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¿Es la desigualdad social la base de la crisis climática? 

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JACOBIN

ROBERTO ANDRÉS

Aunque quieran hacernos creer que las responsabilidades por la crisis climática son compartidas por igual, lo cierto es que el 1 % más rico de la sociedad es quien más daño le hace al ambiente, mientras que los sectores más pobres pagan los costos. Una verdadera solución al cambio climático requiere de una radical redistribución de la riqueza.

Imagen: Contraste entre ricos y pobres en el paisaje ciudadano.

Según un estudio publicado por un equipo científico de 14 países en noviembre de 2022 en la revista Nature Sustainability, la erradicación de la pobreza mundial sin una redistribución radical y a corto plazo de las riquezas existentes sólo exacerbaría la crisis climática, con consecuencias negativas para toda la humanidad(1). 

Geógrafos, matemáticos y físicos, entre otros, argumentan que en un mundo en donde cada 17 horas nace un nuevo multimillonario, satisfacer las necesidades sociales más urgentes del tercio más pobre de la humanidad tendría un impacto potencial en el sistema climático equivalente al causado actualmente por el 1 % más rico de la población. 

En su trabajo, titulado Impacts of meeting minimum access on critical earth systems amidst the Great Inequality (Impactos de alcanzar el acceso mínimo en sistemas terrestres críticos en medio de la Gran Desigualdad), los autores afirman que, si bien es cierto que la humanidad está desestabilizando funciones críticas del planeta, como el clima, existe una creciente evidencia respecto de las desigualdades tanto en lo que hace a la responsabilidad como a la vulnerabilidad al cambio ambiental. 

«Las personas, países e instituciones que hacen la mayor contribución a los impactos ambientales no son los potencialmente más afectados por dichos impactos», explica el equipo en su estudio. «Mientras tanto, miles de millones luchan por sobrevivir, a la vez que viven por debajo del acceso mínimo a los recursos requeridos para alcanzar el bienestar humano». 

Según el autor principal, Crelis Rammelt, experto en Geografía Ambiental y Estudios de Desarrollo de la Universidad de Ámsterdam, «nuestra investigación es importante porque muchas personas asumen que es posible satisfacer las necesidades de los más pobres sin grandes redistribuciones y transformaciones en la sociedad». «Mostramos que en 2018, con los niveles de desigualdades, tecnologías y comportamientos de ese año, brindar una vida digna a los pobres habría llevado a un mayor cruce de los límites planetarios, especialmente sobre el clima», agregó.  

Para el geógrafo es importante enmarcar estos impactos potenciales en el contexto de las desigualdades más amplias en el uso de los recursos y los impactos ambientales en la actualidad: «Son los ricos quienes se apropian de la mayor parte de los recursos de la Tierra, no los pobres». 

Un vínculo relacional entre crisis climática y desigualdad social 

Los autores argumentan que los límites ecológicos del planeta implican un espacio de utilización ambiental limitado. Al ser limitado, este espacio debe compartirse de manera más equitativa, lo que involucra la necesidad de «una transformación justa para reorganizar las economías y las instituciones». 

Estas transformaciones incluyen mejorar los sistemas de suministro de agua, alimentos, infraestructura y energía, cambiar los patrones de consumo y los sistemas de valores, ir más allá del desarrollo tecnológico y apoyar una redistribución justa de los recursos que asegure tanto el acceso justo como la asignación justa.  

La importancia del estudio publicado en Nature reside en que establece un vínculo relacional entre la crisis climática y la desigualdad social. Esto cuestiona la tendencia, actualmente existente en los debates acerca de la crisis ecológica global, a sustraer las contradicciones sociales de la humanidad de su impacto en el ambiente.  

El equipo de Rammelt ha determinado que no es la humanidad en su conjunto, ni un promedio ni los que escapan de la pobreza extrema, sino un grupo relativamente pequeño y rico el responsable de la mayoría de la demanda de recursos y daños ecológicos y, por lo tanto, de las amenazas existenciales que enfrenta con mayor severidad la población empobrecida.  

