por Franco Machiavelo
El saqueo forestal en Chile no es un problema técnico ni un exceso puntual: es un negocio organizado. Se le llama desarrollo a un modelo que reemplazó bosques vivos por plantaciones industriales, agotó el agua, empobreció el suelo y dejó a las comunidades rodeadas de árboles que no dan vida.
No son bosques. Son monocultivos pensados para crecer rápido y ser cortados rápido. Consumen agua sin medida, destruyen la biodiversidad y vuelven frágil el territorio. El paisaje verde oculta un desierto lento. Cuando falta el agua, se culpa al clima; nunca al modelo.
El Estado no es espectador. Sostuvo este sistema con leyes, subsidios y silencio. Protegió la rentabilidad privada mientras trasladó los costos a la naturaleza y a la gente. Cuando aparecen las consecuencias, no hay responsables: hay discursos, cifras y promesas.
En el sur, este saqueo tiene un rostro más crudo. Se impuso sobre territorios donde ya existía vida, cultura y equilibrio. No solo se extrae madera: se rompe la relación con la tierra y se castiga a quien la defiende.
Este modelo sobrevive porque se normalizó. Se repite que no hay alternativa, que es lo posible, que criticarlo es ideológico. Pero lo verdaderamente ideológico es llamar progreso a la destrucción.
El saqueo forestal no es inevitable. Es una decisión. Y toda decisión puede ser cuestionada. Nombrarlo es el primer paso para dejar de aceptarlo.
Y qué dicen los ecologistas, que no defienden el bosque nativo. La mayoría de los miembros de estas agrupaciones vienen del barrio alto, y son amigos o familiares de corta-árboles; que se topan a menudo en las canchas de golf y playas del mundo, van a fiestas con ellos y doblan el codo (chi-chin) para hablar de marcas de auto y motores, de la bolsa y las carreras de caballos. Pero ni por si acaso tocan el tema del medo ambiente, menos el daño que causan en el bosque nativo sus amigos de parranda, y por que no decirlo, sobre todo ecosistema que se ponga por delante. De hecho, este tema viene de tiempos de mi abuela. Y los señores políticos están más preocupados de defender la propiedad que la tierra que da vida. Tampoco se le puede pedir mucho a esta gente ( los empresarios forestales ), que solo tienen un rollo de billete en la cabeza, no les da para otra cosa. Por el contrario un pueblo originario tiene en su cabeza todo un bosque lleno de vida. He ahí la gran diferencia entre el capitalismo y el anti-capitalismo. Conocemos las razones de nuestra lucha, estamos a vencer, porque peleamos por la vida.