Por Gustavo Espinoza M.
Así llamó Manuel González Prada a una buena parte de sus más encendidos escritos. Originalmente, la frase se refirió a los tres años de dominio extranjero registrados en el Perú luego de la infausta Guerra del Pacífico. Después, amplió su sentido para aludir al proceso peruano sobre todo en los primeros años del siglo XX.
Sin duda, si el autor de “Horas de Lucha” viviera en nuestros días, podría hacer extensiva la frase a la escena de hoy, sometida bajo la administración irrita y vergonzante de Dina Boluarte.
Al cumplirse doce meses de los hechos ocurridos el 7 de diciembre del año pasado, cabe recordar episodios de lo acontecido en esa circunstancia. Aun hoy la “Prensa Grande” -y el régimen- siguen con la cantaleta del “Golpe de Estado del Presidente Castillo”.
No nos cansaremos de decir que Pedro Castillo no ejecutó “Golpe” alguno.
El único GOLPE real y concreto, fue el que consumara la ultra derecha, y mediante el cual fuera derribado el Presidente electo por los peruanos el 2021.
Y ese Golpe fue producto de un acuerdo en el que confluyó el núcleo de la Clase Dominante: La dirigencia partidista reaccionaria, el Gran Empresariado, la cúpula militar actual, el Congreso y la “Prensa” a su servicio.
Para concretar su objetivo, infiltraron el entorno de Castillo, y lo alentaron a acciones desmedidas, que sirvieron de pretexto a los Golpistas; pero se valieron también de su Vice Presidenta, aquella que juró defenderlo hasta el fin y caer con él, cambió de bando y se puso al servicio de sus enemigos, con los que hoy gobierna.
Dina Boluarte no conoció nunca la historia de Viriato, ese valeroso guerrillero lusitano que se alzó en armas contra al Imperio Romano. Invencible en su momento, fue asesinado gracias a una traición de sus colaboradores inmediatos, que lo mataron para servir al Poder Dominante.
Cuando ellos fueron a Roma convencidos de recibir fastuosas recompensas, hallaron tan sólo el desaprecio oficial: El Cónsul, les dijo: “Roma no paga la traición”
Quizá Dina ya reparó en ello.
Algunos de los que la alentaron, la proclamaron “Presienta por sucesión constitucional”, y hasta la aplaudieron de pie; ahora le piden que renuncie porque su felonía ya consumada, también les perjudica. La prefieren distante y pronto le darán el destino del papel higiénico usado.
El más formal de los diccionarios, el de la RAE, define la traición como el “Delito que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”.
Pero Dante Alighieri es más cáustico y los sitúa en el Noveno Círculo del Infiero rodeados de espantosos hielos “que se corresponden con la falta de calor humano que los traidores mostraron hacia sus benefactores, hacia sus parientes y hacia la patria a la que debían servir”.
Pedro Castillo como Presidente, no estuvo a la altura de su función. Pero eso no borra el hecho que su detención fuera ilegal, como también lo fuere su “Vacancia Express”.
Tampoco podía ser detenido cuando eso ocurrió y, en todo caso, debió ser conducido al Palacio Legislativo, y no a la Prefectura de Lima desde donde fue derivado -en horas- al fondo de una celda para que no salga más.-
Adicionalmente, fue ilegal también el trámite parlamentario que se hizo para “vacarlo”. No se presentó Moción alguna en torno al caso, ni fue debatida ni aprobada.
Y, por cierto, no hubo el menor proceso ni la más mínima garantía en beneficio del acusado. Y tampoco se obtuvo el número de votos requerido para soslayar los procedimientos formales: 104.
Hoy puede decirse con certeza que todo fue un montaje planeado por quienes ejecutaron este Golpe que dio lugar al nacimiento del régimen de “sucesión constitucional” que le vendieron a la ciudadanía. Por lo demás, ha pasado un año completo y hasta hoy nadie ha podido conocer de un solo proceso judicial contra Castillo. No se ha logrado formularle una acusación concreta.
Todo ha quedao en dichos de supuestos “colaboradores eficaces” que han dicho lo que se les ha pedido que digan.
Ahora, que se conocen los procedimientos que usó la Fiscal de la Nación para sus acciones, se levanta la fundada sospecha que esos “testimonios” han podido ser inventados, o construidos artificialmente con los mismos métodos que asoman como práctica impulsada por Patricia Benavides: arrancar acusaciones a cambio de “perdonar” delitos.
Pareciera que, finalmente, la Fiscal de la Nación se dio cuenta que Dina Boluarte y Alberto Otárola son responsables de las masacres ocurridas en el Perú entre diciembre y marzo; y que “en legítima correspondencia” Dina llegó a la conclusión que la Fiscal no sirve para el cargo. Sorprendente coincidencia, sin duda.
¿Qué vendrá después? Nadie lo sabe. Estamos ante un enfrentamiento que semeja al que libran en la naturaleza el escorpión con la tarántula. Cualquier cosa podrá ocurrir.
Una vez más, la palabra de las Masas, convocada para los próximos días, podría ser decisiva. Por ahora, vivimos bajo el oprobio