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Glenn Hernández, médico intensivista de la UC: “El gobierno ha hecho una comunicación de riesgo catastrófica”

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Por Claudia Álamo

THE CLINIC 01 de Abril, 2021

Tiene rabia. No la oculta. “Esta segunda crisis se pudo haber evitado”, dice Glenn Hernández, uno de los intensivistas más destacados del país. Asegura que se vienen semanas muy duras y que los equipos médicos pasaron de la épica al agobio. “Estamos sometidos a una presión draconiana”, señala al sostener que “llegó la hora de decirle a la gente que estamos en una guerra de verdad. Este no es un enemigo ficticio”.COMPÁRTELO

Escuchar al médico intensivista, Glenn Hernández es sentir la angustia de la batalla. Es acercarse a lo que está sucediendo en las UCI de todo el país, pero no desde las cifras, no desde la estadística. Es palpar el drama que están viviendo hoy los equipos médicos frente a la segunda ola del Covid y el esfuerzo por gestionar una pandemia que amenaza con empeorar en las próximas semanas. 

Glenn es un médico de renombre. Además de trabajar en la Unidad de Pacientes Críticos del Hospital de la Universidad Católica, es profesor titular de la misma universidad y mantiene un activo rol como investigador con la comunidad científica europea y latinoamericana.

En el 2019 fue nombrado Maestro de la medicina intensiva por la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva (SOCHIMI).  Su trayectoria está marcada por sus estudios en el área de shock séptico. Ha publicado más de 60 estudios internacionales y ha sido editor de varios libros sobre disfunción multiorgánica.

Todos esos galardones científicos no han anulado su lado humanista. Glenn es un doctor que se emociona cuando relata el tránsito hacia la muerte de sus pacientes, que se quiebra al relatar el túnel en que entran las personas cuando son intubadas. 

Aprender a lidiar con un virus como el Covid-19 ha extremado su sensibilidad. Una sensibilidad que ha estampado en la publicación de dos libros de poesía. 

Este médico chascón, risueño, optimista es un poeta que ha buscado darle una dimensión humana a su experiencia como intensivista.

-Se afirma que estamos en el peor momento de la pandemia. ¿Cómo se está viviendo esta segunda ola en la UCI? 

-Pff… Agotador. Más allá de la expansión que hemos tenido que hacer de la Unidad de Cuidados Intensivos, algo que no se ha dicho es que la carga de trabajo que implica tener una UCI llena de pacientes Covid en ventilación mecánica, no tiene nada que ver con el manejo de pacientes graves. Un paciente COVID es profundamente más inestable. 

-Puede ser obvio, ¿pero qué implica eso en la práctica? 

-Eso significa que tienes un paciente con oxígeno casi normal. Lo despiertas, lo ves, piensas que ya puedes sacarle el ventilador y de la nada, pero de la nada, media hora después esa persona está en el infierno. Yo me he dedicado 25 años al estudio del shock séptico y he visto muchos pacientes que terminan en ventilación mecánica, pero nunca, nunca me había tenido que enfrentar a algo así. Es una enfermedad muy impredecible.

“Algo que no se ha dicho es que la carga de trabajo que implica tener una UCI llena de pacientes Covid en ventilación mecánica, no tiene nada que ver con el manejo de pacientes graves. Un paciente Covid es profundamente más inestable”, dice.

-Al comienzo no se sabía nada. Ahora hay más información, más experiencia. ¿Eso permite enfrentarse mejor al virus?

-Esta segunda ola nos pilla con más experiencia. Sabemos que nos enfrentamos a un enemigo terrible ante el cual nunca se puede cantar victoria, ni siquiera cuando el paciente está de alta. Pero hoy se suma un nuevo factor: los equipos están fatigados. Lo que prima es el agobio. Estamos claros que nuestro deber es seguir, pero uno siente que éste es un incendio, una tragedia que no amaina. 

-¿El agobio es por la cantidad de pacientes graves que están llegando?

