Lenin, 14 de Marzo 1913.
Lo fundamental en la doctrina de Marx es que destaca el papel internacional histórico del proletariado como constructor de la sociedad socialista. El curso de los acontecimientos en el mundo entero, ¿confirmó esta doctrina desde que Marx la expuso?
Marx la formuló por primera vez en 1844. El Manifiesto Comunista de Marx y Engels, publicado en 1848, ofrecía una exposición integral y sistemática de esta doctrina, exposición que hasta la fecha sigue siendo la mejor. Desde entonces la historia mundial se divide con claridad en tres grandes períodos: I) desde la revolución de 1848 hasta la Comuna de París (1871); 2) desde la Comuna de París hasta la revolución rusa (1905); 3) desde la revolución rusa.
Veamos cuál ha sido el destino de la doctrina de Marx en cada uno de estos períodos.
I
Al comienzo del primer período, la doctrina de Marx no era, ni mucho menos, la imperante. Era sólo una de las muy numerosas fracciones o tendencias del socialismo. Las formas de socialismo que dominaban eran, en el fondo, afines a nuestro populismo: incomprensión de la base materialista del movimiento histórico, incapacidad de discernir el papel y la importancia de cada clase en la sociedad capitalista, ocultamiento de la naturaleza burguesa de las reformas democráticas bajo frases diversas casi socialistas sobre el «pueblo», la «justicia», el «derecho», etc.
La revolución de 1848 asestó un golpe mortal a todas estas formas ruidosas, abigarradas y pomposas del socialismo premarxista. La revolución mostró en todos los países a las distintas clases de la sociedad en acción. La matanza de obreros por la burguesía republicana en París, en las jornadas de junio de 1848, demostró definitivamente que sólo el proletariado es socialista por naturaleza. La burguesía liberal temía cien veces más la independencia de esta clase que a cualquier reacción. El cobarde liberalismo se arrastró a sus pies. El campesinado se conformó con la abolición de los restos del feudalismo y se unió a los partidarios del orden, y sólo de vez en cuando vaciló entre la democracia obrera y el liberalismo burgués. Todas las doctrinas del socialismo que no sea de clase y de la política que no sea de clase, demostraron ser un simple absurdo.
La Comuna de París (1871) completó este desarrollo de las trasformaciones burguesas; sólo al heroísmo del proletariado debió su consolidación la república, es decir, la forma de organización estatal en que las relaciones de clase se manifiestan de un modo menos disimulado.
En todos los demás países europeos, una evolución más confusa y menos completa condujo al mismo resultado: una sociedad burguesa que había adoptado formas definidas. A fines del primer período (1848-1871), un período de tormentas y revoluciones, murió el socialismo premarxista. Nacieron los partidos proletarios independientes: la I Internacional (1864-1872) y el Partido Socialdemócrata Alemán.
II
El segundo período (1872-1904) se distinguió del primero por su carácter «pacífico», por la ausencia de revoluciones. Occidente había terminado con las revoluciones burguesas El Oriente aún no había madurado.
Occidente entró en una fase de preparación «pacífica» para una época de futuras trasformaciones. Se formaron en todas partes partidos socialistas, básicamente proletarios, que aprendieron a utilizar el parlamentarismo burgués, a crear su prensa diaria, sus instituciones culturales, sus sindicatos y cooperativas. La doctrina de Marx obtuvo una victoria total y comenzó a difundirse. Lenta pero firmemente continuó progresando la selección y concentración de las fuerzas del proletariado, y su preparación para las futuras batallas.
La dialéctica de la historia era tal, que el triunfo teórico del marxismo obligó a sus enemigos adisfrazarse de marxistas. El liberalismo, podrido por dentro, intentó renacer en forma deoportunismo socialista. Interpretaron el período de preparación de las fuerzas para las grandes batallas como una renuncia a esas batallas. El mejoramiento de la situación de los esclavos para luchar contra la esclavitud asalariada lo interpretaron en el sentido de que los esclavos vendían por unos céntimos su derecho a la libertad. Predicaban cobardemente la «paz social» (esto es, la paz con los esclavistas), la renuncia a la lucha de clases, etc. Tenían muchísimos partidarios entre los miembros socialistas del Parlamento, diversos funcionarios del movimiento obrero y la intelectualidad «simpatizante”.
III
Apenas los oportunistas se habían congratulado por la «paz social» y por que no eran necesarias las tormentas bajo la «democracia», cuando se abrió en Asia una nueva fuente de grandes tormentas mundiales. A la revolución rusa siguieron las revoluciones turca, persa y china. Hoy vivimos la época de esas tormentas y de sus «repercusiones» en Europa. Cualquiera sea la suerte reservada a la gran República China, contra la cual afilan hoy los colmillos las distintas hienas «civilizadas», no habrá en el mundo fuerza alguna que pueda restablecer en Asia la vieja servidumbre, ni barrer de la faz de la tierra la heroica democracia de las masas populares en los países asiáticos y semiasiáticos.
Algunas personas, no atentas a las condiciones de preparación y desarrollo de la lucha de las masas, fueron llevadas a la desesperación y el anarquismo por el largo aplazamiento de la lucha decisiva contra el capitalismo en Europa. Hoy vemos cuán miope y pusilánime fue esa desesperación anarquista.
No desesperación, sino ánimo debe inspirarnos el hecho de que ochocientos millones de hombres de Asia se hayan incorporado a la lucha por esos mismos ideales europeos.
Las revoluciones asiáticas nos han mostrado el mismo servilismo y bajeza del liberalismo, la misma importancia excepcional de la independencia de las masas democráticas, la misma pronunciada diferenciación entre el proletariado y la burguesía de todo tipo. Quien después de la experiencia de Europa y de Asia hable de una política que no sea de clase y de un socialismo que no sea de clase, merece simplemente que se lo meta en una jaula y se lo exhiba junto a un canguro australiano o algo por el estilo.
Después de Asia, también Europa ha comenzado a agitarse, pero no a la manera asiática. El período «pacífico» de 1872-1904 ha pasado para no volver. La carestía de la vida y la opresión de los trusts (sindicatos) provocan la agudización sin precedentes de la lucha económica, que ha puesto en movimiento inclusive a los obreros ingleses, los más corrompidos por el liberalismo. Ante nuestros ojos madura la crisis política aun en Alemania, el más «intransigente» país de los burgueses y los junkers. La furiosa carrera armamentista del imperialismo y su política hacen que la Europa actual entre en una «paz social» que se parece más bien a un barril de pólvora. Mientras tanto, la descomposición de todos los partidos burgueses y la maduración del proletariado sigue firmemente adelante.
Desde la aparición del marxismo, cada uno de los tres grandes períodos de la historia mundial le ha traído nuevas confirmaciones y nuevos triunfos. Pero al marxismo aún le espera una victoria mayor, como doctrina del proletariado, en el próximo período histórico.
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