Francisco Claramunt
Manifestantes de Voz Judía por la Paz frente a la sede del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) el 14-4-2025, en Nueva York. AFP, Getty Images, Adam Gray
Judíos uruguayos contra el genocidio en Gaza, parte de un fenómeno mundial
Desobediencia debida
Brecha, 15-8-2025
Correspondencia de Prensa, 15-8-2025
La reciente carta pública en la que decenas de judíos uruguayos llaman a la ruptura inmediata de relaciones diplomáticas y comerciales con Israel es parte de una ola global dentro de las comunidades judías. Las críticas son no solo a las masacres, sino al uso que Israel y sus defensores hacen de la identidad judía.
«Sentimos las voces de nuestros ancestros que murieron en los guetos, que nos dicen: “No puede ser que hoy se esté haciendo esto a otro pueblo, que se esté detrás de un genocidio contra otro pueblo”», dijo este miércoles en la Asociación de la Prensa Uruguaya la ingeniera Mónica Wodzislawski, durante la presentación de una carta pública firmada hasta ahora por 77 judíos uruguayos. «Judíos contra el genocidio palestino: romper relaciones con Israel ya» se titula esa misiva, que según Alejandro Jorysz, otro de los organizadores de la iniciativa, surge de un proceso de diálogo entre muchos de ellos «ante la falta de una expresión en este país que nos represente». «No queríamos perder más tiempo y queríamos hacerlo público antes de que sea demasiado tarde, pero esto no está cerrado», agregó Jorysz, que dijo que al momento de la presentación habían recibido al menos una treintena de adhesiones más, como parte de un proceso de intercambio mano a mano que esperan se masifique luego de la presentación pública.
La carta exige al gobierno uruguayo «la ruptura inmediata de relaciones diplomáticas y comerciales con Israel, como miembro de las Naciones Unidas y actuando en consecuencia con los fallos de la Corte Penal Internacional y de la Corte Internacional de Justicia», en respuesta a la «política criminal» de ese país hacia las poblaciones de Cisjordania y Gaza y «la política genocida» de su primer ministro, Benjamin Netanyahu. «Como judías/os tenemos muy claro el significado de NUNCA MÁS: no queremos persecución, sometimiento, gueto, hambre, matanza, apartheid, genocidio, holocausto contra ningún pueblo del mundo bajo ninguna circunstancia, y mucho menos en nuestro nombre», sigue el texto, que concluye: «Los valores humanos deben estar por encima de los del mercado; no se puede dialogar ni hacer negocios ni comprar armamento ni ningún tipo de intercambio con quienes están bombardeando y disparando contra un pueblo entero, al que condenan a morir de hambre».
La falta de representatividad que muchos judíos uruguayos sienten con relación a la postura sobre Gaza de las principales organizaciones comunitarias del judaísmo uruguayo fue enfatizada por Alicia Migdal, otra de las participantes en la conferencia de prensa. «Para mí es una vergüenza casi personal que determinadas personas se arroguen una representatividad en la que yo, como judía, no estoy incluida», expresó. La escritora celebró la aparición de la carta pública como «una forma de desobediencia uruguaya» ante lo que consideró una situación de pasividad y silencio, «una medianía cómoda», que es producto, dijo, «de una idea de lo judío que en estos 80 años de existencia de Israel ha venido tomando una hegemonía simbólica y conceptual que no nos representa a muchos». En contraposición a lo que llamó el efecto Israel sobre la identidad judía, reivindicó la toma de posicionamiento contra el genocidio en Gaza como parte «de una tradición judía, que en estas sociedades siempre fue una tradición fuertemente contestataria».
Las similitudes de la iniciativa con impulsos en el resto de la diáspora judía mundial y en el propio Israel no pasaron desapercibidas para Leo Maslíah, otro de los participantes de la presentación. Tras la lectura de la carta por Alma Cohn, la conferencia de prensa cerró con un saludo, desde Alemania, del filósofo judío argentino Martín Gak: «Estoy absolutamente convencido de que no hay nada más importante que la comunidad judía de conciencia pueda hacer que negarle a Israel, que negarles a Netanyahu y a su grupo de maleantes, la voz de nuestra conciencia y la autorización para hacer uso de nuestra identidad moral, de nuestra identidad cultural, de nuestra identidad religiosa, de nuestra historia. Cualquiera con un sentido de los valores del judaísmo, como verdad (emet), justicia (tzedek), la dignidad de cada ser humano creado en imagen y semejanza de Dios (b’tzelem Elohim), tiene que decir, junto con los signatarios de este documento, que esas cosas no pueden ser hechas en nuestro nombre».