-Es la situación en general. Hoy tenemos un 25 por ciento de personal calificado con licencia. Hemos calculado que la carga de trabajo de tener una UCI llena -como la tenemos ahora-, es 2,5 veces mayor a la carga de un trabajo normal. Muchos no saben lo que sucede con los pacientes Covid. Por ejemplo, es muy frecuente que si tienes un paciente en ventilación mecánica, cuando lo despiertas, les cuesta volver. Hay una turbulencia. Se llama delirio y es casi consustancial a cualquier paciente crítico, pero con el Covid –por alguna razón que la medicina no conoce- es mucho más intenso.

-¿Más difícil de manejar?

-Mucho más. El delirio es como un estado de psicosis transitoria que se pasa, pero en algunos pacientes dura más tiempo y cuesta muchísimo manejarlo. Lo otro muy importante de saber es que a un 80% los pacientes Covid los estamos poniendo en posición prono –o sea, de guatita-. Eso mejora la performance del pulmón. En otras enfermedades graves, eso pasa sólo en el 10 por ciento de los casos. ¿Por qué es importante esto? Porque si tienes un paciente de 140 kilos, darlo vuelta requiere de 6 operadores. Es un procedimiento que tiene una técnica delicada. Está el riesgo de que se pueda salir el tubo en la traquea, lo cual es una emergencia terrible. Es una maniobra que requiere expertiz. Y como tenemos poco personal, cuando hay que hacerlo, el resto de la unidad queda inestable. Súmale la petición de aumentar las camas UCI. Objetivamente, estamos en una situación muy compleja. Es fácil firmar decretos sin considerar esa realidad. 

-¿Por qué lo dice? ¿Por la orden del ministerio de Salud?

-Sí. Y sé que algunos se van a molestar, pero la energía que uno gasta firmando un decreto en una oficina, diciendo: “Amplíen 500 camas”, no es nada comparado con la energía física y mental que se gasta en la UCI. Ampliar las unidades, requiere personal. Ventilar pacientes requiere especialización. Cuando extiendes en un 100 ó un 150% tu capacidad normal, empiezas a estresar el sistema de tal manera que ya no puedes garantizar la calidad de la atención. Nosotros sabemos que estamos en una situación de emergencia, pero hay cansancio. Pensábamos que la pesadilla había pasado. Pero ahora todo de nuevo.

“Sabemos que nos enfrentamos a un enemigo terrible ante el cual nunca se puede cantar victoria, ni siquiera cuando el paciente está de alta. Pero hoy se suma un nuevo factor: los equipos están fatigados. Lo que prima es el agobio”, dice.

-O sea, ¿hay cansancio y molestia?

-Todos los equipos de salud tenemos mucha rabia. Esta segunda crisis se pudo haber evitado. Los permisos de vacaciones; los viajes al extranjero, especialmente a Brasil, sabiendo el hervidero de nuevas variantes que hay allá… O sea, hubo muchas cosas que se pudieron hacer de otra manera. Yo soy médico. No soy político, pero aquí se hizo una apuesta que fracasó. 

-Esa es la crítica que hizo un epidemiólogo de Harvard. Eric Feigl-Ding dijo que el gobierno cometió el error de generar una falsa sensación de confianza…

-El gobierno ha hecho una comunicación de riesgo catastrófica. Hubo una falsa sensación de seguridad. Sin duda, primaron intereses económicos cuando se dio permiso de vacaciones. Eso lo estamos pagando ahora. ¿Sabes que hoy se está muriendo un chileno cada 14 o 15 minutos? Esa es la estadística. ¿Te das cuenta? Mientras estamos hablando, ya murió una persona. Esto es trágico. Es muy trágico. 

-¿Cómo visualiza que serán las próximas semanas?

-Mi impresión es que vamos a tener 10 mil contagios confirmados en dos semanas más. Y que la variante brasileña -que ya está circulando- va a ser preeminente. No se sabe si es más letal, pero es más contagiosa. Eso me preocupa. La semana pasada hicimos un testeo aquí en la UCI entre los pacientes nuevos que están en ventilador. De 15 pacientes, 5 tenían la variante brasileña. 

-¿Eso lo hace temer que los contagios aumenten exponencialmente?

