Inicio Análisis y Perspectivas ¡O se está con el pueblo, o se está contra el pueblo!...

¡O se está con el pueblo, o se está contra el pueblo! ¡No hay punto medio! ¡No hay neutralidad posible!

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por Franco Machiavelo

La realidad chilena actual no es más que la consecuencia natural de un modelo que, revestido de democracia formal, continúa perpetuando la dominación de una minoría privilegiada sobre las grandes mayorías populares. En este contexto, se ha instalado una «izquierda» funcional al sistema, un decorado simbólico que simula disidencia pero que opera como amortiguador de la rabia social. No representa al pueblo, sino que lo administra, lo ordena y lo contiene para evitar que desborde los límites permitidos por la lógica del capital.

Esta izquierda fetichista no lucha contra las estructuras del poder: las decora, las maquilla, les da un rostro humano mientras legitima el saqueo. Es una izquierda profesionalizada, vacía de proyecto emancipador, enamorada de sus cargos, sus protocolos, sus negociaciones en pasillos institucionales. Hablan de cambio, pero temen al conflicto. Hablan de justicia, pero firman pactos con los verdugos. Hablan de dignidad, pero legislan para los banqueros, los empresarios y los grandes medios de comunicación.

La lucha de clases no ha desaparecido. Solo ha sido silenciada, desplazada, convertida en un tabú por quienes temen que el pueblo descubra su verdadero poder. Pero sigue latiendo en los territorios, en los sindicatos combativos, en los estudiantes movilizados, en las comunidades indígenas que defienden su tierra, en las poblaciones olvidadas por el Estado. Allí donde no hay cámaras ni financiamiento internacional, allí donde la miseria y la violencia estructural no permiten la neutralidad, el pueblo sigue levantando su proyecto histórico de liberación.

La batalla hoy no es solo económica: es cultural. Se nos impone una forma de ver el mundo que naturaliza la explotación, que individualiza el fracaso, que ridiculiza la solidaridad. Nos enseñan a desconfiar del otro, a consumir en lugar de crear, a obedecer en lugar de pensar. Por eso, todo verdadero movimiento emancipador debe disputar el sentido común, romper con las ideas impuestas desde arriba, recuperar el lenguaje de la dignidad, de la comunidad, de la lucha.

El pueblo no necesita más gestores del desastre ni burócratas progresistas. Necesita un proyecto autónomo, radicalmente distinto, construido desde abajo. Un movimiento que no mendigue reformas, sino que se proponga la transformación total de las estructuras sociales. Que no busque ocupar espacios de poder prestado, sino que construya poder popular, real, duradero.

Porque en esta coyuntura no hay medias tintas. ¡O se está con el pueblo, o se está contra el pueblo! La historia no absuelve a los tibios. La esperanza no vendrá desde los ministerios ni desde las ONGs bienintencionadas. La esperanza está en la organización, en la conciencia, en la memoria activa de las luchas pasadas y en la audacia de imaginar un futuro que no tenga dueño.

¡Es ahora o nunca! ¡Con el pueblo todo, sin el pueblo nada!

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