Por Suzi Weissman
Suzi Weissman, la escritora y periodista política estadounidense nos informa sobre la milagrosa organización de una conferencia sobre León Trotsky, que tuvo lugar en La Habana
Desde el 6 al 8 de mayo de 2019, tuvo lugar una conferencia histórica, o “Reunión Académica Internacional” en la Habana, Cuba, y su tema era: “León Trotsky: vida y contemporaneidad – un abordaje crítico”.
El evento fue histórico, y habría sido inimaginable hasta hace muy poco. Trotsky era una persona non grata en Cuba. Él era considerado un renegado, un contrarrevolucionario y un traidor, tal como se lo trataba en todo el resto del bloque soviético. Y fue en Cuba donde el asesino de Trotsky, Ramón Mercader, recibió refugio, luego de ser liberado de una cárcel mexicana en 1960. El nombre, la vida y los escritos de Trotsky fueron virtualmente borrados de las historias corrientes de la Revolución Rusa y la Unión Soviética en Cuba, y cuando algún interés en sus ideas se filtraba desde abajo, era denunciado desde arriba. Desde la décadas de 1930 hasta la de 1960 había partidos y militantes trotskistas activos en Cuba, pero hacia mediados de los sesenta habían sido expulsados del Partido Comunista Cubano, reprimidos y la mayoría, encarcelados.
El hijo de un importante trotskista, que había militado en el PCC, participó en esta conferencia. Sin embargo, el interés en Trotsky ha sobrevivido en Cuba hasta el presente, y es un elemento importante del contexto político-intelectual de la conferencia. Hasta los años sesenta habían sido publicadas algunas obras de Trotsky, pero luego desaparecieron en su mayoría. En 2009, Leonardo Padura, uno de los mayores escritores contemporáneos de Cuba, publicó su monumental novela basada en el asesinato de Trotsky en la ciudad de México en 1940, El hombre que amaba los perros, con una amplia repercusión internacional, aunque la publicación en la misma Cuba fue tan pequeña que el libro fue literalmente inasequible luego de su lanzamiento. No obstante, este libro subió el nivel de curiosidad en Cuba sobre el revolucionario ruso, según al organizador de la conferencia, Frank García Hernández. Éste es un estudiante graduado en filosofía de 36 años, que está escribiendo su disertación sobre Trotsky. García Hernández es de Santa Clara, donde dice que hay estudiantes tratando de leer a Trotsky, en colaboración con otros en La Habana.
Apertura política
¿Qué significa que esta conferencia tuviera lugar en La Habana? Una conjetura podría ser que representa una apertura, o la posibilidad de una apertura política. Raúl Castro es miembro desde que era muy joven del Partido Comunista Cubano, dejó la presidencia del país en abril de 2018, pero seguirá siendo Primer Secretario del Partido hasta 2021. Al actual presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, un ex ministro de educación que es mayormente desconocido fuera de la isla, lo llaman un “reformista cuidadoso”.
Fue primer secretario del Partido Comunista provincial en la Provincia de Villa Clara en los años noventa, y era conocido por su largo cabello, por andar en bicicleta y pasear con pantalones “bermuda”. Fue un firme defensor de los derechos LGBT en una época en que la homosexualidad era desaprobada o era directamente ilegal. Por el otro lado, Raúl Castro estaba notoriamente más vinculado a la política del PC que su hermano, Fidel. La microscópica, e incluso algo misteriosa, apertura política que permitió que una conferencia sobre Trotsky tuviera lugar en Cuba, ¿tuvo algo que ver con el fin del gobierno de Raúl y el ascenso de Díaz-Canel? No hay una evidencia directa sobre esto, y hasta que la haya, no sigue siendo más que una especulación.
