La Interculturalidad, define la relación hegemónica en el conocimiento entre Culturas dominantes y Culturas dependientes. Desde los pueblos del Sur esta relación del conocer se lee como una relación colonizadora e inhibidora de identidad cultural, razón por la cual constituye una interacción incompatible -desde el punto de vista histórico-, e insoportable -desde un punto de vista ético- en los modos de leerlo ernos y comprendernos en el mundo. El campo de la Formación constituye uno de los espacios de encuentro y confrontación ideológica donde estas formas de configurar la vida y el vivir se expresan con mayor nitidez. Las concepciones que sirven de sustrato y acompañan el “uso de las tecnologías en la educación” enmascaran, explícita o implícitamente, la intención de sumar el vector de innovación tecnológica como matriz instituyente de relaciones de dependencia y exclusión. Hay quienes piensan que el uso de las TICs es neutro ideológicamente en la relación intercultural que se establece y desarrolla en formación. No es así. A partir de la Educación preescolar o preinfantil hasta la formación de posgrados, cuando el vector tecnológico se prioriza por sobre el sujeto se ancla en cada uno la idea de una tecnología todopoderosa e imprescindible. De esa manera se confrontan dos lógicas de trabajo en la formación transversal: la lógica tecnológica y la lógica del aprendizaje. La primera pone el cuerpo programado y programable como centro de la actividad educativa sustituyendo nuestra capacidad a significar y resignificar nuestro entorno, la segunda fortalece la autonomía intelectual y la calidad a crear ciudadanía en el mundo. La primera produce control, la segunda autonomía. Las lógicas de la formación deben, en toda circunstancia, superar y/o estar por sobre las lógicas de la innovación tecnológica, en tanto que lo permanente es lo humano, raíz y fin del conocer, y la formación, sentido y significado del aprender como trascendencia patrimonial.