Inicio Internacional ¿Cómo y porqué la derecha volvió al poder en Uruguay?

¿Cómo y porqué la derecha volvió al poder en Uruguay?

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Jorge Zabalza lo explica con manzanas… Las mismas causas generan los mismos efectos. Una lección para toda América Latina.
POLITIKA

Danilo Astori: el poder neoliberal tras la fachada progresista
“Se acabó el recreo”, dijo Manini

Escribe Jorge Zabalza – ex combatiente Tupamaro

País de los amortiguadores, de instituciones políticas para atemperar las consecuencias sociales del capitalismo. ¡Qué lindo este Uruguay del republicanismo y la democracia representativa! De la ficción electoral donde los pobres se creen iguales a los ricos porque votan en la misma urna y elijen a quien se encargará de hacerles pagar la Deuda. Las elecciones son, de verdad, un acto de prestidigitación.

La concordia entre liberales alcanza su punto culminante en la rambla, entre Punta Carretas y Malvín, en el país de las banderas frenteamplistas que se abrazan sin pudor con las de la coalición multi reaccionaria. Un coro de estómagos rebosantes que entonan el himno nacional.

Sin embargo, pocas cuadras al norte hay otro país, el de las panzas vacías, el del millón con ingresos menores a veinte mil pesos, los que no pueden dejar de pensar en el pesito nuestro de cada día, los que voten a quien voten seguirán con su vida de anestesiados, alimento de lobos y lobas, carne de cañón de las cárceles, víctimas del sistema por haber nacido lejos de la vidriera para turistas.

Tampoco está en la rambla el tendal que dejó la política económica del astorismo: 160.000 desempleadas y desempleados, otro tanto cuyos empleos bajaron de calidad, los dueños de pequeños comercios en concordato, los pequeños productores que debieron abandonar el agro. Esas capas medias que, mientras financian vía IRPF el asistencialismo social, ven que las grandes multinacionales no dejan nada para el país.

No hay índice de Gini ni línea de pobreza que puedan disimular las consecuencias de haber subordinado la economía a los intereses financieros internacionales. Sin embargo, como las y los sacrificados en el altar del grado inversor son mayoría, los partidos compiten para obtener su consentimiento. Entre todos, los arrean hacia el matadero, testuz inclinada y chiflando bajito. Es el modo de dominar pacíficamente.

Empero, en esta ocasión, más de 50.000 electores del área metropolitana, que habían votado al Frente Amplio en 2014, cambiaron de arriero y fugaron hacia otros partidos. El electorado uruguayo navega a contracorriente de los pueblos que, para librarse de la dependencia del capital financiero, tomaron el control de las calles, avenidas y plazas de América Latina. Mientras ellos enfrentan balas de goma, tortura, violaciones y gases lacrimógenos, el pueblo del Uruguay parece haber elevado al gobierno la representación más vinculada al agronegocio, al capital financiero y la mano dura.

¿La victoria de la coalición multi reaccionaria se debe a la mala comunicación o a que la gente se cansó de versos? Si, señores, dejaron de votarlos porque disienten con ustedes. No fue la forma en que se comunicó, sino el contenido de la comunicación.

Véase por ejemplo lo que ocurrió con los derechos humanos. Aunque de manera diferente que los gobiernos anteriores, los progresistas también cumplieron con el pacto del Club Naval. Este es un país donde el político de izquierda más avezado es quien mejor sabe transar, en secreto y sin escrúpulos, con los propios criminales, la impunidad de los delitos de lesa humanidad.

Con mucha prudencia y sin ofender a nadie, las marchas del 20 de mayo expresaron masivamente su disidencia con el Olvido y Perdón que se adivina en las actitudes y los gestos con que los gobernantes respaldan la impunidad.