La conferencia tuvo la bendición del premiado escritor cubano Leonardo Padura Fuentes, aunque él no estuvo presente, y esto puede haber ofrecido la mínima cantidad de apalancamiento político que permitió que sucediera. Pero sigue presente el hecho de que el gobierno cubano ha dado muchas evidencias de que, para él, Trotsky y sus ideas todavía son peligrosas; toda esta pequeña apertura es contradictoria, con un tira y afloja por parte de burócratas que actúan con reflejos tradicionales (anti-Trotsky), aparentemente sin ninguna política coordinada.
Un aspecto especial de la conferencia iba a ser la proyección de fragmentos del film documental, próximo a estrenar por Lindy Laub, Trotsky, el hombre más peligroso del mundo. Cuando le dijimos a Frank (soy la coproductora del film) que nos gustaría mostrar un resumen en la conferencia, se llenó de júbilo. Hasta quería que se estrenara en Cuba, imaginando una audiencia masiva y entusiasta. Acordamos en mostrar un tráiler de 21 minutos y un segmento de “Trotsky en el exilio en Prinkipo, Turquía, desde 1929 hasta 1933”, de 24 minutos, que incluía su lucha por lograr que los socialdemócratas y comunistas alemanes se unieran contra Hitler, su discurso en Copenhague y el suicidio de su hija, Zina, en Berlín.
Frank buscó rápidamente cómo asegurar un lugar para exhibirlo, y sólo halló que casi todos los cines en La Habana estaban cerrados para su film. Lograr un lugar público para mostrarlo resultó ser un obstáculo imposible de salvar. Nadie quería responsabilizarse de permitir que el fragmento de un documental incompleto, con simpatía hacia Trotsky fuera proyectado en sus salas. Finalmente, cuando parecía que el segmento fílmico no sería proyectado en la conferencia, Frank logró el permiso para proyectarlo en una pequeña sala en el Centro Cultural Cinematográfico (ICAIC). La publicidad para el espectáculo estuvo limitada a un pequeño anuncio y una difusión verbal en la conferencia. Pero se ocuparon todos las butacas, y hasta hubo quienes se sentaron en el piso, ocupando todo el espacio de la sala, y la audiencia estaba altamente excitada. García Hernández y su compañera, Lisbeth Moya González, una joven periodista, habían conseguido un milagro. Que realmente haya sucedido esta conferencia es ciertamente algo histórico.
Además de los recursos institucionales que recibieron del ICICJM, García Hernández tuvo el apoyo del Instituto de Filosofía, Casa Benito Juárez, que era el lugar donde se hacían los debates, y del Museo Trotsky en Ciudad de México. La ayuda organizativa provino de un grupo dedicado de pensadores afines: Ana Isa, Verde Gil y Yunier Mena Benavides, todos provenientes de Santa Clara.
Ellos lograron conseguir viviendas para los numerosos visitantes internacionales, ofreciendo almuerzos para todos los participantes durante las jornadas, y grupos dedicados de pensadores afines, pero no pudieron tener el programa de la conferencia impreso puntualmente. De modo que no hubo programas para el primer día, aunque para el segundo día se distribuyeron.
El salón estaba cubierto por hermosos afiches y cuadros, gracias a Gabriela Pérez Noriega, directora del Museo Trotsky. Ella también había traído cerca de 100 remeras con el retrato de Trotsky, 150 lapiceras con la marca de Trotsky, y lo más importante, 50 libros que el Museo donaba para distribuir en la conferencia. Todos fueron confiscados por agentes de aduana en el aeropuerto, que afirmaban que no podían permitirlos porque eran “mercancías” para la venta privada. El 16 de mayo, una semana después que terminó la Conferencia, Frank posteó una foto suya usando una remera Trotsky con una leyenda, “¡Llegaron las remeras, ahora, esto ha sido una gran victoria!”
