por Franco Machiavelo
El nuevo traspié de Jara es claro: su programa no incluye el aborto libre. Esto no es casualidad, es la mano de los conservadores de la Democracia Cristiana, de la élite y de la oligarquía que siguen imponiendo su agenda. Así, lo que se presenta como “cambio” termina siendo un retroceso.
Negar el derecho al aborto no es un detalle, es mantener el control sobre el cuerpo de las mujeres. Es obligarlas a seguir viviendo bajo reglas impuestas por un poder que nunca ha querido la libertad real del pueblo. Las mujeres terminan pagando con clandestinidad, con miedo, con vidas perdidas.
Esto no es estrategia, es continuidad neoliberal con otro disfraz. El sistema se protege a sí mismo: permite elecciones, pero siempre dentro de los límites que la élite tolera. Y cada vez que se cede en un derecho tan básico, se le entrega más poder a los mismos de siempre.
Decir “¡Qué vivan las compañeras!” no puede quedarse en palabras bonitas. Tiene que ser un grito de lucha, un llamado a organizarse, a no aceptar que el derecho a decidir siga siendo moneda de cambio en pactos políticos que solo sirven a los poderosos.
Porque sin aborto libre, sin libertad para las mujeres, no hay democracia verdadera. Solo hay obediencia a los dueños de Chile.
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