Izquierda Revolucionaria, Estado Español
El 25 de Noviembre, a las diez y veintinueve minutos de la noche, fallecía Fidel Castro. Inmediatamente, distintos medios de comunicación burgueses, no han dudado en abrir sus páginas a los contrarrevolucionarios fascistas cubanos y de toda Latinoamérica para que celebren esta muerte y profieran todo tipo de insultos contra el hombre que junto a Che Guevara y un puñado de revolucionarios y revolucionarias lideró la lucha del pueblo cubano contra la dictadura corrupta y asesina de Batista.
Desde “hijo de puta” (como Juan Abreu en El Mundo) hasta “tirano”, “dictador”, etc. el aquelarre contrarrevolucionario ha sobrepasado esta vez todas las fronteras. Hasta los aparentemente más comedidos no han podido ser más sibilinos en su tratamiento de la noticia. En TVE 24 horas se referían a Fidel nada más y nada menos que como “líder del régimen socialista cubano, que sufre una grave crisis desde hace décadas”. ¡Ahí queda eso!
Este tratamiento “informativo” contrasta vivamente con el respeto y adulación mostrados hacia un personaje tan corrupto y degenerado como Rita Barberá, por ejemplo. Pero todos los ataques y calumnias no han podido ocultar el sentimiento de respeto hacia la figura de Fidel Castro, y solidaridad y simpatía hacia el pueblo cubano, mostrados por millones de jóvenes y trabajadores en todo el mundo. Ese sentimiento no es casual. Fidel se ha convertido por méritos propios en símbolo de la lucha de los oprimidos contra el capitalismo y el imperialismo.
De la lucha contra el imperialismo a la expropiación de la burguesía
Fidel Castro Ruz nació en Birán (Cuba) en 1926, en una familia de emigrantes gallegos. Como muchos jóvenes de su generación, luego de acceder a la Universidad en 1945, Fidel participa en la lucha contra la tiranía y la dominación imperialista. Impulsa un comité de apoyo a los activistas dominicanos perseguidos por la brutal dictadura títere de Estados Unidos de Trujillo (uno de los regímenes dictatoriales más sangrientos que ha conocido el continente). En 1948, cuando iba a participar como dirigente estudiantil en un encuentro con el dirigente revolucionario colombiano Jorge Eliécer Gaitán, le sorprende el asesinato de éste por la oligarquía y el estallido del Bogotazo, una insurrección ahogada en sangre por la oligarquía. Como en el caso del Che, el contacto con la represión, las dictaduras y las desigualdades sociales que sufren los distintos pueblos latinoamericanos, convence al joven Fidel de la necesidad de luchar por un cambio revolucionario en Cuba y en todo el continente.
El 26 de Julio de 1953, junto a otros jóvenes revolucionarios, Fidel organiza el asalto al Cuartel de Moncada. El objetivo era desencadenar una huelga general que derribase el gobierno dictatorial de Batista. Los revolucionarios cubanos son derrotados y encarcelados pero el discurso de Fidel: “La historia me absolverá” marcará un hito en la lucha contra la opresión y el imperialismo.
Cuba era en ese momento un país absolutamente dominado por el imperialismo estadounidense. Washington ponía y quitaba gobiernos a su antojo y los sectores más corruptos y degenerados de la burguesía estadounidense habían convertido la isla en un gran casino a donde acudían a divertirse. El resultado era que mientras un puñado de terratenientes, capitalistas y burócratas del estado hacía negocios con ellos y se llenaba los bolsillos, la inmensa mayoría de la población se veía excluida.
Hoy, como parte de la campaña impulsada por la derecha latinoamericana y el imperialismo contra la revolución cubana, está de moda en toda una serie de foros de Internet decir que Cuba era un país con buenos indicadores sociales antes ya de la revolución. Pero esto es completamente falso. Antes de 1959 el 57% de la población cubana era analfabeta. Hoy es el único país del continente, junto a Venezuela tras los gobiernos de Chávez, que ha erradicado el analfabetismo. La tasa de mortalidad infantil, que en 1959 superaba el 40 por mil, fue rebajada por la revolución a un 7 por mil. Los partos atendidos en hospitales pasaron de representar un 63% antes de la revolución (con la consecuencia de que morían muchas mujeres) a significar un 99,9%. La pobreza y la inseguridad ciudadana fueron prácticamente eliminadas y para nadie es un secreto que la calidad y extensión del sistema de salud y educación cubanos son superiores a las de muchos países ricos.
Todos estos avances fueron producto de que una vez llegados al poder, Fidel y el Che no renunciaron a dar respuesta a los millones de personas que les habían apoyado (como lamentablemente han hecho otros dirigentes de la izquierda) sino que se mantuvieron firmes e incluso avanzaron hacia la nacionalización y planificación de la economía.