POR LA REGIÓN Y MÁS ALLÁ
Precisamente bajo la consigna «No en nuestro nombre» surgió en 2019 en Argentina la organización Judíes por Palestina. En un inicio, el grupo se congregó en torno al rechazo que provocó, entre varios miembros de la comunidad judía argentina, la adopción por instituciones de ese país de la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés, a la que Uruguay adhirió en enero de 2020). Esa definición, de acuerdo a sus críticos, es un instrumento para silenciar las críticas a Israel bajo la pretensión del supuesto combate al antisemitismo. Judíes por Palestina amplió luego sus objetivos a acciones de solidaridad con el pueblo palestino, particularmente tras los ataques israelíes a Gaza de 2021. Desde 2023, en Buenos Aires y otras ciudades de Argentina la notoriedad del grupo ha crecido en redes sociales y en marchas y actividades de concientización contra el genocidio.
«Nosotros veíamos esta situación dramática que estaba atravesando el pueblo de Palestina y sentimos la necesidad de hacer un pronunciamiento, sobre todo esta idea de decir “no en nuestro nombre”, porque algo que pasa mucho es que el Estado de Israel emprende su política militar, colonialista, con la idea de que lo hace en nombre del pueblo judío», le dijo el año pasado Juan Winograd, integrante de Judíes por Palestina, a la agencia ANRed. De acuerdo a su página web, la organización entiende que es su responsabilidad «desafiar a las organizaciones judías cuyas alianzas y acciones obstaculizan los derechos humanos palestinos, promueven el excepcionalismo judío y oscurecen las tradiciones judías de justicia social». «En el corazón de nuestro trabajo está la lucha por la libertad palestina y la construcción de un mundo libre de jerarquías raciales y étnicas, dominación colonial y militarismo desenfrenado.» Sus integrantes se reivindican, al mismo tiempo, como «defensores de la tradición solidaria y de lucha del pueblo judío» y continuadores de una línea histórica de lucha social argentina representada por las Madres de Plaza de Mayo y la búsqueda de justicia contra «los genocidas de la dictadura militar».
La organización pertenece a la Global Jews for Palestine, la red global de judíos por Palestina, que integran más de 20 grupos similares en 15 países, entre ellos Estados Unidos, Canadá, México, Brasil, Chile, Sudáfrica, Alemania, Reino Unido, Irlanda, Países Bajos, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica. En Argentina también existe una rama local de la Red Internacional Judía Antisionista (IJAN, por sus siglas en inglés), vinculada al movimiento internacional Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), una iniciativa surgida a principios de siglo en Palestina y que llama a ejercer boicots y sanciones contra Israel para que ponga fin a sus políticas de ocupación y apartheid (véase la entrevista a Héctor Grad, integrante de la rama española de IJAN: «Hay margen para frenar las masacres», Brecha,20-X-23).
«No en mi nombre» se titula también una reciente columna en El País de Madrid, donde el periodista, ensayista y editor argentino Alejandro Katz, colaborador habitual de La Nación, se pronuncia sobre lo que ocurre en Gaza. Su postura, como la manifestada por estos días por su colega periodista y escritora argentina Hinde Pomeraniec, difiere en muchos puntos de la de Judíes por Palestina e IJAN en lo que hace a Israel y al rol del sionismo en la identidad judía. Desde una posición mucho más cercana a lo que históricamente se ha llamado sionismo liberal o progresista, el diagnóstico de lo que ocurre en Gaza no deja de ser lapidario: «Los crímenes que está cometiendo Netanyahu en nombre de lo que llama el Estado judío y que cobarde, abyectamente, defienden tantos invocando el judaísmo en lugar de la razón de Estado, esos crímenes serán también puestos en nuestra cuenta. No por ello vamos a justificarlos, no por ello vamos a ser parte de su comisión, no por ello vamos a dejar de denunciarlos como lo que son: crímenes abyectos y aberrantes. Hacerlo no nos reconciliará con quienes nos hagan cargo del horror en Gaza y sumará el desprecio de quienes se enorgullecen de ese horror. Pero decir en voz alta que esos crímenes no se cometen en mi nombre, en nuestro nombre, es el único modo de seguir siendo judío, un judío a la vez silencioso y orgulloso, un judío educado para decir: “No, eso no, eso nunca”».
