por João Camargo
La producción de plusvalía a base de expandir las fuerzas productivas exige la creación permanente de nuevos consumos, la expansión de los consumos existentes, la extensión de necesidades a círculos cada vez más amplios, la creación de nuevas necesidades y la creación de nuevos valores de uso. Esto implica la exploración de la totalidad de la naturaleza, la creación de nuevos valores de uso y de cambio a escala universal, para productos fabricados en todos los climas, todos los ecosistemas y todos los países. La prioridad del valor de cambio sobre el valor de uso y sobre los valores de uso esenciales (como los alimentos, el agua, la vivienda o un medioambiente sano) ha permitido al capitalismo distanciar a la humanidad de la naturaleza y sus límites, cambiando lo abstracto por lo concreto, pero la realidad está imponiéndose. La mercantilización y el fetichismo de la mercancía degradan las relaciones humanas y la relación de la humanidad con la naturaleza, pues el capitalismo solo valora y satisface necesidades reales si estas son necesarias para mantener la fuerza de trabajo. Aparte de esto, crea un conjunto de necesidades determinadas estrictamente por la rentabilidad y la expansión, siendo unilateral y preceptivo en la creación de estas necesidades. Los mercados, es decir, los capitalistas, no están para satisfacer necesidades, sino para buscarlas y crearlas.
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