Michel Husson
A l´encontre, 18-6-2020
Traducción de Viento Sur
La experiencia de nuestra generación: el capitalismo no morirá de muerte natural.
Walter Benjamin 1/
El futuro, no tienes que preverlo, sino permitirlo.
Antoine de Saint-Exupéry 2/
Esta contribución, cuyo título está tomado de la OCDE 3/, es en realidad (por seguir con la metáfora) una máquina de afeitar de múltiples cuchillas. Intentamos mostrar, en primer lugar, que una recuperación sincronizada está fuera de alcance, y que la forma que tomará es una cuestión eminentemente social 4/.
¿Estaba el virus en la fruta?
El coronavirus no ha venido a atacar a un cuerpo sano. Desde la crisis de 2008 el capitalismo funcionaba en un modo inestable que reproducía casi todo lo que condujo a la crisis anterior, a falta de un modelo alternativo. Las señales de advertencia de una nueva recesión se estaban acumulando, la globalización cesaba de progresar, las ganancias de productividad estaban en su punto más bajo y el endeudamiento de las empresas privadas en su punto más alto, etc. Todo esto es cierto, y no volveremos sobre ello aquí.
¿Pero es posible decir que “el coronavirus precipita la crisis, no la causa” como dicen Frédéric Boccara y Alain Tournebise? Según ellos, se debería “distinguir el factor acelerador o precipitante (el virus) y la causa (sobreacumulación financiera) 5/”. Se encuentra casi la misma posición en Michael Roberts: “Estoy seguro de que cuando termine este desastre, la economía dominante y las autoridades alegarán que fue una crisis exógena que no tiene nada que ver con los defectos inherentes al modo de producción capitalista y a la estructura social de la sociedad: ¡es culpa del virus! (…) El Covid-19, como este colapso financiero, no es realmente un rayo: un llamado ‘choque’ que golpea a una economía capitalista cuyo crecimiento fue en sí mismo armonioso 6/”. Por su parte, Eric Toussaint ha dicho: “no, el coronavirus no es el responsable de la caída de los mercados de valores 7/”.
Estos autores, que se reclaman por otra parte del marxismo, probablemente habían escrito demasiado rápido (fue en marzo). Pero este reflejo es indicativo de la dificultad existente para tener en cuenta la especificidad de esta crisis. Ciertamente, la posibilidad misma de una pandemia reenvía a los efectos de la agricultura productivista en los ecosistemas 8/ y al intenso movimiento de personas y mercancías en todo el planeta. El hecho es que esta crisis no es una crisis clásica. Por lo tanto, no se puede analizarla como tal, ni imaginar escenarios para el después de la misma manera que lo podríamos hacer con la precedente crisis.
Su característica principal, sin precedentes, es la imbricación entre una crisis sanitaria y una crisis económica bajo el signo del confinamiento. Después de la Gran Depresión, este es el Great Lockdown (Gran Bloqueo), por retomar el término del FMI 9/, en otras palabras: el gran confinamiento. La clasificación cara a los economistas tradicionales entre choques de oferta y choques de demanda pierde todo su significado, si alguna vez tuvo uno. Esta distinción es válida solo si razonamos sobre el pequeño esquema clásico, que los estudiantes de economía conocen demasiado bien, en el que una curva de oferta se cruza con una curva de demanda. Esta representación estática no corresponde a la realidad del capitalismo, que es un proceso de reproducción del capital. Es bastante divertido observar cómo un premio Nobel en economía, Paul Krugman 10/, puede extasiarse ante un estudio 11/ que descubre las interacciones entre la oferta y la demanda.
Desincronización de la crisis… y de la recuperación
Una de las características esenciales de esta crisis es difractar la economía, en otras palabras, golpear a sus diferentes segmentos de manera desigual. Las medidas globales sobre la disminución del PIB son, de hecho, solo un promedio de desarrollos muy diferenciados. Ciertos sectores se ven directamente afectados por medidas de cierre puro y simple, especialmente en el comercio minorista no esencial, otros lo son menos. Los cálculos realizados por la OFCE 12/ establecen que, a nivel mundial, la pérdida de valor agregado oscilaría entre el 47% para la rama de alojamiento-restauración hasta el 7% para la industria alimentaria y el 3% para la administración pública. Otro estudio 13/ establece que son los sectores aguas arriba cuya actividad está disminuyendo más, en otras palabras, los sectores más alejados de la demanda final. Todo ocurre como si el virus remontaba las filiales pasando desde el río abajo (la demanda) a las aguas arriba (la oferta).
