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¡LO BUENO, LO MALO Y LO FEO DEL PROGRAMA PRESIDENCIAL DE JEANNETTE JARA!

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Un análisis crítico y dialecto

En la vorágine de una nueva elección presidencial en Chile, el programa de Jeannette Jara, respaldado por la coalición de izquierda oficialista (ex Concertación, Frente Amplio y Partido Comunista), se presenta como una carta ambiciosa, redistributiva y progresista. Sin embargo, como todo proyecto político serio, merece ser desmenuzado críticamente desde sus promesas hasta sus contradicciones. Este es un ejercicio necesario para no caer en la fe ciega ni en el rechazo mecánico. Aquí va, sin rodeos:

✅ LO BUENO: Una apuesta por la dignidad material

El corazón del programa —centrado en la demanda interna, el fortalecimiento del Estado y la justicia redistributiva— toca fibras sensibles de una sociedad cansada de abusos y precariedades. Propuestas como el salario mínimo vital de $750.000, la empresa nacional del litio, la negociación colectiva ramal y una reforma tributaria para gravar a los súper ricos, suenan como una bofetada al modelo neoliberal de los últimos 40 años.

También se valoran los gestos concretos hacia la autonomía económica de las mujeres (sala cuna universal), la infraestructura regional (trenes, Biotren) y la inversión masiva en vivienda pública como derecho y no como negocio.

Aquí hay una clara intención de romper con la política de los parches y apostar por una estructura de bienestar más sólida. En teoría, es un programa que busca corregir décadas de concentración económica y abandono territorial. Esa intención, hay que reconocerlo, no es menor.

⚠️ LO MALO: Diagnóstico acertado, herramientas débiles

Sin embargo, el programa cojea cuando se trata de mostrar cómo hará viable lo que promete. ¿Cómo se pagarán las promesas sin una reforma tributaria ya fracasada en el Congreso? ¿Qué hará diferente Jara para que la élite no le pase por encima como a Boric? ¿Cuál es el plan B si el Parlamento no coopera? ¿Cómo enfrentarán la resistencia empresarial al salario vital o al control del litio?

El riesgo es que muchas medidas terminen siendo letra muerta o capturadas por tecnócratas conciliadores, como ha ocurrido tantas veces en la historia chilena. La idea de un Estado protagonista suena bien, pero no se construye con buenas intenciones ni equipos reciclados. Hay poca claridad sobre el ritmo de los cambios, los costos políticos, y los límites que pondrán a los grupos económicos que ya han demostrado que no sueltan fácilmente el poder.

Además, algunas medidas clave (como la política de seguridad) siguen el mismo tono institucionalista, sin tocar el fondo del problema: la narco-corrupción estructural del Estado, la militarización del Wallmapu, y la crisis ética de las policías.

❌ LO FEO: El pacto con la moderación y el fantasma de la gobernabilidad

Lo más preocupante del programa no está en lo que dice, sino en lo que calla. Jara insiste en que no quiere «refundar», que busca una “gran coalición”, que no va a romper el sistema, sino corregirlo. Eso puede sonar realista, pero también revela un peligroso síndrome de la Concertación 2.0: moderar el discurso para no incomodar a los poderes fácticos.

El coqueteo con figuras como Mario Marcel o los guiños al empresariado “progresista” recuerdan demasiado a los gobiernos de Lagos, Bachelet o Boric: proyectos que prometieron cambios, pero que terminaron administrando el modelo, con ministros serviles al mercado y promesas archivadas.

Además, ¿cómo se va a combatir la concentración económica con aliados que han sido parte de ella? ¿Cómo construir una soberanía popular real si el proyecto se arma desde arriba, entre partidos debilitados y sin movilización social real?

La candidata puede tener intenciones genuinas, pero sin el respaldo de un movimiento social autónomo, organizado y exigente, este programa corre el riesgo de ser otro episodio de frustración popular. Un nuevo espejismo.

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