por Manuel Riesco
El régimen democrático chileno se encuentra en una situación complicada en extremo y no se aprecia por ahora un camino de salida.
Sin duda ha logrado muchas cosas a lo largo de tres décadas y media, pero se ha deslegitimado por completo a los ojos del pueblo.
Por su incapacidad de intentar siquiera acabar con los grandes abusos y distorsiones que se originaron el 11 de septiembre de 1973, enfrentando con decisión a los poderosos que profitan de los mismos.
Por el contrario, ha buscado el acuerdo con estos para agravar los mayores de aquellos, cómo ocurrió con la entrega de recursos naturales y acaba de suceder con el desvío al ahorro forzoso de las contribuciones a la seguridad social.
Todos los partidos representados en el Parlamento son parte del problema al haber formado parte de los gobiernos democráticos, y solo ofrecen hoy continuar alternadamente con más de lo mismo.
Por primera vez en un siglo, el pueblo no cuenta hoy con una fuerza política revolucionaria y democrática, capaz de conducir su irrupción masiva en el espacio político. Ninguno de los partidos que lo hicieron en forma brillante en las irrupciones precedentes, parece en condiciones y ni siquiera en disposición de hacerlo ahora.
Sin embargo, la necesidad de una fuerza tal es una cuestión objetiva y surgirá por algún lado, de uno u otro modo.
La alternativa es bien conocida y la estamos viendo cerca, la hez de la sociedad elevada por la indignación popular al poder político, prometiendo aserrarlo de raíz.
Manuel Riesco.