Por lo tanto, los daños no se han infligido de manera justa. Por ejemplo, los sectores de servicios más afectados generalmente emplean una gran mano de obra, a menudo a bajos salarios, con contratos precarios, para los cuales el trabajo a distancia a menudo es imposible. Según la OCDE, más de un tercio de las empresas se enfrentarían con problemas de tesorería después de tres meses de confinamiento 14/. De ahí las medidas de apoyo (demora en el pago de impuestos, atraso de las deudas, toma a cargo de una parte de la masa salarial). Pero otra pequeña música comienza a amanecer: ¿no sería la crisis una buena oportunidad para eliminar a las compañías zombies que no merecen sobrevivir? Tres economistas 15/ incluso han sugerido que correspondería a los bancos decidir su destino, lo que, según ellos, permitiría “una selección eficiente, preservando a las empresas socialmente viables, sin subvencionar a las empresas zombies”.
La misma heterogeneidad aparece entre países. El estudio ya citado de la OFCE muestra que la caída del PIB varía desde el 36% para España al 12% para Japón. Pero aquí es necesario tener en cuenta la transmisión a través de las cadenas de valor. Un estudio estima en alrededor de un tercio la caída del PIB resultante de los choques transmitidos por las cadenas de suministro mundiales. Como esta caída ha sido de media de un 31.5%, “un país que no habría impuesto ningún confinamiento, habría registrado una contracción media del 11% de su PIB debido a los confinamientos en los otros países 16/”. Por eso no se puede razonar país por país: la siguiente infografía es particularmente esclarecedora en este punto. Da el origen y el valor de los componentes extranjeros incorporados a la producción de vehículos ensamblados en Francia. Existe una fuerte interdependencia regional (más del 75% de los componentes se producen en Europa) que hace que la producción sea imposible en un contexto de confinamiento-desconfinamiento no sincronizado. La interrupción de la producción en un punto de la cadena paraliza el resto de la producción, tanto más rápidamente por que la industria opera con niveles de stocks muy bajos que no permiten absorber la menor desaceleración de la producción 17/.
El virus y las hambrunas golpean al sur
El número de casos ha disminuido en Europa, al igual que el número de muertes. Pero no es lo mismo a nivel mundial, donde otras regiones han tomado de alguna manera el relevo, especialmente América Latina y parte de Asia, como se muestra en el gráfico de abajo que da el número nuevos casos a nivel mundial 18/.
Esta extensión de la epidemia está afectando a muchos países que ya se enfrentan a dificultades económicas formidables, que se ven agravadas por la crisis actual: caída de los precios de las materias primas, fuga de capitales, hundimiento de los tipos de cambio, aumento de la deuda. Por poner solo un ejemplo, los países africanos gastan más en el servicio de la deuda que en salud pública. Además, hay una crisis alimentaria y social desencadenada por la interrupción de actividades y agravada por la ausencia de ingresos adicionales, particularmente en el sector informal. Como dice la ONG Grain, millones de personas se ven obligadas a elegir entre el hambre y la Covid-19 19/.
La ofensiva diferenciada del virus prohíbe considerar una recuperación equilibrada, en otras palabras, una recuperación en la que todos los sectores se reiniciarían al mismo tiempo y al mismo ritmo.
“No desperdiciar nunca una crisis grave”
“No desperdiciar nunca una crisis grave” (Never Let a Seious Crisis Go to Waste), tal es el precepto establecido en 2008 por Rahm Emanuel, jefe de gabinete de Obama. Es, dijo, “una oportunidad para hacer cosas que antes creías que no podías hacer”. Y estaba en su mente por una buena causa: “lo que antes se consideraban problemas a largo plazo, ya sea en el campo de la salud, la energía, la educación, los impuestos, la reforma regulatoria, tantas cosas que habíamos aplazado demasiado tiempo ahora están en la agenda” 20/. Milton Friedman dijo más o menos lo mismo: “Solo una crisis, sea real o percibida como tal, conduce a un verdadero giro. Cuando se produce esta crisis, las medidas que se toman dependen de las ideas que están en sintonía con los tiempos 21/”.
De hecho, se ha asistido a un verdadero giro. Los Estados y las instituciones han arrojado todos sus principios a la toalla, e incluso se puede decir que su reacción ha estado a la altura de la crisis: han actuado como si nuestras vidas valieran más que sus ganancias. Medimos el riesgo que asumimos con esta declaración provocativa, y esperamos que no se cite independientemente de lo que sigue. Pero sigamos pegando ese clavo: una buena parte de la economía se ha parado, la mayoría de los ingresos se han mantenido y todas las reglas de la ortodoxia presupuestaria se han abandonado. Es cierto que estas declaraciones deben ponerse en perspectiva: numerosos asalariados y asalariadas se han visto más o menos obligados a ir a trabajar y los precarios, algunos autónomos y comerciantes, han visto caer sus ingresos. Sin embargo no es menos cierto que se han invertido sumas considerables para compensar los efectos de la crisis. No hace falta decir también que la gestión de la crisis ha revelado enormes disfunciones que deberán evaluarse y extraerse todas las consecuencias. Sin embargo, la observación es clara: el capitalismo ha aceptado secar temporalmente sus fuentes de plusvalía y las autoridades comerse sus discursos.
