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Ernesto Malbrán, el Hombre que Sonaba a Pueblo

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Vocería Virtual

Lucía Escobar 

La claridad y la capacidad de diagnóstico del extraordinario orador que aparece en el capítulo final de La Batalla de Chile despertó inmediatamente la curiosidad de los espectadores que siguieron, durante tres días, la transmisión en La Red de la obra cumbre de Patricio Guzmán y del cine documental chileno, censurada por 45 años en la televisión abierta.

Es el gran actor, dramaturgo, docente y escritor Ernesto Malbrán (1932-2014). Estudió en la U. Chile, Yale y Actors Studio. Fundador de La Mancha e inolvidable padre McEnroe en Machuca, recordaron quienes lo reconocieron en redes sociales. Una descripción acertada, que sin embargo haría temer una reprimenda del artista que rehusó siempre ser encasillado en lo que consideraba aspiraciones burguesas. 

El “loco intenso”, como también lo recordaron con cariño muchos de sus alumnos de actuación, tuvo una integridad poco usual para mantenerse siempre junto a obreros y pobladores, renunciando sin miramientos a oportunidades que le ofrecía la burguesía que despreciaba.

Así lo relató el mismo Ernesto Malbrán en una entrevista publicada en enero de 1973 en la revista Chile Hoy, cuando ya era reconocido por la crítica literaria como uno de los mejores cuentistas de la época, tras la publicación de El Hombre que Sonaba (Quimantú, 1972) y en el mundo obrero, por ejercer su cargo como Director de Relaciones Industriales en las salitreras de María Elena y Pedro de Valdivia, durante la Unidad Popular, como un trabajador más. 

Fue hijo de un cartero anarquista que aborrecía a “burócratas y pillastres” y de una profesora de piano. Vivió toda su infancia de una pensión a otra.  Por lo que desde pequeño “palpité que siempre viviría contrarreloj,  jugando a los descuentos”

A los 15 años quedó huérfano de padre y sólo entonces la reducida familia se estableció en una casa. Siendo alumno del Instituto Nacional , trabajó en cuanto oficio le permitiera aportar a su hogar, demostrando una sinceridad que lo acompañaría el resto de su vida: le fue pésimo como vendedor de libros porque solía advertir a los clientes cuando eran malos. De allí ingresó a la Universidad de Chile, donde se tituló como Licenciado en Letras. 

Como apuntó el periodista Julio Huasi, que entrevistó a Malbrán hace 50 años, no son los hechos de vida, sino los aprendizajes que se obtienen de ellos los que definen a una persona:

“Ese mundo donde los golpazos de la vida obligan a rozar y toparse con el dolor humano, las pruebas últimas del sujeto, hasta convertirse en lobo y traicionar o adoptar la piedad, o saltar a la actitud justiciera de quebrar precisamente esa estructura selvática, la sociedad y el estado burgués“, escribió  Huasi  interpretando como surgió de Malbrán el libro El Hombre que Sonaba. 

Luego de recibirse, Ernesto Malbrán se casó y se fue a trabajar a la sede de la Universidad de Chile en Temuco. Allí combinó su pasión por la educación con el teatro, y montó una comedia que se publicitó con afiches que decían “Pronto Crimen”.  

Entonces supo lo peligroso que podía ser el arte ante autoridades ignorantes y aterradas con los cambios sociales que estaban ocurriendo. 

 “El aparato alessandrista histérico por la revolución cubana y los grupos de jóvenes que comenzaban a balbucear un nuevo lenguaje en la lucha antiimperialista se puso a temblar”  

Se declaró Estado de Emergencia en la provincia, se realizaron allanamientos en toda la ciudad y a él lo arrestaron de madrugada.

“Hasta que descubrieron que el afiche correspondía a la publicidad de la obra Crimen en mi Pueblo de Armando Moock. Vino el bochorno del Ministerio del Interior y de todo el aparato de seguridad para abajo”.

Luego ganó una beca para estudiar en la Universidad de Yale. 

“Cuando estaba en lo mejor y los gringos me mimaban, desperté en la noche y le dije a mi mujer: mañana volvemos a Chile, qué hacemos en este país de mierda. Los norteamericanos son capaces de vender a la madre por un dólar, eso fue lo que aprendí. En el corazón del monstruo comprendí lo que significaba el capitalismo” y renunció.

Pese a tener ideas sociales claras, Ernesto Malbrán no estaba cerca de la actividad política, sólo se dedicaba a su trabajo académico y al teatro. “No había leído a Marx ni nada de eso” cuando en 1969 “Frei y Pérez Zujovic ordenaron la masacre de Puerto Montt”. 

