Mario R. Fernández
El discurso de quienes representan países, y ricos, del mundo occidental distorsiona premeditadamente la relevancia del petróleo y gas natural. Se trata de recursos vitales para el funcionamiento del mundo y hacer creer a la humanidad que abundan, al punto de que no requieren seria atención, es una negligencia seria. Unos de los últimos ejemplos más notorios de distorsión fue el que tuvo lugar durante la reunión cumbre de los G20 en Hamburgo, Alemania. Peter Koening, analista, en su artículo publicado en Global Research, titulado “Los G20: ¿esta occidente gobernado por sicópatas?”, explica que Mr. Trump promete que Estados Unidos puede, en el futuro, abastecer de hidrocarburos a algunos países europeos, razón por la que no deben preocuparse de lidiar con abastecedores, según Trump “hostiles” a occidente, como Rusia por ejemplo, que los tienen de rehenes. Koening, no anda con sutilezas, y no sólo habla de Trump como “sicópata” jefe sino también de sus “vasallos sicópatas” europeos, australianos y canadienses, alineados con él y bailando al ritmo de su tono, al tiempo que ellos mismos pronuncian discursos llenos de disparates y mentiras. Por supuesto, ninguno de los participantes, ni sus asesores, y menos aún miembros de los medios oficiales de prensa, pregunta a Mr. Trump de donde piensa él sacar esos hidrocarburos prometidos que abastecerían parte de Europa.
A pesar de lo ridículo de las aseveraciones del Presidente de los Estados Unidos, estas falsedades son repetidas hasta por algunos medios que se consideran a sí mismos críticos a los imperialistas de occidente. En números reales los Estados Unidos no pueden ser exportador neto de petróleo ni de gas natural. Aunque es cierto que Estados Unidos tiene una tremenda infraestructura para la refinación del petróleo que cuenta con más de 130 refinerías, que exporta combustibles refinados por un monto de 68.000 mil millones de dólares al año, siendo esta la principal exportación del país en su deficiente balanza comercial, es falso que lo pueda hacer sin importar crudo. Para su producción de productos refinados del petróleo, para consumo interno y para exportar, Estados Unidos depende del petróleo de otros países que importa al ritmo de más de 10 millones de barriles diarios, que incluyen no sólo hidrocarburos sino también biocombustibles (estos últimos han sido tarifados por la nueva Administración para proteger la producción doméstica).
En lo que se refiere al petróleo crudo la importación alcanza los 8 millones de barriles diarios. Hoy Estados Unidos produce 9,3 millones de barriles diarios de crudo pero consume 19,5 millones de barriles diarios. Existen cálculos que para el año 2018 llegará a 10 millones de barriles diarios de producción, un poco más del record que tuvo en 1970. Hay que considerar que 5,5 millones de barriles diarios, más de la mitad de lo que produce, provienen del crudo de esquisto que es un proceso extremadamente costoso, además de riesgoso para el medio ambiente, cuya explotación ha sido impulsada justamente para limitar la gran dependencia que Estados Unidos tiene de abastecedores extranjeros. Además, debemos considerar que el petróleo y el gas natural convencional que Estados Unidos produce continúan declinando en todo el país, por ejemplo el estado de Alaska, que en 1988 llego a producir 2 millones de barriles diarios, apenas produce hoy menos de medio millón de barriles diarios, número que continuará declinando y pone en peligro el funcionamiento del oleoducto que se extiende de norte a sur en ese estado, que se estima quedará en desuso en diez años.
En Estados Unidos, debido al levantamiento de restricciones ambientales por el actual gobierno, se ha reactivado la inversión en la infraestructura de la industria de hidrocarburos -tanto en plantas y terminales de gas como en proyectos como Cove Point LNG Plant, o la planta de fertilizantes en Cedar Rapids, IA. Han aumentado, además, las inversiones en oleoductos nuevos y en ampliaciones de oleoductos y gaseoductos ya establecidos. Es justamente debido a la generación de empleos que esta reactivación ha generado que, uno de los pocos sindicatos de sectores privados del país vinculados a la construcción y mantenimiento en el campo de industria química y mecánica, apoya la gestión del presidente Donald Trump a pesar de la creciente oposición a su gobierno.
