Juan Varela Reyes (1)
“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes
Hechos y personajes de la historia universal
Aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se
Olvidó agregar: una vez como tragedia y la otra
Como farsa”
(K. Marx: “El 18 Brumario de Luís Bonaparte”)
La crisis por la que atraviesa la política y la acción política, en nuestra sociedad, merece, de nuestra parte, alguna reflexión y la entrega de algunos elementos de análisis, como una manera de enfrentar la respuesta y aportar a la salida a la situación.
En esta (situación) se han visibilizados viejas y nuevas contradicciones, tanto en la estructura del poder dominante, como en las expresiones sociales, políticas e ideológicas del campo popular, teniendo en cuenta que algunas de ellas se agudizan, básicamente, porque el tiempo en que ellas se manifiestan es un tiempo dado, determinado, por las exigencias de este modelo de acumulación capitalista, que necesita cada vez de mayores grados de legitimidad, que aseguren su reproducción en todos sus niveles.
Abordar la crisis del modelo neoliberal exige ciertas precisiones que hagan manejable su explicación y que, a la vez, planteen algunas implicancias prácticas, como ejercicio válido, de otra manera se puede caer en explicaciones abstractas, que dejan el problema en el mismo lugar, lo que traerá consigo: inmovilismo, una desazón y la impresión de que se trata de un mero ejercicio intelectual, a lo mejor bien estructurado, pero sin el planteo de una acción política real, aunque asumiendo que el análisis de la situación, es, en sí una acción política. Es lo que ocurre a veces con ciertas expresiones de la izquierda que, con un acertado análisis algunas veces, dejan el problema central en el mismo sitio, o la salida, como repercusión de ese análisis, se dirige en un sentido distinto al declarado en sus intenciones.
Alguna vez planteamos que la crisis de los sectores políticos dominantes (derecha – nueva mayoría) se expresa al menos en tres direcciones o sentidos:
Una crisis de hegemonía, vale decir, su sentido es que la alternativa neoliberal ha dejado de ser considerada por amplios sectores sociales, como necesaria, única y exclusiva. Se puede graficar aquello en las movilizaciones de miles de chilenos que reclaman una nueva forma de asegurar el derecho a una pensión digna; cuestión que ya es reclamada por distintos actores y sectores de la sociedad que ven cómo, en este caso, la promesa neoliberal de la igualdad no es más que un espejismo retórico construido por los artífices de este modelo.
Una segunda manifestación de esta crisis es la crisis de legitimidad; se puede decir que el neoliberalismo no es aceptado, consensuadamente, por los que sufren los efectos que éste ha generado. En alguna parte, el intelectual argentino Atilio Borón, planteó que si en el plano objetivo, material, económico, el modelo neoliberal no ha sido exitoso, es en el plano ideológico en donde ha tenido su mayor triunfo. La crisis del capitalismo – neoliberal tiene siempre efectos perversos, porque siempre son los trabajadores del campo y la ciudad los que sufren las consecuencias y pagan los costos; pero, es en el plano de la subjetividad de los trabajadores que se han instalado nuevas racionalidades que tienden a hacer creible este modelo y provocar su aceptación como algo natural, inamovible, por tanto, sin posibilidades de cambiarlo.
Por último, la crisis institucional, como una suerte de resumen, en donde los presupuestos neoliberales (oportunidades, libre competencia) ya no se dan ni se expresan con el fin de asegurar y garantizar su reproducción.
Frente a esta situación es que se empiezan a tejer visiones y salidas correspondientes. Se une a ello el hecho de que el tiempo determinado por los próximos actos electorales obliga a los distintos bloques y pactos a hacerse cargo, desde su particular visión, de los efectos de la crisis, en las dimensiones señaladas, de cara a la necesidad del capitalismo de sortear su crisis y asegurar su tasa de ganancia, lo demás es “música para la galería”.
Veamos, entonces, lo que ocurre en los dos niveles en que está estructurada la sociedad chilena, o más precisamente, a ambos lados de la lucha de clases, porque se quiera o no reconocer y, a pesar de todo, es ese “viejo motor” el que se encarga de dinamizar la sociedad. Por mucho que una de las clases aparezca invisibilizada, lo cierto es que ella existe, prueba de ello es que existe la burguesía.