Pero esta adopción incongruente de políticas heterodoxas tiene su revés: se hará todo, a su debido tiempo, para llenar el vacío. Por eso se debe esperar una reacción, donde la violencia de las medidas tomadas será de un tamaño equivalente a los abandonos a los que el capitalismo tuvo que consentir. A riesgo de atribuirle una personalidad, se podría decir que va a querer vengarse de lo que se vio obligado a sufrir. De hecho, habrá una recuperación en forma de V, pero será más bien de las políticas neoliberales. Gilbert Achcar tiene toda la razón al invocar el próximo intento de los gobiernos neoliberales de “descargar en la clase trabajadora la enorme deuda que se está contrayendo actualmente, como ya hicieron tras la Gran Recesión, reduciendo el poder adquisitivo de la gente y su propensión al gasto, llevando de este modo el mundo a una mayor agravación del actual estancamiento secular 22/”.
Backlash
Achcar tiene especialmente razón al evocar las contradicciones inherentes a esta reacción violenta (backlash por usar el término utilizado por las feministas). Las políticas de retorno al business as usual corren el riesgo de autodestruirse y conducir a una trayectoria en zigzag de las economías. En efecto, no hay simetría garantizada entre las dos ramas de la recuperación en forma de V. Una vez más, la caída no ha tenido lugar de manera homotética: todos los sectores y zonas de la economía mundial no se han visto afectados y no se reiniciarán en las mismas proporciones. La reactivación de las políticas neoliberales no tendrá lugar de manera coordinada y sin duda desencadenará reacciones en cadena que conducirán a nuevas formas de recesión.
Un primer ejemplo lo da el mercado de trabajo. No hay que olvidar que los beneficios también se han visto afectados, como explica el economista Eric Heyer: “las empresas han sufrido pérdidas de 40 mil millones de euros. Esto significa que en ocho semanas, perdieron el equivalente del Crédito Fiscal para la Competitividad y el Empleo (CICE) establecido bajo François Hollande. Todo este esfuerzo económico, esta transferencia del Estado a las empresas, desapareció durante el confinamiento. Eso corresponde a una caída de 3 puntos en la tasa de margen de las empresas, es gigantesco 23/”.
Todo apunta al hecho de que se avanza hacia sistemas que harán de la masa salarial una de las principales variables de ajuste que permita restaurar la rentabilidad de las empresas. Reducción del desempleo parcial, acuerdos de mantenimiento del empleo, aumento de la jornada de trabajo, automatización acelerada 24/: todas las señales ya están ahí. Ello significa que se tiende a una recuperación sin empleo, es decir, a relanzar la economía reduciendo al máximo los efectivos laborales. Pero el efecto de retorno es un freno a la reanudación del consumo: de hecho, no se puede congelar, o incluso disminuir, la masa salarial y al mismo tiempo impulsar el consumo. A menos que se cuente con una reconversión del ahorro forzoso de los hogares cuyos ingresos se hayan preservado un poco, mientras que su consumo estaba confinado.
Este círculo vicioso puede extenderse a toda la economía europea, incluso mundial. La desincronización de las economías plantea la cuestión de la coordinación de las respuestas. En términos de salud, está claro que la coordinación ha sido casi inexistente: cada país ha reaccionado a su manera, y como ha podido, a pesar de que el virus no parece conocer fronteras. Esta pregunta se planteará de nuevo de forma aguda cuando se disponga de una vacuna (o de vacunas) y hay que estar preocupado por ello, ya que la Unión Europea hasta ahora ha dependido de la investigación en partenariado con empresas privadas guiadas por criterios distintos del interés público 25/.
Con la recuperación económica, todos los países buscarán, con posibilidades muy desiguales de éxito, capturar la mayor fracción posible de la reanudación del comercio de mercancías. A corto plazo, la forma más adecuada es ganar competitividad reduciendo el coste salarial: ciertamente, la competitividad depende de muchos otros factores, pero sobre los que no se puede intervenir rápidamente. Entonces nos encontraríamos con una configuración, completamente clásica, donde todos o casi pierden en este pequeño juego: en el pasado reciente ya se han visto recesiones autoinfligidas por tales políticas.
