Arturo Alejandro Muñoz
En la inolvidable década de los años ’50, las radioemisoras constituían la crème de la crème en materia de comunicación, entretenimiento, cultura e información. Por cierto, la televisión era aún una esperanza en ciernes, algo que se veía lejano y de difícil consecución en un país con tantas montañas y cerros como el nuestro, por ello, ‘la radio’ se alzaba sin contrapeso como la reina del hogar.
La familia se reunía cada tarde y cada noche frente al aparato mágico que transportaba a niños y adultos hacia horizontes lejanos llenos de fantasías, suspensos, risas, emociones al por mayor y, muy especialmente, a sitios donde todos queríamos estar al menos una vez en nuestras vidas.
Había, en cada jornada, un sinnúmero de programas que acaparaban la atención general, y en las provincias alejadas de la capital cada uno de ellos era esperado casi con paciencia religiosa por los leales auditores. «La fiesta chilena», «Adiós al Séptimo de Línea», «Radiotanda», «Hogar, Dulce Hogar», «Facundo Ramírez, el bandido de la montaña», «El inspector Nugget», «Doctor Mortis», contaban con audiencias espectaculares que ya quisieran tenerla hoy algunos canales de televisión.
Pero, sinceramente, mi programa favorito se llamaba «Residencial La Pichanga», donde mi entonces infantil existencia disfrutaba a todo dar con las anécdotas de Don Chuncho, Pancho Gancho, Abuelito Magallanes, Juanito Colo-Colo, el Pije Green-Cross…y aquí me detengo.
El ‘Pije’ Green-Cross. Era el equipo de las camisetas blancas con una cruz verde en el costado izquierdo. No tenía el arrastre ni la hinchada que podían mostrar con orgullo otros clubes como Colo-Colo, las dos universidades, Unión Española y Santiago Wanderers, pero puedo asegurar que no había en Chile ningún fanático futbolero que dijese «me cae pésimo ese equipo», por el contrario, siempre que ‘el Green’ jugaba en el estadio Nacional o en Santa Laura o en Independencia, una corriente de simpatía transitaba por las tribunas donde hinchas de otros clubes ocupaban los tablones.
El año 1960, los ‘pijes’ del Green Cross realizaron un excelente campeonato logrando el ansiado título de la Segunda División ascendiendo a la liga principal de nuestro balompié profesional, y logrando además que algunos de sus jugadores fuesen considerados como verdaderas estrellas del fútbol nacional.
Al año siguiente, 1961, los muchachos del equipo de la Cruz Verde participaron en la Copa Chile y enfrentaron a un amateur Deportivo Osorno en Santiago. El resultado fue un magro empate 1×1, que debería dirimirse días más tarde en la hermosa ciudad a orillas del río Rahue.
En el Estadio Bancario de Osorno el partido de vuelta fue intenso y los locales dieron la sorpresa con un triunfo por la cuenta mínima. Después de la derrota, los santiaguinos arreglaron sus bolsos e iniciaron los preparativos para el viaje a la capital.
Para aprovechar los itinerarios de vuelos, el equipo se dividió en dos para regresar a Santiago. De esos grupos sólo uno llegó a destino. El que se subió al Boeing DC-3 N° 210 de LAN-Chile nunca arribó a la capital.
El lunes 3 de Abril de 1961, el DC-3 N° 210, vuelo 621, que hacía la ruta Castro-Santiago, no arribó al Aeropuerto Los Cerrillos, creándose la natural inquietud.
El piloto, volando cerca de Los Ángeles, se había comunicado con el Centro de Control de Área de Santiago, solicitando autorización para cambiar de nivel, informando volar en condiciones IMC y con formación de hielo. Posteriormente no se volvió a establecer comunicación con la aeronave.
Su rastro se perdió hasta que el 10 de abril de 1961 se divisaron desde el aire restos metálicos esparcidos por el suelo. Más tarde se estableció que era el avión que trasladaba a Green Cross y que se estrelló en el cerro Lástima del Cajón de Longaví, a 3.050 metros de altura, frente a Linares.
