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EMILIO EDWARDS BELLO PIONERO DE LA AVIACION CHILENA

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Este  2025 se cumplirán 116 años  desde el día que en Reims (Francia) un joven chileno, Emilio, hermano del escritor Joaquín Edwards Bello, pilotara por primera vez para Chile un  avión

Arturo Alejandro Muñoz

CUANDO EN CHILE se habla de aviación, a la palestra saltan de inmediato apellidos como el capitán Ávalos, el ya mítico teniente Bello, Sánchez Besa y otros menos insignes que sin embargo ocupan páginas de nuestra Historia. Pero, impelido por la necesidad de ser justo y sincero, hay que agregar el nombre de Emilio Edwards Bello, personaje que desde su adolescencia y hasta el día de su autoexilio en Miami contó con una existencia rica en aventuras y orlada de dignidad.  

Sin embargo, este recuento debe partir necesariamente nombrando al hermano de don Emilio, Joaquín, excelso escritor cuyas obras forman parte de la más rica tradición literaria nacional, a quien tanto su propia parentela como la aristocracia avinagrada de aquellos años lo bautizó con el feroz mote de «el inútil de la familia» por dedicarse a escribir. Nadie podrá discutir que los Edwards Bello conformaron una especie de tribu muy peculiar…afortunadamente.

Emilio, en cambio, optó por caminos alejados de la prosa y las artes literarias, aunque también plagados de ilusorias pretensiones y baches varios.  Para aquilatar lo dicho, sépase que terminó sus días anclado en Miami luego de haber sido embajador de Chile en Cuba en los años que Fidel y el Ché ingresaron triunfantes a La Habana.

Emilio Edwards Bello era embajador nuestro en la isla, designado por el entonces presidente Jorge Alessandri. Se enamoró completa y locamente de Cuba, sus tradiciones, su gente, su clima y sus hábitos. En 1964 debió abandonar Cuba ante el rompimiento de relaciones que nuestro país determinó como obediente apoyo a la resolución de la OEA.

Sobre estos avatares, escribió ha poco el premiado novelista Jorge Edwards, autor de «Persona non grata», pariente directo -por cierto- de Joaquín y Emilio Edwards Bello:

«»Ahora bien, Emilio, ‘don Emilio’, como le decían todos allá, vivió largos años en La Habana, antes y después de la Revolución, y llegó a convertirse en un personaje popular de la vida habanera.

«»Mi paso por Cuba, en cambio (Jorge Edwards fue embajador de Chile en Cuba nombrado por Salvador Allende en 1971), aparte de una breve visita en la década de los sesenta, sólo duró tres meses y medio, entre los primeros días de diciembre de 1970 y el final de marzo de 1971. Pero ahora recuerdo detalles y me quedo pensativo. Siempre creí que recogía el legado del hermano de Emilio, Joaquín, el escritor, el inútil de la familia, frase que parece una parodia o quizás una paráfrasis de Jean-Paul Sartre. Pero si me convertí en exiliado cubano, quiere decir que el legado que en verdad recogí fue el de Emilio.

«»Y el asunto, una vez planteado, adquiere una curiosa coherencia y parece transformarse en el punto de partida de una novela. No sé si una novela mía, o de Mayra Montero, o de algún otro novelista. Porque en La Habana siempre me encontraba con gente que había conocido a ‘don Emilio’ y que se me acercaba con las actitudes más diversas. En algunos casos el alcance de nombre tomaba las dimensiones de una vasta acusación política. ¿Cómo podía el Gobierno de la revolución chilena (Allende) nombrar como su primer representante en la revolución cubana a una persona de la misma familia del último embajador del antiguo régimen (gobierno de Alessandri)?

«»Acusación de efecto doble o triple, puesto que me alcanzaba a mí y al fantasma de don Emilio, pero también llegaba hasta el ministro de Relaciones Exteriores chileno e incluso a Salvador Allende. Era como una bomba de racimo intelectual, que salpicaba para todos lados y provocaba destrozos imprevisibles. ¿Será una familia inmortal?, se preguntaba el acusador, con la cara retorcida, con expresión insinuante.»»