Hay, por cierto, un correctivo poderoso a los progresos, ciertamente tímidos, en la coordinación de las políticas fiscales europeas. Los mismos países que, en el lado del patio, acuerdan, incluso arrastrando los pies, pedir prestado juntos para cubrir sus deudas, se enfrentarán, en el lado del jardín, a una competencia exacerbada por la conquista o la preservación de sus cuotas de mercado. Esta competencia bien podría combinarse con una tendencia al proteccionismo, invocando la necesidad de recuperar una soberanía socavada por la globalización. El tema de la reubicación, aunque legítimo, plantea importantes problemas, ya que puede utilizarse para recuperaciones soberanistas. Lo demuestra una encuesta reciente que muestra que una abrumadora mayoría de los encuestados está a favor de promover la autonomía agrícola de Francia, la reubicación de empresas industriales y la investigación y producción de laboratorios farmacéuticos en Francia 26/. Muchos países han tomado medidas proteccionistas, y el enfrentamiento de Trump contra China se intensificará. Independientemente de su legitimidad, e incluso de su viabilidad, tales medidas ejercerán una presión recesiva sobre la dinámica de la economía mundial, que también tendrá efectos muy diferenciados.
Esta combinación paradójica de competitividad ofensiva y proteccionismo defensivo es un factor duradero en la desorganización de la economía mundial. Pero en última instancia es bastante coherente con la mezcla de neoliberalismo y autoritarismo que caracteriza a la gobernanza de muchos países en la actualidad.
El boomerang de la consolidación financiera
Por el momento, los países europeos avanzan lentamente hacia la mutualización y la monetización de las deudas públicas, en cualquier caso de la deuda adicional vinculada a la crisis 27/. Pero se debe esperar el regreso de los argumentos ortodoxos. Dadas las tasas de interés muy bajas, incluso negativas, hoy tienen poca resonancia. Algunos han blandido el espantapájaros de la inflación sin mucha convicción. Dos economistas de la Banque de France (probablemente en servicios solicitados a instigación de su gobernador François Villeroy de Galhau) han tratado de hacer un trabajo educativo demostrando que no hay “dinero mágico” y advirtiendo del riesgo de una “espiral inflacionista” 28/. Este es el único argumento que queda para los defensores de la ortodoxia contra las políticas no convencionales.
No resistimos la tentación de reproducir el siguiente gráfico, que es suficiente para ridiculizar este argumento: se ve que, desde 2010, las previsiones sucesivas del BCE (línea punteada) anticipaban sistemáticamente una recuperación de la inflación (hacia su objetivo del 2%) y que todas han sido desmentidas.
Por el momento, los mercados financieros están jugando al juego comprando bonos de deuda pública que el BCE recompra inmediatamente. Pero estos mercados no son pura abstracción: están constituidos, como recuerda Adam Tooze, “de un grupo discreto de actores más o menos importantes, unidos por redes especializadas de información e intercambio 29/”. Y Tooze evoca en términos violentos sus intervenciones anteriores: “desempeñaron menos el papel de guardianes de la libre competencia que el de los escuadrones de la muerte paramilitares que actúan con la complicidad de las autoridades”. Las políticas no convencionales se toleran en el contexto actual, pero si se extendieran más allá de lo que los mercados aceptan hoy, se asistiría a la vuelta de la “disciplina de mercado” y los Estados deberían de nuevo someterse a lo que Wolfgang Streeck 30/ llama el “pueblo de los mercados” (Marktvolk).
Las distorsiones significativas hechas a la ortodoxia presupuestaria europea sin duda han dejado un sabor amargo entre sus defensores más convencidos. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que se den cuenta de que han ido demasiado lejos y que es necesario, tan pronto como sea posible, volver a las políticas de consolidación, en otras palabras, de austeridad? Es una nueva espada de Damocles que pesa sobre la trayectoria económica por venir, incluso aunque se puede pensar que el retorno a la ortodoxia no será inmediato.
¿Corregir al capitalismo?
Todas las incertidumbres que se ciernen sobre el regreso a la normalidad conducen a volver a la idea de que la pandemia solo ha desencadenado una crisis que ya estaba en proceso. Si este análisis puede ser criticado, es cierto que la recuperación será aún más caótica, ya que debería hacerse desde un sistema que ya estaba en muy mal estado de salud. La crisis de 2008 podría ya analizarse como la crisis de respuestas a crisis anteriores. La crisis actual es, por lo tanto, una crisis al cuadrado.
¿Será una oportunidad para que el capitalismo se regenere? Según el historiador Walter Scheidel 31/, los episodios de reducción de las desigualdades se han desencadenado históricamente por un choque inicial que tomó cuatro formas: guerra, revolución, colapso de un Estado o… pandemia mortal. Son para él los “cuatro jinetes de la nivelación”, en resumen, los “Cuatro Jinetes del Apocalipsis” (para los ricos).
¿Estamos en este escenario con la pandemia actual? Tras la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo se transformó, con una mayor regulación del mercado de trabajo y el establecimiento, en diversas formas, de un Estado del bienestar. Pero las circunstancias fueron particulares en varios puntos: parte del aparato productivo había sido destruido, los activos financieros se habían derrumbado, las ganancias potenciales de productividad eran significativas y una amenaza interna o externa se cernía sobre el orden social.
