Normalmente, el cine ha solido ofrecer un retrato enaltecedor de los “caballeros del sur”, protagonistas o coprotagonistas en tantas ocasiones de algunos de los “westerns” más reputados de la historia del cine, y en los que aparecían poco menos que como caballeros del rey Arturo dispuesto a jugarse la vida por una dama o por una comunidad amenazada. Uno de estos “caballero” fue Lelie Howard en Lo que el viento se llevó, aunque no menos inolvidable fue el compuesto por John Carradine en La diligencia, sin olvidar la tranquila prestancia de Gary Cooper en Veracruz, por citar únicamente algunos ejemplos al vuelo. También sucedía que, salvo contada excepciones, la imagen de estos “caballeros” no resultada contrastada por la enojosa cuestión de la esclavitud, a lo más se les presentaba como amistosos y benevolentes con los criados de color.
En El Álamo, Jim Bowie (Richard Widmark), concede la libertad a su esclavo negro, un regalo que, por cierto, éste se digna a rechazar porque solo debe agradecimiento a su señor, aunque la verdad histórica pasa por otra, los tejanos rechazaban las leyes antiesclavistas mexicanas. No vamos a discutir aquí si estos “caballeros” realmente existieron, y si se llegaron a parcer (aunque fuese lejanamente) a los cinemayográficos, pero de lo que no hay duda es que su cara oscura si que camparon por su respeto, actuando en no pocos casos como miserables negreros. El problema está en que esta cara oscura resultaba muchísimo menos atractiva cinematográficamente (¿qué chica se a enamorar de un miserable negrero?), y durante más de medio siglo fueron prácticamente inéditos en la pantalla hasta que el antiguo Red Buttler lo encarnó en una ambiciosa producción de la Warner:
Mucha gente conoce La esclava libre (Band of angels, 1957) una obra que llevó a soñar a sus productores que, por la categoría de su director, Raoul Walhs y de sus protagonistas, Clark Gable e Ivonne de Carlo, con una posible emulación de Lo que el viento se llevó, sin conseguirlo aunque la cuestión de la esclavitus está abordada desde un enfoque mucho más honesto. El tiempo no había pasado en vano, y había llegado la hora en que los esclavistas aparezcan como unos auténticos impresentables en tanto que el protagonista, Hamish Bond (Gable), fue un sórdido negrero, que ahora vive atormentado por su pasado. Por otro lado, lo más recordable de la película popularmente radica en el hecho que apunta la titulación castellana: la heredera Amanda Starr es una bella muchacha educada en una familia bien que acaba siendo vendida como una esclava más por el simple hecho de ser hija de una esclava, negra por supuesto.