La lucha por defender y extender la revolución frente al cerco imperialista
Aunque inicialmente el Movimiento 26 de Julio se planteaba un programa limitado a la lucha por liberar a Cuba del yugo del imperialismo y llevar a cabo una serie de transformaciones democráticas que garantizasen la soberanía nacional y mejores condiciones de vida para el pueblo, Fidel y el Che se enfrentaron (como luego le ocurriría a Allende en Chile, los sandinistas en Nicaragua o más recientemente a la Venezuela bolivariana) al sabotaje del imperialismo y de su propia burguesía. Para llevar adelante su programa, no verse asfixiados por ese boicot y responderle al pueblo nacionalizaron no algunas empresas aisladas sino el conjunto de los bancos, la tierra y las principales industrias. Ello fue clave para planificar la economía, instaurar un monopolio estatal del comercio exterior y garantizar la distribución de productos a la población a precios accesibles, desarrollar planes de construcción de viviendas, combatir las desigualdades sociales y la pobreza y construir uno de los mejores sistemas de educación y salud del mundo.
La teoría de la revolución permanente, formulada por LeónTrotsky tras la revolución rusa de 1905, mostraba una vez más su validez universal. Para garantizar que la liberación nacional y la revolución democrática cumplían sus objetivos, y no retrocedían, la revolución democrática debía convertirse en socialista. Y no al cabo de varias generaciones, en un futuro difuso, como proclamaba el estalinismo, sino de manera inmediata. Sólo faltaba una cosa para garantizar su victoria definitiva: la extensión a otros países, como explicaron Lenin y Trotsky en 1917, tras la revolución rusa. Durante los años que siguieron a la revolución de 1959, Fidel y el Che realizaron distintas tentativas de extender la revolución a otros países, particularmente de Latinoamérica. Pero la mayoría de esos intentos fueron traicionados por los dirigentes reformistas y estalinistas. Al Che le costó la vida en 1967. Tras quedar aislada en un solo país, la revolución cubana enfrentó cada vez en condiciones más difíciles uno de los bloqueos más criminales que ha conocido la historia.
Como en el mito bíblico de David contra Goliat, una pequeña isla de poco más de 11 millones de habitantes ha tenido que enfrentar el cerco de la principal potencia imperialista mundial y visto negado el acceso a alimentos, medicinas, financiación, tecnología…Ello obligó a la revolución cubana a luchar durante décadas por sobrevivir en condiciones extremadamente difíciles. Uno de los grandes méritos de Fidel Castro fue mantenerse firme, incluso en los peores momentos, en la defensa de que Cuba debía preservar las conquistas revolucionarias, empezando por la economía nacionalizada y planificada. Luego de que colapsaran los regímenes estalinistas de la URSS y Europa del Este, cuando los burócratas de estos países, o de China, al frente de los mal llamados partidos comunistas, decidieron convertirse en capitalistas y lanzar un plan de privatizaciones masivo, el imperialismo intensificó su cerco sobre Cuba intentando que siguiese el mismo camino. La isla lo pasó realmente mal. Fue el llamado periodo especial pero Fidel se negó a volver al capitalismo.
La elección de Hugo Chávez en 1998 y las victorias revolucionarias en Venezuela contra el golpe y el paro petrolero de 2002 impulsaron una alianza entre ambas revoluciones que no obedecía solamente a la estrecha amistad que unía a Chávez y a Fidel sino a la necesidad de que ambas revoluciones superasen sus fronteras y se extendiesen al resto de Latinoamérica. Esta sigue siendo hoy la única manera de defender la revolución cubana e impedir una restauración capitalista.
Esa restauración es lo que buscan los imperialistas chinos y europeos con sus planes de inversión en la isla. O el giro dado por el imperialismo estadounidense con el reciente viaje de Obama. Hoy, tras el fallecimiento de Fidel, la introducción paulatina del capitalismo es el principal peligro que enfrenta la revolución en Cuba. Las enfermedades y muertes, primero de Chávez y ahora de Fidel, han venido acompañadas de una ofensiva salvaje del capitalismo para golpear las economías de ambos países y plantear que el problema son las expropiaciones, en el caso venezolano, o la economía nacionalizada y planificada, en Cuba. Con ello intentan desviar a ambas revoluciones de sus objetivos socialistas y que los dirigentes que han sustituido a Chávez y a Fidel apliquen medidas capitalistas. La única alternativa para Cuba y Venezuela es que los bancos, la tierra y las grandes empresas estén en manos del estado y el estado sea dirigido de manera consciente por el conjunto de la clase obrera y el pueblo a través de delegados elegibles y revocables, corrigiendo las desviaciones e ineficiencia que inevitablemente se producen cuando la revolución queda aislada nacionalmente, y extendiendo ésta al resto del continente. Ese sería el mejor homenaje a la memoria del comandante Fidel Castro.