En el accidente fallecieron ocho jugadores, el técnico Arnaldo Vásquez, el kinesiólogo, el representante de AFNA, Luis Medina, cuatro funcionarios de LAN, el trío referil, dos representantes de la Central y otros cinco pasajeros.
En su página web, revistaenfoque.cl relata lo siguiente:
<< El día siguiente del histórico partido se programó el regreso a Santiago en dos aviones, debido principalmente a que la mayoría de los jugadores no querían viajar en el primer vuelo porque realizaba demasiadas escalas antes de llegar a la capital. Así, varios de ellos, parte del cuerpo técnico y algunos dirigentes se quedaron para esperar el segundo vuelo, proveniente de la ciudad de Castro. La aeronave, un bimotor Douglas DC3 de la aerolínea estatal LAN, despegó del aeródromo de Pampa Alegre el lunes 3 de abril a las 18:30 horas con 20 pasajeros y cuatro tripulantes. Además de los jugadores y cuerpo técnico del Green Cross, viajaban los tres árbitros del encuentro, dos dirigentes y otros seis pasajeros. El piloto de la nave, Silvio Parodi Viterbo, tenía una vasta experiencia, al igual que su copiloto José Jorquera.
<<El plan de vuelo establecía que el viaje desde Temuco a Santiago se realizaría a 8.500 pies de altura; pero con posterioridad se le autorizó subir a 9.500 pies por haber otra aeronave en la altitud asignada. A la altura de Los Ángeles, y cuando el reloj marcaba las 19:10 horas Parodi solicitó descender a 9.000 pies por formación de hielo en las alas. El Douglas no poseía sistemas de deshielo, por tal motivo se le indicó invertir curso y luego descender a 6.500 pies hacia el sur y cruzar Curicó. Sin embargo, desde la torre de control en Cerrillos no se acusó recibo de esa comunicación.
<<La gran desviación en la ruta del avión, la falta de radioayudas que corrigieran su posición y el fuerte viento predominante desencadenan la tragedia. A las 19:45 horas Parodi se encuentra frente a frente con la cumbre del cerro La Gotera. Trata de hacer un descenso, pero el ala izquierda impacta la pendiente del murallón del cerro y se desprende junto con uno de los motores. La nave se arrastra violentamente 14 metros hacia abajo del cerro y luego se incendia. Sus 24 ocupantes mueren instantáneamente y sus cuerpos se calcinan>>.
Fue una verdadera tragedia del fútbol, del deporte y de la aviación. Un accidente que enlutó a todo el país y a pesar de los años transcurridos permanecen en la memoria de los amantes del fútbol las figuras de jugadores talentosos, como Dante Coppa y el mundialista argentino Eliseo Mouriño.
Antes de terminar estas líneas, permítame, amigo lector, señalarle que en las tareas de búsqueda y rescate de aquel DC-3 de LAN participó un joven oficial de Carabineros (que fue quien primero llegó al lugar del siniestro) para comprobar que no había nadie con vida. Se trataba del teniente Hernán Merino, el heroico teniente Merino que años más tarde moriría asesinado por funcionarios de Gendarmería argentina en el confuso incidente acaecido en el sitio conocido como Laguna del Desierto.
El accidente aéreo -una tragedia que conmocionó a todo Chile y traspasó generaciones- despertó las conciencias de las autoridades al demostrar la imperiosa necesidad que existía de dotar al país de una moderna red de «Radio Ayudas», por cuanto se estableció que una de las causas de la tragedia había sido precisamente la falta de esos elementos.
Tiempo después, el club Green Cross abandonó Santiago y se trasladó con camas y petacas a la ciudad de Temuco; allí, durante largos años, defendió los colores de esa aguerrida zona sureña, hasta que finalmente, como suele ocurrir en los deportes profesionales, las exigencias de épocas menos románticas y más economicistas impusieron sus términos, logrando que el viejo ‘Pije’ de la Cruz Verde desapareciera de la escena futbolística nacional, siguiendo el camino de otros clubes que habían experimentado la misma suerte, como Bádminton, Ferroviarios, Alianza de Curicó, etc.
Pero esa es otra historia.