viernes, noviembre 22, 2024
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LIBRO / Repensar el sur: Las luchas del pueblo Mapuche | Nuevos vientos de weychan* en Abya Yala. Una reflexión preliminar a modo de introducción

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La cátedra Jorge Alonso junto al Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales -Clacso- y la editorial independiente de Chiapas, Retos, acaban de lanzar el libro “Repensar el sur: las luchas del pueblo mapuche”, un esfuerzo colectivo sobre las resistencias en Wallmapu y Chiapas, donde comparten su palabra Pablo Mariman, Moira Millan, Xochitl Leyva, Patricia Viera Bravo, Raul Zibechi, Carlos Alonso, Jorge Alonso y Edgars Martínez. A la vez, a lo largo del libro se podrán apreciar fotografías de distintos procesos de resistencia mapuche captadas por Julio Parra y una pequeña muestra poética de Juan Jerónimo Lemus en apoyo, desde Cherán, a los presos políticos mapuche. A continuación compartimos el primer capítulo del libro, escrito por Edgars Martínez Navarrete.


Aún bajo los nocivos efectos pandémicos del COVID-19, el ciclo de impugnación comunitaria y popular al capitalismo neoliberal abierto durante el 2019, continúa vigente. Las movilizaciones acontecidas en Haití, Honduras, Ecuador, Colombia, Chile y en otros lugares del mundo, pusieron en cuestión el ascenso imperialista de las derechas latinoamericanas, la mercantilización de los derechos sociales y el continuum extractivista en la región. No obstante, tales experiencias de antagonismo representan sólo una parte de lo que las resistencias indígenas han combatido por largo tiempo. La consigna Mapuche “no son 30 años sino 500 años”, célebre desde la rebelión de octubre en Chile, exhibe la trascendencia de estas luchas no tan sólo frente a su condición actual de sometimiento, sino ante la continuidad del despojo y las violencias coloniales imbricadas históricamente para sostener las tramas de la dominación y explotación sobre los pueblos.

Vuelven a correr vientos de weychan en Abya Yala. Luchas que enfrentan la precarización contemporánea del neoliberalismo pero que, a la vez, se proponen desmontar las lógicas de poder y acumulación heredadas tras siglos colonialismo. El presente libro, publicado gracias a la Cátedra Jorge Alonso1, se propone reflexionar sobre tales potencialidades de los procesos de insubordinación indígena en el continente. Para esto, recoge valiosos análisis situados en dos epicentros de las resistencias comunitarias; el Wallmapu2 y Chiapas. Aunque la mayoría de los textos se centran fundamentalmente en la larga tradición antagonista del Pueblo Mapuche, una parte de estos examina las vinculaciones, avances y desafíos compartidos entre ambos territorios hermanados por su historia de despojo, persistencia y por la emergencia contemporánea del movimiento Mapuche autonomista y el Zapatismo.

a. Las largas causas de octubre para el pueblo Mapuche: colonialismo, despojo y capitalismo neoliberal

Esta tradición de antagonismo que caracteriza al pueblo Mapuche maduró como un aspecto propio de su matriz cultural en tanto fue una respuesta, primero, de soberanía territorial y, luego, de sobrevivencia, a los ininterrumpidos ciclos de ocupación militar, política y económica impuestos desde la conquista en el siglo XVI. La “Pacificación de la Araucanía” (1861-1883), que arranca en la segunda mitad del siglo XIX impulsada por un capitalismo ávido de materias primas y una elite sedienta de riqueza, marca ese “antes” soberano y ese “después” sobreviviente. Previo a tal proceso, y luego de un extendido conflicto bélico denominado “Guerra de Arauco”, las relaciones de la nación Mapuche con las estructuras del colonato español y con las Repúblicas chilenas estuvieron mediadas por numerosas instancias de acuerdo político conocidas como Parlamentos, celebrados durante los siglos XVII y XIX. En estos se fijaron los límites territoriales y las lógicas de vinculación entre ambos pueblos, los cuales fueron violados por el Estado de Chile que, necesitando acaparar tierras para ampliar su integración al sistema-mundo capitalista, invadió el Ngulumapu masacrando a su gente, provocando el arrinconamiento de las comunidades (o lov) a pequeños predios y forzando la incorporación de la fuerza de trabajo indígena a los ciclos de explotación capitalista. En paralelo, al otro lado de la cordillera, el ejército argentino desplegaba un exterminio similar al que le llamaron la “Conquista del Desierto” (1878-1885).

