Por Adán Salgado Andrade
La segunda guerra mundial (1939-1945), fue emprendida por el megalómano de poder Adolf Hitler (1889-1945), como un intento de ampliar el poderío territorial y económico de Alemania. Pero luego de seis años de infames batallas, alianzas de aliados y las potencias del eje, finalmente, Hitler y su maquinaria militar, fueron derrotados (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/06/el-tercer-reich-el-gran-negocio-de.html).
Sin embargo, mientras eso sucedía, varios países invadidos, como Francia, tuvieron que soportar los asesinatos y saqueos cometidos por los nazis. Eran muy temidos los robos de obras artísticas, pues la guerra, también fue un negocio para Hitler, porque había que recuperar los enormes gastos en los que Alemania estaba incurriendo. Tesoros de joyas, oro y obras de arte, por ello, fueron el objetivo.
En previsión a un evento así, los empleados del Museo del Louvre, se fueron preparando para resguardar las valiosas colecciones de los objetos y cuadros exhibidos en tal sitio. La forma en que lo fueron realizando, es narrada en el libro Saving Mona Lisa: The Battle to Protect the Louvre and its Treasures During World War II (Salvando a la Mona Lisa: la batalla para proteger el Louvre y sus tesoros durante la segunda guerra mundial), escrito por Gerri Chanel, publicado por Heliopa Press en el 2014, un extracto del cual, comparte el sitio digital Delanceyplace.com (ver: https://us5.campaign-archive.com/?e=fa90d7d342&u=6557fc90400ccd10e100a13f4&id=45335e1ea2).
Inicia Chanel diciendo cómo, cuando comenzó la guerra, en 1939, con la invasión de Alemania a Austria y Checoslovaquia, empezaron los preparativos para ver la manera en la que las obras de arte, la Mona Lisa, entre ellas, serían salvadas. “El 25 de agosto, de 1939, luego de que Gran Bretaña y Polonia, habían concluido un pacto de asistencia mutua, la guerra fue inminente. Esa tarde, el empaquetamiento comenzó”.
Fueron varios días de arduo trabajo, como los describe Chanel, que “de todas partes del museo, los trabajadores removían lo prioritario, pinturas, antigüedades y objetos de arte – desde reliquias religiosas, muebles y joyas reales – de las paredes, pedestales y vitrinas. Ya que las pinturas se movían, primero de las paredes y luego de sus marcos, los trabajadores marcaban los espacios vacíos con gis, con tal de señalar en dónde se localizaban, para que se facilitara su colocación una vez que retornaran al final de la guerra”.
Una foto de la época, muestra los marcos vacíos de los cuadros removidos de las paredes, colocados sobre los pisos, como cuando alguien se muda. Deben de haber sentido una gran desesperación empleados y directivos del museo, mientras hacían el salvamento.
Continúa Chanel diciendo que “los trabajadores tomaban las piezas cuidadosamente, planeando rutas para llevarlas a las áreas en donde se les embalaría en cajas, las que eran clavadas y selladas. Luego, las pintaban, de acuerdo a las prioridades, con colores que señalaban su importancia, todo previamente acordado. Las tareas eran más difíciles, porque lo hacían en las noches y sólo contaban con lámparas de tenue luz, una precaución que se tomaba para prevenir algún bombardeo. Para la una de la mañana del primer día, unas cincuenta pinturas de las más prestigiosas y más fáciles de mover, habían sido llevadas a las áreas de embalaje. Luego, los trabajadores regresaron a las galerías, para iniciar la siguiente ronda. La atmósfera era angustiante, pero el embalaje se hizo con tranquilidad. Como se había estado ensayando eso durante años, no fue tan difícil”.
Otro problema que se enfrentó, fue que como muchos hombres habían sido enrolados en el ejército, no resultó tan fácil conseguir a los trabajadores. “Fue complicado reunir al grupo de gente necesaria para la operación. Entre los que ayudaron, había muchos que trabajaban en las tiendas parisinas departamentales, incluyendo la Samaritana, cuyo dueño, Gabriel Cognacq (1880-1951), era vicepresidente del Consejo Nacional de Museos de Francia. En cierto punto, una joven empleada, Magdeleine Hours, entró a la galería, y vio cómo jóvenes de distintas tiendas departamentales, vestían batas, mallones y gorras decoradas con rayas, empacando pinturas de los siglos catorce y quince. Hours quedó sorprendida, pues esos trabajadores, se veían justamente como los personajes representados en los cuadros medievales que estaban embalando”.
Le debió de haber resultado hasta cómico a la chica, verlos así. Pero supongo que lo hacían con tal de trabajar más cómodos.
Luego, “en las áreas embalaje, las antigüedades se empacaban en material protector. Las pinturas pequeñas, primero se envolvían en papel resistente al fuego, luego, en plastipiel, para que resistieran la humedad. Espaciadores de fibras se usaban para separar varios cuadros entre sí, que se metieran en una sola caja. El polvo rondaba y los martillos, sonaban, mientras veloces mecanógrafas anotaban por quintuplicado, los contenidos de cada caja. Para simular esos contenidos, sólo se marcaban tales cajas con tres marcas: las iniciales ‘MN’, las iniciales del departamento y el número de la caja. El anonimato era para desalentar su robo y frustrar las búsquedas de los alemanes. Todavía más, con tal de mantener a individuos no autorizados sin saber a dónde se dirigían los objetos, todas las etiquetas decían Chambord (un viejo castillo), aun cuando varios objetos iban a ser llevados a otros destinos en el valle del Loire”.
Sí, debió de haber sido una tarea angustiante y bastante cansada, desmontar tantas obras de arte, sobre todo, los cuadros, además de haberlos removido de sus marcos. Imagino que, de todos modos, no pudo evitarse que se maltrataran cuando se desmontaron.
Por último, dice Chanel, “luego de dos días completos, camiones vacíos, comenzaron a entrar al patio del Louvre. A las seis de la mañana, del 28 de agosto de 1939, el primer convoy de ocho camiones, cargados con la Mona Lisa, El escribano sentado (escultura egipcia que data de la dinastía 2450-2500 AC que, como sucede con objetos antiguos de otros países, se han apoderado los europeos), joyas reales y otras 225 cajas, conteniendo los más preciosos cuadros del mundo y otras antigüedades, salieron lentamente de París, rumbo a la campiña francesa”.
Y se conservaron en sitios muy ocultos, con tal de que los nazis, como dije arriba, no los saquearan. Cuando Hitler veía que perdía la guerra, ordenó que se prendiera fuego a París, pero, por fortuna, no fueron seguidas sus demenciales órdenes.
Tuvieron que pasar cuatro años, del 14 de junio de 1940, hasta el 25 de agosto de 1944, para liberar París del dominio nazi. Sólo así, fue que el Louvre comenzó a llenarse de nuevo de sus obras de arte (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Paris_in_World_War_II).
Fue así como se evitó el saqueo, aunque muchos otros países, no tuvieron tanta suerte y muchas obras de arte, fueron robadas. Incluso, muchas, ni siquiera se han localizado.
De no haberlo hecho así, es probable que no se estaría exhibiendo actualmente la Mona Lisa en el Louvre, para deleite de quienes la contemplan y alimentan su espíritu.
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