La peor crisis humanitaria del planeta
El país más pobre del mundo árabe sufre una triple tragedia: la violencia de la guerra, la hambruna y el cólera. Una crisis humanitaria denunciada como “gratuita” y deliberadamente provocada por las fuerzas en pugna en una guerra que lleva más de dos años.
Eugenia Rodríguez Cattaneo
Brecha, 24-8-2017
Hace poco más de dos años, con la intervención en Yemen de una coalición liderada por Arabia Saudita, se inició una guerra que ha generado en ese país la crisis humanitaria más grave del planeta. Es una crisis relativamente silenciosa, o silenciada por los inmensos flujos de twits y titulares sobre escándalos en la Casa Blanca o victorias contra el Estado Islámico. También es una crisis sin posibilidades de solucionarse en el corto plazo.
“Millones de yemeníes enfrentan hoy una triple tragedia: el espectro de la hambruna, el mayor brote de cólera en un año y las carencias y la injusticia derivadas de un conflicto brutal que el mundo ha permitido que se prolongue y que es completamente evitable. Esta tragedia humana es deliberada y gratuita, es política y se puede detener con voluntad y coraje”, expresó el viernes 18 Stephen O’Brien, el coordinador de la Onu para Asuntos Humanitarios, durante una sesión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Miles de personas han muerto –es difícil estimar una cifra, ya que varían enormemente según las fuentes– y más de 3 millones se han visto obligadas a abandonar sus hogares. El país está al borde de la hambruna. Más de 17 millones de yemeníes –el 60 por ciento de la población del país– sufren inseguridad alimentaria y desnutrición. Es decir que no saben si comerán mañana.
Hay más de 3 millones de niños y mujeres embarazadas o lactantes que sufren desnutrición aguda, casi 400 mil de ellos podrían morir de forma inminente.(1) Casi 10 millones de niños, el 80 por ciento de la población infantil de Yemen necesita ayuda humanitaria urgente.
Además, el país sufre de un violento brote de cólera que ha causado más de 2 mil muertes en los últimos meses. Se estima que el cólera afecta a unos 500 mil yemeníes, la mitad de ellos niños, debilitados por la desnutrición. Más de dos años de conflicto han destruido los servicios de salud, acceso al agua potable o saneamiento, por lo que la expansión de la bacteria está sin control.
Un reciente análisis de la Universidad Queen Mary de Londres devela que la mayoría de las muertes por cólera se han producido en áreas controladas por los rebeldes hutíes y que éstas se deben al bloqueo de alimentos y medicinas, y a los continuos ataques a infraestructuras, escuelas y hospitales que realiza la coalición liderada por Arabia Saudita. El artículo subraya la contradicción de que Unicef agradezca a Arabia Saudita por la generosidad de donar 67 millones de dólares para combatir la crisis de cólera, de la que es directamente responsable. (2)
Stephen O’Brien llamó a abrir todos los puertos marítimos, terrestres y aéreos al tráfico de civiles y a permitir la entrada de ayuda humanitaria a Yemen, pero su pedido ha sido ignorado. “Debemos recordar que la catástrofe de Yemen es totalmente artificial. Es un resultado directo de las políticas, tácticas y acciones deliberadas de las partes en el conflicto, y como tal, puede y debe ser detenido”, insistió O’Brien.
Los países de la coalición liderada por Arabia Saudita que llevan adelante la guerra en Yemen aducen que los puertos y carreteras se utilizan para aprovisionamiento de armas y refuerzos a los rebeldes hutíes, y mantienen un férreo bloqueo.
Orígenes de la guerra
“Nuestros países han decidido responder a la petición del presidente yemení, Abdo Rabu Mansur Hadi, de proteger el Yemen y su pueblo del ataque de las milicias hutíes que han sido y continúan siendo una herramienta en manos de una fuerza extranjera”, decía el comunicado conjunto de los países que intervinieron en Yemen en marzo de 2015: Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Bahréin y Qatar (este último se retiró de la coalición en junio pasado). La potencia extranjera que se alude no es otra que la República Islámica de Irán, cuyo apoyo a las milicias rebeldes hutíes es denunciado por su rival Arabia Saudita. También Egipto, Jordania y Marruecos se sumaron a la coalición liderada por Arabia Saudita, que cuenta con el apoyo logístico de Estados Unidos y Gran Bretaña, entre otros países.