Para el caso del Ngulumapu, es posible identificar al menos cuatro procesos históricos fundados violentamente en este periodo y extendidos por gran parte del siglo XX, algunos de los cuales, aunque con lógicas encubiertas, siguen vigentes. En primer lugar, el arribo de cientos de familias colonas que buscaban hacer “productivas” las tierras Mapuche, instalándose bajo una modalidad colonialismo de asentamiento (Wolfe, 2006) “en torno al despojo-posesión de la tierra-territorio, la dominación racial, una lógica de eliminación, genocidio y desintegración de los pueblos indígenas como sujetos políticos colectivos” (Nahuelpan et al., 2020)3. Luego de la derrota indígena, se formaron enclaves coloniales que determinaron las relaciones de poder y los mecanismos de acceso a la tierra en toda la nación Mapuche.

En paralelo a esta lógica de asentamiento colonial, ocurrieron diversos acaparamientos de grandes extensiones territoriales mediante la corrupción, el traspaso ilegal de propiedades o, simplemente, la ocupación de facto de la tierra indígena. Tanto jueces, notarios como funcionarios públicos se coludieron con la avanzada colona para hacerse de las propiedades Mapuche y posteriormente legalizarlas como fundos, haciendas u otras modalidades de propiedad privada.

En tercer lugar, con la victoria del ejército chileno se inicia un proceso de radicación en todo el Ngulumapu, el cual tuvo como finalidad establecer en pequeñas propiedades o minifundios a las disgregadas colectividades Mapuche. Las pocas tierras disponibles para estos efectos fueron inscritas en los famosos “Títulos de Merced” y entregadas a cientos de familias, naciendo así las reducciones, nombre con el cual se conoció a la comunidad indígena por todo el siglo XX. Con avances y retrocesos, podríamos decir que en la actualidad sigue predominando en el mundo Mapuche no movilizado esta lógica organizativa tanto política como territorialmente, siendo reconocida en términos jurídicos bajo la Ley Indígena de 1993.

Por último, en cuarto lugar, finalizado el proceso de radicación hacia la década del 30 y con el territorio Mapuche completamente arrinconado, se impulsa poco a poco la industria maderera con el fin de hacer productivos los latifundios y algunos minifundios de la zona. Las expresiones más contundentes de esta iniciativa dieron fruto durante la Unidad Popular, formándose numerosas cooperativas de perfil forestal. No obstante, el proceso de contrarreforma agraria de la dictadura pinochetista revirtió tales avances de socialización estatal, los privatizó y convirtió sus fundamentos económico-políticos hacia lógicas de carácter capitalista neoliberal. En este contexto, y con una reciente Constitución Política elaborada entre cuatro paredes por los intelectuales del régimen cívico militar, los antiguos fundos y minifundios fueron rematados a bajos precios y acaparados por grupos económicos y familias adineradas que, aprovechando su condición de privilegio y las dádivas de la dictadura, expandieron las plantaciones forestales y otros rentables negocios por todo el Ngulumapu.

Las postrimerías del siglo XX para el pueblo Mapuche, al igual que para el pueblo chileno, significaron pobreza, endeudamiento y persecución. Las promesas del neoliberalismo nunca existieron para todos y todas, menos para las comunidades indígenas. Mientras el negocio forestal seguía acumulando ganancia y extendiéndose sin límites, el pueblo Mapuche controlaba menos del 10% de su territorio ancestral. La lógica neoextractivista, rentista y precarizante del capital tiranizó la realidad del Ngulumapu y, básicamente, la realidad de todo Chile. El movimiento Mapuche autonomista emergió y se posicionó rápidamente sobre otras posturas más institucionales4 con el fin hacer frente a tal condición de sometimiento. Las comunidades y lov se insubordinaron, pero el Estado los reprimió aplicándoles de manera inédita la Ley Antiterrorista y otros mecanismos de hostigamiento. Las huelgas de hambre constituyeron formas de protesta obligadas antes tales injusticias; a tal punto, que hace pocos meses más de treinta presos políticos Mapuche concluyeron una huelga de hambre que duró más de cien días y, aún así, el gobierno no accedió a sus demandas.

