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Golpe de Estado en Níger

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Prensa Obrera, Argentina

La desestabilización en el Sahel y el empantanamiento del imperialismo.

Gustavo Montenegro

La junta militar que dio el golpe

El golpe de Estado de esta semana en Níger es un nuevo episodio de la desestabilización que recorre al Sahel, una franja territorial que cruza de este a oeste parte del continente africano.

El presidente Mohamed Bazoum, electo en 2021, fue derrocado por una asonada militar el miércoles 26 y permanece detenido. El general Abdourahamane Tchiani, jefe de la Guardia Presidencial y líder de la sublevación, explicó en su primer discurso que la destitución responde a los problemas de seguridad que atraviesa el país, en cuyas fronteras operan dos variantes del Estado Islámico. El jefe de las fuerzas armadas, Abdou Sidikou Issa, dio su aval al golpe y advirtió contra “toda intervención militar exterior, de la procedencia que sea”. Es que el hecho tiene un impacto regional.

A lo largo de su mandato, Bazoum reforzó la presencia del imperialismo francés en la nación mediterránea, recibiendo a parte de los efectivos de la fallida Operación Barkhane en la vecina Malí. Sin embargo, el arribo de las nuevas tropas fue incapaz de contener el desarrollo de las formaciones islamistas.

Debido a la buena sintonía del mandatario con el imperialismo (también hay una base de drones yanqui y cooperación para contener las oleadas migratorias), Estados Unidos y la Unión Europea condenaron el golpe. El presidente de Nigeria y titular de la Comisión Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), Bola Tinubu, lideraba un intento de mediación en Niamey, la capital. Níger es una de las naciones más pobres del mundo y cuenta con una tasa de analfabetismo cercana al 70%, a lo que se suman los duros enfrentamientos entre comunidades de agricultores y ganaderos.

Sahel ardiente

Las misiones militares francesas en el Sahel se empantanaron hace ya varios años. Los grupos islamistas han ganado terreno, golpeando incluso en países lindantes con el Golfo de Guinea (como Costa de Marfil, Benín y Togo), en un fenómeno que el presidente de Senegal, Macky Sall, calificó como una “metástasis” (El País, 19/2/22).

En rojo, el Sahel

Al asumir el cargo, Bazoum expresó en tono crítico los problemas que enfrentan estas operaciones: “La forma mejor adaptada a la lucha contra los terroristas no es la que podemos esperar de Barkhane, los terroristas a los que nos enfrentamos van en motos y son capaces de desaparecer en el campo con mucha facilidad. Con columnas de blindados y vehículos pesados que se desplazan en masa, algo que es perceptible desde muy lejos, el enemigo tiene muchas ventajas. Las formas de combate más apropiadas son aquellas que llevan a cabo fuerzas especiales, ligeras” (ídem, 28/6/21). Pero más allá del aspecto táctico-militar, los grupos islamistas crecen explotando la debilidad estatal y la falta total de perspectivas para la población, en una de las regiones más pobres del planeta.

El empantanamiento militar del imperialismo, sumado a un sentimiento popular creciente contra la injerencia francesa (expresado en manifestaciones en que se queman banderas o se atacan sedes de compañías galas), ha estado en la base de los recientes golpes de Estado en Malí y Burkina Faso. Las juntas castrenses de ambos países reclamaron la salida de las tropas francesas, algo que ya se concretó en el primer caso. La Minusma, misión de la ONU con aporte de Alemania y Francia, entre otros, también se está retirando de Malí.

Rusia aprovechó el retroceso francés para ganar posiciones, cultivando lazos con el gobierno de Malí y, aparentemente, también con el de Burkina Faso. En el primer caso hay desplegados, también, 1.400 efectivos del Grupo Wagner de Yevgueni Prigozhin (recientemente amotinado en territorio ruso), que cuenta además con hombres en la República Centroafricana, entre otros países africanos.

A raíz de ello, en los medios se especula sobre un posible papel de Moscú en el reciente golpe de Estado. En términos formales, Moscú lo condenó, pero la aparición de un audio atribuido a Prigozhin que celebra la sublevación, sumado a las banderas rusas que se vieron en las manifestaciones de apoyo al nuevo gobierno, despertaron suspicacias. Habrá que esperar nuevos indicios.

La debacle social y económica del Sahel plantea como necesidad la expulsión del imperialismo y la unidad socialista de Africa.

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