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“Perdón, no me alcanzó la vida”

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Francisco Hernández G.

Perdón, no me alcanzó la vida, le dije y ella desconcertada preguntó ¿qué hablas?, entonces
reiteré la expresión, elevando la voz, dándole mayor énfasis, pensando que no había
escuchado bien. ¡¡Perdón, no me alcanzó la vida!! le dije, como señalando que estaba todo
concluido al final de una carrera.
Sus ojos, se clavaron en mi rostro y me dijo… si, si, si escuché lo que dijiste, pero ¿porque lo
dices?… brotando de su boca la interrogante, con una actitud de desconsuelo y una voz
delgada casi susurrando.
El silencio se apoderó por un momento del lugar, daba la impresión que me estaba
despidiendo y ella era testigo de un final, entonces pregunté ¿tienes tiempo para explicarte?
Si claro, ¡dale!, asintió la niña, me intriga saber cómo argumentas tu expresión tan elocuente.
Me acomodé en una silla de madera, básica, sin mucho confort, como queriendo encarnar en
ella lo que había sido la vida, la mía, comencé entonces mi retórica. Sabes bien que ya tengo
mis años, y si bien aún me siento joven, lo cierto está que cada vez que me enfrento al
espejo, este dice otra cosa, cada vez que así ocurre contemplo en mi rostro el pasar de los
años, surcos en la frente, parpados caídos, algo de calvicie, un incontable número de canas
color plateado, arrugas en la papada que se confunden con las que se lucen en el cuello.
Para muchos, entre ellos tú, soy una persona mayor, elegante forma de definir a un viejo.
Pues bien, el hombre que tienes enfrente no siempre fue viejo, y en el tránsito de la vida ha
recorrido día tras día, año tras año desarrollando quehaceres, algunos ocasionales productos
de las circunstancias, otros premeditados tratando de alcanzar algún objetivo planteado
producto de la meditación, del análisis, de los acuerdos, de las aspiraciones.
Así la vida se comenzó a consumir, casi sin darme cuenta, así de esta manera, jornada tras
jornada de estudio, de trabajo, de conversaciones, descubrí que en cada momento en cada
instante vivido te vas llenando de experiencia, de conocimiento. Así la vida va tomando
sentido y se van acumulando saberes que van otorgando contenido a la pregunta que cada
cierto tiempo nos hacemos ¿Para que vivimos?
En ese ir y venir, ya de mi etapa de adolescente, me incliné por conocer otros quehaceres de
gente mayor para mí en esa época, gente que argumentaba lo necesario que era conocer el
funcionamiento de cada una de las organizaciones, de cada uno de los estamentos del
Estado, de la concepción de la humanidad, de la composición global de todas y cada una de
las diferentes culturas, del comportamiento humano del hombre para con otros hombres, del
rol de la mujer, del comportamiento del hombre con los animales, con la fauna y la flora, y en
forma incipiente del mal trato al mundo ecológico y medioambiental, de las denuncias del
maltrato laboral, de los problemas ocasionados por falta de prevención en los lugares de
trabajo, de lo que había sido el feudalismo, la monarquía, la revolución industrial, la
revolución francesa, la esclavitud, el tratamiento discriminatorio hacia los pueblos originarios,
la composición de la sociedad, su historia, del rol que jugaban las creencias religiosas, de las
propuestas filosóficas que explicaban el comportamiento a través del tiempo de la humanidad
y su relación con el trabajo, de los privilegios de algunos a costa de otros, de los vicios de la
sociedad, de la relación del hombre con el campo, de las constantes reivindicaciones de
personas carentes de recursos, buscando donde vivir, de cómo conseguir agua potable, de
las tomas de pobladores organizados para presionar al gobierno de turno exigiendo