Desde las ciudades, el movimiento estudiantil hacía lo suyo ante la privatización de la educación. Por casi tres décadas, ambos movimientos configuraron la trinchera de resistencia en una sociedad apática y pseudo-convencida del modelo neoliberal. No obstante, pese a las manifestaciones y a la emergencia del movimiento feminista que abrió nuevas vetas de impugnación, la lógica de privatización ya estaba enquistada en el sistema de pensiones, en la salud, el transporte, la vivienda, el agua y en todos los derechos sociales. Comenzaba a crecer un descontento subterráneo en la población, y la clase política, en plena segunda década del siglo XXI, seguía disfrutando los beneficios del “milagro chileno”, tal como lo llamó Milton Friedman. Al parecer, los síntomas de una sociedad colapsada solo eran tomados en serio por un puñado de intelectuales que nadie leía. Pero el 18 de octubre de 2019, esa indignación explotó y se masificó. Decenas de secundarias le abrieron los ojos a un país entero y demostraron, ante el alza de la tarifa en el transporte público, con protestas y evasiones en el metro de Santiago podía desplomarse la fragilidad hegemónica del modelo neoliberal. Como es costumbre en Chile, el gobierno respondió con una represión extremadamente violenta. Pero esto no bastó y el oasis neoliberal ardió en llamas por alrededor de 6 meses: sin soltar las calles ni los territorios, organizándose desde abajo y obligando al gobierno y a la clase política a firmar un acuerdo que diera inicio a un proceso constituyente. La pandemia del coronavirus, fue el único fenómeno que logró obstaculizar el avance del levantamiento de octubre.

b. Las tensiones irresueltas del proceso constituyente: plurinacionalidad, represión y autonomía

Es importante remarcar que la histórica victoria popular del 25 de octubre recién pasado fue consecuencia de largos meses de protestas y movilización territorial. Gran parte de la herencia organizativa rebelde, anidada y transmitida por décadas bajo los pantallazos del “jaguar latinoamericano”, irrumpió con fuerza en una sociedad cansada de las injusticias neoliberales, de la privatización de los derechos sociales, agobiada por el endeudamiento como único mecanismo de sobrevivencia y por la agudización del extractivismo y la criminalización en los territorios. En resumidas cuentas y guardando las proporciones: por primera vez, desde 1970 con el triunfo de la Unidad Popular liderada por Salvador Allende, el pueblo es victorioso en las urnas resultado de una insubordinación de masas. Lo que está en juego no es menor, y aunque es un proceso inestable y amenazado de ser cooptado políticamente por la derecha y la centro-izquierda defensora del modelo, abraza una potencialidad antagonista capaz de desestructurar los pilares del oasis neoliberal.

No obstante, la apertura del proceso constituyente en el país del sur vuelve a expresar nuevos y viejos desafíos para el movimiento Mapuche autonomista y la sociedad chilena movilizada. En primer lugar, resulta urgente debatir la idea de que la coyuntura constitucional implica, necesariamente, una posibilidad para avanzar en la transformación plurinacional del Estado y su carta magna. Más aún, sería importante reflexionar si esta aspiración supone o se direcciona a buscar un cambio estructural en las relaciones de poder y en las fuerzas económico políticas que mantienen el despojo y la violencia colonial en el Wallmapu. Tales planteamientos han sido propugnados con insistencia desde Santiago y otros centros urbanos por algunos académicos Mapuche, ciertos intelectuales indigenistas y diversos dirigentes políticos cercanos a la institucionalidad neoliberal.

Sin embargo, aunque es real que desde el levantamiento de oc-tubre la wenufoye5 flameó como la bandera icónica de las protestas a nivel nacional y que, a la par, manos chilenas y Mapuches derribaron numerosas estatuas representativas de la aristocracia colonial republi-cana, a nuestra consideración, tales manifestaciones expresaron rasgos específicos de una adscripción simbólica común que no logró ni ha lo-grado fraguarse en una alianza de construcción que sustente una vía plurinacional (Martínez, Olivera y Parra, 2020)6. Para Héctor Nahuelpan (2020)7, tal identificación compartida entre ambos pueblos fue posible, en cierta medida, debido al paulatino vaciamiento identitario que la chilenidad ha representado para los sectores populares históricamente marginados por la avanzada del imaginario supremacista criollo here-dado del colonialismo.

