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El negocio ilegítimo de las AFP continua

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POLITIKA

Luis Mesina, hermano, compañero, por sobre los océanos recibe el mensaje de Guillén: «Ay, yo bien conozco a tu enemigo, el mismo que tenemos por acá…» Para darse cuenta basta con leer los titulares de la prensa: 
«París: Sin compensación de la inflación, los hospitales privados podrían detener ciertas actividades. Un tercio de los establecimientos privados ya están en déficit, mientras que 90% de sus recursos dependen de las tarifas fijadas por los poderes públicos.» ¡Con esas tarifas los hospitales públicos atienden a más del 90% de la población gratuitamente! Pero los privados necesitan lucro… Quieren transformar la salud en un mercado…
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El negocio ilegítimo de las AFP continua
escribe Luis Mesina

El mejor negocio al que puede aspirar cualquier individuo con sueños capitalistas es a uno que le garantice un mercado cautivo, con pocos competidores, con ingresos permanentes garantizados por ley y con pocas fluctuaciones y que, además, cuente con la certeza de parte del Estado de que su negocio pocas veces sufrirá alteraciones, independiente de lo que opinen quienes son los supuestos demandantes o beneficiarios del negocio.

En Chile, existe hace 42 años una industria parasitaria que ha gozado de todos los privilegios que cualquier otra industria ya se lo quisiera, es el negocio de las pensiones que administran las AFP.

Esta industria, entre 2010 y 2022 ha obtenido una rentabilidad promedio sobre el patrimonio, del 19%, resultado prácticamente imposible de alcanzar en cualquier otro tipo de actividad económica, salvo, quizá, en el negocio de las drogas, la prostitución y el negocio de las armas.

Solo en lo que va corrido del presente año, hasta septiembre han obtenido utilidades por más de 349.365 millones de pesos, que es un 11,4% superior a igual periodo obtenido el año pasado.

Contrariamente los afiliados, que hacen posible este negocio ilegítimo a través del pago mensual de comisiones, continúan expuestos a que una parte considerable de sus salarios, que mes a mes destinan por estar obligados a permanecer en las AFP, sigan perdiendo valor como consecuencia de la caída brutal que experimentan los multifondos.

Este año el Fondo E, supuestamente el más seguro, toda vez que allí se hallan las personas pensionadas o próximas a pensionarse, ha sufrido una pérdida superior al 11% que impacta directamente en los montos de las pensiones de los actuales pensionados y de quienes pronto lo vayan a hacer.

Un dato que permanentemente se oculta por lo injusto que ello implica es que la mitad de las mujeres que se han pensionado en los últimos quince años, algo más de 370 mil, han podido autofinanciar una pensión inferior a los 35 mil pesos, lo que es una verdadera tragedia, sumado, además, a la discriminación de que son objetos solo por ser mujer, ya que para aspirar al beneficio solidario de la PGU y poder mejorar un poco sus pensiones, deben esperar hasta los 65 años y no a los 60 como establece la edad de jubilación.

Aquellas mujeres más “afortunadas” que lograron cotizar a las AFP entre 35 y 40 años, la mitad de ellas solo pudieron autofinanciar una pensión inferior a los 251 mil pesos.

Es el sistema el que está podrido, no tiene arreglo, cualquier reforma solo mejorará con recursos públicos un endémico sistema y será un nuevo respirador artificial para que siga funcionando un sistema construido sobre la más absoluta inmoralidad.

A pesar de las cifras irrefutables que muestra la pobreza a la que condena este sistema que es único en el mundo no hay voluntad de cambiarlo. Se ha intentado en varios gobiernos Bachelet, Piñera y Boric y el sistema se mantiene igual.

José Piñera Echeñique, la cara visible de la promulgación del D.L. 3.500 en noviembre de 1980 que dio origen al actual sistema privado de AFP, señaló refiriéndose al plan que fraguaron con la tiranía para apoderarse de una parte considerable de los salarios de la clase trabajadora y destruir la Seguridad Social que existía en Chile, que la privatización era la “Madre de todas las batallas”.

El tiempo, desgraciadamente le ha dado la razón, acabar con este sistema y restituir la seguridad social en Chile está costando demasiado se ha hecho muy difícil, incluso, tanto o más que modificar la actual constitución espuria del dictador.

El presagio de Cervantes de que “no hay mal que dure cien años” sirve de consuelo a esta desgracia que padecemos los chilenos; pero, no hay que convertirla en resignación, sino en aliciente para seguir batallando contra este sistema espurio, pues al final, ganaremos.

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