Comienzan a sufrir las tiendas partidistas que conformaron (o que aún conforman) el ‘duopolio. ¿De regreso al siglo veinte? Si ello ocurre, significa que en Chile el neoliberalismo salvaje fracasó de cabo a rabo
Arturo Alejandro Muñoz
Lo que siempre se miró cual virus mortal y hubo una lucha abierta para impedir su arribo, finalmente logró atravesar trincheras, comisiones y tiendas partidistas para sentar sus reales en la colina de la política criolla. Los temidos “tres tercios” ya aparecieron tímidamente y amenazan prosperar para quedarse largo tiempo en este nuevo escenario.
¿Qué pudo haber ocurrido para dejar cancha libre al avance de este adversario tan temido por los partidos que conforman el duopolio? Los factores causales han de ser múltiples, pero lo mendable es resaltar aquellos que son fácilmente distinguidos por el ojo ciudadano, partiendo de la certeza que el triunfo derechista en la última elección presidencial es sólo un efecto más del desgaste experimentado por la centroizquierda, aquella que cuenta con presencia parlamentaria desde 1990 y ha participado en todos los gobiernos de la coalición duopólica.
Pero, en todas las administraciones en manos de esos socios neoliberales, nunca se inquirió a los ciudadanos el tipo de ideología que deseaban, o que mejor les representaba. Ni siquiera es posible argüir que los socios de la cofradía duopólica están de acuerdo en lo que no desean, entendiendo que poseen divergencias profundas en lo que sí desean para Chile, su gente y para ellos mismos. Podría suponerse que al menos concuerdan en no querer nuevamente una dictadura a cargo de la administración del país, pero asegurar eso es también correr un albur que podría terminar en franco desengaño.
¿Social democracia, liberalismo democrático, capitalismo ortodoxo, socialismo institucional, republicanismo, social cristianismo, conservadurismo, nacionalismo? No se sabe, pues nunca se ha indagado en los electores tamaño asunto; sólo hubo acuerdo (entre la derecha y la centro izquierda) en administrar un modelo económico que en sus inicios fue un experimento puesto a prueba por economistas estadounidenses de tendencia ultra conservadora, los que no contaban en su propia patria con autorización ni probabilidad alguna de experimentar allí el modelo que deseaban esparcir por el planeta. Lo hicieron en Chile, primero gracias al terror que inspiraban las bayonetas, y luego mediante la entusiasta participación de profesionales y empresarios criollos que anidaban en sus almas el más profundo interés por reducir, a niveles mínimos, el tamaño y el poder del estado.
Antes de la ocurrencia del genocidio golpista de la derecha empresarial-política-militar, la balanza se encontraba equilibrada en Chile. El escenario político se dividía, básicamente, en tres grandes sectores: derecha, centro e izquierda. Ninguno de ellos, por sí mismo, contaba con fuerza suficiente para gobernar sin requerir de los aportes y voluntades de uno de los otros dos sectores.
Esos fueron los años de los recordados “tres tercios”. Un tercio izquierdista, un tercio derechista y otro tercio del centro. Eran los tiempos donde trabajadores, pobladores, estudiantes y chilenos de a pie, contaban con la certeza y tranquila esperanza de que sus intereses estaban escudados legislativamente en ambas cámaras del Parlamento merced a la presencia, fuerte presencia, de representantes de partidos populares en ese hemiciclo. Así venía sucediendo desde el lejano año de 1925.
El golpe de estado de 1973 barrió con todo aquello, y posteriormente el lamentable ‘duopolio’ se encargó de enclaustrar cualquier posibilidad de representación popular auténtica en el poder legislativo y, por cierto, en la presidencia de la República. Era lo que exigían las instituciones del neoliberalismo salvaje (Banco Mundial, FMI) y sus representantes políticos sitos en la capital de la potencia universal, Washington.
Pero, las cuentas del almacenero, una vez más, no cuadraron y la estantería neoliberal comenzó a moverse con bamboleos severos que anunciaron problemas serios y futuro incierto. Tal vez de azaroso rebote, vale decir involuntariamente, este segundo gobierno de Sebastián Piñera está abriendo puertas al regreso de los nunca bien ponderados “tres tercios”, esos mismos que el actual establishment rechaza y ataca.
Ello ha comenzado a mostrar sus perfiles. Algunos democristianos, socios endebles del centroizquierdismo, pero admiradores silentes del pinochetismo ‘chicaguiano’ -como es el caso de Mariana Aylwin, Ignacio Walker, Jorge Burgos, René Cortázar, Andrés Zaldívar y Gutenberg Martínez-, anuncian la agonía del bloque que comenzó llamándose “Concertación” y que ahora, rebautizado circunstancialmente como ‘Nueva Mayoría’, se remece en estertores que preconizan la fuga del PDC (y tal vez de buena parte del ‘laguista’ PPD) a las trincheras donde les esperan miembros de esos colgajos del derechismo fundamentalista guzmaniano conocidos como “Evópoli”, Fuerza Pública”, “Amplitud” y otros similares.
La otrora triunfante Concertación/Nueva Mayoría se ve enfrentada hoy a diseñar, estructurar y aplicar un sistema que le resulta, en cierta medida, preocupante: ser gobierno nuevamente. Los 20 años de exitosa gestión económica en beneficio del gran capital y del empresariado (¿alguien, en su sano juicio, lo duda?) han sido puestos en tela de juicio no solamente por la ciudadanía, sino también por varios de aquellos “eméritos” representantes de algunas de las tiendas partidistas que conforman esa coalición.