Nuestro parecer es que una aspiración plurinacional sin sustento en el control territorial autónomo, urbano o rural, en la reconstrucción socio-cultural soberana de los lov Mapuche y en el weychan, es una vía con pies de barro. Una legitimación de la institucionalidad que ha perpetuado la exclusión de los pueblos indígenas dirigida a obstaculizar una transformación contrahegemónica de la misma y, tal como observamos antes, una maniobra política de ciertos sectores basada en una lectura selectiva de la historia que desconoce la persistencia del andamiaje colonial. Por el contrario, consideramos, más bien, que a partir de la revuelta de octubre se desencadenaron signos expresivos de una “rebeldía plurinacional” (Martínez, 2020d)8, fenómeno materializado, incipientemente y desde abajo, por cuestiones tácticas y reivindicativas como la relativa legitimación de la violencia política en tanto mecanismo de autodefensa, aspecto tradicionalmente contenido en el weychan Mapuche. La “primera línea”, integrada por miles de hombres y mujeres encapuchados dispuestos a proteger a las manifestaciones masivas de la represión policial, actuó como una colectividad amplificadora del repertorio de protesta que por décadas el movimiento Mapuche autonomista reivindicó sin titubeos.

Esta primera tensión, donde el movimiento autonomista determina una línea y estrategia propia, se ilustra con claridad en el último comunicado de la Coordinadora Arauco Malleco-CAM, organización autonomista Mapuche, el cual fue publicado el 31 de octubre de 2020:9

“…en el Wallmapu la situación es distante a tal pseudo realidad san-tiaguina, ya que el racismo y fascismo exacerbado sigue sometiendo a nuestro pueblo y en nuestros trawün, palin, nguillaimawün no es tema la participación en su institucionalidad plurinacional; aquí se vive el weychan, la represión, el control territorial y la resistencia…”

En segundo lugar, es importante reflexionar sobre el contexto de impunidad donde se desarrolla el proceso constituyente; un escenario caracterizado por el despliegue represivo del Estado sobre la amenaza de consolidarse tal rebeldía plurinacional. Maniobra coactiva que funciona, como de costumbre, reactualizando los añejos mecanismos doctrinarios de la estrategia de seguridad nacional. En Chile, finalizando la dictadura, con el agotamiento de la izquierda revolucionaria y el ascenso del movimiento Mapuche autonomista, la figura del enemigo interno se trasladó paulatinamente desde el clásico aparato guerrillero hacia el weychan territorial, criminalizando bajo una lógica racial a la lucha indígena. Para asegurar la acumulación de capital, las elites económicas y la clase terrateniente instalaron la idea del terrorismo en el Wallmapu, la cual se fraguó, en términos mediáticos, por los grandes consorcios comunicacionales chilenos y, en términos legales, por la subyugación desmedida del poder judicial a sus intereses. Durante tres décadas, por tanto, la realidad de las familias, comunidades y lov Mapuche en resistencia ha estado marcada por allanamientos sistemáticos, asesinatos selectivos, vejaciones a niños y niñas, encarcelamientos a decenas de weichave y una serie de acciones contrainsurgentes que forman parte de un conflicto de baja intensidad maniobrado por el Estado, la agroindustria terrateniente colonial y las corporaciones forestales y energéticas transnacionales (Martínez, 2020b). Parte de este este andamiaje, con la insubordinación chilena, se extendió irregularmente a otros sectores.

“Estamos en guerra contra un enemigo poderoso”10 fue la declaración con que Sebastián Piñera, a tres días del levantamiento de octubre, justificó la expansión de la estructura represiva sobre toda aquella persona que protestara contra el modelo. El enemigo interno pasó de ocupar los campos del Wallmapu a todas las calles de Chile. Consecuencia de esto, sumado a la treintena de presos políticos Mapuche encarcelados por defender su territorio, la estrategia contrainsurgente del gobierno ante la revuelta comunitaria y popular dejó miles de heridos, cientos de mujeres violentadas y abusadas, numerosas personas con daño ocular grave, más de 30 muertos y alrededor de 2.500 prisioneros/as políticos/as. Se visualiza, entonces, una segunda tensión irresuelta: el proceso constituyente fue impulsado en un contexto de profunda injusticia e impunidad, marcado por la cárcel, la persecución y la mutilación del “enemigo interno”, espectro biopolítico que hoy comparten el movimiento Mapuche autonomista y las colectividades chilenas en rebeldía.