Hoy no están reunidos los ingredientes, al menos en esta fase inicial de sideración. Por ahora, los dominantes tienen cierto interés en soltar el lastre, incluso desde su punto de vista. Además de eventuales consideraciones éticas (o la toma en consideración del grado de aceptabilidad social), no era posible enviar a todo el mundo al interruptor sin poner en peligro la reproducción general del sistema.
El hecho es que al abandonar los dogmas que rigen el funcionamiento de la economía, los gobiernos han socavado toda la ideología neoliberal. Signo de los tiempos, sin duda, Olivier Passet elige llamar “progresista” (sin las comillas) a este pensamiento. Pero señala la “bancarrota” del mismo: “todo lo que forjaba nuestra [sic] representación de una economía eficiente es derrotado: no, la abolición de las distancias, el alargamiento de las cadenas de valor, la división del trabajo cada vez mayor, no son el indiscutible Alfa y Omega de la eficiencia económica, etc. 32/”.
Quizás debería recordarse aquí que el capitalismo es un sistema económico pero también una relación social. Dicho de otra forma, es un sistema que funciona en beneficio de una capa social. Corregir su funcionamiento actual implicaría modificar los mecanismos económicos específicamente económicos, pero también atacar en última instancia los privilegios de las clases dominantes.
Por lo tanto, es fácil prever que el capitalismo resistirá. Resistencia a una revalorización de los salarios, a la regulación del mercado de trabajo y a las restricciones ambientales: porque es necesario restablecer la tasa de ganancia. Resistencia también a las relocalizaciones: porque el beneficio de las multinacionales depende de la explotación de la mano de obra de los países periféricos y de sus recursos naturales.
Pongámonos, por un momento, en el lugar de la burguesía frente a la pandemia. Ella descubre que necesita mano de obra en el trabajo pero que no puede (políticamente) enviar a la gente al rompehielos; que no ha previsto las mascarillas, los test y que ha suprimido demasiadas camas de hospital para ofrecer algo más que confinamiento. Por lo tanto, se ve obligada a renunciar parcialmente a sus reglas y tabúes para acompañar la situación.
Después de un tiempo, toma la medida del impacto en sus intereses y avanza sus peones para el día siguiente. El principio general es afirmar que las medidas excepcionales tomadas en la tormenta son provisionales. Además, se lanzan globos de prueba para decir que deberán tomarse medidas de recuperación.
La gran revelación
Una de las propiedades notables de esta crisis es haber generado efectos de revelación. Se ha descubierto, o redescubierto, que los trabajos esenciales para un mínimo de vida social y económica estaban ocupados por aquellos que Macron decía que no eran nada. Se ha descubierto, o redescubierto, que no había correspondencia entre los salarios otorgados a estas trabajadoras y trabajadores y su utilidad social. También se ha constatado que numerosos empleadores rapaces estaban dispuestos a exponer a sus asalariados al riesgo de la epidemia, mientras que algunos de ellos estaban inscritos en el desempleo parcial.
Una de las grandes contribuciones de Marx es su análisis del fetichismo de la mercancía de la cual Antoine Artous dio una definición sintética; es “el hecho de que una relación social entre hombres se presenta como una relación entre cosas; en este caso, el valor de los bienes, a través del cual se organiza el intercambio, se percibe socialmente como su atributo natural, mientras que es generado por relaciones de producción específicas 33/”.
Es en la Sección Primera del Libro Primero de El Capital donde Marx trata de “El fetichismo de la mercancía y su secreto” para mostrar que “es solo la determinada relación social de los hombres lo que aquí toma para ellos la forma fantasmagórica de una relación entre las cosas” (ver recuadro). Agrega un poco más adelante que el “movimiento social» de valores (las fluctuaciones económicas) “las relaciones de los productores, en las cuales se afirman caracteres sociales de sus trabajos adquieren la forma de una relación social entre los productos del trabajo”. Estos desarrollos, de los cuales se dan algunos extractos en el recuadro a continuación, son de actualidad. A pesar de su enunciado abstracto, arrojan luz sobre uno de los desafíos de la coyuntura abierta por la crisis. Esta última ha recordado que es el trabajo de las mujeres y de los hombres el verdadero motor de la vida social. También nos hemos dado cuenta de que, en su mayor parte, las actividades esenciales, vitales, no pueden hacerse por teletrabajo.
Pero hay más. La experiencia que se podría, al menos temporalmente, prescindir de ciertos consumos; la constatación de la vulnerabilidad de la organización globalizada de la producción; la puesta al desnudo de las desigualdades; la manera en que las leyes económicas han debido y podido ser violadas de forma arrogante, todo esto contribuye a plantear formidables interrogaciones sobre los beneficios del orden social existente y su carácter inmutable. En resumen, se ha levantado una esquina del velo y, para usar los términos de Marx, los seres humanos pueden querer recuperar el control sobre las cosas.
