La intelectualidad ha destinado filosos dardos para atacar al cine ‘made in Hollywood’, pero la caída de la ‘cultura-culta’ no es responsabilidad exclusiva de la cinematografía norteamericana
Arturo Alejandro Muñoz
SOY, SIN DUDA alguna, el único en mi grupo de amigos que prefiere el cine “made in Hollywood” al tan –intelectualmente- alabado “Cine-Arte”. Claro que, según acordaron mis contertulios, la última vez que conversamos sobre este tema, yo no sé nada de cine, o como aseguró uno de ellos, “tengo el gusto artístico radicado en el hígado”.
Discrepo de esa opinión. Me es difícil aceptar en toda su extensión las críticas que muchos ‘pensadores’ e intelectuales explicitan respecto del cine norteamericano, pues si bien de él nacen algunos bodrios con temáticas racistas y de veleidosa soberbia rayana en el más ridículo –y falaz- estereotipo del mundo árabe, asiático, africano y latino, hay también producciones que poseen el grado de obras maestras, y no son pocas ni ocasionales. A su vez, el ‘intelectualismo’ ha estereotipado también a Hollywood, y ello merece un llamado de atención, puesto que a nuestras espaldas vienen avanzando nuevas generaciones de humanos, que son quienes determinan el tipo de consumo cultural y recreativo que están dispuestos a sufragar…
En esas nuevas generaciones se ha consolidado el rechazo (menor o mayor, según el país o el continente) a la antigua “cultura-culta”, lo que en absoluto debe significar que los jóvenes de hoy y los jóvenes de mañana sean menos ‘cultos’ que nuestra propia generación de adultos, ya que para aseverar lo anterior es condición sine qua non ponernos de acuerdo en lo que entenderemos por “cultura”, pues estoy cierto que al respecto habrá tantas interpretaciones como personas opinando, ya que las definiciones utilizadas en la Grecia clásica, en la Roma imperial o en la Ilustración, no son aplicables en la era de los chips y la tecnología satelital.
Algo similar ocurre cuando se discute sobre cine. “A los jóvenes les gusta el cine basura, el cine estridente, lleno de imágenes y sin contenidos”, acusan los viejos. “A ustedes, los viejos, les gusta el cine que los haga sufrir, que no les entretenga; a ustedes los viejos les gusta el “cine-bolero”, ese cine lento, quejumbroso y con tomas quietas que producen modorra”, responden los jóvenes.
El periodista, escritor y economista español, Vicente Verdú, en su obra “Yo y tú, objetos de lujo. El personismo, la primera revolución cultural del siglo XXI” (editorial Debate, México), toca el tema que convoca este artículo –el cine, Hollywood y la cultura ‘culta’- dándole una raspada a la tozuda postura de aquellos intelectuales que aborrecen las producciones fílmicas de ese lugar sito en California. Al respecto, Verdú escribe:
<<Ahora es frecuente que se hable de la decadencia del cine de Hollywood, pero posiblemente Hollywood, que siempre ha sabido mucho de cine y de público, ha mutado al compás de la nueva sociedad. Nosotros, los ilustrados, seguimos viendo cine con códigos literarios y hasta filosóficos; esperamos de la cinta lo que demandaríamos paralelamente a un libro de Faulkner o Marguerite Duras, pero esta historia ha concluido. La celebración de horrendas películas llenas de efectos especiales por parte de la juventud no es consecuencia directa de que ‘no saben nada’, sino que saben algo que los adultos no llegaremos a saber jamás: ver cine con el canon de la imagen y el sonido, sin la expectativa de recibir estímulos morales o intelectuales, sino con la sola idea de pasar un buen rato. De esta manera, sin inversiones, sin planes de redención social, el arte ingresa en la constelación de las experiencias comunes, donde, como soñaba Rosseau para los promeneurs, Pascal para los voyageurs o Baudelaire para los flâneurs, cada día puede convertirse en un ‘domingo de la vida’>>
Para Verdú, el antiguo mundo estaba representado por ‘maestros pensadores’ y ‘padres espirituales’, donde se concentraba el saber. Pero ahora el conocimiento y el saber se expanden en todas las direcciones ocupando extensas superficies a la manera de una sinapsis. Para este autor la cultura pierde profundidad en beneficio de la trama vasta y compleja
La cultura-culta tenía en su cabeza una sociedad atiborrada del saber elitista, pero la sociedad actual sólo puede moverse si carece de cargas y nudos trascendentes. Esta cultura sin culto, sin bibliografías, apenas pesa, y la liviandad de su memoria es consecuente con su gran velocidad y complejidad desplegada en superficie. Los ilustrados odian la ligereza pero, a su vez, son también odiados por sus descendientes inmediatos. Tal como en el complejo de Edipo donde el hijo es siempre quien mata al padre, las generaciones actuales entre los 25 y los 35 años son víctimas de los nacidos tras la Segunda Guerra Mundial, quienes han venido a asesinar la voz del hijo, a agostar sus iniciativas vacilantes, a dirigir sediciosamente sus conocimientos y a ejercer, sin tregua, una autoridad campanuda.
