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Colombia protesta ante el ajuste y resiste la represión

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Claridad, Uruguay

Por Eduardo Aparicio

La pandemia no ha hecho más que profundizar la crisis económica, social y política, ya existente, generada y desarrollada en su ligazón íntima y total con las estructuras sociales imperantes y  a las orientaciones económicas y sociales, que transformaron a Colombia en un gabinete de experimentación del neoliberalismo, la contra revolución preventiva  y  la injerencia del imperialismo norteamericano.

Los colombianos en la calle

Es del caso recordar que con la llamada “Ley de solidaridad sustentable”, que dio lugar a la protesta generalizada, el presidente  Duque buscaba que los sectores populares y los jubilados, los  trabajadores y las clases medias fueran quienes pagaran la factura de la crisis económica que se profundizó con la pandemia. El paquete incluía eliminación de exenciones y suba del IVA sobre bienes básicos de consumo popular; baja del umbral de ingresos a poco más de 600 dólares para empezar a tributar ganancias (algo más de dos salarios mínimos), impuesto a las pensiones. Esto sin contar que los principales beneficiarios de la asistencia estatal durante el 2020, ante la recesión causada por la pandemia y los confinamientos, fueron los grandes capitalistas como Avianca –que recibió un rescate de 370 millones de dólares-  y el sistema financiero. El objetivo principal del gobierno era bajar el déficit que en el último año se elevó al 8% del PIB, y de esa manera, mantener la calificación crediticia y mostrarse confiable para el FMI y el capital financiero internacional.

En su discurso, Duque argumenta que con la reforma puede “sostener y prolongar” los mecanismos de ayuda y compensación (a través de programas sociales y asistencia) ante los efectos devastadores de la pandemia. Pero la evidencia fue tan fuerte que se percataron de ello desde el primer momento las víctimas de dicha política: entre un 75 y un 83 % de la recaudación iba a ser aportada por los sectores populares dejando intactas las ganancias de los grandes capitalistas. Ignorando la realidad, Duque eligió para anunciar semejante ataque al bolsillo el mismo día que la Dirección Nacional de Estadísticas informaba  que la pobreza alcanza al 42 %, la pobreza extrema al 15 % y el desempleo al 17 % , una versión estadística que, dicho de otro modo significa que de los 50 millones de habitantes, 21 millones son pobres, 7 millones comen solo una o dos veces por día y 4 millones no tienen trabajo y si eso fuera poco coincide  con la cúspide de la tercera ola de Covid 19.

Este es el tercer y más importante levantamiento popular que enfrenta Duque desde que asumió en 2018 contra la agenda neoliberal, que incluye todo un paquete de  otras reformas , en el campo de la salud  y las relaciones laborales, que para implementarse requieren de   la represión desatada por un estado policial protector del paramilitarismo.

Represión durante una manifestación en Colombia

La amplitud de la protesta, convertida en rebelión, muestra que  en algo se ha disipado el sentimiento generalizado de temor, provocado por el terror estatal y paramilitar en cuatro décadas de enfrentamiento militar y represión a las distintas guerrillas instaladas en Colombia.

Colombia desde los años 50’ se constituyó en un laboratorio del accionar paramilitar, desde la etapa de enfrentamiento con la violencia instalada  a partir del Bogotazo y el asesinato  de Eliécer Gaitan en abril de1948 y eso fue mucho antes de 1962 que constituyó la segunda fase de la lucha guerrillera. El paramilitarismo aumento la violencia y solo a título de ejemplo digamos que en 10 años ejecutó la friolera de cien mil (100.000) colombianos, entre los cuales se cuenta un gran número de campesinos pobres.

El Plan Colombia al cual los EE.UU le dedicaron en los primeros 10 años del siglo XXI cien mil millones de dólares, ha sido un eficaz escudo protector de los intereses transnacionales, particularmente en los procesos y negocios vinculados al extractivismo, dando cobertura al saqueo de los recursos naturales que ha sufrido el país.