El carácter fetiche de las mercancías y su secreto (extractos 34/)
¿De dónde viene la naturaleza enigmática del producto del trabajo tan pronto como reviste la forma de una mercancía? Proviene, evidentemente de esta misma forma.
El carácter de igualdad de los trabajos humanos adquiere la forma de los productos del trabajo; la medida de los trabajos individuales según su duración, adquiere la forma de la magnitud del valor de los productos del trabajo; finalmente, las relaciones de los productores, en las cuales se afirman caracteres sociales de sus trabajos adquieren la forma de una relación social entre los productos del trabajo. He aquí por qué estos productos se convierten en mercancías, es decir, en objetos que se aprecian y no se aprecian con los sentidos, en objetos sociales.
Por lo tanto, lo que es misterioso en la forma mercantil consiste simplemente en que devuelve a los hombres la imagen de las características sociales de su propio trabajo como caracteres objetivos de los productos del trabajo, como cualidades sociales que estas cosas poseerían por naturaleza: así les devuelve la imagen de la relación social de los productores con el trabajo global, como una relación social que existe fuera de ellos, entre los objetos. Es este malentendido lo que hace que los productos del trabajo se conviertan en bienes, cosas sensibles que son suprasensibles, cosas sociales.
(…) La forma valor y la relación de valor de los productos del trabajo no tienen absolutamente nada que ver con su naturaleza física. Es solamente una relación social determinada de los hombres entre sí lo que reviste para ellos la forma fantasmagórica de una relación entre las cosas. (…) Esto da lugar a que… las relaciones entre sus trabajos privados aparezcan como lo que son; es decir, no como relaciones sociales inmediatas entre las personas en sus trabajos, sino más bien como relaciones sociales entre las cosas.
(…) De hecho, el carácter de valor de los productos laborales solo se pone de manifiesto cuando se determinan como cantidades de valor. Estas últimas cambian sin cesar, independientemente de la voluntad y las previsiones de los productores, a los ojos de los cuales su propio movimiento social toma, de este modo la forma de un movimiento de las cosas, movimiento que les controla y al que ellos no pueden dirigir.
¿Serán felices los próximos días?
El efecto de revelación debería conducir a una conciencia como esta: “mañana tendremos que aprender desde el momento en que estamos pasando, cuestionar el modelo de desarrollo en el que nuestro mundo se ha involucrado durante décadas y que revela sus fallas a plena luz del día, cuestionando las debilidades de nuestras democracias. (…) Lo que revela esta pandemia es que hay bienes y servicios que deben colocarse fuera de las leyes del mercado”. O también: “cierta idea de la globalización termina con el fin de un capitalismo financiero que había impuesto su lógica a toda la economía y había contribuido a pervertirla. La idea de la omnipotencia del mercado que no debería ser frustrada por ninguna regla, por ninguna intervención política, era una idea loca. La idea de que los mercados siempre tienen razón era una idea loca”.
Sin duda habremos reconocido la primera proclamación, que es de Macron 35/. ¿Pero se pensar seriamente que tendrá más efectos que la anterior, extraída del famoso discurso de Toulon pronunciado por Nicolas Sarkozy en 2008 36/? En realidad, los dominantes harán todo para garantizar que volvamos a los business as usual. Se hará todo lo posible para mostrar que el destino de los individuos está vinculado al del sistema, que la reanudación de la actividad como antes es, por lo tanto, la condición para la vuelta al empleo. Y si la convicción no es suficiente, el chantaje al empleo, ya iniciado, hará el resto 37/. Esta aspiración de volver a la normalidad también es compartida por muchos que desean olvidar los traumas relacionados con el confinamiento y/o que necesitan compensar sus ingresos perdidos, en resumen, de curar las heridas de todo tipo infligidas por la epidemia.
¿Qué se necesita para evitar que se caiga el velo? Primero, por supuesto, una perspectiva de transformación social, alimentada por las lecciones aprendidas de la crisis. Y no faltan propuestas: se ha escuchado la consigna del presidente Mao: “¡Que florezcan cien flores, que compitan cien escuelas!” A pesar de todo, es obligado constatar que este trabajo de elaboración se lleva a cabo en desorden, que está débilmente coordinado y que a menudo se atasca en controversias acerbas o muy técnicas. En lugar de entrar en estos debates, al menos aquí, nos gustaría enfatizar aquí en el enfoque emprendido en el plan para poner fin a la crisis 38/ propuesto por un arco de fuerzas relativamente nuevo. Esboza la formación de un bloque que reúne a sindicatos (CGT, Solidaires, Confederación Campesina, FSU), organizaciones medioambientales (Greenpeace, Oxfam, Amigos de la Tierra) o altermundialistas como Attac. Este es su primer interés, el de combinar objetivos sociales y ambientales: este es un punto esencial, ya que la crisis va a ser tomada como un pretexto para posponer las inversiones necesarias para la transición ecológica (el corte – presupuestario – está lleno) o para relajar las regulaciones, en nombre del empleo.