Sin pretender constituirme en un profesional de la síntesis, transcribo una idea de Verdú que resume –a mi juicio- el alma de la propuesta desarrollada en su libro y que, además, abre la compuerta a una discusión mayor en este tema que, según mi apreciación, es de importancia notoria y notable.
“Durante todo el siglo veinte la nueva generación siempre fue más rica que la anterior, pero la racha terminó a la altura de los jóvenes adultos de ahora. Jóvenes resentidos por la precariedad de los empleos, desengañados políticamente, y necesitados, como nunca antes, de las consolas, el porno, la droga y el homevideo. A una baja calidad de trabajo correspondería una baja calidad del ocio, pero hablar de la calidad en la cultura no tiene sentido, pues la cultura es la cultura. La cultura es lo que hay. Y siempre en detrimento de la etapa anterior”.
Con los hijos de la generación del 68 parece haber concluido la etapa de la cultura-culta basada esencialmente en el código escrito, en los modos literarios, en el pensamiento hondo y en la excavación interior. Ese tipo de cultura ha concluido, pues la nueva, la potente cultura actual, se confunde con el estilo. No habrá, entonces, nuevos Ateneos, Cenáculos ni Graneros Mesopotámicos, a no ser que se quiera distraer a los turistas.
Nuestros antepasados más egregios lo fueron gracias a los libros, y nosotros mismos (los adultos) crecimos desde y con la página impresa. ¿La radio, el cine y la televisión? Fueron para nosotros, los adultos, medios de comunicación que a la vez sirvieron como elementos de entretenimiento, pero hoy –para los jóvenes actuales- junto al video y a la Internet constituyen verdaderos medios de cultura.
No concuerdo plenamente con todo lo expuesto por el escritor español en su última obra, pero al menos gracias a ella pongo mucho celo y cuidado al momento de opinar sobre la actual forma que tienen los jóvenes para encarar la cultura, pues recordaré –necesaria y dolidamente- que estos nuevos moradores del planeta conforman una generación mejor que la mía, aunque ello signifique detrimento para mis propias experiencias ilustradas y enciclopedistas.
Y mis amigos deberían también alertar sus sentidos y abrir sus mentes al momento de calificar con tanta liviandad al cine ‘made in Hollywood’, pues la producción no se asfixia ni se agota con películas de tercera categoría estilo “Rambo”, ya que desde California han salido verdaderas obras maestra que, guste o disguste, se constituyeron en parámetros para el cine del resto del planeta, encabezadas por directores de una talla enorme, cual es el caso de John Ford, Sam Peckinpah, Alfred Hitchcok, Orson Welles, Fritz Lang, Howard Hawks, Spike Lee, Woody Allen, Stanley Kubrick, Billy Wilder, Quentin Tarantino, etcétera.
Quiero terminar esta aproximación a artículo, contestando de inmediato a algunos de mis amigos –los más radicales- quienes, de seguro este próximo sábado, en el asado que tendremos en casa de María Celeste, querrán engullirme aduciendo que el cine de Hollywood no es sino una forma más (y muy atractiva) utilizada por el imperio norteamericano para obnubilar a las masas y embobarlas con el prurito de una supuesta ‘superioridad estadounidense’.
Yo tendré que aceptar la fuerza de esa aseveración, puesto que ella se asienta en la verdad, pero exigiré a mis amigos raciocinio y asertividad en lo referente al arte y la cultura, ya que un porcentaje nada desdeñable de filmes emanados de Hollywood han marcado pauta, sin discusión, en la filmografía planetaria, socavando incluso parte de las mismas estructuras del gigante norteamericano al desnudar sus contradicciones internas.
Por último, recurriendo de nuevo a Vicente Verdú, es imperioso reflexionar respecto de una tenebrosa posibilidad: que el capitalismo ya no sea solamente un sistema, sino que esté constituyéndose en civilización.
Por ello, es cada vez más conveniente leer y analizar en profundidad recomendaciones escritas por sabios de la antigüedad, como la siguiente: “conoce a fondo a tu adversario, rescata lo bueno y profundiza sus débitos…atácalo cuando esté desprevenido y haz tu movimiento cuando no se lo espere” (Sun Tzu, “El arte de la guerra”).