Teófilo Briceño, Centro de Estudios Francisco Bilbao.
En diciembre del 2024 se cumplieron 100 años de la muerte de Luis Emilio Recabarren Serrano y varias fueron las actividades realizadas en torno a su figura. Sin embargo, actividades como charlas e incluso la presentación de libros tuvieron la característica de ser actos escasos y de poca audiencia. Para qué mencionar hechos políticos en torno a la centuria de su lamentable muerte: ninguno.
Como Centro de Estudios Francisco Bilbao (CEFB) intentamos hacer varias cosas, pero todas de reducida asistencia -o a nuestra escala- como las describió un amigo. La figura y legado de Recabarren, como símbolo de un movimiento que marcó décadas de nuestra historia, merecía y merece mucho más.
Sin embargo, este escaso impacto tiene razones o explicaciones muy de fondo, ideológicas principalmente, y desde el lugar en el que se encuentre este obrero tipógrafo porteño, autodidacta y primer pensador y organizador marxista en Chile, nos llama a la reflexión.
Recabarren y su papel en nuestra historia tienen un claro desarrollo, una historia de lucha marcada por sus vivencias e influencias epocales.
Bien lo explica en sus charlas el historiador Sergio Grez Toso, uno de los académicos que más defiende el legado y la importancia del llamado padre del movimiento obrero, definición que, hay que decirlo también, Grez Toso no comparte, porque afirma que el nombre de «padre» es injusto para con cientos o miles de trabajadores que constituyeron el movimiento obrero y luego el movimiento de los trabajadores organizados y clasistas.
Hay muchos Recabarren y en general se lo lee o retrata como si fuera un personaje inmutable, que no cambió a lo largo de su historia. Pero hay que recordar que Recabarren, siendo muy joven, fue miembro del Partido Demócrata (liberalismo popular), luego socialdemócrata; y finalmente, en sus últimos 6 años, un comunista radical, que reivindicaba la dictadura del proletariado y el uso de la violencia revolucionaria, mencionando en sus escritos a Lenin y Trotsky.
Como suele suceder en estos casos, críticas y valoraciones no son neutrales y tienen que ver con las posturas políticas y el tiempo de quien analiza su figura, así como de su posicionamiento epistemológico. Sin embargo, es posible realizar una clara trazabilidad de su rumbo político. Fue desde el centro hacia la izquierda. Nunca al revés.
Y la razón de fondo de la poca valoración en la actualidad de una de las figuras más relevantes de nuestra historia, se encuentra precisamente en que en las últimas décadas el camino ideológico recorrido por la izquierda chilena, aquella que dice reivindicar al gobierno de la Unidad Popular, es contrario al recorrido de Luis Emilio Recabarren.
Podríamos afirmar que esta izquierda ha escorado lastimosamente hacia la derecha con el correr de los años, y la obtención de puestos públicos. Estos personajes fueron comunista/socialista (marxista en sus diferentes variantes), luego socialdemócratas y finalmente en su versión juvenil frente amplistas.
Y esta “degradación” resulta sin duda alguna lamentable y dramática para los trabajadores chilenos por sus perniciosos efectos en el mundo popular, pues estos izquierdistas conversos fortalecen las Isapres, las AFP, las leyes antiterroristas, los TLC negativos para nuestra soberanía, etc., y al parecer no hay fondo para frenar este verdadero naufragio ideológico.
«Son épocas distintas», se defenderá más de alguno, sin sonrojarse ni arrugar su frente, lograda a fuerza de genuflexiones.
En los albores del capitalismo chileno (Taylorismo – Fordismo), la lucha de clases era evidente para los trabajadores, pues vivían en condiciones paupérrimas. Había un enemigo claramente visible, los patrones que explotaban hasta más no poder y eso influyo sin duda en el cambio de liberal populista a marxista radical experimentado no sólo por Recabarren sino por muchos otros trabajadores.
Esa lucha obligó a los explotadores a generar un Estado con características de bienestar (no un estado de bienestar, precisaría el politólogo Gómez Leyton), un régimen de gobernanza que les asegurara sus negocios en el marco de un poder obrero en crecimiento, hasta el periodo 70-73, en el que las clases dominantes, ante el avance popular, dijeron basta y sentenciaron: nunca más una Unidad Popular.
Vino entonces lo que todos conocemos, la revolución neoliberal impuesta a sangre y fuego con el ariete asesino de las FFAA y Carabineros, y se engendró un cambio radical, la negra noche del Chile neoliberal que vivenciamos hasta la actualidad. Y todo lo alcanzado por el movimiento obrero y popular se perdió. Incluso la conciencia.
Y el nuevo modo de producción parió nuevos sujetos populares donde el centro es el individualismo, en una etapa “asocial”, con todas las degradaciones que conocemos y que lamentablemente predominan. El enemigo central ya era difuso, menos detectable a simple vista.
Las estructuras sistémicas hicieron lo suyo, en medio del derrumbe mundial de lo que conocimos como el campo socialista, que unido al renovador y reformador papel de las ciencias sociales de Occidente terminó por moldear a la izquierda existente, otrora Unidad Popular, de revolucionario, comunista, a socialdemócrata, a liberal y hoy, ya ni siquiera popular. Para estos grupos políticos ya no existe la lucha de clases (y si se nombra es casi una referencia culturalista). «¿Te acuerdas, cuando pensábamos que había lucha de clases?… que locos éramos», dirán algunos en el veraneo en San Alfonso del Mar o en algún bar de Plaza Ñuñoa.
¿Qué interés tendrían en conmemorar a Recabarren?, poco o ninguno obviamente. Es como un pariente desubicado que en la mesa incomoda, es parte de tu historia pero hay que meterlo debajo de la alfombra pues ya no es lo mismo. El mundo cambió y la viejecita del tema “Cuándo llegará el socialismo”, de Mauricio Redolés, les resulta evidentemente molesta. De igual manera sucede con Francisco Bilbao, más valorado fuera de nuestras fronteras que acá.
Las figuras rebeldes no son apetecidas hoy día. Deben primar figuras aceptadas por los nuevos aliados, como la llamada derecha democrática. Si hasta Piñera fue un hombre no comprendido, dijo el presidente Gabriel Boric. “Durante su gobierno las querellas y recriminaciones fueron en ocasiones más allá de lo justo y razonable. Hemos aprendido de ello y todos debiéramos hacerlo”, sentenció el joven mandatario.
Pero hay esperanza. Si bien todo es nuevo, también todo es antiguo al mismo tiempo.
Hay cosas radicalmente nuevas, inéditas en la historia, la fragmentación social, incluso la fragmentación al interior de las personas, que nos está llevando a la locura, las nuevas necesidades (falsas, que ya son verdaderas), el cambio tecnológico individualista, el cambio de la noción de tiempo y espacio, etc.
Junto con estas novedades, también son radicalmente viejas la explotación, la dominación, la injusticia, la infelicidad humana, aunque los dominados vivan en la fantasía de una “felicidad” vaciada.
El mundo y Chile, corazón del neoliberalismo, tienen problemas brutales y los fantasmas vuelven a aparecer para los dominadores. La historia para nada ha terminado y la lucha de clases vuelve porfiadamente.
Los caminos de Marx son insondables y en esa senda de cambio, la figura de Recabarren recorre nuestro país para convocar, como en 1905 a través del diario El Proletario, de Tocopilla: “Abre tus ojos, pueblo, y verás la verdad. La libertad no la tienes y debes prepararte para conquistarla”.
Febrero 2025, desde el corazón del neoliberalismo.