Lo afirman apelando al concepto de la Gran Desigualdad, un periodo crítico de creciente divergencia social y económica, marcado por una inédita brecha de ingresos y riquezas (tanto entre países como al interior de ellos), así como también por el intercambio ecológicamente desigual en el uso de los recursos del planeta por parte de las naciones desde mediados del siglo XX. 

Fue a comienzos de la década de 1950 cuando comenzó la Gran Aceleración, un periodo de uso desaforado de dichos recursos, que aún se encuentra en curso. El concepto surgió de la mano de algunos teóricos del Antropoceno, como los químicos atmosféricos Paul Crutzen y Will Steffen, durante la Conferencia de Dahlem en 2005, inspirados en The Great Transformation (La gran transformación), de Karl Polanyi. 

La Gran Aceleración permite dar cuenta del vertiginoso salto en veinticuatro indicadores socioeconómicos y biofísicos a nivel planetario, tales como la población mundial, el PBI mundial, el consumo de energía primaria, la concentración de gases de efecto invernadero, la acidificación de los océanos y la pérdida de bosques tropicales, entre otros(2). 

Los doce indicadores socioeconómicos de la Gran Aceleración 1750-2010: (1) Población mundial (2) PIB real mundial (Producto interno bruto) (3) Inversión extranjera directa mundial en dólares estadounidenses (4) Población urbana mundial (5) Uso mundial de energía primaria (6) Consumo mundial de fertilizantes (nitrógeno, fosfato y potasio) (7) Número total mundial de grandes represas existentes (8) Uso mundial de agua (9) Producción mundial de papel (10) Número mundial de nuevos vehículos de motor por año (11) Suma global de líneas fijas y suscripciones de telefonía móvil (12) Número de llegadas internacionales por año. Fuente: Steffen, W., Broadgate, W., Deutsch, L., Gaffney, O., & Ludwig, C. (2015) (3).
Los doce indicadores biofísicos de la Gran Aceleración 1750-2010: (1) Dióxido de carbono de registros de núcleos de hielo y firn (2) Óxido nitroso de registros de núcleos de hielo y firn (3) Metano de registros de núcleos de hielo y firn (4) Disminución máxima del porcentaje total de columna de ozono (5) Anomalía de la temperatura superficial global (6) Acidificación de los océanos expresada como concentración media mundial de iones de hidrógeno en la superficie (7) Producción mundial de captura de peces marinos (8) Producción mundial de camarones de acuicultura (9) Flujo de perturbación de nitrógeno inducido por el hombre calculado por modelo en el margen costero (10) Pérdida de bosques (11) Aumento de la superficie de tierras agrícolas (12) Disminución porcentual de la abundancia media de especies terrestres. Fuente: Steffen, W., Broadgate, W., Deutsch, L., Gaffney, O., & Ludwig, C. (2015).

«Cuando se habla de estas crisis ambientales que tienen lugar a escala global, también se tiende a hablar de la humanidad a escala global, es decir, de la población global en su conjunto —explica Rammelt en diálogo con JACOBIN—, pero esto oculta las desigualdades en cuanto a quién es responsable y quién se ve más afectado». Consultado por el vínculo entre desigualdad social y crisis climática, aclaró: «En este documento no nos adentramos en lo que impulsa la crisis, sino que sólo señalamos la Gran Desigualdad que ocurre junto con la Gran Aceleración. Esto implica que quienes más sienten estos impactos no son los más responsables de provocarlos».  

Para el geógrafo, la desigualdad es un factor importante en la crisis ecológica. «Más allá del estudio, también se podría pensar en cómo la desigualdad permite externalizar costos, incluidos los costos de degradación ambiental. Así que definitivamente hay mucho más para decir sobre este tema más allá de la publicación», señaló. 

Equidad y sostenibilidad, un doble desafío para la humanidad 

Para los autores, el debate tiene como marco la crisis del sistema Tierra. El Programa Internacional Biósfera Geósfera (IGBP), una iniciativa del Consejo Internacional de Ciencias (ICSU), se dedicó durante treinta años (1986-2015) a estudiar la alteración de los ciclos interactivos físicos, químicos y biológicos y los flujos de energía que hacen posible la vida en el planeta.  