Profundamente estremecido viajó a la ciudad e hizo un reportaje del crimen cometido por el Estado contra  pobladores sin casa que tomaron el terreno privado Pampa Irigoin. Fueron desalojados a balazos y con bombas lacrimógenas por la policía, con un saldo oficial de 11 fallecidos – contando un bebé de 3 meses – y 56 heridos. 

“Fue horrible. Durante el entierro de las víctimas pudo producirse otra masacre, porque la gente descubrió que faltaban cadáveres y se amotinó. Me metí de frentón a la vida política” dijo Malbrán, que entregó al senador Salvador Allende su grabación  como evidencia. Allende, en su gobierno, ordenó indemnizar a las víctimas con viviendas y una pensión vitalicia.

Ese mismo año la discusión de la Reforma Universitaria estaba candente.  Mientras los estudiantes de ideas de izquierda pedían democratizar la estructura universitaria con mayor participación, los partidarios de la Democracia Cristiana se negaban a la posibilidad de que participaran en la elección de autoridades. 

Como funcionario y académico, Ernesto Malbrán fue miembro activo del Consejo Superior universitario y recordó lo que vio:

“Nos encerramos en los diálogos de pasillos con un rector fascista. Se pactó con la Democracia Cristiana y se transó todo, y después vino la represión contra los que mantuvieron sus principios”.

Y agregó:

“La burguesía es finísima. Cuando la revolución le está por tirar la puerta abajo, abre, invita a pasar a los dirigentes a la mesa a conversar. La masa, por supuesto queda afuera, y ese es el objetivo. El gran triunfo de la burguesía”.

Según Malbrán, Edgardo Boeninger, el rector, observó su talento en el debate e intentó convencerlo de que siguiera un camino más meritocrático y aspiracional, en la TV o en el extranjero.

Malbrán se indigna y renuncia a su cargo como Director de Comunicaciones de Universidad de Chile en Osorno.

Al arribo de la Unidad Popular marchará a las salitreras nacionalizadas María Elena y Pedro de Valdivia, para convertirse en el enlace del gobierno con los trabajadores  (ambas oficinas fueron re-privatizadas en dictadura y entregadas a precio de liquidación al ex yerno de Pinochet Julio Ponce Lerou. Pedro de Valdivia cerró en 1996). 

Ernesto Malbrán no pudo actuar como operador político y menos como un burócrata. Se autoimpuso trabajar 8 horas como obrero, para aprender todos los escalones de producción y otras 8 horas como ejecutivo de las empresas del Estado.

Eso no gustó mucho en las esferas del poder y hubo maniobras para destituirlo, pero los mismos obreros lo evitaron, recordó en la entrevista.

Como se muestra en el documental La Batalla de Chile, Malbrán se alinea con los obreros y habló claramente de las contradicciones entre lo que pedían las dirigencias políticas y lo que necesitaban las clases trabajadoras, que cargaban con el peso de los cambios.

“El problema para los trabajadores no es trabajar 16 horas, el problema es trabajar 16 horas sin que las cosas en términos de poder, de capacidad de decisión, hayan cambiado fundamentalmente (..) Somos empresas del área social , es verdad, podemos dar una organización, tirar algunas líneas de planificación, pero nos topamos con la gran contradicción que el carácter del Estado es el mismo. Somos empresa del área social, dentro de una estructura de un Estado burgués capitalista

En la revista Chile Hoy, Ernesto Malbrán explicó que “no se puede ser ejecutivo en el sentido tradicional, sabiendo que los compañeros de uno, los que están en la primera línea de la batalla productiva, se están sacando la cresta. Hay algo que no he conseguido aún: dejar de desesperarme”.

“Malbrán escribe en el pórtico de su libro, como una advertencia: ‘Cuenta la leyenda que los pelícanos rompen con su aguzado pico su pecho y ofrecen como alimento sus entrañas y su propia sangre a sus pequeñas crías, para su salvación’. De ahí en adelante, aunque se cubra con las manos se le verá un incontenible, impúdico amor al prójimo bajo los corrosivos con que trata a la sociedad de clase en la que los pobres son, obviamente, su partido”, escribió el periodista Julio Huasi.

Dejamos aquí el cuento principal del libro El Hombre que Sonaba para que lo comprueben:

https://drive.google.com/file/d/14iyN7XzscnCLpraeATfo3m6z0IirSCzt/preview

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