No es nuestra intensión agotar el análisis de la totalidad de tensiones emergidas durante el ciclo impugnatorio abierto desde octubre. Tenemos claridad que la lucha por el cambio de la carta magna es sólo uno de los diversos flancos a disputar, y quizá, el menos cercano para las comunidades que han asumido el weychan y que consecuencia de esto sufren cotidianamente la represión y criminalización. Serán los sectores en pie de lucha de la sociedad chilena y Mapuche quiénes siendo parte del proceso constituyente disputen el rumbo de este incipiente, aunque significativo, avance democrático, buscando la transformación de los candados burocráticos impuestos por la clase política y las elites económicas. Tal medida podría abrir nuevas opciones de contienda e incluso encausar el proceso constituyente bajo los criterios de la soberanía popular que tomó las calles de país hace más de un año.

En los textos que siguen, si bien la especificidad de estas tensiones es tratada de forma marginal, se brindan pistas históricas y analíticas para conocer algunos aspectos contextuales donde estas se desarrollan, develando elementos concretos que permitirán a los lectores y lectoras comprender las causas ligadas a la realidad Mapuche que posibilitaron la insubordinación de octubre. En tal conjunto de causas, el movimiento Mapuche autonomista, junto al movimiento estudiantil y luego al feminista, jugó un rol fundamental al encarnar la principal resistencia frente a la avanzada del capitalismo neoliberal en el sur del continente.

Todo esto, en una coyuntura política caracterizada por el letargo de la sociedad chilena en la vuelta de siglo. Desde tal tradición, más allá del proceso constituyente, la aspiración plurinacional y la pandemia del coronavirus, las comunidades y lov en resistencia ya han marcado el camino a seguir; liberar a los presos políticos Mapuche, profundizar la autonomía y recuperar el territorio ancestral mediante el weychan.

c. Sobre la organización del libro y las solidaridades que lo hicieron posible

La Cátedra Jorge Alonso anualmente promueve tres importantes eventos en torno a los movimientos sociales: la premiación a una tesis de doctorado que aborde problemáticas afines; el desarrollo de conferencias magistrales y la realización de un seminario temático. Desde sus inicios, en el año 2012, estas actividades se han realizado ininterrumpidamente, consolidando a la Cátedra como un valioso espacio de reflexión crítica, de construcción colectiva y un importante aliado de los movimientos sociales en el Sur Global. Un rasgo ilustrativo de estos atributos recae en la cantidad de activistas, intelectuales y dirigentes/as comunitarios que han pasado por la Cátedra Jorge Alonso. La conferencia del 2019, por ejemplo, estuvo a cargo de la kurda Melike Yasar y el seminario abordó la revolución de las mujeres, el Confederalismo Democrático y las diversas luchas antipatriarcales que recorren el mundo. A la vez, se premió la formidable tesis de Verónica Velázquez Guerrero (CIESAS), dirigida por María Teresa Sierra y titulada “Territorios encarnados. Mujeres P’urhépechas ante el extractivismo agroindustrial y la autonomía de Cherán”.

En el año que corre, la Cátedra se enfocó fundamentalmente en tratar la resistencia del pueblo Mapuche; su historia, logros, desafíos y las relaciones con otras experiencias de insubordinación en el continente como el Zapatismo. Estaba todo preparado para realizar las actividades durante mayo, pero la pandemia del COVID-19 obligó a posponer dichos eventos. No obstante, meses más tarde, la prestigiosa Feria del Libro de Guadalajara dio cabida a los actos de la Cátedra bajo una modalidad virtual.

Las conferencias magistrales estuvieron a cargo de la zomo weichafe11 Moira Millán, originaria del Puelmapu12, y del pensador-activista uruguayo de los movimientos sociales Raúl Zibechi. Para el seminario fueron invitados Pablo Marimán, destacado y prolífico historiador Mapuche; Xochilt Leyva, trabajadora de las Ciencias Sociales (en CIESAS sureste) y activista de las redes altermundistas; Patricia Viera, doctora en Estudios Latinoamericanos y colaboradora del movimiento Mapuche; Rocío Moreno, indígena Coca, doctora en Ciencias Sociales e integrante del Concejo Indígena de Gobierno en México; Inés Durán, doctora en Ciencias Sociales y activista por los derechos de los pueblos indígenas; Carlos Alonso, médico especialista en Epidemiología y Salud Pública; y quién escribe, Edgars Martínez, militante de la causa Mapuche autonomista, del medio de prensa Aukin y doctorando en el CIESAS-CDMX. Por la casa participó el Dr. Jorge Alonso, referente de la Cátedra que lleva su nombre y profesor investigador emérito en el CIESAS Occidente. A excepción del texto escrito por Rocío Moreno e Inés Durán que será publicado posteriormente, y que trata sobre las luchas de los pueblos indígenas en México contra los megaproyectos extractivistas, todas las demás contribuciones están recogidas en la presente obra.