Tras su cierre, la labor de la comunidad del IGBP continuó desarrollándose en Future Earth, un nuevo programa centrado en la búsqueda de soluciones y cuyo marco general es el reconocimiento de fronteras ecológicas planetarias. Este programa fue el que convocó al equipo de Rammelt para su investigación. 

El estudio de las fronteras ecológicas planetarias ha posibilitado el establecimiento de un «espacio operativo seguro» que permite un desarrollo humano basado en los procesos biofísicos intrínsecos que regulan la estabilidad del sistema Tierra. Lamentablemente, con la Gran Aceleración fueron traspasadas seis fronteras planetarias: el cambio climático, la integridad de la biosfera, los flujos biogeoquímicos, los cambios en el uso del suelo, las entidades novedosas (microplásticos entre otros) y los cambios en el uso de agua dulce(4).  

Seis de los nueve límites planetarios han sido transgredidos. Además, la acidificación de los océanos se está acercando a su límite. La zona verde es el espacio operativo seguro (debajo del límite). De amarillo a rojo representa la zona de riesgo creciente. El morado indica la zona de alto riesgo donde las condiciones del sistema Tierra interglacial (Holoceno) se transgreden con un alto nivel de confianza. Fuente: Katherine Richardson et al (2023) (5).

En 2015, mismo año de cierre del IGBP, Naciones Unidas aprobó los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como parte de la Agenda 2030. Entre estos figuran el fin de la pobreza y el hambre, alcanzar la igualdad de género y la energía asequible y no contaminante para todos, así como también trabajo decente, crecimiento económico y acción por el clima, entre otros. 

La Agenda 2030, que se denomina así porque los objetivos deben cumplirse ese año, llama a reducir la desigualdad y reconoce que «erradicar la pobreza en todas sus formas y dimensiones, incluida la pobreza extrema, es el mayor desafío global y un requisito indispensable para el desarrollo sostenible»6.  

El cumplimiento de sus objetivos implica que deben realizarse de manera interrelacionada, integrada e indivisible, lo que requiere investigar las posibles interacciones entre los objetivos sociales y ambientales de la Agenda 2030. Esto es justamente lo que se propuso el equipo de Rammelt, recurriendo a la Gran Desigualdad como un marco general que no se puede ignorar. 

La Gran Desigualdad, un periodo crítico de creciente divergencia social y económica 

La Gran Desigualdad complementa a la Gran Aceleración, proceso que se caracteriza por dramáticas tasas de crecimiento en muchas medidas de la actividad humana y sirve de base para la propuesta del Antropoceno, una nueva época geológica marcada por el impacto negativo e irreversible de la industrialización moderna y la globalización7. 

«En nuestro documento presentamos un gráfico con instantáneas de la Gran Desigualdad en años particulares para alimentos, agua, energía e infraestructura, que también son nuestras dimensiones básicas para el acceso mínimo», dice Rammelt. Y agrega: «Explicamos cómo estas desigualdades han persistido y cómo varios indicadores también empeoraron con el tiempo»  

Según el geógrafo, si bien algunos índices de la Gran Aceleración se remontan a 1750 —con el inicio de la Revolución Industrial—, la aceleración realmente se activa a mediados del siglo XX: «Sabemos que la creciente desigualdad en el consumo entre países comienza antes de eso, pero los datos son más claros para el periodo posterior a la década de 1950».  

La Gran Desigualdad: Este gráfico muestra las desigualdades para necesidades materiales seleccionadas con población acumulada y niveles de consumo o gasto. De arriba hacia abajo: energía (consumo total de electricidad residencial en gigajulios por año per cápita), agua (huella hídrica promedio del consumo para 1996–2005 en metros cúbicos por año per cápita), alimentos (consumo de proteínas en gramos por día per cápita) e infraestructura (capital producido del Índice de Riqueza Inclusiva (IWI) en dólares per cápita). Fuente: Rammelt, C.F., Gupta, J., Liverman, D. et al (2023).

Rammelt no puede determinar qué fenómeno fue primero, si la Gran Aceleración o la Gran Desigualdad, porque muchos datos solo estuvieron disponibles recientemente: «Todo lo que podemos afirmar en este artículo es que la Gran Desigualdad complementa, en diferentes escalas de tiempo, a la Gran Aceleración». 

