CREACIÓN HEROICA. Perú.
César Risso
FRENTE A LA TRAGEDIA que estamos padeciendo en el mundo como consecuencia de la pandemia del covid-19, aparte de las responsabilidades que se atribuyen alternativamente entre los países imperialistas, se realizan propuestas de cómo enfrentar la crisis económica presente.
El dilema de la burguesía radica en cómo seguir ganando en las circunstancias actuales y, a la vez, hacer frente a la pandemia que afecta sus negocios.
Particularmente en el Perú, la propuesta es no romper la cadena de pagos. Vale decir que para la burguesía, en las circunstancias actuales, la circulación del dinero es la garantía para que la economía capitalista no colapse. Desde el Estado, esto significa inyectar dinero de diferentes formas; pero para los gremios empresariales, y en general para los burgueses particulares, se trata de continuar ganando, para lo cual tienen que seguir explotando a los trabajadores, verdadera fuente de su riqueza.
La controversia entre el gobierno y los sectores empresariales, que se ha tratado de reducir a un conflicto entre el Presidente y su primer ministro, de un lado, y la ministra de economía, del otro, con el añadido del intento de la fuerzas armadas de terciar a favor de los gremios empresariales, reclamando para sí el control de la situación, expresa el temor de la burguesía de que el gobierno imponga el impuesto a la fortuna. O, que el gobierno, por lo menos en parte, haga recaer las consecuencias de la crisis en la burguesía.
Como la burguesía ve una significativa reducción de sus negocios y en consecuencia de sus ganancias, y al no tener la posibilidad de reanudar sus actividades inmediatamente, trata por todos los medios de proteger las ganancias acumuladas, “su riqueza” o fortuna. Es el individualismo extremo, aislándose para evitar que invadan su mundo, su ridículo mundo burgués de avaricia, de todo su ser materializado en el dinero. La burguesía se cosifica en el dinero, sin alcanzar a ver que su viejo mundo basado en la explotación del trabajo asalariado, no puede continuar.
La burguesía como clase no quiere ceder ni un ápice de su fortuna para mitigar la situación de crisis que enfrentamos, aunque está dispuesta a sacrificar a ciertos sectores. Por ejemplo, las AFPs están siendo afectadas en los recursos que manejan para incrementar sus ganancias. Primero, se les ha exigido la entrega de dos mil soles a sus afiliados; luego, el gobierno ha acordado la entrega en tres armadas tres mil soles más; y, por último, se ha aprobado en el congreso el retiro del 25% del fondo de pensiones de los afiliados, hasta un monto de doce mil novecientos soles.
La burguesía espera que esto sea suficiente, y que no tenga que verse afectada con medidas que disminuyan sus derechos o su riqueza.
El negocio de las AFPs tiene la siguiente secuencia: el afiliado, aparte del dinero que destina a su fondo, paga una comisión; este fondo lo invierten las AFPs en comprar papeles (acciones y bonos); estos montos ingresan a las empresas, que financian sus actividades, contratando trabajadores a los que explotan. Así, el dinero de los aportantes pasa a financiar la explotación de más trabajadores, y a generar más ganancias para la burguesía. En otras palabras, los aportes de los trabajadores a las AFPs agudizan las cadenas con las que la burguesía somete a los trabajadores.
Este es el negocio que se ha visto afectado por las últimas medidas del ejecutivo y del legislativo.
Sabido es que el presupuesto se financia en un 60% con impuestos indirectos. Esto quiere decir que el IGV, que pagamos todos, los formales e informales, los que están trabajando y los desempleados, etc., financia al Estado burgués. En otras palabras, el 18%, o alrededor de la quinta parte de los ingresos de los trabajadores, de la ridículas pensiones que reciben los jubilados, o de la limosna que reciben los indigentes, pasa a manos del Estado.
Es decir que en gran parte hemos sido los trabajadores quienes hemos venido financiando al Estado protector de los negocios e intereses de la burguesía.
En cambio, la burguesía imperialista y la gran burguesía peruana, se han visto beneficiadas por exoneraciones del pago del impuesto a la renta, y han recibido la devolución del IGV. Son miles de millones de soles que debieron haber ingresado al fisco, y que han quedado en manos de los burgueses particulares. La burguesía no financia a su Estado, a su protector; hace recaer este financiamiento sobre los hombros de los trabajadores.