Pero este texto tiene otro interés, el de articular los diferentes pisos 39/ de un proyecto de transformación social: medidas inmediatas relacionadas con las modalidades de desconfinamiento, medidas sociales más estructurales (y los medios de financiarlas), todo lo cual forma parte de un proyecto de reconversión ecológica y social de las actividades.
Este llamamiento es ciertamente incompleto, a veces evasivo y sin duda insuficientemente radical, pero no se puede más que estar de acuerdo con su orientación general. En cualquier caso, hay que profundizar este tipo de elaboración. ¿Quizás habría que agregar propuestas fuertes y sintéticas como la de un “impuesto de emergencia Covid-19” presentado por un colectivo europeo 40/? ¿Quizás deberíamos también hacer del tema de la condicionalidad un eje transversal? Mariana Mazzucato, una economista que hace campaña por la rehabilitación de la intervención pública, ha insistido acertadamente en este punto: esta vez, dice, “las medidas de rescate deben estar absolutamente acompañadas de condiciones. Dado que el Estado, una vez más, está desempeñando un papel principal, debe ser visto como un héroe en lugar de un ingenuo (patsy). Por lo tanto, se deben proporcionar soluciones inmediatas, pero diseñadas para servir al interés público a largo plazo. Por ejemplo (…) se debe pedir a las empresas que se benefician de un plan de rescate que mantengan a sus trabajadores y asegurarse de que, una vez que termine la crisis, inviertan en formación y en mejorar las condiciones de trabajo 41/”.
El gobierno francés ha gestionado la crisis evitando cuidadosamente cualquier forma de control democrático, parlamentario o institucional. Ha preferido la infantilización de los ciudadanos, junto con una represión muy característica del neoliberalismo autoritario de Macron. Pero las aspiraciones de cambio también podrían desconfinarse, y eso es lo que teme este gobierno. En este deseo de recuperar el control reside la posibilidad de ver un nuevo bloque social capaz de imponer transformaciones radicales.
Notas
1/ Walter Benjamin, Paris, capital del siglo XIX, citado en Razmig Keucheyan, La nature est un champ de bataille, 2018.
2/ Antoine de Saint-Exupéry, Citadelle , 1948.
3/ OCDE, Economic Outlook , junio de 2020.
4/ Solo retomamos muy parcialmente los desarrollos propuestos en precedentes contribuciones: “El caos de la economía mundial”, Viento Sur, nº 170, 2020; disponibles en la web de Viento Sur, “Repunte o caída”, 29 de abril de 2020; “Sobre la vacuidad de la ciencia económica oficial: el arbitraje entre actividad económica y riesgos para la salud”, 14 de abril de 2020; “Neoliberalismo contaminado”, 31 de marzo de 2020. Véase también “Une reprise économique en ‘V’, vraiment?”, Alternatives économiques, 3 de junio de 2020.
5/ Frédéric Boccara y Alain Tournebise, “¡Le coronavirus précipite la crise, ne la cause pas!”, Les économistes atterrés, marzo de 2020.
6/ Michael Roberts “It was the virus that did it”, 15 de marzo de 2020.
7/ Eric Toussaint, “No, el coronavirus no el responsable de la caída del precio de las acciones”, 4 de marzo de 2020.
8/ Sobre este punto, véase: Robert G. Wallace, Big Farms Make Big Flu: Dispatches on Infectious Disease, Agribusiness, and the Nature of Science, Monthly Review Press, New York, 2016; Sonia Shah, “Contre les pandémies, l’écologie”, Le Monde diplomatique, marzo de 2020.
9/ FMI, The Great Lockdown, World Economic Outlook, Abril de 2020.
10/ Paul Krugman, https://twitter.com/paulkrugman/status/1246152855456755713 twitter, 3 de abril de 2020.
11/ Veronica Guerrieri, Guido Lorenzoni, Ludwig Straub, Iván Werning, “Macroeconomic Implications of COVID-19: Can Negative Supply Shocks Cause Demand Shortages?”, 2 de abril de 2020.
12/ OFCE, “Évaluation de l’impact économique de la pandémie sur l’économie mondiale en avril 2020”, 5 de junio de 2020.
13/ Jean-Noël Barrot, Basile Grassi, Julien Sauvagnat, “Sectoral effects of social distancing”, Marzo de 2020.
14/ Lilas Demmou et al., “Corporate sector vulnerabilities during the Covid-19 outbreak: assessment and policy responses”, OECD, 5 de mayo de 2020.
