Radio Universidad de Chile
Patricio López | Martes 12 de mayo 2020
La vida nos ha enseñado que el heroísmo suele carecer de pompa. No requiere de capas ni de súper poderes. Para verlo no es preciso ir al cine al último estreno de Marvel ni comprar cabritas. Muchas veces está en los gestos cotidianos de personas que no esperan gloria ni aplauso, pero que sin embargo y simplemente, cumplen con su deber en circunstancias tan especiales como las que vive la Humanidad y el país.
Hacemos este comentario, en principio, porque hoy 12 de mayo es el día mundial de los profesionales de la enfermería. La fecha recuerda a Florence Nightingale -este año se celebran los 200 años de su nacimiento- quien lideró el cuidado de los heridos británicos durante la guerra de Crimea (1853-1856). Entre las medidas básicas de cuidado, ella promovió la práctica de la higiene de manos, además de la mejora de las condiciones ambientales, a partir de las cuales logró reducir significativamente la mortalidad de los soldados hospitalizados. Su legado adquiere especial repercusión, puesto que inspira a miles de enfermeros y enfermeras que están hoy, en todas partes del mundo, en la acuciante tarea de atender a las personas en este contexto de pandemia.
Sabemos que, así como ellos, hay en el mundo y en nuestro país una gran cantidad de profesionales de la salud sometidos a una enorme presión. Jornadas muy extensas, aumento de los contagios, riesgo para la salud física y mental por todas las aristas de la crisis sanitaria. En muchos casos, son trasladados de recintos e incluso de ciudades para ir donde más se necesita atención. Todo esto ha supuesto el alejamiento de los seres queridos, como padres, madres e hijos, e incluso el maltrato y la persecución de integrantes de la comunidad que, en vez de rendirles el homenaje que merecen, les tratan como parias.
También hay mártires. Ayer, la comunidad del Hospital Carlos Van Buren de Valparaíso despidió dolida y emocionada a una paramédica de 40 años y madre de tres hijos, quien se desempeñaba hace 15 años en el recinto asistencial y se contagió cuidando a sus padres.
A estos héroes cotidianos y anónimos queremos rendir nuestro homenaje y declarar nuestro agradecimiento. Junto a ellos, hay otros que durante estas semanas han prodigado todo de sí para que la vida siga funcionando. Pienso, por ejemplo, en las profesoras y profesores del sistema escolar y universitario, ya acostumbrados a la sobrecarga, quienes han tenido que ocupar todavía más tiempo en aprender las nuevas plataformas y diseñar nuevas metodologías para sus clases. Entre todos ellos, es de destacar especialmente a los profesores y profesoras mayores, quienes no estaban familiarizados con las nuevas tecnologías y han tenido que aprender, a veces preguntándole a los hijos, cómo ejercer el magisterio a distancia. Ellos merecen el reconocimiento y admiración de sus estudiantes, nunca la burla o la sorna, por el enorme esfuerzo que están haciendo.
También son héroes cotidianos quienes se desempeñan hoy en las tareas más precarias de la sociedad, como los recolectores de basura o los repartidores de comida a domicilio. La gran mayoría de ellos migrantes, es decir, personas sometidas cotidianamente a una discriminación institucional, de los medios de comunicación y, al fin y al cabo, de la sociedad. Como dijo en una entrevista realizada por nuestro medio la coordinadora de la Cátedra de Racismos y Migraciones de la Universidad de Chile, María Emilia Tijoux, miren por la ventana ¡ellos están haciendo funcionar el país!
En tiempos en que es comprensible la angustia y, por lo tanto, la tendencia a ensimismarse, es preciso también levantar la cabeza para apreciar a todos y todas aquellos que están dando una pelea por todos nosotros, para que la comunidad pueda salir adelante en circunstancias que nunca jamás habíamos vivido. Si los ve en la calle, no estaría mal darles las gracias por todo lo que hacen.