante s y pertenecía a la FESES, Federación de Estudiantes Secundarios. En prisión se reencontró con una compañera de esa época, sobreviviente, que la describe como “impulsiva, enamorada y muy comprometida” con los objetivos de su partido. Otra amiga la recuerda haciendo trabajo político en los campamentos “Patria o Muerte “y “Venceremos” de la comuna de La Granja, surgidos de tomas de terreno. María Teresa fue torturada en la parrilla muchas veces, sin embargo otras presas recuerdan que era quien recibía y consolaba a quienes pasaban luego por ese mismo trance. Ante las otras compañeras manifestaba también su dolor por el desamparo en que había quedado su madre, que era viuda y trabajadora del área de la salud.
11.- María Elena González Inostroza tenía 22 años, cuando fue detenida en Santiago, el 15 de agosto de 1974. Era mirista y hasta el golpe había sido Directora de la escuela N°18 del fundo El Calabozo, de Chillán. Hija de campesinos, había sido la mejor alumna de su carrera, titulada con distinción como profesora de educación básica en la U de Chile de Chillán. La persecución en esa región fue intensa. La casa de sus padres fue allanada 17 veces. Ella y su hermano Galo se trasladaron a Santiago y fueron detenidos en su departamento junto a otros tres compañeros y el hijo de 5 meses de una de ellas. Del extraordinario temple de María Elena en los campos de concentración testimonia una sobreviviente: “Sabía de cocina chilena y de empanadas. Todo lo medía en platos hondos. Me dijo impertérrita que la estuvieron torturando 36 horas en la parrilla”. Era capaz de reírse de todo, con un humor negro a prueba de las circunstancias. Ella y Galo desaparecieron.
12.- María Isabel Joui Petersen, Marisa, de 19 años, estudiaba economía en la Universidad de Chile. Fue detenida el 20 de diciembre de 1974. Era la única mujer de un hogar tradicional, en que sus dos hermanos y su padre eran uniformados. Ella llegó al compromiso político desde la vertiente cristiana, ya que fue miembro de la Juventud de Estudiantes Católicos JEC, donde entendió el cristianismo como lo explicaba la teología de la liberación: compromiso con la lucha por liberar a los oprimidos y construir un mundo mejor. Fue presidenta del Centro de Alumnos del Liceo 3, cuya directiva participaba en las reuniones de la FESES. Así fue como Marisa llegó al Frente de Estudiantes Revolucionarios FER y más tarde comenzó a formar parte de la Brigada Secundaria del MIR. Lecturas políticas del Ché y Bakunin, lucha callejera, tomas, huelgas, protestas frente a la embajada de Estados Unidos en el Parque Forestal así como la venta del periódico mirista El Rebelde a la entrada de las fábricas y antes de entrar a clase, eran parte de su vida. En esos tiempos surgió la inquebrantable amistad con María Teresa Eltit y con María Alicia (sobreviviente) quien recuerda que a Marisa le gustaba escuchar a Cat Stevens, a Creedence ClearWaterRevival y a Quilapayun. Marisa estuvo con sus amigas celebrando en la Alameda, la noche del triunfo del Presidente Allende. Y en los trabajos voluntarios se enamoró de Renato Sepúlveda, estudiante de medicina, también del MIR. Se casaron en diciembre del 73, cuando poco quedaba del mundo en que habían vivido. La dictadura había cerrado su escuela, pero ambos siguieron en la resistencia. El trío de amigas después compartió prisión y tortura. Con hilos de una frazada y astillas tejieron pulseras que prometieron llevar siempre consigo. Marisa y Renato desaparecieron.
