por Mario Espinoza Pino
A mediados del siglo XIX, el destino que la sociedad prusiana reservaba a las doncellas de alcurnia no era demasiado emocionante. Tras una educación inicial y una instrucción adecuada al estatus, se abría un tiempo breve y juvenil de apariciones públicas en bailes y distinguidas fiestas. Pero cuando el potencial consorte irrumpía en escena, y era mejor que apareciese más pronto que tarde, la vida se osificaba y adquiría una rigidez ritual: amistad íntima, noviazgo y promesa matrimonial. Tras las tradicionales nupcias con el no menos tradicional noble o alto funcionario del Estado -peaje obligatorio para mantener la prosperidad del linaje y la posición-, esperaba una vida económicamente sosegada: como un apacible viaje en barco sobre las aguas del Rin. Un hogar, varios herederos, algunas reuniones sofisticadas y los fastos de rigor. En fin, una vida respetable, aunque anodina y con pocas sorpresas.Seguir leyendo Jenny Marx: una vida agitada, una vida invisible→