El índice Gini, utilizado habitualmente para medir la disparidad de ingresos, da cuenta de un aumento de la desigualdad global entre 1820 y 1910, en pleno auge del dominio occidental y los imperios coloniales. Luego, en la denominada época imperialista (1910-2020), la desigualdad global se estabilizó, aunque en un nivel muy alto. 

Simultáneamente, dentro de esta desigualdad, se desarrollaron movimientos contradictorios: la desigualdad entre países disminuyó durante buena parte del siglo XX, pero la desigualdad al interior de ellos siguió aumentando. Todo se invirtió a partir de 1980, y el capitalismo del siglo XXI alcanzó niveles de desigualdad similares a los de comienzos del siglo XX(8).  

Por otra parte, la desigualdad de riquezas ha llegado a ser mayor que la de ingresos: para 2019, los 2153 multimillonarios que había en el mundo (es decir, con un patrimonio mayor a los 2000 millones de dólares) poseían más riqueza que el 60 % más pobre de la población mundial, es decir, que 4600 millones de seres humanos(9). 

Estas desigualdades afectan tanto al norte global como al sur: en 2018 el 10 % más rico de los países de la OCDE poseía tanta riqueza como el 52 % más pobre(10). Por fuera de la organización, por ejemplo, en la India actual, el 10% más rico de la población posee el 60 % de todas las riquezas del país, mientras que el 40 % más pobre solo tiene el 4 %(11). 

A su vez, también se están ampliando brechas de riqueza a nivel mundial. Para 2017 surgía un nuevo multimillonario cada dos días, un aumento histórico que pudo haber acabado con la pobreza extrema siete veces(12). Ese año el 82 % de toda la riqueza creada fue a parar al 1,1 % más rico, que pasó de concentrar el 35 % de las riquezas en el 2000 al 46 % en el 2020(13). 

Como si fuese poco, la irrupción del Covid-19 no hizo más que exacerbar las desigualdades. Según datos del Banco Mundial, en 2020 los dos deciles más ricos perdieron el 5 % de sus ingresos, mientras que los dos más pobres perdieron el 6 %. Sin embargo, para 2021 los primeros recuperaron la mitad de lo perdido, aunque los segundos perdieron el 5 % de sus ingresos(14).  

En cuanto a las riquezas, durante el primer año de pandemia el mundo vio la aparición de 493 nuevos multimillonarios. Se trató de una cifra récord que superó los 290 nuevos multimillonarios de 2015(15). 

Un impacto ambiental marcado por el intercambio desigual de los recursos del planeta 

Estas desigualdades económicas en ingresos y riquezas se traducen en impactos y reclamos desiguales sobre el ambiente. Por ejemplo, en 2015 el 34 % del total de emisiones de gases de efecto invernadero provino del 10 % con mayores ingresos de la población mundial, mientras que el 50 % con más bajos ingresos sólo representó el 15 % de todas las emisiones(16). 

En el período que va de la caída del Muro de Berlín en 1989 a la cumbre que firmó el Acuerdo de París en 2015, las emisiones globales anuales de carbono crecieron un 60 %, duplicando las acumuladas en dos siglos(17). Esto es lo que disparó todas las alarmas ante la inminente posibilidad de superar el límite de 1.5 °C en la temperatura promedio del planeta(18), lo que nos llevaría a un calentamiento global fuera de control. 

Incluso a pesar de la ligera caída de emisiones de CO2 a comienzos de la pandemia, un informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente no descarta que, ante la persistencia de las actuales políticas fósiles, la temperatura del mundo supere los 3 °C en este siglo, mucho más allá de los objetivos del Acuerdo de París(19).  

En un escenario de este tipo, inevitablemente aumentan las probabilidades de ser azotados por una gran ola de calor. Si la probabilidad media mundial de que esto ocurriera eran sólo de 5 % el periodo 1981-2010, con una temperatura promedio global de 1.5° C, hoy esta probabilidad aumentó al 28 %. Y si hablamos de 4° C, la probabilidad alcanza el 61 %(20). 