En 2011, el año de las “revueltas árabes” –que se iniciaron en Túnez y Egipto y luego se extendieron a Libia y Siria– hubo también en Yemen fuertes protestas contra el presidente Ali Abdullah Saleh, quien presidía el país desde su unificación en 1990. Cientos de personas murieron en la represión de las manifestaciones que pedían el fin de la corrupción, la represión y la destitución del presidente.
En 2012, tras un intento de asesinato que le abrasó la mitad del cuerpo, Saleh fue destituido y asumió la presidencia el entonces vicepresidente, Abd Rabbuh Mansur al Hadi. Entonces, se inició un período de transición de dos años, que no colmó las expectativas de los ciudadanos.
En 2014 rebeldes hutíes convocaron a protestas masivas por el aumento del precio del combustible, avanzaron hacia el sur y en setiembre de ese año tomaron la capital del país, Saná.
En febrero de 2015 las fuerzas hutíes, disolvieron el parlamento y el presidente Hadi fue obligado a renunciar a su cargo. Hadi huyó a la ciudad de Adén y revocó su renuncia a la Presidencia. Y fue en marzo de ese año que la coalición liderada por Arabia Saudita intervino en el conflicto.
País de Kalashnokovs
En “el país en el que cada familia tiene un Kalashnikov todos son potenciales combatientes”, comentó la periodista italiana Silvia Battaglia, asentada en Saná, en una reunión organizada por el instituto de investigación Ispi sobre el Yemen.
Yemen fue hasta 1990 dos estados separados, la República Árabe de Yemen, antes conocida como Yemen del Norte, y la República Democrática Popular de Yemen (Yemen del Sur). Después de largas negociaciones, el 22 de mayo de 1990 se celebró una frágil unificación bajo la presidencia de Saleh, quien era presidente de Yemen del Norte desde 1978.
En 1994 estalló una guerra civil entre el norte y el sur, en la que el norte consiguió imponerse. El espíritu separatista del sur siguió latente en un país de estructura tribal dominado por clanes familiares, con diferentes etnias y confesiones religiosas. Entre 1994 y 2010, el presidente Saleh enfrentó seis guerras contra los hutíes.
La primera desencadenada por el asesinato en 2004 del fundador del movimiento hutí –del cual toma el nombre– Hussain Badr al Din al Huthi. En 2009 el conflicto traspasó las fronteras con Arabia Saudita, que lanzó una serie de ataques a los hutíes en la frontera. El conflicto se alargó durante meses y costó más de 100 muertos y 26 soldados capturados a los saudíes, que debieron negociar para obtener la paz y recuperar los prisioneros.
Las fuerzas en pugna
Pese a la diversidad de intereses y la fragilidad de las alianzas hoy se identifican dos bandos principales en el conflicto en Yemen. Por un lado los hutíes junto al ex presidente Saleh, asentados desde el norte hasta la capital Saná. Después de haberse enfrentado durante años, ambos se han unido y contarían con el apoyo de Irán, aunque la república islámica no lo reconoce. Los hutíes son musulmanes chiitas de la minoría zaydí, una rama del islam, seguida por una parte importante de los habitantes del país. Los hutíes, formalmente Ansarolá, –seguidores de Alá– forman un movimiento religioso y tienen una facción armada.
Por otro lado está el presidente Mansur al-Hadi, apoyado por los aliados de la coalición internacional con mayoría de países árabes sunitas. Éstos tienen su base en la ciudad de Adén, que alberga el principal puerto del país. Cuentan con el respaldo indispensable de Estados Unidos y Reino Unido en el aprovisionamiento de armas e inteligencia, aunque también se ha denunciado la presencia de tropas de estos países. Detrás del presidente Mansur al-Hadi, Arabia Saudita pugna por mantener su poder sobre el país fronterizo, y mantener a raya la posible influencia regional de su rival persa.