En esta lógica, ¿puede pensarse en la posibilidad de que la burguesía acepte cargar al menos con parte de las consecuencias de la crisis actual? De ninguna manera. Por eso, están exigiendo un rápido retorno a la normalidad de las actividades económicas. La versión más agresiva de este requerimiento lo tenemos en Trump y Bolsonaro, con las consecuencias ya conocidas.
Es cierto que sin producción, por más que haya dinero, no habrá nada que comprar. Pero la burguesía no piensa en los intereses nacionales, en los intereses de los trabajadores, siquiera para que con su existencia puedan seguir siendo objeto de explotación y de ganancias para la burguesía. Las actividades en las que piensa la clase dominante son todas aquellas, independientemente de si satisfacen necesidades básicas o no, que le van a reportar ganancias.
Por su parte, el Estado trata de mantener, con conciencia clara de ello o no, un cierto nivel de trabajadores en buen estado de salud. Sin ellos no hay producción posible; y sin producción no hay posibilidad de extraer plusvalía. Así, en contra de los intereses de los burgueses individuales, el Estado trata de mantener la posibilidad de un retorno a la “normalidad”, para continuar con la explotación del trabajo asalariado.
En estas condiciones, la solidaridad burguesa es el individualismo exacerbado, que se traduce en la defensa de sus intereses como clase, y que se observa en lo que ha conseguido de su Estado: el financiamiento de sus actividades con un fondo de respaldo de parte del Estado de 30 mil millones de soles; el subsidio del 35% a las empresas para el pago a los trabajadores que ganan menos de mil quinientos soles; la suspensión perfecta de labores, que es en la práctica el libre despido de trabajadores, etc. Además de estas medidas, se tiene lo ya conseguido por medio del plan nacional de competitividad, que es la gran arremetida contra los trabajadores para elevar su sobre explotación.
Por su parte, en los sectores llamados marginales de Lima, así como en el interior del país, la población se ha organizado. Las ollas comunes, los comedores populares, las rondas campesinas, las rondas urbanas, son prácticas que se están generalizando, y que muestran la solidaridad entre los mismos pobladores, y que constituye la demostración del método colectivista. La solidaridad y la reciprocidad, las llamadas faenas, normales en los colegios de zonas marginales, son prácticas ancestrales de la comunidades campesinas, que en el largo proceso de migración del campo a la ciudad, se han ido desarrollando, y que en la situación actual adquieren una dimensión que muestra su absoluta superioridad frente al método individualista burgués.
Mientras que la burguesía en el gobierno del Estado trata de dotar de dinero a los pobladores en situación precaria, en tanto considera este el único medio para adquirir bienes, haciendo prevalecer el método individualista (en este contexto la entrega de canastas por familia tiene la misma connotación), esto es, haciéndolo agente individual de consumo, y por lo tanto, agudizando el individualismo; los pobladores, que por la cuarentena se encuentran privados de obtener ingresos, acuden al colectivismo, retornando así a métodos ancestrales de los cuales la burguesía los había alejado.
Volver a la normalidad es restaurar la explotación capitalista tal como se desenvolvía antes de la pandemia. Es rechazar el método colectivista para la superación de la pobreza, del desempleo, de la explotación, de la corrupción, así como de las diversas formas de delincuencia; es reanudar el método individualista, dejando en manos de nuestros opresores el destino de millones de seres humanos, que con el despliegue de su fuerza de trabajo nos abastecen de todo lo necesario para vivir y progresar.
La situación de crisis que estamos afrontando actualmente, está confrontando la solidaridad burguesa basada en dádivas y migajas, con la solidaridad popular, con el método colectivista. Es la lucha de la burguesía por sostener la organización capitalista de la sociedad, fundada en la explotación, frente a la lucha de las clases populares, por extender el colectivismo hacia su forma más avanzada: el socialismo. Es, en fin de cuentas, la disyuntiva de dejar en manos de nuestros opresores nuestro destino, o por el contrario, tomar nuestro destino en nuestras propias manos, organizando y dirigiendo la producción a nivel nacional de forma colectiva, solidaria; todo lo cual se reduce a la disyuntiva de mantener la propiedad privada de los medios de producción en manos privadas (capitalismo), o en manos de todo el pueblo (socialismo).