¿Qué habría ocurrido si Tabaré, Mujica y Astori se hubieran puesto al hombro la lucha por Verdad y Justicia? ¿Si no hubieran tenido tantas contemplaciones con el centro militar y los comandantes en jefe del ejército? ¿Si hubieran dejado de pagar las jubilaciones a los oficiales procesados y los recluyeran en cárceles comunes? Serían gestos entendibles, actitudes educadoras para la lucha por Verdad y Justicia y no sus incomprensibles mensajes que convocan a aguantar pacientemente al militarismo.

Seguramente las consignas de las marchas habrían cambiado la desconformidad por los aplausos y la fuga de votantes habría sido muchísimo menor. ¿Quién dijo que el gobierno desgasta neecesariamente la fuerza política? La gente no piensa sólo con el bolsillo, necesita creer, tener esperanzas. Solamente se precisaba desterrar el Olvido y el Perdón.

La derrota comenzó cuando los apóstatas se convirtieron en operadores de su versión de neoliberalismo suavizado con asistencia social. ¿Qué hubiera pasado si, en cambio, hubieran gobernado a lo Salvador Allende? ¿Si no hubieran cambiado los paradigmas del gobierno? Si hubieran rescatado del olvido el imaginario transformador, el del Congreso del Pueblo, el que dio origen a la CNT y al propio Frente Amplio.

Los actuales partidos políticos progresistas han dejado de expresar y representar la lucha contra el poder, contra la clase dominante y los centros del capitalismo mundial. Están integrados al sistema institucionalizado de dominación. ¡¡En Chile, Bachelet llegó al colmo de mantener el mismo modelo de producción y distribución que Pinochet!!

Hay una crisis de representatividad, dicen los politólogos, valoración que, en el fondo, significa que ellos mismos no creen que el resultado de las elecciones represente realmente la voluntad del pueblo.

Lo más probable es que el progresismo continúe colaborando con el neoliberalismo sin lubricante que ahora accedió al gobierno nacional. Hace rato que eligieron jugar de “oposición responsable” y acordar aquello que en la campaña descalificaron como antipopular. Gobierne quien gobierne, lo esencial continuará por los mismos carriles, unos en la rambla de Pocitos y otros sobreviviendo como pueden en el Pantanoso. Hasta que el pueblo, por sí y ante sí, diga basta y arranque a caminar.

Tal vez, aunque es poco probable, el retorno al viejo horizonte transformador pueda venir desde abajo, desde las bases frenteamplistas.

Pese a la sistemática política de desvalorizar y desarticular el Frente-movimiento, se produjo la avalancha militante entre octubre y noviembre del 2019. La dirigencia progresista quiere atribuirse la convocatoria, pero, en realidad, ella fue organizada desde los comités de base. Su irrupción significó la derrota de la estrategia de reducir la vida política al círculo central de los caudillismos y abre las puertas a la integración del “pueblo frenteamplista” a los movimientos que lucharán a muerte contra el neoliberalismo puro y duro.

Es que la conducción del progresismo ha demostrado su incapacidad para tomar la iniciativa en la lucha por la liberación de la mujer o por la defensa del aire, el agua y la tierra.

No pueden hacerse cargo de la agenda de derechos porque quieren medrar en el espacio que les permite la clase dominante, sin salirse de los políticamente correcto. No quieren transformar la sociedad, revolucionarla. Nunca van a llamar a conquistar en la calle lo que se perdió en las urnas.

Ya pasó en Ecuador y Chile, en Bolivia y Colombia. Sus pueblos mestizos debieron asumir, por sí y ante sí, la conducción de la lucha con el capitalismo.

Movimientos sociales multiétnicos, capaces de poner de relieve los aspectos más soterrados por la ideología dominante, el patriarcalismo, la violencia doméstica, el racismo, la destrucción de los recursos naturales, del agua, la tierra y el aire.

Que han logrado comprender que mientras haya capitalismo habrá patriarcalismo y violencia contra las mujeres. Que mientras se cabalgue tras la tasa de ganancia la depredación será el modo de producir. Movimientos sociales que han sido capaces de reunirse y organizar la batalla, de constituir organismos políticos de base popular, dejando a un lado los progresismos que concilian con el poder económico y militar.

El recreo terminó, la lucha espera.

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