Después de 24 años de vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se ha puesto sobre la mesa una renegociación de este, bajo una iniciativa del populista de derecha Donald Trump durante su campaña electoral y ahora como presidente de Estados Unidos, aunado a su retórica de odio contra los mexicanos.
Los principales objetivos de ese tratado eran: “facilitar la circulación transfronteriza de bienes y servicios, promover condiciones de competencia leal, aumentar las oportunidades de inversión, proteger y hacer valer, de manera adecuada y efectiva, los derechos de propiedad intelectual en cada país”. Ahora, en los detalles lo que se busca renegociar son las reglas de origen y salarios en la industria automotriz, fin automático del acuerdo cada cinco años y mecanismos de resolución de controversias, principalmente.
Para dos de las partes es un tema contra reloj debido a que en Estados Unidos deben ser aprobadas las modificaciones antes del cambio en el Senado, y en México hay elecciones federales con la incertidumbre de cómo las negociaciones pueden desestabilizar más al país en esta coyuntura, además de la dependencia de México a Estados Unidos con tan sólo el 80% de nuestras exportaciones (!).
¿Qué si debemos salir del tratado?
En sus inicios la idea de incluir a México en un acuerdo comercial fue una ventaja para las políticas neoliberales implementadas en México, que han mantenido el costo de producción por mano de obra por los suelos, y ahora vienen con la máscara de hermanos de la caridad con la consigna del aumento de salarios a los trabajadores mexicanos para disminuir la desventaja norteamericana, cuando se trata de decidir dónde se harán las inversiones de la industria. Es verdad que fueron millones de empleos creados en estos 24 años por inversión externa y que necesitamos no sólo aumento del salario mínimo, sino mejoras en las condiciones laborales para una vida digna, pero eso no se obtiene en un tratado de libre comercio con enfoque de negocios.
Trump argumenta que debido a este tratado se han perdido miles de oportunidades para los trabajadores estadounidenses, por ejemplo la planta automotriz de Ford que se construiría en San Luis Potosí y que terminó cediendo a las presiones de Trump son oportunidades que trabajadores mexicanos perdimos, no se trata de quitar a unos para dar a otros. La conclusión de la clase trabajadora es que este sistema es el que nos está arrebatando las oportunidades y nos pone a competir por las migajas, lo que necesitamos es una transformación socialista, con internacionalismo obrero, con una economía planificada que produzca lo que las familias de los trabajadores necesitamos para una vida digna.
No se puede hablar de competencia leal, cuando las tres partes no se encuentran en las mismas condiciones económicas y de desarrollo tecnológico e industrial, claramente, aunque califican a México como economía emergente, potencia en América Latina, es el país al que le toca jugar el rol de ser fuente de explotación de los recursos humanos y naturales, por ejemplo, fue este tratado parte importante que facilitó la entrega de los energéticos en la última reforma energética.
La postura de los representantes de México debería ser determinante al defender nuestros intereses como trabajadores y nuestros recursos, pero lejos de esto los principales puntos expuestos en la página oficial del gobierno sobre el TLC son:
1. Fortalecer la competitividad en la región para mantener el acceso preferencial para los bienes y servicios mexicanos, 2. Avanzar hacia un comercio regional inclusivo y responsable que fomente mayor participación de pequeñas y medianas empresas (¿México maquilador?), 3. Aprovechar el potencial derivado de los cambios ocurridos en la industria energética de México y 4. Consolidar el régimen legal de las empresas productivas del Estado que les permitan una operación comercial eficiente. Este posicionamiento se queda en la mera diplomacia, simular una defensa de los intereses de México, y casi rogar se continúe con el TLC siguiendo con políticas entreguistas y serviciales.
En marzo pasado la Casa Blanca anunció el 25% de aranceles para las importaciones de acero y el 10% para las de aluminio excepto para Canadá y México, poniendo como plazo el 01 de junio para esta excepción, este 31 de mayo Trump ha dicho que requiere condiciones justas para su nación para poder seguir con las negociaciones del TLCAN y se ha anunciado la implementación de aranceles para las importaciones de estos metales en los mismos porcentajes para Canadá, México y la Unión Europea. Situación que ha alarmado a los empresarios, pues con el fin de proteger su economía nacional Trump está desafiando la lógica del capitalismo con esta guerra comercial con destinatario final China, ya que es el principal productor de acero y aluminio en el mundo, además de ser una potencia económica, real competencia para Estados Unidos. México no es producto de aluminio, pero sí de acero colocándose en onceavo lugar a nivel mundial, como ya se comentó dependemos de las exportaciones a Estados Unidos y este sería un duro golpe para nuestra economía. La excepción de aranceles era sustancial en el TLCAN y ha quedado claro que para los capitalistas o ganan o ganan, sin importar lo firmado en ese papel.
¡Es urgente una transformación socialista que permita una economía sana sin competencia, sino con una producción planeada que evite estar jugando con los mercados para someter a una nación sobre otra!
¡Por un Comité Internacional de Trabajadores que construya un gobierno obrero! ¡No más competencia entre la clase trabajadora!