También Chile, Brasil y México han visto, en los últimos tiempos, la aparición de grupos como Judíxs Antisionistas contra la Ocupación y el Apartheid, Vozes Judaicas por Libertação y Judíes por una Palestina Libre. En esos países destacan igualmente voces individuales, como la del periodista brasileño judío Brenno Altman, que hace poco publicó el libro Contra o sionismo: retrato de uma doutrina colonial e racista y que ha sido objeto de una persecución judicial y mediática por sus críticas públicas a Israel. Tanto en el caso chileno como en el argentino destaca la participación prominente de sus integrantes en organizaciones sociales más amplias de solidaridad con Palestina. Por ejemplo, la vocera de la Coordinadora por Palestina de Chile, Tania Melnick, es integrante de Judíxs Antisionistas contra la Ocupación y el Apartheid.
En Estados Unidos, donde reside la segunda mayor comunidad judía del mundo, y en Canadá, el debate y la denuncia de las acciones de Israel han supuesto un quiebre masivo en las colectividades judías locales. Organizaciones como Jewish Voice for Peace (véase una entrevista con una integrante de la rama canadiense de ese grupo: «El silencio sobre el genocidio es un punto ciego en el progresismo uruguayo», Brecha, 26-IV-24), medios como Jewish Currents o figuras públicas como Peter Beinart o Norman Finkelstein tienen en estos momentos un papel protagónico en la crítica al Estado de Israel y en lo que denuncian como una cooptación de la identidad judía para sus propósitos políticos. El último año, The New York Times ha cubierto el cambio radical en la visión que los judíos más jóvenes tienen de Israel, reflejado en artículos como el reciente «Por qué los judíos estadounidenses ya no se entienden los unos a los otros», que diagnostica: «El consenso que mantuvo unido al judaísmo estadounidense durante generaciones se está desmoronando. Ese consenso, en términos generales, era el siguiente: lo que es bueno para Israel es bueno para los judíos. El antisionismo es una forma de antisemitismo. Y pronto habrá una solución de dos Estados que reconcilie el sionismo y el liberalismo. Hoy, todos los componentes de ese consenso se han resquebrajado». De muchísimo menor escala pero no menos significativo es el cambio que ocurre en sectores de Israel con la visión adoptada hoy por organizaciones de derechos humanos como B’Tselem o Médicos por los Derechos Humanos, que recientemente publicaron informes en los que denuncian el genocidio en Gaza.
LLAMAMIENTO MUNDIAL
Entre el 13 y el 15 de junio se celebró en Viena el primer congreso mundial de judíos antisionistas, que reunió a más de mil participantes. Entre los exponentes estuvieron el historiador israelí Ilán Pappé, la relatora especial de la ONU para los territorios palestinos ocupados Francesca Albanese, la eurodiputada francopalestina Rima Hassan, el médico y escritor Gabor Maté, su colega el director del hospital gazatí, Mohammed Salha (a través de una llamada de Zoom), y la académica palestina Ghada Karmi, entre otros. El evento reunió a representantes de grupos judíos de toda Europa, Sudáfrica, Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña y Noruega.
La instancia también incluyó a sobrevivientes del Holocausto y a hijos de sobrevivientes, que cuestionaron el uso de la memoria de ese genocidio por la propaganda israelí. El congreso concluyó con la convocatoria a una segunda instancia, a celebrarse en 2026, y una declaración final con varias demandas. El texto condena el genocidio en Gaza y el sistema de apartheid establecido por Israel sobre los palestinos, y denuncia a los gobiernos occidentales por permitir estas acciones mediante su apoyo militar y diplomático. Además, exige sanciones inmediatas y la suspensión de Israel de la ONU, «como se hizo en 1974 con Sudáfrica por su práctica del apartheid». «Rechazamos categóricamente la afirmación de que Israel actúa en nombre de los judíos o de que su actividad criminal cuenta con el apoyo de todos los judíos», agrega la declaración. «Hacemos un llamamiento a los judíos de todo el mundo para que se alcen contra el Estado sionista, para negarle legitimidad y exigir el cese inmediato de sus acciones criminales y depravadas. Esto incluye apoyar la campaña BDS y romper los vínculos culturales, políticos e institucionales con Israel hasta que cumpla sus obligaciones internacionales y de derechos humanos», dice la declaración. Afirma también que Israel y el sionismo «actúan de forma ilegal e inmoral al insistir en que lo hacen en nombre de los judíos, poniendo así en peligro a todos los judíos del mundo». «Esta insistencia en que los judíos apoyan intrínsecamente al sionismo y al aborrecible Estado sionista es auténtico antisemitismo. Honrando el legado histórico judío y los principios del propio judaísmo, instamos a los judíos de conciencia de todo el mundo a unirse a los palestinos en el rechazo a la ideología racista del sionismo y su supremacía inherente. En cambio, actuaremos en colaboración, dondequiera que estemos, con el movimiento global por la descolonización y la liberación de Palestina», finaliza el llamado.