Canadá es el principal abastecedor de crudo que tiene Estados Unidos; Canadá es el séptimo país en el ranking mundial de producción de crudo, dispone de una producción de más o menos de 3,8 millones de barriles diarios, de los que 3 millones de barriles diarios son exportados a Estados Unidos. Canadá es por lo tanto, por lejos, el país más importante proveedor de crudo que tiene Estados Unidos, lo siguen Arabia Saudí, Venezuela y México. La paradoja es que Canadá importa a la vez más de 700.000 barriles diarios, principalmente de Estados Unidos, lo que demuestra que Canadá carece de política energética soberana, todo queda en manos de corporaciones con poder de exportar o importar de acuerdo a sus intereses, que no son necesariamente los intereses del país ni de su futuro energético.
La mayor parte del petróleo producido en Canadá proviene de las arenas bituminosas de la provincia de Alberta, se trata de 2,2 millones de barriles diarios, producción que comienza a estabilizarse con la merma de inversiones en esta área, que se debe en parte a la dificultad de encontrar mercado y al creciente cuestionamiento del destrozo ambiental que la extracción de arenas bituminosas causa. Un reporte del Centro para la Innovación Política Internacional (Centre for International Governance Innovation) de Canadá cuestiona la necesidad de nuevos oleoductos para transportar petróleo extraído de arenas bituminosas (oilsands) a puertos que exporten este crudo para refinarlo sobre la base de que son altamente contaminante, y en tiempos, aluden, en que la economía global busca la “descarbonizacion”.
Sin duda llegará el momento, en un futuro no lejano, en que las corporaciones retornen a estas áreas por mas producción, seguramente así será cuando el pánico de la escases petrolera aumente, en una sociedad que no ha logrado y quizás no llegará a lograr independencia del petróleo, y siendo que las protecciones legales al medio ambiente son extremadamente débiles, los ecosistemas son en extremo vulnerables y la estructura generadora de dinero es totalmente dominante.
En Canadá, como en muchos otros países del mundo, la producción de petróleo convencional y pesado continúa declinando en los territorios continentales mientras que la explotación en el mar (offshore) no aumenta. Las nuevas prospecciones en busca de hidrocarburos en el océano Atlántico canadiense no han dado el resultado esperado, aunque se mantiene una producción en el Grand Banks en las costas de la provincia de Newfounland and Labrador , se trata de 172.000 barriles diarios y de 2.700 barriles diarios de condensado de gas natural, este último frente a las costas de la provincia de Nova Scotia. Recientemente la corporación Shell Canada y sus asociados abandonaron las prospecciones de gas y petróleo de aguas profundas en estas costas de Nova Scotia despues de gastar 525 millones de dólares, esto a pesar de que otras corporaciones tienen aún esperanzas de hallazgos en futuras exploraciones en estas áreas marinas.
Otro fracaso, en términos de exploración de hidrocarburos, fue también Flemish Pass a 500 kilometros de las costas Atlánticas canadienses donde la petrolera noruega Statoil y la Husky Energy se declararon decepcionadas por sus malos resultados.
En Canadá en la década de 1970 y 80 se anunciaban inmensas riquezas energéticas en la región Polar, se habló mucho del Ártico canadiense precisamente en el mar Beaufort donde compañías como Panartic Oil Ltd, Petro Canada y Dome Petroleum perforaron 176 pozos, invertiendo miles de millones de dólares, sin lograr resultados satisfactorios, que no por eso detuvieron la exploración en las últimas décadas por parte de otras corporaciones.