-Absolutamente. Sobre todo entre la gente joven que se cuida menos y se contacta más. Sin duda, la situación va a empeorar. El sistema ya está al límite y vamos a estar sometidos a una presión devastadora. 

-¿Caminamos hacia el dilema de la última cama?

-El tema no es que alguien se quede sin ventilador. Eso no pasó en la primera ola. Tal vez no pase ahora tampoco. El tema es que el ventilador es sólo el comienzo. El tiempo de ventilación de un paciente con Covid puede ser de 3 semanas o más. De eso estamos hablando: de que van a venir tiempos muy duros y donde ciertamente la calidad de la atención que vamos a poder entregar, no va a ser la óptima. ¿Sabes lo que siento?

“Sé que algunos se van a molestar, pero la energía que uno gasta firmando un decreto en una oficina, diciendo: “Amplíen 500 camas”, no es nada comparado con la energía física y mental que se gasta en la UCI. Ampliar las unidades, requiere personal. Ventilar pacientes requiere especialización. Cuando extiendes en un 100 ó un 150% tu capacidad normal, empiezas a estresar el sistema de tal manera que ya no puedes garantizar la calidad de la atención”.

-¿Qué siente?

-Que estamos sometidos a una presión draconiana. Le exigen al sistema sanitario ampliar las camas de UCI sin proveer recursos. Estamos trasladando personal de dermatología para atender pacientes UCI. La comunicación humana del ministerio con el personal de salud no ha sido adecuada ni justa. Pero bueno, dejemos eso de lado. 

-¿Siente que están solos en la pelea?

-Es nuestro deber, es nuestra vocación dar la pelea. Y si nos dicen: “A la guerra”. Nosotros vamos a la guerra. De hecho, iremos a la guerra en las próximas semanas. Porque te aseguro que para el 14 de abril, esto va a estar mucho peor. 

-¿Esa es su angustia en esta batalla?

-Está en nuestro espíritu dar esta batalla. Pero si estás mandando a tu ejército a una guerra bélica de verdad -porque aquí sí que hay un enemigo externo- tienes que mandar refuerzos. O sea, si ven que una división de tu ejército está rodeada y sufriendo numerosas bajas, les das una mano. Pero si tú miras para atrás, no hay nadie. No hay ayuda. Nadie está ayudando.

-¿Incluye a la gente también?

-Totalmente. Al gobierno y sus decretos. A la gente que está pensando en el asadito del fin de semana. ¡Perdón: aquí hay un ejército que está siendo aniquilado en la frontera y no hay ayuda! ¿Dónde están las cuarentenas de verdad? ¡Cómo va a ser posible que en un fin de semana hayan habido 4 millones y medio de permisos transitorios! Es una chacota. ¿Y nosotros qué vemos? Que somos un ejército sitiado, dándolo todo y el resto está en jauja.

“El gobierno ha hecho una comunicación de riesgo catastrófica. Hubo una falsa sensación de seguridad. Sin duda, primaron intereses económicos cuando se dio permiso de vacaciones. Eso lo estamos pagando ahora. ¿Sabes que hoy se está muriendo un chileno cada 14 o 15 minutos? Esa es la estadística”.

-Es la imagen de dos Chile…

-De acuerdo, pero no puede ser que una parte del país esté en guerra contra el virus y otra parte pensando que hago el viernes santo: ¿un asadito? ¿O un mariscal? No. Ya basta. Llegó la hora en que hay que decirle a la gente que estamos en una guerra de verdad. Que éste no es un enemigo ficticio. Aquí está muriendo mucha gente. 

-¿Será sólo un problema de mensaje o también habrá algo de cansancio, de negación?

-Cansancio pandémico, negación, lo que sea, pero a veces pienso que para mucha gente esto es como ver un show de televisión. Como que estuvieran viendo un thriller y pensarán: “Qué bueno que no me pasó a mi”. Aquí en la UCI esto ha provocado mucho golpe emocional. No sólo por nuestros pacientes. Nosotros pasamos de la épica al agobio. Cuando comenzó esto, antes de entrar a la UCI, nos juntábamos como equipo y decíamos: “¡Vamos con todo!” Teníamos esa energía. Teníamos miedo también, por qué no decirlo. Muchos colegas se enfermaron o murieron. Pero como teníamos la épica, la sensación de luchar era más fuerte. 

