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El “apagón informático” y el fin del capitalismo

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Saúl Escobar Toledo, México

El viernes 19 de julio ocurrió un apagón en millones de computadoras de todo el mundo.
Según la prensa, desató el caos en negocios y servicios públicos en muchos rincones del planeta. Más de 30 mil vuelos sufrieron retrasos y cerca de 4 mil fueron cancelados, algunos de ellos en México. Compañías ferroviarias, industrias de telecomunicaciones, bancos, juzgados y hospitales también se vieron afectados en diversas partes del globo particularmente en Estados Unidos, Alemania, Holanda, España, Suiza y Hong Kong. El fallo informático perturbó seriamente a la Bolsa de Valores de Londres y al operador ferroviario británico. Algunas empresas como Tesla, fabricantes de autos eléctricos tuvo que enviar “a algunos de sus trabajadores a casa temprano durante el turno de noche”; y la cadena de cafeterías Starbucks fue afectada en algunos de sus establecimientos. En hospitales y clínicas de Holanda y Estados Unidos, por ejemplo, se tuvieron que suspender cirugías y consultas a pacientes.

Diversos medios apuntaron que fue “una de las mayores caídas informáticas de la historia”. Su causa, la actualización de un antivirus de la empresa CrowdStrike, el cual fue mal diseñado: contenía un error que causó el apagón. Las pantallas de las computadoras se pintaron de azul y no respondieron a ninguna orden, simplemente se “murieron”. Dicha empresa en 2022 ya contaba con más de un 17% de la cuota de mercado mundial de este tipo de software y abastece, entre otras, al sistema Windows de la empresa Microsft.

Todas la computadoras y sistemas en red que fueron dañadas, utilizaban este sistema operativo.
De esta manera, en el mundo actual, una secuencia de un programa defectuoso de software puede causar estragos a escala global. Quedó en evidencia la vulnerabilidad de la infraestructura tecnológica, debido a la elevada concentración de servicios en un puñado
de empresas multinacionales y, asimismo, por la dependencia generalizada de los sistemas operativos y de almacenamiento en la nube que utilizan las empresas y las personas diariamente.

Y es que las 15 compañías más grandes del sector controlan el 62% de las tecnologías, los productos y los servicios relacionados con la protección informática. Pero, de manera aún más destacada, hay que señalar que más del 70% de los ordenadores del planeta utiliza Windows. En realidad, quienes usan las computadoras para hacer funcionar sus negocios, para su trabajo cotidiano, o para efectos personales, tienen sólo tres opciones: Microsft y su sistema operativo Windows; Apple con iOS; y Linox, un sistema gratuito que es muy poco utilizado. No hay más, en casi todo el orbe, con la excepción de China que lanzó apenas este año su sistema operativo OpenKylin. Sin embargo, aún en este país, el 85 por ciento de las computadoras de escritorio usan todavía Windows.

Diversos especialistas advirtieron que en el futuro “absolutamente nada garantiza que no tengamos otro incidente similar, ya sea accidental (como en el caso del antivirus Crow) o malicioso. Además, de acuerdo con Edward Tenner, un estudioso de la tecnología y autor del libro “Why Things Bite Back, “resulta cada vez más evidente que el centro neurálgico de los sistemas de IT (tecnologías de la Información) a nivel mundial es una caja negra gigante de software interconectado completamente incomprensible que nadie puede descifrar… una caja negra llena de trampas no documentadas”. Por su lado, el New York Times señaló que el incidente del viernes destaca “la enorme dependencia de la economía global de un puñado de compañías que administran esta infraestructura vital”.

En resumen, el apagón mostró la sujeción catastrófica de Windows de uno de sus proveedores, pero igualmente, el sometimiento de millones de empresas y usuarios a Microsoft y sus productos, la cual como vimos, domina el mercado sin que haya casi ninguna otra alternativa. Los productos de Apple también están expuestos a un fallo similar.

