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El CPTPP o TPP-11 como símbolo de época y del sombrío panorama tras el Plebiscito de Salida. Por: Héctor Testa Ferreira

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El CPTPP o TPP-11 como símbolo de época y del sombrío panorama tras el Plebiscito de Salida

Hay pocas cosas más dañinas y degradantes de la política, que el ejercicio tan frecuente de tantas fuerzas y dirigencias políticas, de hacer campaña con un discurso y programa declarado, para después, puestos en posiciones de gobierno o poder, terminar haciendo algo completamente distinto y hasta opuesto.

Sobre el contenido del CPTPP o TTP-11 se ha escrito y hablado mucho, y yendo a lo central, reiterar que es una vulneración a la soberanía de nuestro país de un nivel inédito y extremadamente difícil y costoso de revertir, pues refuerza y pone candado a lo que ya tenemos como condicionamientos y límites con los múltiples «tratados de libre comercio» y «tratados bilaterales de inversión» que los gobiernos de la Concertación firmaron por decenas y están vigentes en Chile.
Si no nos hemos dado cuenta de lo costosos que son los efectos de estos instrumentos, es por algo relativamente sencillo de entender: se identifica y nombra como «modelo neoliberal» y como «Constitución de 1980» algo que está fundamentalmente contenido en ellos. Pero en el futuro, si hubiera un gobierno y mayoría parlamentaria decidida a salirse de esa jaula, pues ahí sentiríamos las rejas de esa jaula cuyos contornos no hemos alcanzado a tocar, especialmente, las demandas de las corporaciones e inversores extranjeros ante los arbitrajes internacionales designados por estos tratados. Como tal cosa no ha existido hasta hoy, el Estado de Chile no ha sido demandado, como sí lo han sido, con creces, los países que se han intentado mover más allá de tales límites y condicionamientos, teniendo que pagar sumas siderales de dinero por intentar llevar a cabo políticas soberanas de un signo distinto al neoliberal y “libremercadista”. En resumen: Todo esto pone enormes trabas y costos a toda posible modificación de las políticas económicas, sociales y ambientales futuras en nuestro país.

Hemos estado ya décadas denunciando esto y el asunto ha sido parte de las posturas más compartidas y unánimes en el seno de las izquierdas y movimientos sociales, aunque desde este campo bien cabe hacerse la autocrítica de que todo ese cúmulo de conocimientos y evidencias llega poco o nada a las mayorías populares. Las concesiones jurisdiccionales y las amarras al Estado chileno que contiene este tratado bien podrían ser identificadas como un atentado para nuestra soberanía y la conciencia “nacional” de esas amplias franjas sociales que vieron en el texto de propuesta de nueva Constitución 2022 riesgos para la unidad e integridad del país, pero tales peligros y daños están lejos de ser conocidos o comprendidos como tales.

Como cuestión concreta en lo referido al TPP-11, eso sí, algo nuevo que apuntar: la ministra de Relaciones Exteriores Antonia Urrejola ha confirmado que mientras no estén las modificaciones vía “cartas laterales” o side letters, el gobierno no ratificará el tratado. La decisión no se entiende: si sin esas modificaciones el Gobierno entiende que el tratado no es ratificable, entonces cabe la pregunta de por qué no se lo retiró del Senado, atribución que estaba plenamente dentro de las competencias presidenciales. En otras palabras, si la decisión es condicionar la firma del tratado a la negociación de las “cartas laterales”, lo lógico era retirar el tratado de la tramitación en el Senado, no dejar tal decisión de frenarlo para este tiempo que han dicho «esperamos sea de meses y no años». Así las cosas, todo indica que se firmará sí o sí, con lo que se cristalizaría y terminaría de amarrar la política económica y exterior de los gobiernos de los «30 años»… Que parecieran ya ser, al menos, 32. Hay que asumirlo, en la práctica y más allá de los simbolismos y recambios generacionales, hoy Chile se gobierna con las ideas neoliberales y la dirección de la Concertación, cuando no derechamente de las derechas más duras, como en lo relativo a los Estados de Excepción en Wallmapu o los alineamientos de política internacional. Todo ello, a contra corriente de lo expresamente consagrado en el programa de gobierno del gobernante conglomerado Apruebo Dignidad.

Así están las cosas. Un Gobierno que es minoría en el Congreso, integrado por dos coaliciones de las cuales la con mayor presencia parlamentaria, el “Socialismo Democrático” venidero de la Concertación, muestra no tener compromiso alguno con las propuestas más transformadoras del programa de gobierno. Un progresismo que muestra escasísima convicción en todo lo que se supone dice defender. Y más allá del gobierno, unas izquierdas fragmentadas a más no poder y sin programa claro, y unos movimientos sociales desorientados, también fragmentados, y todos, unos y otros, a la deriva y con depresión colectiva tras la derrota del Plebiscito de Salida. Y unas derechas, nuevas y viejas, de las centristas y de las ultras, sintonizando con el momento y al alza, y con una ofensiva mediática y comunicacional omnipresente que les acompaña y da impulso.

De no suceder algo extraordinario, un cambio de rumbo drástico en los acontecimientos en curso, lo que venga de aquí en más será continuidad de la descomposición del carácter del gobierno, un reflujo general de los progresismos y de las izquierdas, y una arremetida en toda la línea de las derechas en el campo social, cultural, ideológico, político y electoral. No está de más señalar que, circunscrito en lo estrictamente político-electoral, las fuerzas que más crecen hoy son el Partido Republicano y el Partido de la Gente. Acompañando aquello, un centrismo de perfil cada vez más derechista tipo “Amarillos por Chile” seguramente se abrirá paso en lo próximo, facilitando la re articulación de los sectores más de derechas y más neoliberales de la ex Concertación. De no cambiarse el sentido de esta trayectoria, la sumatoria de todo eso es lo que se viene. Nadie genuinamente informado podrá decir que no lo vio venir.

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