El movimiento separatista del sur, es una fuerza que nuclea diversas facciones y que opera de manera independiente en el país.
Por otra parte, organizaciones radicales como Al Qaeda de la Península Arábiga, Ansar al Sharia, y grupos afiliados a la organización Estado Islámico se han afianzado en Yemen. Con la excusa de combatir el terrorismo, Estados Unidos ha realizado innumerables bombardeos con drones, muchos de los cuales han causado muertes de civiles, generando aun más odio y frustración en la población ya abandonada a su suerte.
Posibles crímenes de guerra
Según denuncia la organización Human Rights Watch todos los bandos dentro del conflicto han violado el derecho internacional humanitario y posiblemente han cometido crímenes de guerra.
Los hutíes han sido acusados de disparar morteros y artillería contra zonas civiles, de detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas, mientras la coalición saudí ha sido acusada de bombardear deliberadamente infraestructura, incluyendo hospitales, escuelas, puentes y carreteras, tierras cultivadas, puertos y zonas densamente pobladas por civiles. Estas acciones están prohibidas por las convenciones internacionales y constituyen crímenes de guerra.
La coalición liderada por Arabia Saudita fue acusada en el año 2016 por Naciones Unidas de haber causado la muerte de al menos 510 niños y el país fue incluido en la llamada “lista negra” de la Onu de países responsables de ataques a niños. La respuesta de Riad fue amenazar a la Onu con cortar los fondos a diversos programas de asistencia humanitaria, por lo que finalmente su nombre fue retirado: “Tuve que considerar la perspectiva muy real de que millones de otros niños sufrirían gravemente si, como me fue sugerido, los países cortaban fondos de muchos programas de la Onu”, admitió el entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Ban ki Moon.
En agosto de 2016 Médicos Sin Fronteras denunció que las bombas de la coalición cayeron sobre el hospital de Abs, en la gobernación de Hajjah, causando 19 muertos y 24 heridos. Pese a que sus coordenadas habían sido comunicadas en reiteradas ocasiones, en menos de un año se produjeron cuatro ataques contra centros apoyados por Médicos Sin Fronteras.
Amnistía Internacional ha documentado el uso por parte de la coalición de municiones de racimo, armas cuyo uso está prohibido por el derecho internacional. Al ser lanzadas, estas armas liberan decenas de “pequeñas bombas” que explotan causando un daño enorme, más aún cuando explotan mucho después del ataque. Se ha documentado el uso de al menos cuatro tipos de municiones de racimo en Yemen, incluidos modelos fabricados en Estados Unidos, Reino Unido y Brasil.
SIN SALIDA. La falta de un gobierno central y la confusión de la guerra han transformado a Yemen en un punto atractivo para las mafias de traficantes, y el país ha sido zona de tránsito para los migrantes que provienen de África con destino a las monarquías del golfo. Más de 100 mil migrantes llegaron a las costas de Yemen el año pasado, y unos 55 mil en el 2017. Miles de ellos se quedan atrapados por la guerra y no llegan jamás a su destino. Otros cuantos mueren en el intento.
Durante los primeros días de agosto la Organización Internacional para las Migraciones (Oim) denunció que decenas de personas que viajaban rumbo a Yemen fueron obligadas a saltar al mar a punta de pistola por traficantes en el Golfo de Adén (que separa la Península Arábiga y el Cuerno de África). Algunos consiguieron llegar a la costa de Shabwa, en Yemen, donde fueron atendidos por la Oim. Allí se encontraron 29 tumbas cavadas en la arena por los propios sobrevivientes. Los traficantes escaparon de regreso a África, a seguir con su negocio, el mismo modus operandi se repite cada vez que los traficantes avistan una patrulla marítima, causando la muerte de decenas de víctimas.
Pese a su extrema pobreza, Yemen alberga más de 300 mil refugiados. En los últimos meses unos 30 mil refugiados somalíes han regresado a su país de origen, pese al enorme riesgo que eso significa, debido a la situación insostenible en Yemen.
Notas
1) Datos de Unicef.
2) J Kennedy et al. “The Political Determinants of the Cholera Outbreak in Yemen”, The Lancet, 18-VIII-17.