13.- Mónica Llanca Iturra tenía 23 años, un hijo de 2 años, Rodrigo, y un marido, cuando la detuvieron el 6 de septiembre de 1974. Era funcionaria del Gabinete Central de investigaciones, y pertenecía a una red clandestina que proporcionó células de identidad a la resistencia. Trabajó junto a los detectives Antonio Tello y Sonia Bustos. A lo largo de seis meses, logró traspasar cartolas de cédulas en blanco para la elaboración de nuevas células de identidad destinadas a los perseguidos dirigentes miristas que no podían pasar los controles callejeros. Mónica estudió en el Liceo 15 de calle Santo Domingo y vivía en el barrio Carrascal, donde conoció a su marido, Manuel. Se casaron en 1971 y compartieron el entusiasmo de los años de la Unidad Popular y los cambios que el país vivía. Mónica iba las concentraciones y las marchas, leía con Manuel la revista Punto Final y El Rebelde, y en una carta a una amiga, le preguntaba si también ella encontraba que Allende era en verdad el Salvador de Chile. Manuel trabajaba en Cemento Polpaico, industria intervenida, y estudiaba de noche en la USACH, entonces Universidad Técnica del Estado. Eran una familia feliz y llena de esperanza, habían montado una casilla de madera en el patio de la casa de la hermana de Mónica. Manuel quedó cesante tras el golpe y vivieron días difíciles, sustentando ella sola el hogar. Una compañera de trabajo la describe como “alegre, vivaz, confiada y confiable. En el casino siempre nos hablaba con mucho amor de Manuel y de su hijito Rodrigo.”
14.- Violeta López Díaz, militante del MIR, viuda, desapareció, tenía 40 años, un hijo de 16, Ricardo, y una hija de 14, Rebeca. Militante y artista, madre y mujer bella, obrera y secretaria, rompía los cánones tradicionales. Antes del golpe, había fundado el grupo de teatro Acquarius. Participó en la Asociación de Teatro de los Ferrocarriles, y también fue secretaria de la Sociedad de Autores Teatrales de Chile. El 11 de septiembre trabajaba como obrera en Cecinas Loewer y fue detenida junto a otros once trabajadores y hostigada por varios días. En esa oportunidad los uniformados le hicieron tragar bencina, amenazándola con prenderle fuego y hacer daño a sus hijos. Valiente, decidida, ella siguió adelante con su familia, su militancia y su vida pero tras su nueva detención en su domicilio de San Miguel, el 29 de agosto de 1974, sus hijos la perdieron para siempre. La denuncia para el recurso de amparo la puso el niño, Ricardo, en la Vicaría. Cuando la buscó en recintos policiales, los uniformados le respondían que se volviera a casa porque su madre lo había dejado botado. Siguió buscándola, desesperado y dejó los estudios. Se fue preso una y otra vez porque durante las noches de toque de queda salía a las calles a exigir el paradero de Violeta y luego insultaba a los uniformados. Una demanda fue presentada en 2005 por CODEPU, y nuevamente en 2015 como parte de una demanda colectiva de la casa de Memoria Londres 38. Finalmente, la ministra en visita Marianela Cifuentes tomó la causa, que aun no tiene procesados.
15.- María Cristina López Stewart, 21 años, militante del MIR, estudiante de historia en el Pedagógico de la U de Chile fue detenida el 22 de septiembre de 1974, en el marco de los operativos que la DINA realizaba para ubicar a Miguel Enríquez, secretario General del MIR. La joven estudiante, de cabellos color miel y pequeña estatura, dirigía una parte de la estructura de informaciones, trabajando con Alejandro de la Barra, quien fue ejecutado por la DINA en diciembre de1974. Desde los ocho años, María Cristina, la menor de tres hermanas, llevó un diario de vida. A los 16 escribió allí: “Yo no tengo miedo a la muerte. Tengo miedo a dejar de vivir.” Estudió en el Liceo 7, donde pudo conocer niñas de sectores sociales diferentes a su familia, que vivía en La Reina e hizo en el Liceo amistades entrañables. Leía, estudiaba, escuchaba a Los Beatles, su grupo musical favorito, y jugaba con su perrita Jenny. Su rebeldía y su búsqueda de igualdad de derechos la llevaron a negarse a asistir a la ceremonia de graduación al fin de sus estudios secundarios, porque había otras estudiantes que no lo harían por no poder costear el traje para la ocasión. Comenzó su militancia universitaria en el frente estudiantil, participando incluso domingos y festivos en el trabajo político y poblacional, lo que hacía decir a su mamá: “Parece ser que mi hija Mari siente que cada minuto de su existencia es más importante entregado a los demás que a sí misma y así va dejando su desbordante alegría y esperanza en hogares más humildes “. Luego Mari pasó a trabajar políticamente en la búsqueda, recolección y sistematización de información relacionada con los movimientos golpistas que operaban previo al golpe.