Éxito
Cerca de 200 personas de todo el mundo pidieron participar en la conferencia, pero Frank tuvo que bajar el número a 80. Sin embargo, aún con 80 era casi imposible hallar un lugar para acomodarlos. Al final, hubo quizás 100 en la conferencia, incluyendo a 40 cubanos, y un notable contingente de latinoamericanos. Muchos eran jóvenes, aunque otros ya eran mayores. Provenían de Argentina, Austria, Bélgica, Brasil Canadá, Colombia, Francia, India, Alemania, México, Perú, Puerto Rico, España, Suiza, Turquía, Reino Unido, Estados Unidos y Venezuela. Nos habían dicho que cada uno tenía 15-20 minutos para presentar nuestras ponencias en paneles que se componían de seis locutores, pero hubo que reducir ese tiempo, debido a dificultades con la traducción. García Hernández había imaginado traducciones simultáneas en pequeños grupos, pero no tuvo los recursos para pagar equipos o traductores, de modo que un voluntario heroico traducía cada ponencia, renglón por renglón, o párrafo por párrafo, desde el escenario. La sustitución de la traducción simultánea por la consecutiva cortó drásticamente el tiempo para cada tesis por la mitad, forzando a reducciones draconianas con lo que se pudiera incluir. Pero la calidad de estos ensayos fue en general excelente, y eso que se trató de una amplia variedad de temas.
El panel de apertura fue hecho por Eric Toussaint, belga, sobre “Lenin y Trotsky confrontando a la burocracia y a Stalin”; Paul LeBlanc sobre “Trotsky contra Stalin”; Robert Brenner sobre “Trotsky, la Oposición de Izquierda y el campesinado”, y por mi parte, “la Oposición de izquierda dividida, las disputas entre Serge y Trotsky”. Hubo otros numerosos paneles sobre diversos aspectos de la vida, la política y el legado de Trotsky, incluso para Cuba.
Los participantes provenían de todo el espectro de la política trotskista: los “trotskistas ortodoxos”, los teorizadores del “capitalismo de estado” y los del “colectivismo burocrático”. También quienes representaban las principales interpretaciones de la “cuestión rusa”: las que elaboraron desde Ernest Mandel hasta Nahuel Moreno, Gerry Healy y Hillel Ticktin. Algunas sesiones cayeron en un sectarismo hostil (yo me ausenté de ellas). Pero en la mayoría, el tono era de entusiasmo y respeto. La sesión final fue dedicada a la historia del trotskismo cubano, y algunos de los presentes habían estado relacionados con los antiguos trotskistas cubanos.
Por muchas razones, la participación cubana fue inferior a lo que se esperaba; casi no hubo publicidad, y muy poco espacio en la Habana Vieja. Eso fue lamentable, dado que Trotsky es muy poco conocido en Cuba. Como lo puso de manifiesto Frank García Hernández, en su intervención:
“Extrañábamos a Trotsky. Nos faltó un Trotsky para comprender qué sucedió en la Unión Soviética, porque ninguno de los referentes del marxismo, como el Che Guevara o Fidel Castro, pudieron, por diferentes razones, dar una explicación sistémica de lo que había sucedido. Trotsky tuvo el coraje de haberlo hecho desde 1936, desarrollando un análisis sociológico que jamás conocimos, y para nosotros los cubanos ese es un análisis en el que estamos muy interesados.”
Para García Hernández y los organizadores, la conferencia fue un hito histórico y un importante paso adelante, y tienen absoluta razón en esta evaluación. A pesar de la fuerte y permanente hostilidad hacia Trotsky por parte del régimen, los organizadores realizaron una conferencia sobresaliente, que presentó a Trotsky de una manera amplia. Fue verdaderamente una gran hazaña, que solo fue posible en virtud del gran valor de Frank García Hernández.
El Instituto de Filosofía ha prometido publicar los textos del evento, y el Instituto Cubano de Inveigación Cultural Juan Marinello parece deseoso en colaborar en esta publicación. Si se hace, será la primera vez que un libro dedicado a Trotsky y los fenómenos socio-político-culturales generados a su alrededor que aparecerá en Cuba desde la década de 1960.
Artículo enviado especialmente para ser publicado en Herramienta
Traducción a cargo de Francisco T. Sobrino