Pepe Gutierrez Alvarez, España
OCTUBRE ROJO…LIBROS, LIBROS, LIBROS. La muy didáctica historia de “La revolución rusa“ de Christopher Hill fue editado en 1967 por Ariel Quincenal, una de las editoriales de bolsillo más cultura y combativas de la época y que se podían encontrar amontonados en los kioskos de Las Ramblas. Christopher Hill fue quizás el historiador más reconocido de la revolución inglesa, su gran especialidad y sobre la cual resulta inexcusable.
En este breviario sobre Rusia trata de establecer el lugar que deben ocupar en la historia Lenin «y la Revolución que fue la obra de su vida», A la sazón, Hill pertenecía al ya extinto partido comunista británico y su tiempo de escritura coincide con el momento reformista de Kruschev. Como introducción a la historia de la Revolución rusa fue una aportación de gran valor, aunque muy inferior al breviario de E.H. Carr, por lo que es también representativa de un tiempo en el que los partidos comunistas rehusaban abordar “la cuestión Stalin”.
En su momento fue un texto seguido por varias generaciones de estudiantes con motivo del cincuentenario de la Revolución rusa, un momento de idilio de la opinión pública europea con la URSS “socialista a pesar de todo”, un tiempo que se cierra con los tanques rusos deshaciendo la “primavera de Praga”. Después ya nada fue igual, y Hill no volvió sobre una historia sobre la cual ofreció una brillante introducción.
En aquellos duros años de la dictadura ya se empezaron a publicar obras como Rusia en revolución, (1890-1918), de Lionel Kolchan (1968, Alianza); El marxismo soviético, de Herbert Marcuse (1975, Alianza)…El reconocido ensayo de Marc Ferro, La revolución de 1917 (La caída del zarismo y los orígenes de Octubre”, apareció en Laia (1975); Ferro fue responsable del “Cuadernos de Historia 16” dedicado a 1917; más el singular Viaje sentimental. Crónica de la revolución rusa, de Viktor Sklovski (1972, Anagrama; reed, Capitán Swing) Había otras que se encontraban en los “rastros”, en los rincones olvidados de las Bibliotecas Públicas, así como en los dobles fondo de las librerías de oposición y pero sobre el Els Encants, donde persistía una red de complicidades.
Podías tener problemas en los años más oscuros. Pero algunos aprendimos a simular los contenidos con cubiertas en un principio inocuas que te permitían leer por ejemplo, en el metro.
