El Socialista Centroamericano número 396
La sorpresiva ofensiva militar de Hamas, el 7 de octubre de 2023, cuando los judíos celebraban su día más sagrado (Yom Kipur), colocó nuevamente sobre el tapete el drama de la opresión del pueblo palestino.
Desde 1948, fecha en que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) autorizó la creación del Estado de Israel, y la participación del territorio conocido actualmente como Palestina, el sionismo aplica con violencia una política de apartheid, de segregación racial y religiosa, en detrimento de la población palestina y que profesa la religión islámica. Durante largos años, entre intifadas y retrocesos, el sionismo avanzó lentamente sobre los territorios palestinos, desalojando a la población aborigen, demoliendo sus viviendas, para construir asentamientos judíos.
Desde octubre de 2023, Israel inicio una ofensiva militar, sin precedentes, sobre el pequeño territorio de Gaza, que era administrado por Hamas, mientras mantiene el asedio sobre Cisjordania, la otra parte del territorio palestino.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), una poderosa maquinaria militar, alimentada por Estados Unidos, en la búsqueda y persecución de los guerrilleros de Hamas, ha desatado todo su mortal poder de fuego contra la población civil de Gaza.
La mayoría de la opinión pública a nivel mundial ha quedado estupefacta ante los ataques militares y brutales bombarderos sobre Gaza, masacrando a la población civil. Distintas personalidades, algunos gobiernos, han levantado sus voces de protesta. Estados Unidos vetó varias veces en el Consejo de Seguridad de la ONU las resoluciones que solicitaban un alto al fuego. La administración Biden ha manejado un discurso hipócrita, supuestamente en defensa de la población civil de Gaza, pero al mismo tiempo ha mandado nuevo armamento para sostener la ofensiva de las FDI contra Hamas y la población civil palestina.
El gobierno de Sudáfrica demandó al Estado de Israel ante la Corte Penal Internacional (CPI), algunos países se sumaron a la demanda, pero lo única decisión de cierto valor ha sido la orden de captura internacional contra Netanyahu, que obviamente no se cumplirá. Pero la CPI, para aparentar neutralidad, también giro orden de captura internacional contra los lideres de Hamas.
Algunos gobiernos de América Latina, como Belice, Colombia y Bolivia, rompieron relaciones diplomáticas con Israel, un valioso gesto de solidaridad con el pueblo palestino, pero no ha sido suficiente para detener la maquinaria de guerra sionista.
Los gobiernos árabes en Medio Oriente, entre ellos el reino saudita, no han movido un solo dedo para defender a la población palestina. Solo los hutíes en Yemen y Hezbolá en Líbano, han intercambiado disparos contra las FDI.
El ataque sionista contra el consulado de Irán en Damasco, Siria, provocó un intercambio de misiles entre Israel e Irán. Pero la ofensiva militar sionista ha continuado, ahora sobre la parte de sur de Gaza, específicamente contra la ciudad de Rafah.
A pesar de este lúgubre panorama, los estudiantes universitarios en Estados Unidos y Europa, también en ciertas ciudades de América Latina, han iniciado una movilización que, de continuar y generalizarse a los sindicatos, podría tener un efecto paralizante sobre la ofensiva militar sionista. Pero esto es solo una posibilidad, que todavía no se ha desarrollado.
Recientemente, como si fuese una gran decisión, el 28 de mayo del 2024 España, Noruega e Irlanda, reconocieron al Estado Palestino, es decir, a las autoridades asentadas en Cisjordania. Pero esto no es una gran decisión, es regresar a 1948 cuando la ONU ordenó la creación del Estado de Israel y también la creación de un Estado Palestino, es decir, mantener la partición del territorio llamado Palestina. Es volver al punto de inicio del conflicto.
Aunque puede parecer progresivo la creación y reconocimiento de un Estado Palestino, cercado y asediado por la maquinaria militar sionista, en realidad es legalizar el statu quo actual, en donde el sionismo ha avanzado de manera constante expulsando a la población palestina.
La creación y reconocimiento del Estado Palestino también legaliza la creación del Estado sionista. No es una solución, es un compás de espera para que los sionistas realicen un nuevo genocidio, como el de los hebreros contra los filisteos en la antigüedad.
La solución es la disolución del Estado sionista de Israel, basado en el fundamentalismo de la religión judía. De igual manera, no debe existir un Estado Palestino basado en el fundamentalismo islámico. El pueblo judío y palestino necesitan liberarse de ambos fundamentalismos, creando un solo Estado Palestino, laico, democrático y no racista, donde convivan pacíficamente quienes profesan ambas religiones, y se respeten a las minorías cristina, ortodoxa, coptos y otras.