Que el mundo mantenga a los súper ricos es algo que pagamos muy caro. Este estrato social (el 0,5 % de la población mundial) tiene mucho que explicar en cuanto a su estilo de vida. Un estudio publicado en Nature Climate Change en 2019 descubrió que, en cuanto a este aspecto, el sector genera el 13,6 % de las emisiones globales(21). En Europa, sus viajes en jet privado aumentaron un 31 % en quince años y, según Transport & Environment, las emisiones de uno de sus vuelos de solo cuatro horas equivalen al total de las generadas por una persona en un año(22).  

En 2020 también Oxfam expuso lo que nos cuesta a todos la manutención de los ricos: el consumo de las 63 millones de personas (0,7 % de la población mundial) que tienen ingresos mayores a los 109.000 dólares generó el doble de las emisiones de CO2 comparadas con las provocadas por lo que consume la mitad más pobre de la población mundial(23). 

Pero los impactos provocados por la cima de la pirámide social no deben atribuirse sólo al consumo. También entran en juego los patrones de inversión y producción. Según Carbon Majors, desde 1988 más de la mitad de los gases de efecto invernadero industriales a nivel global se pueden atribuir a solo 25 productores corporativos y estatales. Para 2015 una quinta parte de las emisiones provenía de inversiones que cotizan en bolsa(24). 

Otro análisis da cuenta de la apropiación inicial de los recursos necesarios para la producción de bienes y servicios comercializados. En 1993 la huella material (MF) per cápita de los países de ingresos altos era trece veces mayor a la de los de ingresos bajos, y la diferencia aumentó a 18,7 en el 2000, aunque luego disminuyó a 14,6 veces en 2010 por efecto de la crisis financiera de 2007-2008(25). 

Los países de renta alta también son los únicos apropiadores netos de flujos mundiales de materiales incorporados en los bienes comercializados, que aumentaron de 4000 millones de toneladas anuales en 1990 a 10 000 millones en 2015. El intercambio ecológicamente desigual permite a los países de altos ingresos apropiarse de recursos y generar un excedente monetario a través del comercio internacional con implicaciones de largo alcance para la sostenibilidad global y el crecimiento económico de las naciones(26).  

En el caso de la energía, el 10 % de los países de mayores ingresos consume tanto como el 80 % de los países de menores ingresos: el 39 % de la energía final total. Mientras tanto, el 10 % de los países de más bajos ingresos consume solo el 2 %(27).  

Los países de más altos ingresos son los únicos apropiadores netos de los crecientes flujos mundiales de energía incorporados a los bienes comercializables. Según un estudio publicado en Global Environmental Change, en 2015 el norte global se apropió de 12.000 millones de toneladas equivalentes de materia prima incorporada, 822 millones de hectáreas de tierra incorporada, 21 exajulios de energía incorporada y 188 millones de años-persona en mano de obra. Todo por un valor de 10,8 billones de dólares, suficiente como para acabar con la pobreza extrema unas setenta veces(28). 

Entre 1990 y 2015 el drenaje del sur global totalizó 242 billones de dólares (constantes de 2010), una ganancia para el norte equivalente a una cuarta parte de su PBI, y una merma monstruosa para el sur: las pérdidas superaron treinta veces los ingresos totales de ayuda en estos veinticinco años. El intercambio desigual es un factor importante de la desigualdad global, el desarrollo desigual y el colapso de los ecosistemas(29).  

Una redistribución radical y a corto plazo para terminar con la pobreza sin afectar el clima 

El equipo de Rammelt apela a un nuevo enfoque para intentar comprender y pensar soluciones a las crisis ecológica y social. Cuando se le consulta al respecto, Rammelt declara en diálogo con Jacobin: «Este documento en particular solo destaca una dimensión de una noción más amplia de justicia del sistema Tierra (ESJ, por sus siglas en inglés), que a su vez podría complementar otros debates más filosóficos y morales sobre la justicia». 

El concepto de ESJ incluye las dimensiones de justicia procesal y sustantiva. En palabras de Rammelt, la primera «significa que las personas tienen acceso a la información, a la toma de decisiones, a los procedimientos legales, etc.». La justicia sustantiva, en tanto, «garantizaría como mínimo un acceso mínimo a los recursos esenciales (tan relacionados con la pobreza en un sentido más amplio) y, más allá de eso, también garantizaría la asignación equitativa de los recursos, riesgos y responsabilidades restantes (tan relacionados con las desigualdades en un sentido más amplio)». 