La situación que se vive hoy  es una bofetada en el rostro de los EE.UU y  pone en cuestión la eficiencia del Plan Colombia, que representó un despliegue colosal bajo el pretexto de combatir el narcotráfico y sus conexiones con los movimientos guerrilleros. Detrás de Israel, Colombia ocupa el segundo lugar en la asistencia militar norteamericana.

La profundización y radicalización de las luchas confirman la plena vigencia del expediente bélico para tratar la protesta social, ese es el telón de fondo de los acontecimientos, en un país con una policía totalmente militarizada y cuyas fuerzas armadas  cuentan con un vasto historial y experiencia de combate  anti insurgencia.

 Esto se complementa con el empleo de un viejo proceder del poder cuando se ve amenazado, practicar la mixtura  proporcionada por el binomio NEGOCIACION y REPRESION.

La movilización de masas se ha ganado nuevamente la escena y si rastreamos antecedentes el último gran hito podemos identificarlo en el Paro Cívico de 1977. Sin olvidar el preludio a la actual movilización con las  protestas de 2019. Seguidas por  septiembre de 2020  cuando   en plena ola  de la pandemia del Covid19 el asesinato  de Javier Ordoñez a manos de la policía, que fue filmado en forma casera y luego ampliamente difundido a través de las redes dando lugar también a importantes protestas .

Como en 2019, el actual levantamiento popular está protagonizado por una alianza concretada  en los hechos, por asalariados sindicalizados, jóvenes precarizados de las barriadas populares, estudiantes, clases medias urbanas progresistas, la “minga” indígena, campesinos y sectores populares en general.

El movimiento exhibe  una cuota importante de espontaneidad, lo que se puede percibir en las acciones más radicalizadas de vanguardia que no acatan el llamado a la conciliación y la respuesta pacífica frente a la violencia estatal. El levantamiento popular en Colombia es parte de una dinámica latinoamericana que se está tornando explosiva.

La caída del gobierno Duque puede estar en la agenda próxima pues se han mellado los apoyos por parte de las derecha, pero tal vez su comprometida posición encuentra un alivio en las estrategias de las izquierdas institucionales, que no quieren que se produzcan “fracturas”, que están dispuestas al control y amortiguación de los efectos de la protesta, como expresión de la luchas de clases abierta, para encauzarla en una dinámica de política institucional, con el norte puesto en lo electoral.

Como siempre ocurre será la dialéctica del conflicto la que determinará no solo el desenlace, sino la profundidad y naturaleza del mismo.

De modo que, podemos expresar que esta situación que vive Colombia desde el 27 de abril  y que viene acaparando la información y análisis internacional no hace más que demostrar algunas cosas esenciales que en síntesis nos vamos a permitir  repasar “ a la carrera”.

  • Las protestas resultan como una consecuencia de las políticas neoliberales implementada de la mano del de las clases dominantes, expresión histórica de los poseedores.
  • La fisura y eventual perforación en la “eficiencia” de la política norteamericana para ese país en el marco de su esquema de incidencia continental..
  • Una lucha de masas que emerge, los oprimidos no quieren seguir pagando la crisis y reforzando los beneficios del capital, se ponen en marcha y aflora a la superficie su movilización  superando trabas y lastres, siendo las expresión de un proceso de agudización de las contradicciones y de profundización de la lucha de clases .La marejada que esta representa, se ve contrarrestada por las opciones estratégicas y los posicionamiento de  parte de las direcciones de la izquierda política y social presentes en el C.  Que se ven confrontadas con los impulsos y desbordes de buena parte de los actores que están en la primera filas del movimiento protestatario. Así entonces queda establecida una doble disputa, por un lado entre quienes protagonizan la protestas  enfrentados  con las distintas formas y representaciones del poder y por otra  una parte del movimiento  resistente con quienes detentan las consolas de mando y procuran pilotear definiendo el rumbo del movimiento.

Hoy quisimos posar las mirada en lo que discurre en otras latitudes también constituye una invitación a la reflexión sobre lo que nosotros vivimos en Uruguay e imaginar algunos posibles escenarios fuera de los libretos predecibles y pre establecidos por las apuestas mayoritarias en  pensamiento y la acción de las izquierdas.

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