Bajo el riesgo de no hacer mérito alguno a los textos, realizaré para conocimiento de los lectores y lectoras un breve acercamiento al contenido del libro. Las conferencias magistrales ocupan la primera parte de la obra. En esta, Moira Millán parte reflexionando sobre el concepto de terricidio, una noción tremendamente útil para analizar las formas de aniquilamiento de la vida en los territorios y, a la vez, las posibles respuestas desde la autonomía. Sostiene que los terricidas, es decir, las clases dominantes, llevaron a cabo un exterminio y un epistemicidio en Indoamérica, generando lógicas civilizatorias que se arrastran hasta la actualidad y se materializan en situaciones como el arrinconamiento de las comunidades Mapuche a ciertas fronteras. “¿Qué son las fronteras?” se pregunta Moira Millán, a lo que responde: “una delgada línea imaginaria creada desde los mentores del poder que se han repartido la geografía planetaria.” Desde tal planteamiento, extiende su análisis, con la agudeza que la caracteriza, hacia entender desde el Mapuche rakizuam13 la pandemia actual y sus nocivas consecuencias.

La conferencia de Raúl Zibechi nos entrega un análisis acabado de la coyuntura latinoamericana, pero que fácilmente puede extenderse a un plano mundial. En sus primeros párrafos, comienza con una idea provocativa y sugerente: “el capitalismo no es una economía sino un proyecto de poder”. Plantea que la pandemia del coronavirus ha significado una oportunidad para las elites económicas de profundizar el modelo y sus mecanismos de control, agudizando diversas condiciones preexistentes de violencia y desigualdad en el campo comunitario y popular. Para él, la situación caótica que vive actualmente el sistema, el cual cae sobre nuestros hombros, no tan sólo es producto de condiciones estructurales, sino de la acción de movimientos como el feminista y el indígena que en su lucha contra el patriarcado y el colonialismo han acelerado su derrumbe. Esto lleva a que Zibechi reflexione sobre las respuestas de los poderes no estatales a tal situación, destacando ciertas tendencias innovadoras en el papel de las mujeres populares, mestizas, negras y pobres y en el ascenso de los activismos campesinos, negros e indígenas que han irrumpido desde el campo y las periferias urbanas con distintas estrategias, entre ellas, la legítima autodefensa.

La segunda sección del libro corresponde al seminario cuyo título es “Tiempos de weychan (lucha); las resistencias en Wallmapu yMéxico”. Esta parte del libro comienza con un texto de Pablo Marimán, quién trata un tema situado históricamente (siglos XIX al XXI) en la interacción de dos sociedades emplazadas en los territorios ancestrales del Wallmapu (país Mapuche), específicamente en el Gulumapu, y de Chile. El campo de estudio son las relaciones interétnicas. Desde éstas, Marimán apunta a observar, describir y analizar el tránsito y los cambios experimentados en el proceso que culminó con la independencia Mapuche, impuso y reprodujo una situación colonial por parte del Estado y la sociedad de colonos (chilenos y extranjeros), y formuló una serie de agenciamientos que —desde el poder (Estado y sociedad civil) y el contrapoder (movimientos Mapuche)— se han venido haciendo hasta la actualidad, decantando en propuestas de descolonización que aspiran a la autonomía político-territorial. A lo largo del escrito, el autor demuestra la existencia de un continuum histórico en la reivindicación territorial y autodeterminación, por lo que se relativiza la idea de utopía como construcción de horizonte político desde una perspectiva lineal o como una determinación ligada a la emergencia indígena coyuntural. Mas bien, según Marimán, tales nociones y proyecto de emancipación tributan de las filosofías de los pueblos-naciones de Abya Yala, que piensan, viven y hacen la política desde sus propias ontologías y memorias, en la cual el pasado es una poderosa cantera que suministra sentido y orientación al presente.