Por el lado de la dominación, teniendo como escenario la crisis y el tiempo político de las elecciones, vuelve a resurgir el mito burgués (“ahora como farsa”) del “salvador supremo”, del “tutor”. Hay que reconocer, sobre todo en nuestro caso chileno, que este mito ha sido uno de los elementos fundantes de la sociedad, de la propiedad privada y la libre competencia, “que transforma a esta sociedad en un conjunto de “átomos egoístas” en lucha unos contra otros” (M. Löwy: “La teoría de la revolución en el joven Marx”)
Esos personajes (como aparecidos de otro “planeta”) hacen de “lo social”, el “interés general”, el “bien común”, el “servicio público” una proyección hipostasiada, alienada en una suerte de institución que, situada “por fuera” y “por encima” de la sociedad pretende convertirse en la solución de un problema que, paradójicamente, señala que ellos son justamente parte del problema.
En alguna parte se ha escrito que el hombre es producto de sus circunstancias. Aquellas circunstancias, siempre de carácter histórico, son las que posibilitan el surgimiento de ciertos personajes, como también son otras circunstancias las que hacen posible su resurgimiento, por tanto, son aquellas circunstancias las que hay que transformar, de otra forma surgen, porfiadamente, personajes con un halo mesiánico que transformados en cual Merlines, con sus flautas hacen correr tras de sí a aquellos que sólo escuchan su música.
El otro sector, o sea, el campo popular también enfrenta sus dificultades y contradicciones.
Antes de pasar a mencionar algunas de las contradicciones que se sitúan en aquel sujeto colectivo que vino a oxigenar a la anterior concertación, dando paso a lo que conocemos como nueva mayoría, es necesario destacar que, pese a todo, camina en silencio el descontento de los pobres y marginados y sus referentes hacen hoy día esfuerzos por elevar los grados de conciencia y organización. Es cierto que, como decíamos está invisibilizado, pero ello no indica su no existencia, al contrario, hay múltiples expresiones que dan cuenta de su presencia. Los jóvenes, luchando por una Educación transformadora y emancipadora, pobladores que luchan por una vivienda digna; trabajadores que le dan vida a su sindicato a pesar de no contar con una central unitaria.
En el otro caso, aquel sector de la antigua izquierda, aquella que proclama ser ambi diestra, o sea, un pie en el poder y el otro en la calle, cuestión que es prácticamente imposible, habría que decir brevemente.
Para esa izquierda, su nivel de pragmatismo le ha llevado a tales grados de confusión en su análisis, sin capacidad para reconocer donde es que está la principal contradicción de la sociedad:
“En Chile sigue instalada una contradicción vital: Neoliberalismo y Democracia. Esa contradicción está latente en los problemas y en las características más profundas del modelo económico y del sistema político nacional, en las modalidades de hegemonía ideológica y también, por cierto, en fenómenos más específicos y coyunturales” (El SIGLO 19/2/2016 “Contradicción Neoliberalismo y Democracia”)
O planteando una política de alianzas que tiene como norte la consolidación de la Nueva Mayoría, dejando en un segundo plano la alianza estratégica con los trabajadores.
“Sabemos lo dolorosas que fueron las consecuencias por desavenencias en el pasado y hoy, de prevalecer estas, podríamos llegar a un fracaso o un retroceso impredecible en su profundidad. Junto con el fortalecimiento del movimiento social y en especial el sindical, la consolidación de la Nueva Mayoría es un factor esencial, la que pudiera verse incrementada con el acuerdo programático con otras fuerzas” (Resoluciones XXV CongresoPC)
Se puede advertir en este discurso un cierto mesianismo, ese mito que por sí solo trata de resolver los problemas de la sociedad, olvidando que en la historia, y ello es para todos: los personajes, los hechos, los sujetos colectivos, aparecen dos veces: se une en un solo acto hoy día la tragedia y la farsa, la una para recordar la profundidad de la crisis, la otra para ver como ella se resuelve por sí sola, olvidando que en la historia de los trabajadores, todos somos sus constructores y también su resultado.
Santiago, Septiembre 20 de 2016
(1) Sociólogo. Equipo de Investigación EN CAMINO.