LA RABIA 

-¿Qué más ha cambiado entre la primera y la segunda ola?

-Estamos en un cambio dramático. Más de la mitad de la gente que estamos ingresando en estos días es menor de 50 años. Incluso menos de 40. Eso no lo vimos en la primera oleada. Es verdad que los jóvenes tienen más posibilidades de vivir, pero hacen cuadros más activos, con deterioros dramáticos en las primeras horas. No es fácil sacarlos del ventilador. Son procesos largos.

-¿Podría aumentar la mortalidad o hay esperanza en la eficacia que pueden tener las vacunas?

-En unas semanas más, la mortalidad sin duda va a aumentar. La situación está al límite. Te digo, con toda la experiencia que tengo a mí me cuesta manejar pacientes con Covid. Son muy complejos. 

“Es nuestro deber, es nuestra vocación dar la pelea. Y si nos dicen: “A la guerra”. Nosotros vamos a la guerra. De hecho, iremos a la guerra en las próximas semanas. Porque te aseguro que para el 14 de abril, esto va a estar mucho peor”.

¿Pero el efecto de la vacuna podría ir aclarando el túnel?

-La vacuna va a ir ayudando, pero vamos a pasar unas semanas muy malas. Quizá hacia finales de abril, con suerte, la cosa podría empezar a declinar. En Londres tuvieron una crisis dramática. Lograron bajar la curva y estabilizarse en dos meses y medio. Pero hubo momentos oscuros. Un amigo médico londinense, que es bien aguerrido, un día me dijo que había perdido la esperanza. Había llegado a su hospital y habían 8 ambulancias con pacientes esperando ver dónde irse. Te hablo de Londres. Yo no quiero que eso pase acá. Sería una desastre. Pero estamos en un punto de inflexión. Y ya estamos tarde en todo. 

¿Cómo? ¿Las cartas ya están echadas?

-O sea, durante todo enero y febrero viajaron aviones llenos a Brasil. ¿Cómo no pararon eso? Recién tomaron medidas. Pero eso es como que se te quemó la casa y llegas a apagar el fuego con un grifo. Es ridículo. Es absurdo. Así como estamos, pienso que esto va a empeorar, pero después va a mejorar. 

-¿Forzadamente optimista?

-Hay que serlo. Tengo esa esperanza. Pero reconozco que estoy enrabiado. En parte, porque esto era evitable. Se tomaron malas decisiones y el costo lo estamos pagando todos.

“Un amigo médico londinense, que es bien aguerrido, un día me dijo que había perdido la esperanza. Había llegado a su hospital y habían 8 ambulancias con pacientes esperando ver dónde irse. Te hablo de Londres. Yo no quiero que eso pase acá. Sería una desastre”.

LA SOLEDAD

-Dice que la comunicación ha sido catastrófica. ¿Qué mensaje se debiera enviar ahora? Otros países han mostrado las secuelas del virus, el infierno que se vive. ¿Nos ha faltado hablar de eso?

-Aquí no se ha hablado casi nada de la soledad del paciente Covid ni de lo terrible que es. Antes de la pandemia, en el hospital estábamos en un plan de humanización de cuidados intensivos. Las familias tenían un rol muy activo. Las piezas de nuestros pacientes estaban llenas de fotos y le poníamos la música que les gustaba. Pero el Covid significó el aislamiento de los pacientes, casi como leprosos. Ya no entra nadie. 

-Además, está el duro momento de la intubación que agudiza la soledad…

-La experiencia de la intubación es tremenda. Cuando intubamos enfermedades graves, la mayoría de los pacientes llega con poca conciencia o en coma. Pero la mayoría de los pacientes Covid -me atrevo a decir que el 80 por ciento- entran al momento de la intubación despiertos, muy lúcidos y con un miedo terrible. Sabemos que al intubar, entras a un terreno impredecible. Puedes terminar muerto, salir en pocos días o estar meses. 