LAS LOCURAS DE EDWARDS BELLO EMPEZARON MUCHO ANTES

Han transcurrido 100 años desde el día aquel en que un chileno voló por primera vez un avión… ante numeroso público y, por cierto, registrado su vuelo oficialmente.

Ello ocurrió al finalizar el mes de septiembre del año 1909 en la hermosa ciudad de Reims, Francia, en el Primer Meeting Aéreo de la Historia de la Aviación, que fue realizado dentro del marco de «la semana de la champagne». Dos jóvenes chilenos avecindados en París, decidieron participar en el encuentro a objeto de colocar el nombre y  bandera de Chile entre el público asistente, pese a que apenas se habían subido tres o cuatro veces a un avión.

Se trataba de los jóvenes amigos Luis Sánchez Besa y Emilio Edwards Bello, el que recién se empinaba sobre los 20 años de edad. Fueron los únicos latinoamericanos en participar de aquella insigne fiesta aérea, y la máquina en la que pensaban realizar el histórico hito la compraron a los hermanos Voisin. Y lo lograron plenamente, incluso con la presencia entre el público asistente de  notoriedades mundiales,  como el Presidente de Francia y los afamados pintores Pablo Picasso y Matise.

«Todo fue en este primer vuelo a las mil maravillas. Aterrizó como un dios de los aires  después de este acto de heroísmo. Así nació la aviación chilena», rememoraba Sánchez Besa en sus memorias, quien en vida fue un reputado constructor de aeronaves e instructor de pilotaje, e incluso fue el constructor del avión que usó el teniente Bello el aciago día en que se perdió para siempre en medio de nubarrones al sur oeste de Santiago.

En la misma máquina utilizada en el «Meeting» de Reims,  Emilio Edwards Bello viajó tiempo después de Francia a Alemania. Tuvo un accidente de vuelo por lo que cayó en Berlín, y el propio Kayser de Alemania envió a su médico personal para que lo curara. Según cuenta hoy su nieto, el piloto sufrió una herida en la cara y el médico del líder alemán le sugirió que «se hiciera el tajo del duelista para que las bellas margaritas alemanas se volvieran locas».

A pesar de ser algo aceptado socialmente, Edwards no le hizo caso y continuó el viaje para luego caer en Hamburgo en la copa de un árbol. De todos estos percances se enteró su familia en Santiago, por lo cual tuvo que volver a Chile y dejar de volar para siempre.

Años más tarde, Emilio Edwards Bello dedicó su vida a la diplomacia. Fue, como ya lo indicásemos líneas arriba, embajador de Chile en Cuba durante el gobierno de Jorge Alessandri (1958-1964). Allá en la isla le correspondió ser testigo privilegiado del triunfo revolucionario de Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto ‘Che’ Guevara, personajes con los cuales hubo de compartir diversas reuniones, anécdotas y situaciones difíciles.

Finalmente, cuando Chile cortó relaciones con el gobierno revolucionario por indicaciones de Washington y de la OEA, Emilio Edwards Bello decidió (así lo mencionaba él) «auto exiliarse» en Miami, cerca de su amada isla y siempre «al aguaite» de un posible regreso a sus entrañables barrios habaneros.

No obstante su empeño y deseo, jamás logró regresar a Cuba.

«Recordar a personajes como Bello o Edwards es hacer justicia, porque Chile tiene a grandes hijos que la gente no conoce. Especialmente en los días de hoy, días de farándula cada vez más alejados de la cultura. Emilio Edwards fue sumamente importante y en Chile se olvida con facilidad a los mejores. La memoria y la historia de nuestro país no se construyeron en los últimos treinta años y en este momento del bicentenario sería bueno que nos acordáramos de estas figuras», manifestó certeramente su nieto el día de la inauguración en el Museo Nacional de Bellas Artes de la exposición «Volaverunt», con la que se procuraba rescatar el patrimonio nacional y reactivar un pasado glorioso que, por desgracia, es difuminado exprofeso por una televisión comercial meliflua y  casi mercenaria del gran capital.

 

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