En mi contribución, reflexiono en torno a la siguiente pregunta ¿cuáles son los motivos que llevaron a cientos de familias lavkenche durante el neoliberalismo chileno a impulsar el weychan, las recuperaciones territoriales y organizar los lov como opciones de vida? La respuesta a esta interrogante constituye el hilo rector del texto. Considero que la persistencia y la reactualización neoliberal de lo que llamo una matriz colonial del despojo desde la dictadura cívico-militar concluyó por socavar las condiciones mínimas que aseguraban la reproducción comunitaria de la vida Lavkenche, y tal situación, envuelta en el ascenso de la lucha autonomista Mapuche y el weychan, impulsó a comunidades y familias empobrecidas a recuperar sus territorios usurpados décadas atrás. Evidencio, desde la experiencia del lov Peleko y desde la historia de la porción norte del Lavkenmapu, actual Provincia de Arauco, como funcionaron y funcionan los mecanismos de hegemonía de esta matriz en términos de larga duración, la complicidad de la iglesia católica y la clase terrateniente en tal dinámica y el despliegue de una modalidad de colonialismo de asentamiento que llevó al pueblo Mapuche a perder más del 90% de su territorio ancestral. A mi parecer, en definitiva, lo que realmente está en juego durante una recuperación territorial es la contradicción entre la reproducción comunitaria de la vida y la reproducción colonial del capital.

Avanzando el libro, nos encontramos con dos textos de Carlos Alonso Reynoso y Jorge Alonso. Son textos iluminadores para cualquier persona que quiera conocer y reflexionar con rigurosidad sobre la lucha indígena en el Wallmapu. Los autores ofrecen una sintética visión de la historia del pueblo Mapuche desde la invasión europea, señalando el despojo al que han sido sometidos por los gobiernos republicanos. Exponen sus luchas en tiempos recientes. Dan cuenta de la terrible represión que han ejercido los de arriba contra las comunidades que resisten y se abren camino por diversas vías de construcción política autonomista en el ciclo neoliberal. Recuerdan la fraterna, y muchas veces invisibilizada, relación entre el movimiento Zapatista y el movimiento Mapuche, los cuales pujan con fuerza a ambos extremos del continente buscando su liberación. El segundo escrito de estos coautores expone un análisis extendido, y quizá el único de esta magnitud y profundidad, de la huelga de hambre que sostuvieron una treintena de presos políticos Mapuche por más de cien días durante el año en curso. Los autores reflexionan sobre las causas y objetivos de la movilización que puso en riesgo la vida de los comuneros, mientras el gobierno hacía oídos sordos a sus dignas demandas.

El libro concluye con un sugerente texto de Xochitl Leyva y Patricia Viera, quienes reflexionan sobre las luchas del pueblo Mapuche y el Zapatismo. Es un escrito que, a dos voces, rastrea las historias de sometimiento y resistencia de ambas experiencias, enfatizando los momentos fundacionales del despojo y las formas en que estas modalidades persisten hasta la actualidad, imbricándose en la pandemia del coronavirus. Nos relatan como han enfrentado al COVID-19 desde los territorios rebeldes. Consideran útil la noción de “guerra de exterminio” para dar cuenta de la arremetida capitalista, criminal y militar que asola a las comunidades indígenas y a la humanidad en su totalidad. Una guerra compleja, desigual y de baja intensidad que asume la forma de lo que los zapatistas han llamado una “hidra capitalista” o, más específicamente, lo que las mujeres zapatistas han nombrado como un “sistema capitalista machista y patriarcal”. Según las autoras, tales fenómenos son ejecutados y legitimados, en el caso Mapuche, por la derecha heredera de la dictadura., la izquierda partidista y el Estado neoliberal y, en el caso Zapatista, por las lógicas criminales del capitalismo perpetuadas en un Estado corporativista y corrupto convertido en narcoEstado. Con el cuidado de no caer en los clásicos análisis comparativos, Xochilt y Viera avanzan en espejear dos luchas que, pese a sus distancias, encarnan la tradición del weychan en Abya Yala.

Además de las contribuciones ya mencionadas, este libro contie-ne otras solidaridades colectivas y militantes. Agradecemos profun-damente a Julio Parra, director de Aukin y fotógrafo, por la generosa selección de imágenes que nos brindó, las cuales se encuentran distri-buidas en todo el libro. El contenido histórico, la perspectiva política y la calidad de estas fotografías constituyen una narración gráfica inédita y muy valiosa que logra comunicar el sentido más profundo y cotidiano de la resistencia Mapuche.

Nuestro reconocimiento también al fotoperiodista, antropólogo y activista Edgar Córdova por el cuidado editorial de las fotografías del libro y la colaboración que, a la distancia, ha tenido desinteresadamente con las imágenes que representan la lucha indígena.