Esta dependencia y el caos mundial ocurrido el viernes pasado revelan asimismo que no es exagerado decir que empresas y personas nos hemos vuelto “vasallos” o “siervos” de las cinco grandes empresas tecnológicas: Microsoft, Apple, FaceBook (Meta), Amazon y Alphabet (Google) a las que podríamos agregar ahora X (Twitter), propiedad de Elon Musk, principal accionista de Tesla.

Quizás no somos sólo clientes de estas compañías gigantescas. De acuerdo con las ideas de Yanis Varoufakis (ex ministro de Finanzas de Grecia y un destacado economista) planteadas en su libro “Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo”, vivimos ya en un nuevo modo de producción. Según una entrevista concedida a la revista digital Contexto (Ctxt.es), el autor afirma que se ha basado en conceptos marxistas para afirmar que el sistema económico se ha transformado en lo que llama “capital-nube”, lo que representa el fin del capitalismo tradicional. Dicho “capital-nube” ha matado a los mercados y los ha sustituido por una especie de feudo digital. Por lo anterior, ha vuelto a capitalistas y trabajadores en “siervos” que, con sus ganancias y su esfuerzo, proporcionan rentas a los propietarios del capital en la nube (principalmente a las grandes cinco). Dicho capital-nube ha creado un tipo de poder cualitativamente diferente del poder monopolista del pasado.

Los viejos monopolios “concentraban el capital, concentraban el poder, compraban gobiernos y mataban a sus competidores para vender sus cosas. Los capitalistas de la nube actuales ni siquiera se molestan en producir nada y vender sus productos. Esto se debe a que han sustituido a los mercados, no solo los han monopolizado”.

De esta forma, el nuevo modo de producción, el tecnofeudalismo, se basa en plataformas digitales “más próximas a feudos tecnológicos o feudos en la nube, impulsados por dos formas de liquidez. Una es la renta de la nube, que es lo contrario a la típica ganancia capitalista, la otra es el dinero de los bancos centrales, los cuales financiaron la construcción del capital en la nube”.

Así, los “siervos de la nube”, los usuarios de las grandes firmas tecnológicas producen valor (según el concepto marxiano), con su trabajo gratuito, simplemente interactuando con las plataformas y, con ello, hacen aumentar el capital en la nube. El tecnofeudalismo depende, por lo tanto, del sector capitalista que produce plusvalía que, sin embargo, es “usurpada” o “apropiada” por la capital nube.

Las tesis de Varoufakis son, desde luego, mucho más elaboradas que este breve resumen. Y también muy discutibles. No obstante, el apagón global del viernes y sus enormes repercusiones mundiales revelaron no sólo una enorme dependencia tecnológica de una sola empresa, en este caso Microsoft; también el enorme poder de las cinco gigantes, el cual alimentamos cada vez que usamos una computadora o mandamos un mensaje por WhatsApp (propiedad de Meta) o cualquier otra plataforma digital. De esta manera, ¿somos vasallos de unas cuantas empresas que no tienen ni admiten competencia, o simplemente clientes que pagamos por sus servicios sin retribución alguna por nuestro trabajo?.

El asunto merece una reflexión, sobre todo para pensar cómo se puede limitar ese enorme poder. En los años recientes, por ejemplo, se han acordado a nivel internacional mecanismos para que al menos una parte de sus ganancias sean gravadas con mayores impuestos. Hay que recordar que, en algunos casos, su sede legal está localizada en naciones que imponen tasas sumamente bajas y que no benefician a los gobiernos de los países en los efectivamente funcionan. También hay iniciativas para limitar su poder monopólico en el mercado de la industria de la tecnología. Sin embargo, como puede verse, representan todavía un modesto esfuerzo. Ojalá la comunidad internacional acuerde nuevas medidas. Mientras tanto, si su computadora no prende, su teléfono no puede enviar mensajes ni localizar el número de la persona deseada, o su tarjeta de crédito no es aceptada, puede ser que se haya producido otro “apagón” mundial.

saulescobar.blogspot.com

 

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