“Por nuestros compañeros… como abusan, no nos pagan la quincena, nos echan a los sindicalistas y a quienes reclaman… Hasta cuando… compañeros”.
Últimas palabras del chofer y dirigente sindical del Transantiago, Marco Antonio Cuadra, antes de quemarse a lo bonzo el 2 de junio de 2014. Murió hospitalizado 25 días después.
Andrés Figueroa Cornejo
Un millar de choferes de la empresa Vule S.A. del sistema de transporte colectivo de la metrópolis chilena, Transantiago, se arrojaron a la huelga el 12 de enero de 2017 ante la negativa sistemática de la firma respecto de sus demandas salariales y del mejoramiento de sus condiciones laborales.
Se trata de la línea 300 del privatizado transporte público inaugurado el 2007 por la primera administración de Michelle Bachelet y cuya primera etapa fue ejecutada por el mandatario anterior, Ricardo Lagos Escobar, actual precandidato a las elecciones presidenciales de 2018.
Santiago es la capital de la vanguardia capitalista en América Latina y en buena parte del mundo. Y en Chile todo es mercancía. Desde el agua, la tierra, el aire, la integralidad de las relaciones sociales e individuales.
El mercado del trabajo está sometido a la superexplotación, al subcontrato, a la precarización, a la polifuncionalidad, y al conjunto de fenómenos enmarcados en la llamada “flexibilidad laboral”, tanto en el ámbito privado como en el estatal. La fuerza de trabajo organizada en sindicatos-empresa (no ramales o sectoriales) es mínima, y aquella fracción con capacidad de negociación con el empresariado es más insignificante todavía.
Asimismo, Chile es una de las sociedades líderes del globo en enfermedades asociadas a la salud mental, como la depresión y otras dolencias similares. Sin embargo, su puesto estelar en materia de dolores psiquiátricos no es resultado del clima, del carácter chileno, de la genética o de la geografía. Se encuentra íntimamente ligado a las formas que adquiere el trabajo. Al miedo, a la ansiedad, a la impotencia que emerge de la inseguridad laboral. El terror al desempleo, a diferencia de otros países, es superior a perder o carecer de la plenitud erótica, por ejemplo. Y en consecuencia, el trabajo tiende a vincularse con el displacer, con el sufrimiento, con la angustia permanente “por llegar a fin de mes”. El trabajo como “realización personal y social” es tan fantástica como la galaxia más remota. De hecho, el trabajo es la negación del sujeto y de la libertad. Es desintegración, calvario, puro extrañamiento y deshumanización.
En medio de la adversidad, los choferes del Transantiago tienen clara la ruta y ya ofrecen organización, lucha y resistencia.
La huelga
En el contexto de la negociación colectiva de los sindicatos números 8 y 42 de buses Vule S.A., más de mil conductores del Transantiago votaron la huelga y un proceso de paralización, que se efectivizó desde el primer turno del jueves 12 de enero de 2017. Es una de las huelgas de mayores dimensiones desde que fue implementado el presente sistema de transporte metropolitano.
Los trabajadores de la línea 300 exigen un salario base más próximo a sus necesidades, un incremento en los bonos de almuerzo, movilización, validación, capacitación. Uno de los argumentos-fuerza de los trabajadores es que la empresa obtiene 1.900 millones de pesos (más de USD287.000) en utilidades anuales. Semejantes ganancias resultan de los bajos salarios para los trabajadores y del alto precio de los pasajes para los usuarios. De hecho, el pasaje del Transantiago es uno de los más caros del Continente en relación al sueldo mínimo.
Como es habitual, la decisión de adoptar la huelga corresponde a una medida de fuerza histórica y de última instancia de los asalariados ante la falta de disposición de la compañía a la hora de negociar respecto de sus demandas laborales.
El dirigente sindical Rafael Contreras solicitó “comprensión y solidaridad a los pasajeros, que si bien se verán afectados en sus planes de viaje mientras dure la huelga, sabrán comprender que nuestra lucha se da para mejorar la condición de los trabajadores, e inmediatamente, para poder brindar un mejor servicio”.
Por su parte, el dirigente Luis Faúndez señaló que “la huelga fue forzada por la propia empresa al mostrarse completamente intransigente frente a nuestras reivindicaciones de mejores condiciones laborales. Ellos se llenan los bolsillos con el alza del pasaje, con la subvención que el Estado les da mediante los impuestos de todos, y a nosotros, a los que hacemos funcionar el transporte público en la ciudad, nos dan migajas. Por dignidad y por mejores vidas para nuestras familias no nos ha quedado otra alternativa que ir a la huelga”.