15/ Olivier Blanchard, Thomas Philippon, Jean Pisani-Ferry, “A New Policy Toolkit Is Needed as Countries Exit COVID-19 Lockdowns”, Peterson Institute for International Economics, Junio de 2020.
16/ Barthélémy Bonadio, Zhen Huo, Andrei Levchenko, Nitya Pandalai-Nayar, “The role of global supply chains in the COVID-19 pandemic and beyond”, voxeu, 25 de mayo de 2020.
17/ Elie Gerschel, Robin Lenoir, Isabelle Mejean, “Coordonner le déconfinement de l’Europe, un enjeu économique fort”, IPP, 5 de junio de 2020. La infografía está extraída de la web worldview. stratfor.com.
18/ Emma Reynolds and Henrik Pettersson, “Confirmed coronavirus cases are rising faster than ever”, CNN, 5 de junio de 2020.
19/ Grain, “Des millions de personnes forcées de choisir entre la faim ou le Covid-19”, 19 de mayo de 2020.
20/ Rahm Emanuel, “You never want a serious crisis to go to waste”, The Wall Street Journal, video, November 18, 2008. Esta fórmula ha sido retomada irónicamente por Philip Mirowski, como título de su notable obra, Never Let a Serious Crisis Go to Waste, 2013, cuyo subtítulo es elocuente: “Como el neoliberalismo ha sobrevivido al hundimiento financiero” (How Neoliberalism Survived the Financial Meltdown).
21/ Milton Friedman, Capitalisme et liberté, 1971 [en castellano Capitalismo y libertad, ed. Síntesis, 2012].
22/ Gilbert Achcar, “¿Autoextinción del neoliberalismo? ¡Ni lo sueñes!”, 30 de abril de 2020.
23/ Eric Heyer, “La crise sanitaire accélère la transition vers une croissance soutenable”, AOC, 22 de mayo de 2020.
24/ Patrick Artus, “Il va falloir soutenir la robotisation des entreprises françaises”, 22 de mayo de 2020.
25/ Global Health Advocates – Corporate Europe Observatory, “Au nom de l’innovation. L’industrie contrôle l’usage des fonds européens pour la recherche et néglige l’intérêt public”, mayo de 2020.
26/ Sondage Odoxa, “Coronavirus : les Français font des relocalisations la priorité de l’après-crise”, Les Echos, 13 de abril de 2020.
27/ Hemos abordado este punto en“El caos de la economía mundial”, Viento Sur, nº 170, 2020.
28/ Jean Barthélemy et Adrian Penalver, “La monnaie de banque centrale n’a rien de magique”, Bloc-notes Eco, Banque de France, 20 de mayo de 2020.
29/ Adam Tooze, “Time to expose the reality of ‘debt market discipline‘”, Social Europe, 25 de mayo de 2020.
30/ Wolfgang Streeck, Comprando tiempo. La crisis pospuesta del capitalismo democrático, Argentina, 2016.
31/ Walter Scheidel, The Great Leveler. Violence and the History of Inequality from the Stone Age to the Twenty-First Century, 2017; ver también este resumen de su libro: Walter Scheidel, “What Tames Inequality? Violence and Mayhem The Chronicles of Higher Education”, febrero de 2017.
32/ Olivier Passet, “La faillite financière de la pensée progressiste”, Xerfi, 15 de abril de 2020.
33/ Antoine Artous, Le fétichisme chez Marx. Le marxisme comme théorie critique, Éditions Syllepse, 2006.
34/ Karl Marx, El Capital, E.D.A.F, Madrid, 1967, pp. 74-77.
35/ Emmanuel Macron, “Adresse aux Français”, 12 de marzo de 2020.
36/ Nicolas Sarkozy, “Discours de Toulon”, 25 de septiembre de 2008.
37/ Romaric Godin, “Le chantage à l’emploi s’impose comme politique économique”, Mediapart, 2 de junio de 2020.
38/ CGT, Attac et al., “Plan de sortie de crise”, 26 de mayo de 2020.
39/ Nos permitimos reenviar a un pequeño texto proveniente de un grupo de economistas franceses vinculados con el Front de Gauche en el que participamos: “Transformation sociale: une fusée à trois étages”, 28 de noviembre de 2011. Los tres “pisos” eran los siguientes: 1. Retomar el control: emprender la ruptura, asentar la legitimidad de la experiencia; 2. Bifurcar: enraizar el proceso de transformación; 3. Reestructurar: esbozar un nuevo modo de desarrollo.
40/ Colectivo, “Por una tasa Covid-19 en Europa”, 12 de junio de 2020 (Susan George, Miguel Urbán y 45 firmas más).
41/ Mariana Mazzucato, “Capitalism’s triple crisis”, Social Europe, 9 de abril de 2020.