Gracias al derrumbe que se avizora al interior de una fatigada y desunida “Nueva Mayoría”, la coyuntura sociopolítica ha hecho posible que hoy sea la hora de que resucite la izquierda, ya que esta corriente es la única que podría aglutinar a los anti pinochetistas y antiderechistas detrás de un programa común, por lo cual la acción anti-Piñera que se avecina y que amenaza explotar en el segundo semestre de este año 2021, promete ser democráticamente fuerte.
La Derecha, su mala historia… y los temidos tres tercios
Lo anterior no es entendido ni leído de tal manera por la mayoría de los simpatizantes de la derecha, quienes olvidaron (o quizá nunca lo leyeron correctamente) que el 48,3% del país electoral es antiderechista, y a ello tienen que agregar a miles y miles (millones en verdad) de chilenos que no están inscritos, pero que viven, trabajan, sufren y esperan días mejores en las poblaciones, en las universidades, en las industrias, en los campos, en las zonas mapuche, en el extranjero, etc
Olvidaron también (muy convenientemente) que la Derecha ASESINÓ a miles de personas…sólo la Derecha ha cometido tamaños crímenes. Recordar Santa María de Iquique (3.000 mineros, mujeres y niños asesinados), mientras Pinochet, con apoyo de Novoa, Longueira, Allamand, Kast, Melero, Coloma, Hernán Larraín, Cristián Labbé, etc., asesinó a mas de 5.000 personas (incluyendo atentados terroristas ‘oficiales’ en el extranjero), y un largo etcétera que, respecto de Chile, exigiría un artículo de mayor volumen y prosapia.
Olvidaron que la Derecha fue la que se presentó en la ONU (Sergio Diez) asegurando, el año 1974, que en Chile «NO HABÍA TORTURADOS, ASESINADOS NI PRESOS POLÍTICOS». Además, esa misma Derecha que hoy apoya a Piñera SE ROBÓ el año 1987 nada menos que 78 empresas estatales gracias a la ‘donación’ de Pinochet por ayuda prestada a su régimen totalitario (entre otras magníficas y exitosas empresas, estaban Inacap, Cap, y el cobre), lo que haciendo los ajustes monetarios correspondientes, bien podría significar una suma que supere los veinticinco mil millones de dólares.
Eso lo saben RN, la UDI y Piñera, y saben que las facturas tarde o temprano se cobran. Por ello tratan desesperadamente de lograr apoyos en algunos miembros del PDC, del PRSD, del PPD y de uno que otro grupúsculo políticamente inestable, ya que carecen de mayoría para obtener por tercera vez el gobierno y mayoría también en el Congreso Nacional con el propósito no sólo legislar nuevas apropiaciones de recursos fiscales y ‘concretizar ad infinitum’ las actuales, sino, también, para que nadie ose investigar oficialmente el verdadero origen de las fortunas de algunos ‘respetados’ empresarios actuales que fungen como grandes chilenos, mecenas y ejemplos de esfuerzo, sacrificio y capacidad. El propio Piñera entre ellos.
El naipe se está barajando de nuevo. La presencia totalitaria del neoliberalismo escindido (o producto) del triunfo capitalista de 1989 -ese de la balanza que cedió sus platillos a un único sector-, se enfrenta ahora a una realidad que, supongo, los ‘capos’ del FMI o del Banco Mundial o de Casa Piedra tenían presunciones de que el descalabro podría ocurrir: que el sistema neoliberal salvaje no tuviese ya nada más que ofrecer a la sociedad civil chilena, y que en ese sentido la brecha económica y el clasismo rampante siguieran in crescendo anunciando futuros peligros (para ellos, claro está).
Ante este escenario, el pavor de los derechistas y sus cipayos se centra en el crecimiento de una potencial unidad de los movimientos sociales con grupos y referentes de una izquierda extra parlamentaria que, hoy (sin duda ninguna), ya está aglutinando –paso a paso- a vastos sectores del quehacer nacional, lo que podrá ser confirmado o desmentido en los próximos comicios donde se juega la futura Constitución Política y la administración de alcaldías y gobernaciones.
Digamos que para ciertos sectores de la llamada ‘izquierda oficial’ (PS, PPD) estos asuntos tampoco son de tono menor. Desde el Partido Socialista, hace no mucho tiempo, quien fuera su vicepresidente, Camilo Escalona, había declarado que si la DC llegaba sola a una primera vuelta “sería un cambio cuyas consecuencias son imprevisibles, porque significaría modificar y alterar el conjunto de la cultura política con la cual se ha restablecido la democracia desde la campaña del No hasta ahora. Se volvería a los tres tercios. Eso no es poco”.
Los socios neoliberales DC/PS/PPD/PRSD, así como también la Derecha, sienten que el tsunami de los tres tercios se viene con olas gigantes en los próximos meses. El sismo político ya ha comenzado.
“La hegemonía y el poder de la clase política
ha intervenido en la
rebeldía cotidiana de los ciudadanos,
y ha colonizado todas las conquistas
populares desde el 18 de octubre;
mientras no exista un partido popular
que resuelva los dos tercios dictatoriales
en tres tercios ideológicos en la
política chilena, solo
hay indicios y no proyecto de sociedad.
(Releyendo a Gramsci)”
Walterio Barra Cabello
Filosofo chileno
Guadalajara,2021