En Canadá el petróleo y gas natural se exploran de este a oeste en las rocas de esquisto, se trata generalmente de exploraciones que son muy resistidas por los habitantes de las áreas de prospecciones y por defensores del medio ambiente. Estas exploraciones en busca de hidrocarburos de esquisto han tenido además resultados contradictorios; por ejemplo, se afirma que en la provincia de British Columbia, en el oeste canadiense, existe una reserva de gas natural enorme (de 2.933 billones de pies cúbicos), y desde hace varios años se anuncia que la Corporación Nacional de Energías de Malasia, Petronas, va a construir un mega proyecto en la costa del Pacifico canadiense de Gas Natural Licuado que usaría estas reservas de gas natural, además de un terminal y un gaseoducto, todo por un valor estimado de 36 mil millones de dólares, que sería la mayor inversión en infraestructura privada en Canadá. Después de muchas especulaciones el proyecto fue, sin embargo, cancelado, aunque no faltaron políticos y defensores del proyecto que incluso culpaban al gobierno federal y a los defensores del medio ambiente, de no haberle dado a los inversores suficientes facilidades para que implementaran sus proyectos. La pregunta inevitable es si ¿acaso se trata de proyectos económicamente viables? Además, es posible, cuestionar el tamaño de la reserva de gas natural de British Columbia.
Muchos especialistas cuestionan las reservas mundiales estimadas de petróleo y gas natural y las sospechan exageradas, algo que no puede parecernos extraño siendo que vivimos en un mundo afectado por la especulación, de sobre valores en las bolsas de capitales, de sobre valores de bienes inmobiliarios, corporaciones financieras y de servicios, en fin.
Por lo que aunque la producción mundial de petróleo y gas natural han aumentado desde la década de los 90, especialmente en Rusia, Brasil, Canadá, China, Kazakistan, Angola e Irak, en otros como Arabia Saudí, Unión de Emiratos Árabes, Nigeria, Kuwait la producción se ha mantenido, y en algunos, como Venezuela, Libia, Irán ha bajado debido a otros factores, aunque en Irán se recupera. Pero, países que años atrás prometían ser grandes proveedores mundiales de petróleo, han visto disminuir vertiginosamente su producción, por ejemplo México, que el año 2004 producía 3,5 millones de barriles diarios y el 2014 no llegó a 2,4; Noruega que el año 2000 producía 3,3 millones barriles diarios y el 2014 produjo la mitad; Reino Unido que para el 1999 producía 2,7 y el 2014 produjo apenas 750.000 barriles diarios (el Mar del Norte llegó a producir en 1999 más de 6 millones de barriles diarios según “oilprice.com” pero hoy ha bajado su producción a 2.9 millones de barriles diarios, uno de los petróleos de más cara extracción); Indonesia que en 1991 producia 1,6 millones de barriles diarios y el 2014 produjo 750.000 y continua decreciendo. Se trata de una lista grade de productores menores de petróleo que van en baja (www.peakoilbarrel.com).
Y es en el marco de esta realidad que Occidente decide ser enemigo de países con gran potencial de producir petróleo y gas natural como Rusia, Irán, y Venezuela, y trata, en los grandes centros del mercado del mundo de manipular, de alguna manera, los precios del crudo perjudicando las economías de esto países precisamente, además de declararlos enemigos, aún no sabemos con qué razones, si acaso se trata de tomar por asalto estos recursos, si se trata de dejarlos fuera simplemente haciéndonos creer que vivimos una abundancia de recursos de energía y no necesitamos el petróleo que estos países tienen o de que se trata el engaño.
Lo obvio es que vivimos en un mundo que produce 93 millones de barriles de petróleo diarios, cifra variable según la Agencia Internacional de Energía, lo que sabemos es que lo que se produce se consume y que el consumo es impresionante y muy mal distribuido, siendo este un recurso cuyo precio está sujeto con alfileres ya que está amenazado por cualquier desastre natural o amenaza de guerra. No podemos olvidar que tanto el petróleo como el gas natural son vitales para el transporte, la agricultura, la minería, la industria química (productora de fertilizantes hasta miles de artículos que usamos diariamente), y que no debemos confundir con los recursos productores de energía eléctrica que son otros. Y en este marco la cumbre de los G20 y otras reuniones mundiales se dedican a hablar disparates y a hacer provocaciones en vez de planear madura y seriamente un mundo de menor consumo de petróleo y gas natural, sea cual sea el precio que estos recursos hoy tengan, porque ambos son invaluables y su escases es una certeza futura más cercana que lejana y una que nos afectará a todos inevitablemente porque no hay plan. Una situación que afectará gravemente primero a los países que carecen de estos recursos, que son la mayoría de los países del mundo, y que eventualmente puede ser el final de nuestra civilización, que depende completamente de los hidrocarburos para su funcionamiento diario.