16.- Eugenia Martínez Hernandez, obrera, del MIR, colocolina, 25 años, fue detenida el 24 de octubre de 1974 en la industria Laban, donde trabajaba. Su madre explica que ella entró al MIR porque deseaba vivir en una sociedad libre y justa. Su compromiso social se despertó cuando trabajaba en una fábrica de papeles. Eugenia terminó su enseñanza media asistiendo al Liceo Nocturno N=3 llegando muy tarde a su casa de La Legua Emergencia. La fábrica de Laban fue tomada por sus trabajadores el 29 de junio del 73, día del “Tancazo”, una suerte de ensayo del golpe. Quena logró la intervención de la industria denunciando el boicot patronal a la producción y desde entonces se unieron al Cordón industrial Macul. Pero la experiencia sólo alcanzó a durar 2 meses. Tras el golpe, la industria volvió a manos de los patrones.
17.- Marta Neira Muñoz, comunista, 29 años, un hijo – Francisco- fue detenida el 9 de diciembre de 1974, a horas de que su pareja, César Arturo Negrete (MIR) de quien era enlace, también cayera preso. Tita, alegre y generosa, de grandes ojos azules, la tercera de cinco hermanos, creció en la localidad de Isla de Maipo. En la plaza todos le hacían rueda cuando bailaba rock and roll con su hermano Miguel Angel. Ella era el orgullo de las Juventudes Comunistas de la localidad, donde solía repartir El Siglo. Era bajita y le gustaba usar tacones muy altos. Su padre había conocido la persecución en tiempos que González Videla ilegalizó al Partido Comunista. Cuando la familia se trasladó a Santiago, estuvo un tiempo en el Liceo 5 de calle Portugal pero terminó sus estudios en un liceo nocturno. Su rostro hermoso, de tez tostada y sonrisa perfecta fue una vez portada de la revista juvenil Ramona que editaba Quimantu, donde trabajó hasta el 11 de septiembre.
18.- Patricia Peña Solari, estudiante de licenciatura en Biología, tenía 23 años cuando fue detenida el 10 de diciembre de 1974. Su hermano Fernando había caído el día anterior. Su madre, concertista en piano, hermana de la actriz Malucha Solari, había fallecido poco antes. Militaba en el MIR y se encargaba de reproducir el periódico del MIR, El Rebelde, en un complejo proceso que comenzaba con descifrar los textos que venían en microfilm. Había estudiado en el Liceo 1. Bella, de pelo largo liso y negro, ojos almendrados y piel morena, Patricia tocaba el piano y la guitarra y amaba la música. Pertenecía al coro del Liceo y luego al coro de Cámara de Guido Minoletti. En las largas noches de tiempos de dictadura y resistencia, Patricia y su pareja trabajaban imprimiendo el periódico El Rebelde para hacer unos 200 ejemplares, tras lo cual, con las manos aun entintadas, se acariciaban…después Patricia tocaba el piano interpretando a Mozart y Chopin, en una sucesión que Claudio, su pareja, sobreviviente rememora: “Allí estabas nuevamente dulce como siempre: el amor, la reunión, El Rebelde y el regreso al pentagrama.”
19.- Bárbara Uribe Tamblay, detenida el10 de julio de 1974, tenía 20 años. Egresó del liceo un año antes de casarse con Edwin en diciembre del 73. Fue amor a primera vista. Se conocieron en el local de la Federación de Estudiantes Nocturnos, como activos miembros del FER y ella tomó la iniciativa. Iván trabajaba en la estructura de Informaciones del MIR y es probable que Bárbara también lo hiciera. Estudió en los liceos 7 de Niñas y 9 de Macul y allí luchó por todas las causas justas. Eran cuatro hermanas, y una de ellas, Viviana, cuenta que tenía fama de rebelde y la echaban de todos lados. También se preocupaba de sus amigas y una de ellas destaca que Bárbara le enseñó a pintarse las pestañas. Emotiva, sensible, le gustaba la música y el canto y le aburrían las lecturas pesadas. Muy bella, le aconsejaron ser modelo pero ella optó por hacer un curso de secretariado. Ingresó al MIR tras participar en los trabajos voluntarios en apoyo al movimiento campesino y obrero en Talca: “Cuando conoció la pobreza directamente, no dejó de verla más”, explica su hermana. Trabajó políticamente en los campamentos de Lo Hermida y Nueva Habana y conocía de cerca al agente Romo que en esa época era dirigente poblacional, y luego fue quien la detuvo y vejó. Ella había continuado ligada a los pobladores y se esforzó por ayudar a los perseguidos. Bárbara y Edwin permanecen desaparecidos y unidos para siempre.