El estudio se centra en la justicia sustantiva: «Con la Gran Desigualdad señalamos la tremenda desigualdad en la asignación, y luego nos enfocamos en el acceso mínimo. Finalmente, terminamos indicando que el acceso podría lograrse a través de una asignación más justa (por ejemplo, techos)». 

La investigación muestra que la dolorosa pobreza y la desigualdad que sufren cientos y cientos de millones en el Sur Global se pueden abordar para proporcionar una vida significativa para todos, sin transgredir los límites y umbrales clave del sistema planetario.  

En lugar de pedir a los países pobres del mundo que se aprieten el cinturón o dejarlos librados a su suerte, una práctica tradicional del norte, el énfasis debe estar en promover ideales de justicia distributiva global y transformaciones sistemáticas que aumenten la riqueza y las oportunidades para los que menos tienen. 

Si bien queda claro que los pobres no son responsables por la crisis climática, también queda claro que necesitamos resolver la crisis climática para poner fin a la inequidad. Los impactos están afectando más a quienes carecen de los recursos para enfrentarlos, a nivel internacional y al interior de los países.  

Pero garantizar un acceso mínimo a los recursos y servicios para los más desfavorecidos, con la tecnología y los enfoques de producción contemporáneos, es algo que no se puede lograr sin reasignar recursos, riesgos y responsabilidades, es decir, sin una redistribución radical ni una transformación estructural de las relaciones sociales y económicas. 

Como queda en evidencia, la desigualdad es la ley más general del proceso histórico, y la desigualdad espacio-temporal de las fuerzas sociales que hicieron entrar en crisis el sistema Tierra ha engendrado también presiones y oportunidades específicamente internacionales, como el «látigo» de la necesidad de una transición energética hacia la descarbonización del mundo y el «privilegio» del sur global de poder romper la cadena en su eslabón más débil. 

El carácter desigual y combinado de la gran estructura económica y la apropiación de los recursos materiales y energéticos del planeta sienta las bases objetivas para la imposición de una nueva correlación de fuerzas entre explotados y explotadores del mundo, que posibilite una recomposición metabólica dentro de los estrechos márgenes que aún nos impone (y permite) el Antropoceno. 

Notas

1 Rammelt, C.F., Gupta, J., Liverman, D. et al. Impacts of meeting minimum access on critical earth systems amidst the Great Inequality. Nat Sustain 6, 212–221 (2023). https://doi.org/10.1038/s41893-022-00995-5

Sustainability or Collapse? An Integrated History and Future of People on Earth. November 3, 2006, Cambridge, Massachusetts: MIT Press.

3 Steffen, W., Broadgate, W., Deutsch, L., Gaffney, O., & Ludwig, C. (2015). The trajectory of the Anthropocene: The Great Acceleration. The Anthropocene Review, 2(1), 81–98.  https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/2053019614564785

4 En septiembre de este año los datos fueron actualizados en Science con «Earth beyond six of nine planetary boundarie». En mayo los límites habían sido cuantificados en Nature con «Safe and just Earth system boundaries», estudio en el que también colaboró Crelis Rammelt.

5 Katherine Richardson et al., Earth beyond six of nine planetary boundaries. Sci. Adv. 9, eadh 2458(2023). DOI:10.1126/sciadv.adh2458.

Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Resolución aprobada por la Asamblea General el 25 de septiembre de 2015.

7 «Un grupo de expertos plantea que se reconozca una nueva época de la Tierra: el Antropoceno» (2021), entrevista de Roberto Andrés a Jan Zalasiewicz, presidente del Grupo de Trabajo del Antropoceno, para Perfil.com.