soluciones, de la falta de alumbrado en las calles, de las poblaciones “callampas” en
situaciones de miseria absoluta y de la proliferación de delincuentes aprovechándose del
esfuerzo de otros que con esfuerzo conseguían un salario, en ese estadio notaba que los
cambios que se necesitaban limitaban con la utopía, que los esfuerzos de mi padre y mi
madre eran gigantescos por educarnos en colegios estatales y por entregarnos valores que
jamás olvidé. El respeto hacia el otro, el ser y actuar siempre con honestidad, con
responsabilidad, en hablar con la verdad, en saludar incluso a tu adversario, el valorar el
trabajo, el comprometerse con los estudios, el ser consciente de la sociedad en que vives, en
respetar el trabajo ajeno, el interesarse por actos solidarios con el caído, el vivir
consecuentemente con tu forma de pensar, dejando de lado la hipocresía, en luchar por
aquello en que te empeñas, en luchar por aquello en que crees.
De esa manera opté por rebelarme contra un orden de las cosas que era ajeno a cómo
vivíamos las personas que nos habíamos criado con esfuerzo, a aquellos que nos
juntábamos en la población para jugar en canchas de fútbol de tierra dura con piedrecillas, a
aquellos que teníamos los mismos problemas de útiles escolares en el colegio, me rebelé
contra lo que me parecía injusto, contra aquella desigualdad tan áspera, que se traducía en
falta de derecho, me rebelé contra la codicia, la avaricia, contra los cómplices de aquellos
que mantenían un sistema que propicia las diferencias, creyéndose seres superiores al resto,
opté por oponerme a quienes se oponen a que otros reciban calidad educativa, a quienes se
oponen con indignación a que otros piensen, se vistan y sean distintos a como ellos quieren
que sean, opté por denunciar a quienes eliminan adversarios por el solo hecho de pensar
diferente, por la osadía de querer organizarse en las fábricas solicitando mejoras salariales y
mejores condiciones laborales, y así empecé a soñar, que si bien era difícil, sin sueños no
podría acercarme a mejorar sino a cambiar lo que había observado.
De tantas formas de protestar, insuficientes por cierto, entendí que el cambio de las cosas,
aun cuando parecía una quimera, era posible si me incorporaba a una organización con
gente que buscaba lo mismo, de gente que tenía los mismos propósitos, eliminar la pobreza,
conseguir mejores empleos, mejor educación, mejor salud, mejor previsión, mayor cultura,
conseguir seguridad social, una vida digna.
Muchas veces fue arriesgado, enfrentarse con ellos, los otros, los que querían que las cosas
siguieran siendo hasta entonces, sin cambios de ningún tipo, gozando de los privilegios de
siempre, justificando lo injustificable. Podías perder la vida por pensar o hacer cosas que a
ellos les molestaba, por cantar o expresarse artísticamente a través de la poesía, el teatro, el
folclor, para que hablar si eras dirigente de alguna organización progresista, más aún si esa
organización aspira a hacer cambios más radicales, a cambiar y no solo transformar el
sistema. Es cierto son ideales que pasan a ser pilares sostenedores de la vida, son pilares
indicadores que la vida tiene sentido, que uno lucha generosamente, que el tiempo que
inviertes en coordinarse, en reuniones es un tiempo bien invertido en cuanto sin esperar
retribución económica planificas, te comprometes y asumes compromisos que en la mayoría
de los casos demandan hacer contribuciones para lograr el objetivo. Como en todo orden de
cosa también hay algunos que lucran y traducen sus ideales para conseguir trabajo, para
acomodarse, para escalar dentro de la organización y sin escrúpulo al igual que los otros que
no importa elaborar, comercializar, construir, artículos, alimentos, elementos, etc. que son
dañinos para la salud lo hacen sin importar las consecuencias de quienes los consumen, lo
importante para ellos al igual que aquellos que mencionaba antes, es el lucro, la utilidad, la
explotación, la apropiación.

Otras tantas veces también surgieron dificultades de entendimiento con aquellos que
pensábamos parecido pero no compartíamos puntos de vista creando con ello retrocesos,
falta de entendimiento, y equivocadamente por querer atrasar o anticipar hechos y
quehaceres le hacíamos un gran favor a nuestros oponentes. En otras oportunidades
apoyamos y aplaudimos la estrategia acordada y el logro alcanzado. Son pequeñas batallas,
pequeñas victorias que parecieran solo granos de arena ante toda la demanda de cosas que
queremos cambiar. Así se ha construido el país, con avances y retrocesos, muchos de
aquellos que se comprometieron, que soñaron, dieron su vida para que otros vivan mejor,
para lograr derechos que son tan básicos y tan invisibles para otros, entre ellos solo por
nombrar alguno de los derechos fundamentales es el derecho a la vida, a vivir en un país
libre, no dependiente de otro país, en un territorio que es gobernado por las mayorías en
donde se respeta a las minorías, un país democrático, en donde cualquiera puede pensar lo
que quiera, opinar lo que quiera, vestirse como quiera, asociarse con otros para colaborar en
el desarrollo de políticas públicas que beneficien a todos o la gran mayoría, respetar al otro
sin importar su género, su etnia, su nacionalidad, su condición social, organizarse para
mejorar el medio ambiente, cuidar la biodiversidad, lograr un país autosustentable, con
igualdad de derechos, un país participativo que contemple entre sus derechos el tener una
salud de calidad, una educación pensada en el desarrollo, una previsión que asegure a los
jubilados, pensiones dignas que permitan el júbilo después de tantos años de trabajo, un país
que vele por el respeto a los derechos humanos.
Aún recuerdo el gran triunfo mediante el voto, del presidente representante de lo que
soñamos, aquel de las grandes concentraciones de trabajadores, estudiantes, campesinos,
aquel que nos invitaba a cambiar la sociedad a la chilena, muchas veces incomprendido
incluso por parte de algunos que con los años entendieron lo visionario que fue para su
época. No todo fueron alegrías, también hubieron frustraciones, para quienes éramos muy
jóvenes fue apocalíptico tener que violentamente terminar de soñar, para conservar la vida,
para no caer en las redes de los agentes del Estado gobernados por el dictador, que aplicaba
la violenta y sostenida forma de exterminar con sus adversarios, es decir, nosotros. Por
cierto, los 17 años posteriores fue un capitulo negro en la historia de Chile, escrita con
sangre, con detenidos desaparecidos, con torturados, con victimas del abuso, del flagelo y el
fanatismo prusiano y practicas fascistas, de mentiras y burdo engaño para distorsionar la
realidad, para apoyar el apoyo de los incautos.
Nos metieron miedo, con aquella política de exterminio nos persiguieron, fueron años duros,
años que dieron nacimiento a otras generaciones que normalizaron un sistema de vida
basada en el individualismo, el exitismo, la indiferencia por el dolor ajeno, la incivilidad, el
irrespeto, la violencia, la usura, el robo, para ello dictaron normas y obligaron a casi todos a
incorporarse a un sistema “previsional” conocido como AFP, que de previsión no tiene nada y
tiene mucho de especulación, para ello hablaron muchos años del orden, la disciplina, la
patria, del demonio comunista, del enemigo interior, de la guerra contra el marxismo, de los
extremistas, nunca hablaron claro de la falta de empleo, del PEM (Programa de empleo
mínimo) y del POJH (Plan Ocupacional para jefes de hogar), del fracaso de la economía y
subvención estatal para salvar la Banca, del secuestro y posterior deportación de niños
recién nacidos a familias en el extranjero, del mayor índice de cesantía, del privilegio de las
FFAA para continuar con un sistema previsional financiado por todos los chilenos y chilenas,
de decretos que asignaron un 10% de libre disposición para financiar gastos reservados de
las utilidades del cobre.