“No puede ser que una parte del país esté en guerra contra el virus y otra parte pensando que hago el viernes santo: ¿un asadito? ¿O un mariscal? No. Ya basta. Llegó la hora en que hay que decirle a la gente que estamos en una guerra de verdad”.

-Mucha angustia…

-Eso está muy presente. La sensación de angustia del paciente, de su familia y del equipo. Te dicen: “Doctor, ¿voy a salir de esto?”. Nosotros tratamos de darles ánimo, pero sabemos que un 20 o un 30% de los pacientes jamás va a despertar y que el último rostro que vieron fue el tuyo. Muchos nos piden el teléfono para llamar y despedirse. Son escenas fuertes, muy fuertes. Y los que se mueren, se mueren solos. 

-¿Y cómo es para un intensivista, que su vida laboral consiste en lidiar con la muerte, acercarse a un momento así? 

-No dejo de pensar en lo duro que es irse así de solo. Una vez entré a la unidad y habían 6 pacientes pronados. Todos boca abajo. No ves sus rostros. Ves cuerpos conectados a máquinas, cuerpos con cables. Eso deshumaniza más todavía. El morir de un paciente Covid, es morir sin abrazos, sin su gente. Mi madre murió hace poco. Se murió en mis brazos y fue maravilloso. Pero ese abrazo no existe con el Covid. Y es peor todavía. Tu funeral tiene que ser con medidas sanitarias restrictivas. Ni siquiera una vez muerto te puedes despedir. Esa persona que no vio a su familia durante un mes o más, tampoco pudo ser despedido con un abrazo o con un beso por su gente cercana.

-Durísimo…

-Muy duro. Y para los pacientes que se trasladan de regiones, es peor. Llegan en aviones-ambulancias. Muchos fallecen acá y después viene la repatriación. ¿Has pensando en eso? Una vez tuvimos un paciente de Puerto Montt, muy querido por todos en la UCI. Yo me comunicaba con su familia por zoom. Cuando falleció,  lo tuvimos aquí más de dos días. No se podía ir porque el tramite burocrático para llevarse un paciente que falleció de Covid es tremendo. Los vuelos comerciales no los quieren llevar. O sea, los traen en unos aviones top y luego se van de la manera más triste. 

-Se ha hablado mucho de cómo este virus anuló el necesario rito de la muerte…

-Así es. Pero este país tampoco le ha rendido homenaje a sus muertos. Me gustaría haber visto al Congreso pleno, pidiendo un minuto de silencio por todos los que han fallecido. Son muchos. ¿Les hemos rendido un homenaje como sociedad? Hace poco, aquí falleció una paciente que queríamos mucho. Estuvo dos meses con nosotros. Cuando murió, nos juntamos todos. Paramos la UCI. Nos pusimos a su alrededor. Cada uno entregó palabras de responso para ella. Fue tan emocionante. Se nos caían las lágrimas. Tenemos que hacer esos gestos. Es terrible que no nos importe. Esto me ha hecho pensar tanto en la condición humana. Siempre dicen: “Chile es un país solidario”. ¡Las nueces! Si fuésemos solidarios alguien debió haberle dicho a la gente quédense en sus casas, deje su mundo lúdico de lado porque se nos está muriendo mucha gente. Y eso nos duele o nos debería doler a todos. 

“Pero este país tampoco le ha rendido homenaje a sus muertos. Me gustaría haber visto al Congreso pleno, pidiendo un minuto de silencio por todos los que han fallecido. Son muchos. ¿Les hemos rendido un homenaje como sociedad?”

-Entiendo que en su unidad también celebra la vida. Que cuando logran sacar a un paciente adelante, hacen un ritual. ¿Es así?

-Sí. Hacemos un rito. No somos seres deprimidos. Somos personas pasionarias. Y cuando tenemos éxito y logramos sacar a un paciente adelante o desintubarlo, es un éxtasis. Nos juntamos todos y hacemos como un grito de guerra. 

-¿Cómo un haka?

-Claro. Hacemos un rito como los neozelandeses. Vamos caminando, juntamos las manos y gritamos alguna cosa. Eso mantiene el espíritu de fuerza.  

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