Finalmente, pero no por eso menos importante, queremos agra-decer al Grupo de Trabajo Cuerpos, Territorios, Resistencias de CLACSO por su participación en la coedición de esta publicación (por lo que junto al logo de la Cátedra aparecen también los de CLACSO y RETOS), y a la Doctora Zulay Díaz Montiel, directora de la revista Utopía y Praxis Latinoamericana, por autorizar la reproducción de un artículo en esta obra.

Esperamos que este libro sirva a los lectores y lectoras para profundizar y conocer diversas reflexiones sobre la lucha del pueblo Mapuche en el Wallmapu y la lucha Zapatista en el sureste mexicano. A la vez, confiamos humildemente en que las palabras contenidas en las páginas que siguen logren transformarse, al tiempo y desde los territorios que los procesos determinen, en herramientas teórico-políticas, metodológicas y testimoniales al servicio de la liberación comunitaria y popular de Abya Yala.

Libertad a los presos políticos Mapuche
Libertad a lxs presxs de la rebelión chilena
Amulepe taiñ weychan
08 de octubre de 2020, Ciudad de México

Descarga el libro completo aquí

Raúl Zibechi. Edgars Martínez [Coordinadores]
Pablo Marimán Quemenado. Edgars Martínez Navarrete. Xochitl Leyva Solano. Patricia Viera-Bravo. Carlos Alonso Reynoso. Jorge Alonso Sánchez [Autores de Capítulo]

*El weychan históricamente refiere a la actividad guerrera del pueblo Mapuche. Actualmente, haciendo alusión a tal dinámica, se entiende como “lucha”.

  1. La Cátedra Jorge Alonso se encuentra cobijada entre dos importantes instituciones aca-démicas mexicanas; el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y la Universidad de Guadalajara.
  2. Wallmapu se puede traducir como “país Mapuche”, “nación Mapuche” o “territorio ancestral Mapuche”. En términos de la administración convencional actual, este abarca la parte sur de Chile y Argentina, denominándose, tradicionalmente, Ngulumapu al territorio ubicado al occidente de la Cordillera de Los Andes y Puelmapu al ubicado hacia el oriente.
  3. Nahuelpan, Héctor, Álvaro Hofflinger, Edgars Martínez y Pablo Millalen, 2020, “¿A quiénes beneficia el odio racial en Wallmapu?, Ciper Académico, 10 de agosto, https://ciperchile.cl/2020/08/10/a-quienes-beneficia-el-odio-racial-en-wallmapu/
  4. Posturas encarnadas en organizaciones que, al alero de la institucionalidad estatal, apoyaron la promulgación de la Ley Indígena 19.253, conjunto de normas creadas en 1993 para atender y tutelar la problemática indígena mediante la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI).
  5. La wenufoye es la bandera Mapuche más reconocida tanto a nivel nacional como internacional.
  6. Martínez, Edgars, Natasha Olivera y Julio Parra, 2020, “Acumulación, despojo y resistencia Mapuche: las recuperaciones territoriales ante la crisis pandémica”, Debates Indígenas, 1 de julio, https://debatesindigenas.org/notas/51-despojo-acumulacion.html
  7. Sobre este punto recomiendo ver el conversatorio “Crisis y cambio constitucional: Chile y América Latina” coordinado por Álvaro Hofflinger y Sandra Botero y donde participaron Héctor Nahuelpán, Daniel Brinks, Claudia Heiss. Se puede acceder en el siguiente link: https://www.facebook.com/politica.urosario/videos/2688451171408259
  8. Martínez, Edgars, 2020d, “Vientos de aukan: rebelión comunitaria-popular en el capitalismo neoliberal chileno. Revista Historia en Movimiento, año V, número 5.
  9. El comunicado se puede revisar en: https://vocesenlucha.com/pueblo-Mapuche-comunicado-de-la-cam/
  10. Lucero, Camila y Guerra, Ignacio. “presidente Piñera: estamos en guerra contra un enemigo poderoso que no respeta a nada ni a nadie”. Consultado en: https://www.emol.com/noticias/Nacional/2019/10/20/964954/Pinera.html
  11. Mujer guerrera, en mapudungun.
  12. Porción oriental del Wallmapu, hoy Argentina.
  13. Pensamiento Mapuche.

Extractado de: http://www.aukin.info/2020/12/02/libro-repensar-el-sur-las-luchas-del-pueblo-mapuche-nuevos-vientos-de-weychan-en-abya-yala-una-reflexion-preliminar-a-modo-de-introduccion/

Nota enviada por Sergio Medina Viveros: https://sergiomedinaviveros.blogspot.com

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