8 Lucas Chancel, Thomas Piketty, Global Income Inequality, 1820–2020: the Persistence and Mutation of Extreme Inequality, Journal of the European Economic Association, Volume 19, Issue 6, December 2021, Pages 3025–3062, https://doi.org/10.1093/jeea/jvab047

9 Coffey, C. et al. Time to Care: Unpaid and underpaid care work and the global inequality crisis. Oxfam Internacional, (2020). https://doi.org/10.21201/2020.5419

10 Balestra, C. & Tonkin, R. Inequalities in Household Wealth Across OECD Countries: Evidence From the OECD Wealth Distribution Database (OECD Publishing, 2018); https://doi.org/10.1787/7e1bf673-en

11 Tagade, N., Naik, A. K. & Thorat, S. Wealth ownership and inequality in India: a socio-religious analysis. J. Soc. Incl. Stud. 4, 196–213 (2018).

12 Alejo Vázquez Pimentel, D., Macías Aymar, I. & Lawson, M. Reward Work, Not Wealth: To End the Inequality Crisis, We Must Build an Economy for Ordinary Working People, Not the Rich and Powerful (Oxfam, 2018).

13 Shorrocks, A., Davies, J. & Lluberas, R. Global Wealth Report 2021 (Credit Suisse, 2021).

14 Yonzan, N., Lakner, C., & Mahler, D. G. Is COVID-19 increasing global inequality? World Bank Blogs, 2021.

15 Peterson-Whithorn C. (2022, April 6). «Nearly 500 people became billionaires during the pandemic year». Forbes.

16 Hubacek, K. et al. Global carbon inequality. Energy Ecol. Environ. 2, 361–369 (2017).

17 Kartha, S., Kemp-Benedict, E., Ghosh, E., Nazareth, A. & Gore T. The Carbon Inequality Era: An assessment of the global distribution of consumption emissions among individuals from 1990 to 2015 and beyond. Oxfam International and Stockholm Environment Institute (2020).

18 IPCC, 2018. Global warming of 1.5°C: An IPCC special report on the impacts of global warming of 1.5°C above pre-industrial levels and related global greenhouse gas emission pathways, in the context of strengthening the global response to the threat of climate change, sustainable development, and efforts to eradicate poverty. [Masson-Delmotte, V., P. Zhai, H.-O. Pörtner, D. Roberts, J. Skea, P.R. Shukla, A. Pirani, W. Moufouma-Okia, C. Péan, R. Pidcock, S. Connors, J.B.R. Matthews, Y. Chen, X. Zhou, M.I. Gomis, E. Lonnoy, T. Maycock, M. Tignor, and T. Waterfield (eds.)].

19 Olhoff, A. & Christensen, J. M. Emissions Gap Report 2020. UN Environment Programme (2020).

20 Arnell, N.W., Lowe, J.A., Challinor, A.J. et al. Global and regional impacts of climate change at different levels of global temperature increase. Climatic Change 155, 377–391 (2019). https://doi.org/10.1007/s10584-019-02464-z

21 Otto, I. M., Kim, K. M., Dubrovsky, N. & Lucht, W. Shift the focus from the super-poor to the super-rich. Nat. Clim. Change 9, 82–84 (2019).

22 Transport & Environment (2021). Private jets: can the super rich supercharge zero-emission aviation?

23 Oxfam (2020). Confronting Carbon Inequality: Putting climate justice at the heart of the COVID-19 recovery.

24 Griffin, P. The Carbon Majors Database (CDP Worldwide, 2017)

25 Schaffartzik, A., Duro, J. A. & Krausmann, F. Global appropriation of resources causes high international material inequality—growth is not the solution. Ecol. Econ. 163, 9–19 (2019).

26 Dorninger, C. et al. Global patterns of ecologically unequal exchange: Implications for sustainability in the 21st century. Ecol. Econ. 179, 106824 (2021).

27 Oswald, Y., Owen, A. & Steinberger, J. K. Large inequality in international and intranational energy footprints between income groups and across consumption categories. Nat. Energy 5, 231–239 (2020).

28 Hickel, J., Dorninger, C., Wieland, H. & Suwandi, I. Imperialist appropriation in the world economy: drain from the global South through unequal exchange, 1990–2015. Glob. Environ. Change 73, 102467 (2022).

29 Ídem.

ROBERTO ANDRÉS

Periodista ambiental especializado en crisis climática y Antropoceno, nacido en Santiago de Chile en 1982. En 2022 publicó de manera independiente La geología del Antropoceno.

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