Así se nos empezó a ir la vida, con sueños que sufrieron un gran retroceso, y llegó el
momento de protestar, de obligar con marchas ciudadanas al Dictador para plebiscitar su
permanencia y comenzó una nueva etapa. Una etapa marcada con amenazas, cuando se
trataba de investigar los negocios del hijo del dictador, una etapa de transición que terminó
con ahogar el movimiento social desarrollado durante las protestas ciudadanas y empezaron
a surgir nuevos liderazgos, con otros discursos, con otros relatos, que se fueron acomodando
de acuerdo a como se iba presentando el cambio mundial, el término de la Guerra fría, el
derrumbe del muro de Berlín, la perestroika de Gorvachov, las denuncias sobre la falta de
desarrollo y unipartidismo de los países conocidos como aquellos donde se sostenía el
“Socialismo real”, y en nuestro país comenzaron a ser conocido los desfalcos al Estado de
los señores generales, la corrupción, la evasión y elusión de impuestos, la pérdida de ética,
el acomodar la economía a la globalización, la falta de honestidad como herencia de un
régimen corrupto, pero así también se comenzó hacer justicia contra los torturadores
uniformados pertenecientes a las FFAA y civiles involucrados en temas de lesa humanidad.
Hoy después de años de arduo trabajo por recuperar la dignidad de las personas, por llegar a
la conciencia de cada uno, por revelar la verdad de lo ocurrido en Chile, por trabajar pese a
las dificultades podemos señalar que ha sido insuficiente, en cada gobierno del progresismo
se ha avanzado un tanto más, pero la derecha de este país ha hecho lo suyo, aún
conservamos un sistema económico basado en la teoría del neoliberalismo, regulada por el
mercado, con una constitución fracasada que no ha contado con el apoyo ciudadano para
ser cambiada, con un sistema judicial que se regula para sí y para los poderosos de siempre,
con un alto nivel de personas sin vivienda, con un número importante de estudiantes
estudiando en la Universidad y colegios técnicos, con un índice cada vez mayor de
participación juvenil en protestas estudiantiles, con expresiones ciudadanas acéfalas de
conducción política, con un descrédito total de todo tipo de organizaciones, con un
desprestigio de la clase política, por viejos que se resisten a irse para la casa y abandonar
sus principios, sus anhelos, su compromiso.
Nos queda la satisfacción de querer construir algo distinto, no exento de errores, pero con
convicciones que todo es posible si lo seguimos intentando, que debemos perseverar en
lograr una vida más justa, más sana, más humana, más sensible, más empática, menos
hipócrita.
Como persona mayor como tú dices, sigo pensando que la lucha no acaba, pero acongojado
pienso no ser protagonista del cambio que lograrán las nuevas generaciones, me embarga
una gran pena por la responsabilidad que tengo al entregarte un Sistema que junto a tantos
compañeros y compañeras no fuimos capaces de cambiar.
¡Perdóname!, no me alcanzó la vida.

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